De vez en cuando nos gusta dedicar alguna entrada a aquellos músicos sin los cuales, la carrera de los artistas que más nos gustan no habría sido la misma; a esos compositores cuya influencia ha empapado notablemente las partituras de la siguiente generación. John Cage o Gyorgy Ligeti serían dos ejemplos notables que ya hemos tratado aquí pero resulta evidente que no son los únicos.
Erik Satie fue un personaje más que peculiar del que cualquier descripción que intentemos hacer será incompleta por fuerza. En su juventud hizo varios intentos de ingresar en el conservatorio que fueron inútiles por una supuesta falta de aptitudes musicales, por lo que sus composiciones sobrevivían entre las paredes de los cabarets parisinos. No fue hasta la avanzada edad de 40 años que volvió a matricularse en una institución académica musical alcanzando una titulación de grado medio y sólo lo hizo para poder argumentar con un cierto conocimiento de causa contra las opiniones de los críticos que solían acusarle de inconsistencia y de una gran pobreza armónica en sus obras.
La extravagancia fue una de las características principales de su vida. Nunca dejó entrar a nadie (salvo a los perros callejeros que de cuando en cuando adoptaba) en su habitación de Arcueil (a donde se trasladó desde Montmartre cuando su economía no le permitió mantener el alojamiento allí). Tras su muerte, fue en ese lugar donde se encontraron manuscritos de varias de sus obras más conocidas hoy junto con una colección de más de cien paraguas, siete trajes de terciopelo o un piano nunca jamás utilizado a juzgar por la cantidad de polvo que acumulaba. También se hallaba allí una cajita con millares de recortes de papel en los que aparecían toda clase de textos como el tantas veces citado (y quizá apócrifo) “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro” o una especie de carta de presentación que dice mucho de su personalidad: “Me llamo Erik Satie, como todo el mundo”. Durante su vida tuvo relación con una especie de sociedad secreta, cercana a la masonería, conocida como la “rosacruz” llegando a ser el compositor “oficial” de la orden. Varias de sus piezas denotan en sus títulos la pertenencia del músico al grupo en una etapa muy determinada.
Pero, ¿qué hay de la música? Satie no fue un compositor especialmente reconocido en su momento. Además, cuando lo fue (gracias, principalmente, a la atención que mereció por parte de su amigo Maurice Ravel), las alabanzas recayeron en sus primeras obras lo que el músico interpretó como una crítica a lo que estaba componiendo en aquel momento así que radicalizó su postura y cambió por completo su círculo de amistades uniéndose a Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honneger, germen de lo que luego sería conocido como “Les Six” tras ser “apadrinados” por Jean Cocteau. El grupo, integrado por varios compositores franceses de la época (no siempre seis, como se puede deducir del nombre), se rebeló contra la situación del momento y propuso una nueva forma de ver las cosas con una profunda animadversión hacia el romanticismo como bandera. Quizá Satie haya sido la figura más trascendental de “Les Six” y, desde luego, es la más influyente. Su estilo, ciertamente, parece adelantado en varias décadas a su propia época. Satie huye de las formas clásicas, titula sus obras de modo absurdo (grotesco a veces) y le resta trascendencia a su música (a toda la música en realidad). Escribe piezas maravillosamente simples pero de una capacidad evocadora sin igual que se entienden mejor tras escuchar la obra de todos aquellos músicos influidos por él. ¿Dónde podemos encontrar esa influencia? Leamos el siguiente fragmento de una carta del músico a Jean Cocteau de 1920:
“La Música de mobiliario es básicamente industrial. La costumbre, el uso, es hacer música en ocasiones en que la música no tiene nada que hacer… Queremos establecer una música que satisfaga las “necesidades útiles”. El arte no entra en estas necesidades.
La Música de mobiliario crea una vibración; no tiene otro objeto; desempeña el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas… Exijan Música de mobiliario. Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin Música de mobiliario… No se case sin Música de mobiliario. No entre en una casa en la que no haya Música de mobiliario. Quien no ha oído la Música de mobiliario desconoce la felicidad. No se duerma sin escuchar un fragmento de Música de mobiliario o dormirá usted mal.”
La Música de mobiliario crea una vibración; no tiene otro objeto; desempeña el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas… Exijan Música de mobiliario. Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin Música de mobiliario… No se case sin Música de mobiliario. No entre en una casa en la que no haya Música de mobiliario. Quien no ha oído la Música de mobiliario desconoce la felicidad. No se duerma sin escuchar un fragmento de Música de mobiliario o dormirá usted mal.”
