Muchas cosas
cambiaron en muy poco tiempo en los meses posteriores a la publicación de
“Lightbulb Sun” dentro de Porcupine Tree. Quizá las más significativas fueron
las relativas a la toma de contacto de Steven Wilson con dos músicos muy
diferentes que influyeron de formas opuestas en el enfoque de la música de la
banda de cara al siguiente disco. Los lectores habituales del blog conocen
sobradamente ambos nombres: Aviv Geffen y Mikael Akerfeld.
¿Qué importancia
tuvieron ambos sobre el sonido de los nuevos Porcupine Tree? Tiene que ver con
la relación que Wilson estableció con cada uno de ellos. Con Aviv Geffen
sintonizó de tal manera que decidieron colaborar en el futuro. Como la música
del israelí era un pop rock elegante y sin estridencias, Wilson orientó esa
parte de su repertorio a su proyecto con Aviv que llevaría el nombre de
Blackfield. De este modo, con esa salida para el lado más “popero” de Wilson,
Porcupine Tree se podía liberar de ese enfoque que había tenido un peso
importantísimo en sus dos trabajos más recientes, el ya comentado aquí “Stupid
Dream” y el mencionado más arriba “Lightbulb Sun”. ¿Qué tipo de estilo iba a
reemplazar a esta faceta pop de Porcupine Tree en los tiempos venideros? Ahí
entra en acción Akerfeld, líder de Opeth, banda que empezaba a hacerse un hueco
importante entre los seguidores del rock más duro con ciertos toques de rock
progresivo. Wilson iba a trabajar con los suecos en la producción de su
siguiente trabajo y eso marcó la nueva orientación de Porcupine Tree hacia un metal
progresivo que sería la seña de identidad de la próxima etapa de la banda.
Al margen del
cambio estilístico, o de forma paralela al mismo, hubo otras dos novedades muy
importantes: la banda dejó su anterior sello discográfico para recalar en Lava
Records, algo más humilde que el anterior pero que a Wilson le pareció un
entorno ideal para desarrollar sus nuevas ideas. El segundo cambio vino de la
mano de la renuncia de Chris Maitland, batería de la banda desde que esta
existió como tal y participante en varios proyectos de Wilson como No-Man o
I.E.M. La baja de Maitland era un golpe importante, tanto que ni siquiera se
plantearon sustituirle y la idea era continuar con bases rítmicas programadas.
Lo cierto es que justo antes de empezar a grabar, surgió la posibilidad de
contar con Gavin Harrison, batería sensacional y tremendamente versátil que tan
pronto grababa con Eros Ramazzoti como lo hacía con Iggy Pop, Lisa Stanfield o
Franco Battiato (a título de curiosidad, uno de sus últimos trabajos antes de entrar
a formar parte de Porcupine Tree fue en el disco “Nunca el tiempo es perdido”
de Manolo García).
Casi todos los
temas del disco iban a ser obra de Steven Wilson quien se iba a centrar esta
vez en una serie de retratos de personajes siniestros, perturbadores, como los
que suelen aparecer en todos sus discos pero con especial atención ahora en los
“serial killers” y en los clásicos “abusones” juveniles.
Gavin Harrison, la gran incorporación de Porcupine Tree para el disco. |
“Blackest Eyes” –
Un comienzo suave no hace presagiar en modo alguno la súbita explosión rockera
que escuchamos a continuación en forma de agresivo riff. Sin embargo, no
estamos ante una canción “heavy” como podríamos pensar ya que enseguida
experimenta un nuevo giro hacia un pop robusto pero civilizado. El texto nos
presenta a una madre cantando nanas a su hijo sin sospechar que en un futuro se
iba a convertir en una bestia. Como jugando con esa potencialidad, la música
gana en energía y dureza conforme avanza la canción con varios regresos al riff
del comienzo. Un gran comienzo para un disco prometedor.
“Trains” – Empieza la canción con un formato de balada acústica muy logrado con unos preciosos fondos de mellotron. Los juegos vocales de la parte central de la canción son fantásticos y preceden a un interludio en el que se combinan guitarras acústicas, palmas y un ambiente casi infantil que recuerda a la época en la que el protagonista disfrutaba visitando las vías del tren. Un gran tema que supuso un éxito considerable para la banda y que, aún hoy, forma parte del repertorio de Wilson en solitario siendo la única composición de Porcupine Tree como banda que sigue interpretando.
“Lips of Ashes” –
Llegamos a un interludio casi instrumental (apenas hay dos estrofas de texto)
lleno de sonidos acústicos, psicodélicos, que recuerdan a épocas pasadas de la banda.
Un sonido muy “floydiano” en general que nos parece una transición magnífica
para continuar con el disco y en el que queremos apreciar una cierta influencia
de Opeth (especialmente en algunos arreglos vocales), con quienes Wilson
empezaba a trabajar en aquellas fechas.
“The Sound of Muzak” – Dura crítica de Steven a la situación
de la industria musical que produce canciones clónicas, sin alma, para un
público al que todo le da igual. “the music of the future will not entertain, it’s only meant to repress
and neutralise your brain”. La canción es magnífica de principio a fin
pero si hay algo que destaca sobremanera en la misma es la excepcional
interpretación de Gavin Harrison a la batería. Si el lector tiene interés,
podrá encontrar videos en youtube en los que el músico ofrece clases
magistrales utilizando, precisamente, esta canción como base para las mismas.
“Gravity Eyelids”
– Un ambiente perturbador de sintetizadores abre la pieza y pronto se suman a
él una serie de bases rítmicas programadas. De inicio, la canción parecería
encajar mejor en un proyecto más orientado al trip-hop como era el disco “Wild
Opera” de No-Man. La forma casi desgarrada de cantar de Wilson refuerza esta
opinión. La entrada del mellotrón y el piano justo antes de la entrada del
estribillo es inquietante y cuando aparecen el bajo de Colin Edwin combinado
con la batería de Harrison nos damos cuenta de que estamos ante otra canción
magnífica que en sus últimos momentos se transforma radicalmente con una “coda”
en clave de metal progresivo realmente magnífica.
“Wedding Nails” –
De nuevo un riff lleno de energía nos prepara para unos minutos de rock
instrumental con toques de jazz y algunas secciones de “ambient” electrónico que
no deja de ser un anticipo de lo que Wilson nos iba a brindar en años
recientes, ya como artista en solitario. La autoría de la canción es compartida
entre Steven y el teclista Richard Barbieri.
“Prodigal” – Llegamos
a una canción de desesperanza con un esquema clásico que, en sus primeros
compases tiene muchos puntos en común con lo que hacían en años anteriores
badas como Radiohead. Es un tema oscuro en que algunos punteos de guitarra y
notas sueltas de piano parecen aportar cierta luz de tanto en tanto. Mientras,
las letras retratan a un personaje en plena caída, que ha probado de todo para
hallar un aliciente sin éxito “I tried the capsule and I tried the smoke, I
tried to aid escape like normal folk but I never seemed to get the joke”.
“3” – Una
personalísima línea de bajo arropada por los sintetizadores va preparando la
llegada de la batería en un magnífico tema instrumental que recuerda los
momentos más psicodélicos de discos anteriores como “Up the Downstair” o “The
Sky Moves Sideways”. Aparece entonces una sección de cuerda fantástica para
marcar el cambio hacia la segunda parte de la pieza en la que escuchamos los
únicos dos versos cantados de todo el tema, envueltos en las clásicas guitarras
acústicas marca de la casa y la nostalgia personificada en el mellotrón.
“The Creator Has a Mastertape” – El bajo vuelve a ser quien
marca la pauta de una composición veloz, con clara influencia del krautrock,
distorsiones en las guitarras y también en la voz de Wilson. Por temática, esta
canción es un claro antecedente de “Index” del segundo disco en solitario del
artista ya que nos encontramos ante un tipo similar de coleccionista, tanto de
objetos como de personas. El título del tema se nos antoja un homenaje al tema
de Pharoah Sanders que ocupaba la práctica totalidad de su LP “Karma” y que
tenía por título “The Creator has a Masterplan”.
“Heartattack in a Layby” – Tras la agotadora demostración
del tema anterior, entramos ahora en una melancólica balada que, como ocurre a
menudo con las letras de Wilson, parece una simple canción de desamor más hasta
que el texto va revelándonos lo siniestro de la historia que nos narra el
protagonista mientras fantasea con el deseo de su pareja de volver con él, algo
muy lejano de la realidad y que nos hace ponernos en lo peor.
“Strip the Soul” – Por tercera vez en el disco es el bajo el
que abre las hostilidades de un tema aún más inquietante que el anterior en el
que el protagonista nos habla de su mujer e hijos, probablemente ya asesinados
como dan a entender algunas de las líneas del texto “they are not gone they are
not gone they are only sleeping”. Un nuevo psicópata para la ya extensa
colección de Wilson. La canción, con todo, es una de las más interesantes del
disco y la única que firma Colin Edwin al 50% con el vocalista.
“Collapse the Light Into Earth” – Un piano ligeramente
distorsionado es el único acompañamiento de la voz de Wilson en los primeros
instantes de una emocionante balada a la que se van añadiendo elementos, como
un fondo electrónico que crece poco a poco acompañado de las cuerdas hasta
conformar un final épico que la convierte en una de nuestras canciones
favoritas de la banda. Una “delicatessen” que pone punto y final a un disco
memorable.
Aún hoy muchos fans consideran a “In Absentia” como el gran disco de Porcupine Tree y, si atendemos al hecho de que reúne un poco de todos los estilos que ha ido recorriendo la banda en estos más de veinte años, tenemos que darles la razón. En “In Absentia” encontramos rock progresivo, psicodelia, toques de metal, momentos pop, electrónica, trip hop o ambient sabiamente repartidos y equilibrados a lo largo de la hora larga que dura el disco. Hay también algo de Blackfield, de I.E.M. o de No-Man en el disco que, en ese sentido, puede considerarse como una magnífica puerta de entrada, no sólo en el universo de Porcupine Tree sino en el más amplio de su líder Steven Wilson. Por ello, no tenemos otro remedio que recomendarlo encarecidamente. No os dejará indiferentes. La alineación de la banda en el disco es: Steven Wilson (voz, guitarras, piano, banjo), Richard Barbieri (sintetizadores, mellotron, órgano Hammond), Colin Edwin (bajo) y Gavin Harrison (batería, percusiones). Como invitados especiales aparecen Aviv Geffen, que hace coros en dos canciones, y John Wesley, coros en tres canciones y guitarra en la primera del disco.