martes, 11 de diciembre de 2018

Max Richter - Hostiles (2018)



La mayor parte de la música que aparece en este blog procede de artistas que comenzaron su carrera hace más de 25 años pero es inevitable que poco a poco vayan haciendose cada vez más habituales músicos pertenecientes a generaciones posteriores. De entre ellos, uno de los que más probabilidades tiene que convertirse en una presencia frecuente es el alemán Max Richter, quien une a una gran calidad en todas sus propuestas, una capacidad de trabajo muy importante que le lleva a publicar con una frecuencia cada vez mayor.

Como muchos de sus compañeros de generación, Richter divide su producción discográfica entre los trabajos de estudio al uso y las bandas sonoras para el cine y la televisión y es en este último campo en el que es más prolífico en los últimos tiempos. Pese a ello, no terminabamos de ver el encaje de la generalmente sofisticada música de Richter acompañando a según qué géneros. Había funcionado muy bien con distintos tipos de animación y también acompañando a relatos de ciencia ficción o a distopías de lo más fascinantes pero no nos parecía el músico ideal para poner acompañamiento sonoro a un western.

Max Richter


No pensó lo mismo el director Scott Cooper a la hora de buscar autor para la banda sonora de “Hostiles”, una película de la vieja escuela que narra la historia de un veterano capitán de caballería cuya última misión es la de acompañar a un enfermo jefe cheyene a la tierra de su tribu para que muera allí, conduciéndole a través de medio continente y protegiéndolo a él y a una viuda que encuentra por el camino, entre otras cosas, de los ataques de los comanches. Buena parte del interés del guión reside en la relación de odio que mantuvieron los dos protagonistas en tiempos anteriores. La premisa nos sugiere una película de acción que no casa demasiado con trabajos anteriores de Max Richter pero aquí viene el truco: “Hostiles” no es lo que podríamos esperar a priori. Su narrativa es pausada, reflexiva, con una fotografía bellísima y una especial atención al paisaje norteamericano y ese tipo de imágenes y ritmos sí que encaja bien con el estilo del músico.




Para la grabación, Richter contó con la Air Lyndhurst Orchestra y el coro London Voices además de con varios solistas: Ian Burge (violonchelo), Chris Garrick (violín) y Andy Massey (piano). Quizá sorprenda al lector ver que el propio compositor no participa como intérprete en el disco y más aún al escuchar una banda sonora en la que hay sonidos que no proceden de ninguno de los instrumentos citados y que se dirían surgidos de un sintetizador. Es ahí donde entra una de la sorpresas del trabajo: la presencia del músico turco Görkem Sen, inventor e intérprete del “yaybahar”. Es éste un extrañísimo instrumento acústico que combina características de los de cuerda (se toca con arco, entre otros elementos) pero también de los de percusión (utiliza como cámara de resonancia dos membranas y también puede ser percutido con mazos). En todo caso, lo más interesante es su sonido y ese es verdaderamente hipnótico.




El disco comienza con”The First Scalp” que nos presenta la melodía central de la película, un breve tema de violín de aire celta para pasar a la primera sección de percusión, un elemento muy importante en todo el trabajo. Tras esa parte escuchamos la primera intervención de Sen con el “yaybahar” y aquí comienzan las sorpresas al comprobar cómo un instrumento de reciente creación, sin relación alguna con la cultura india americana, consigue crear un ambiente fascinante e inesperadamente apropiado para la película. La intervención del violonchelo cierra el tema inicial y nos prepara para el típico desarrollo el resto de la banda sonora. El tema central de violín se repetirá más tarde en “A New Introduction”. A partir de aquí aparecen piezas mucho más cercanas a lo que ya conocemos de la carrera de Richter como “A Woman Alone”, “Something to Give”, “Rosalee Theme” o la extensa “Never Goodbye”. Todas ellas comparten su clásico tema meditativo de piano construido con un número mínimo de elementos aunque la última, situada al final del trabajo, resume, en realidad, lo mejor de toda la obra en sus más de siete minutos. Otros cortes como “Leaving the Compound”, “Scream at the Sky” (este con un precioso in crescendo orquestal al final), “Camanche Ambush” (con su recital de percusiones), “River Crossing”, “What Did They Die For?” vuelven a dar protagonismo a Görkem Sen y su instrumento, recordando por momentos al Peter Gabriel de “La última tentación de Cristo”. “Cradle to the Grave” vuelve a los temas de ascendencia celta (uno de los pilares de la música tradicional norteamericana, no lo olvidemos), en esta ocasión, con una melodía realmente triste que enlaza de nuevo con el inconfundible piano de su autor. “Leaving Fort Winslow utiliza por primera vez la guitarra para conseguir una extraordinaria ambientación del oeste. Lógicamente también hay transiciones en las que se recupera alguno de los motivos centrales de la película como ocurre con” “Where We Belong”, “The Lord's Rough Ways”, “Appeasing the Chief”, “Yellow Hawk's Warning”. No podemos dejar de destacar la maravillosa “The Last of Them” con su solemne combinación de orquesta y coro y su final que recuerda al Philip Glass de “Koyaanisqatsi”. Mención aparte merece la única pieza del trabajo que no firma Richter: “How Shall a Sparrow Fly”, obra del cantautor Ryan Bingham y uno de los puntos fuertes del disco.




Con “Hostiles”, Max Richter nos demuestra que no solo es poseedor de un estilo propio labrado a lo largo de varios discos en los que cada vez se desmarca más de las innegables influencias de los primeros años de su carrera sino que también tiene esa capacidad de adaptación y de asimilación de estilos tan necesaria cuando pones música a las imágenes de otros. Es esto último lo que más nos ha sorprendido, para bien, en este disco. Richter suena a sí mismo pero también consigue evocar una época como fue el turbulento siglo XIX norteamericano y lo hace sin caer en tópicos e incluso recreando ambientes con instrumentos claramente fuera de aquel tiempo y lugar como el mencionado “yaybahar” del que os dejamos un breve vídeo ajeno a la película a modo de presentación.


 

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