No hace falta releer el fragmento para caer en la cuenta de que esto parecería una especie de manifiesto fundacional del “ambient” de no haber sido escrito sesenta años antes de la aparición del “Music for Airports” de Brian Eno. De hecho, uno tiene la impresión de que el bueno de Brian habría tenido que dedicarse a vender crecepelo de haber existido los sintetizadores en la época de Satie. Tras el comentario, que no por jocoso es menos verosímil, tenemos que señalar que el propio Eno reconoce abiertamente la influencia del compositor francés y su disco citado más arriba no hace sino poner en práctica las ideas de la carta antes referida. Al fin y al cabo, también Satie se definía como no-músico o, más precisamente, como un fonometrógrafo, un medidor de sonidos: “se verá que ninguna idea musical ha guiado mi obra, sino la reflexión meramente científica”, escribió. Sin embargo, la influencia sobre Eno puede no ser directa y es que antes del no-músico británico, encontramos la figura de John Cage. Es sabido que el compositor norteamericano fue un gran promotor de nuestro enigmático francés y que fue él quien organizó una de las primeras interpretaciones en directo de las “Vexations” de Satie. Las características de esta pieza concreta sonarán familiares a los lectores del blog. Consiste en una breve frase musical cuya duración no debería exceder los dos minutos de no ser por una nota añadida por el compositor a la partitura: “la música debe ser interpretada durante el tiempo necesario para que la pieza se repita 840 veces”. Además, la sombra de Satie llega hasta uno de los más celebrados inventos de Cage: el piano preparado. Varias décadas antes, el músico francés introducía también objetos (en este caso, papeles) entre las cuerdas del piano para atenuar y modificar el sonido de éste. Volviendo a las “Vexations”, Cage hizo su particular versión de ese concepto cuando escribió ASLSP, pieza de la que ya hablamos aquí tiempo atrás pero si es precisamente esa obra del músico francés antecedente de algo, creemos que lo es del minimalismo norteamericano, especialmente el encarnado por Philip Glass y Steve Reich, autores de piezas como “Contrary Motion” (obra del primero que no tiene un fin determinado sino que, simplemente, para cuando el ejecutante así lo decide) o “Piano Phase” del segundo con similares características. El propio Glass se permite un homenaje a Satie al titular una de sus primeras composiciones como “música en forma de cuadrado”, en referencia a la “música en forma de pera” del francés.
Pero no sólo el “ambient” y el minimalismo deben parte de su orígen a Satie. El músico también fue el jocoso precursor de la “healing music” o musicoterapia. En su momento publicó el siguiente texto en uno de los pasquines que distribuía el cabaret para el que trabajaba: “Hace ocho años que padezco un pólipo en la nariz, complicado con una afección de hígado y reuma. Tras escuchar “les Ogives” de Satie, se manifestó en mi estado de salud una notable mejora. Cuatro o cinco aplicaciones de la Tercera Gymnopédie han acabado de curarme completamente”. El texto lo firmaba una inexistente reportera que no era otra que el propio Erik patrocinando sus composiciones de la forma más sorprendente.
Está claro que, conceptualmente, la obra de Erik Satie ha sido una referencia fundamental para alguna de las corrientes más representativas de finales del siglo pasado pero ni la música de Eno, ni la de Cage ni la de Glass guardan demasiadas similitudes con la de nuestro protagonista. Sin embargo, la lista de seguidores “formales” de su estilo musical es amplia y también por aquí hemos tenido ejemplos. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de la obra de Satie está enfocada en el piano, no es extraño comprobar cómo son pianistas precisamente los músicos que más “suenan a Satie”. Quizá el ejemplo más evidente sea el de Harold Budd pero no podemos olvidar a Wim Mertens alguna de cuyas melodías más reconocidas (pensamos en “Close Cover”, por ejemplo) tienen una importante deuda con nuestro extravagante protagonista hoy. Pascal Comelade o Llorenç Barber podrían contarse también entre la extensa lista de herederos musicales de Satie.
El pianista Aldo Ciccolini |
Como hemos establecido desde el comienzo de la andadura del blog, cada entrada tiene como punto central un disco concreto por mucho que en ella se divague sobre otros temas o, como es el caso, esté centrada más en el músico que en una obra individual. La audición que nos llevó a dedicar este pequeño texto a Satie es la de una caja que adquirimos recientemente y que no es sino una de las muchas reediciones que ha conocido la interpretación del pianista franco-italiano Aldo Ciccolini de la integral pianística de nuestro compositor para EMI. Se trata de una excelente caja de cinco discos que podéis encontrar a un precio realmente ridículo en el siguiente enlace:
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Nos despedimos con el propio Ciccolini interpretando la "Gymnopedie No.1" en el concierto celebrado en 2010 conmemorando el 85º cumpleaños del intéprete: