Una de las primeras obras que escribió Gavin Bryars es también una de las más conocidas de su carrera pese a que, según su propio autor, aún no ha sido terminada. Surgió como una breve pieza escrita para apoyar unas protestas estudiantiles en Portsmouth y desde aquel momento ha estado sujeta a diferentes arreglos y adiciones que la han ido transformando hasta nuestros días. “The Sinking of the Titanic” parte de la atractiva historia que se ha venido contando desde el naufragio del transatlántico y que narra cómo la banda que viajaba a bordo para amenizar el viaje continuó tocando hasta el final mientras el barco se hundía. Según las notas del disco que hoy comentamos, Bryars quiso hacer una obra conceptual sobre ello (la protesta era de estudiantes de arte) partiendo del vals “Song d'Automne”, de Archibald Joyce. Conforme el testimonio del operador de cable del barco, la canción que sonó en los últimos minutos de vida de la nave era “Autumn” y, dada la popularidad de la melodía de Joyce en aquellos años (se le conocía como el rey inglés del vals), es muy probable que así fuera. Sin embargo, lo cierto es que la obra con la que encontramos alguna similitud no es con la de Joyce sino con el himno “Nearer My God to Thee”, que es la otra canción en disputa a la hora de determinar qué era lo que tocaba la banda en el momento del hundimiento.
En todo caso, Bryars hizo un uso reducido de ese material y enseguida lo llevó a su propio terreno. Exitió una primera versión bastante breve que fue interpretada en directo varias veces incluyendo una en San Francisco dirigida por John Adams. Posteriormente, el compositor hizo un nuevo arreglo para grabar la obra en el que sería el primer lanzamiento de “Obscure Records”, el efímero sello de Brian Eno cuyo prestigio ha ido aumentando con los años. En todo caso, esa nueva versión apenas superaba los veinte minutos de duración. Nada que ver con la siguiente que hizo para la presentación de la obra en el festival Printemps de Bourges de 1990. El concierto iba a celebrarse en un antiguo depósito de agua que fue transformado en museo y en escenario de diferentes actos musicales. Se trata de un edificio de tres plantas con una acústica muy especial. Para la actuación, el público se encontraba en la planta central pero los músicos iban a tocar desde el sótano (zona en la que antiguamente se almacenaba el agua). El sonido llegaba a los asistentes a través de un equipo moderno pero también recibían la reverberación del mismo procedente de la planta superior, en forma de cúpula convirtiendo la actuación en una experiencia absolutamente única y muy adecuada para las características de la pieza musical, alargada para la ocasión hasta la hora de duración y con la adición de nuevas partes e instrumentos que incluían mensajes en morse a través de las marimbas o grabaciones con testimonios de los supervivientes del naufragio. Bryars comentaba que imaginaba a los músicos del Titanic tocando incluso debajo del agua y, aunque fuera imposible, le gustaba pensar en la música ganando en densidad y transformándose paulatinamente, cosa que logra, en cierto modo, en la grabación de Bourges con los ecos y reverberaciones del lugar en una actuación que no estuvo exenta de riesgos para los artistas puesto que, en el transcurso de la misma, se produjeron filtraciones de agua en el antiguo depósito en el que tocaban los músicos, que tenían que vigilar mientras tocaban que el líquido no llegase a los equipos electrónicos empleados para transmitir la música al piso superior.
Los miembros del Gavin Bryars Ensemble en el momento de la grabación eran Alexander Balanescu (viola), Jonathan Carney (viola), ambos integrantes también de la Michael Nyman Band, Martin Allen (percusiones), Roger Heaton (clarinete) y David Smith (percusiones, instrumentos de viento y teclados). Gavin Bryars, por su parte, tocaba el contrabajo.
La obra comienza con un toque de campanas al que siguen las cuerdas ejecutando una melodía extremadamente lenta, espesa, pero de una belleza estremecedora y que es la que a nosotros nos recuerda al “Nearer My God to Thee”. Toda la escucha es una experiencia casi onírica en la que el oyente parece estar rodeado de bruma como debió estar el propio Titanic minutos antes del choque con el iceberg. Para acentuar la sensación de irrealidad, se van filtrando en la pieza voces fantasmales, golpes de claves, percusiones de todo tipo, una estática melodía de clarinete, etc. durante algo más de una hora llena de notas sostenidas, ecos, y una sensación de pesadez en el aire que lo llena absolutamente todo en la que es, a nuestro juicio, una de las obras más interesantes del minimalismo europeo pero también de la música “ambient” y que merece mucho la pena escuchar.
El disco fue publicado originalmente en “Les Disques du Crepuscule” y reeditado en 2009 con su portada original en el sello LTM. Además, hay que tener en cuenta que la grabación es la misma que aparecería en 1994 en Point Music, el sello de Philip Glass, con una portada completamente diferente y muy escasas referencias a la procedencia del registro sonoro lo que puede llevar a creer que se trata de una grabación nueva. Conviene tener esto en cuenta para evitar tener dos copias del mismo registro como nos ocurre a nosotros. En la versión de Point Music, además, la obra aparece dividida en diferentes cortes con sus correspondientes títulos, cosa que no ocurría en la original que carecía de división alguna. Como su propio autor señala, la obra está sujeta a cambios por lo que suponemos que habrá nuevas grabaciones en el futuro con algún tipo de añadido como sucedió en 2007 con la publicada por el grupo italiano Alter Ego, de mayor duración que ésta pero que no hemos tenido la oportunidad de escuchar aún.