Dirigimos nuestra mirada hoy en el blog
hacia tierras de Levante, concretamente hasta Alicante desde donde
nos llega el segundo trabajo discográfico de Carlos Izquierdo. Se
trata de un músico que ha transitado por los caminos más diversos,
investigando en el lado más experimental de la música, en el sonido
puro que reside en los objetos más insospechados como los juguetes o
los instrumentos modificados, en la electrónica y en el puro ruido.
También ha coqueteado con el jazz y con la clásica aunque a la hora
de grabar se decide, por ahora, por unos estilos y tendencias muy
determinados.
Su música actual, la que “fluye”
ahora, utilizando la palabra usada por él mismo para hablarnos de
ella, describe la trayectoria de un funambulista en su recorrido por
el imaginario cable tendido entre John Cage y Olafur Arnalds
utilizando a Erik Satie de pértiga. Sin haber escuchado sus trabajos
más experimentales, las referencias estilísticas que leemos sobre
sus inicios hacen que la mención de Cage no nos resulte extraña.
Siendo el norteamericano y el francés dos compositores admirados por
nosotros y con cierta presencia en el blog, tanto con su obra propia
como a través de su influencia en otros músicos, tarde o temprano
teníamos que llegar a conocer a Carlos.
Su primer trabajo apareció el 2013 en
el sello Luscinia, una iniciativa maravillosa en la que se dan cita
estilos musicales tan minoritarios como fascinantes, nombres aún
desconocidos para nosotros y artistas de la talla de Eduardo Polonio.
Un digno sucesor en el tiempo de sellos casi míticos hoy como aquel
Linterna Música de la década de los ochenta con el que intuimos
muchas similitudes estéticas y estilísticas. Hablaremos más
adelante, seguro, de ese primer disco para piano solo titulado “Campo
Cero” pero ahora nos quedamos con el más reciente. “Ciel de
Lucioles” aparece en diciembre del año pasado y recoge seis
composiciones para piano y violín. Fue grabado en Canadá con la
participación de la violinista Amélia Quessy.
Material promocional de la reciente gira europea del músico. |
“Dessiner la pluie” - El piano
parece titilar como las luciérnagas del título del disco jugando
alrededor de un pequeño grupo de notas. El instrumento tiene un eco
particular, quizá fruto de alguna de esas manipulaciones tan del
gusto de nuestro admirado Cage. Cuando aparece el violín, gélido,
inquebrantable, desgranando notas aceradas y cortantes que consiguen
envolvernos en una atmósfera nocturna, tan hostil como la de los
bosques canadienses cuyos cielos a buen seguro inspiran este trabajo,
se completa el sortilegio.
“Equilibrio” - Sin alteraciones ni sobresaltos continúa el trabajo mientras nos adentramos en la segunda pieza del mismo, una frágil melodía de piano que nos recuerda al Yann Tiersen de la banda sonora de “Goodbye Lenin” en cuanto a su estructura y evolución. Una miniatura (todas las piezas del disco lo son) de excelente factura, muestra clara de que que el talento no tiene mucho que ver con el exhibicionismo vacío y sí con la sensibilidad.
“Pulso camino” - Es prodigioso el
modo de construir sus piezas de Carlos Izquierdo, transitando siempre
por el estrecho borde que separa lo delicado de lo endeble, sin
llegar a caer en lo segundo. El piano aquí insiste una y otra vez en
una serie de motivos lentos que se apoyan en largas notas sostenidas
del violín para evitar caer al vacío. La influencia de Satie se nos
revela aquí de un modo mucho más evidente que en el resto del disco
pero nunca entendida como imitación sino como guía de viaje.
“Voces inmensas” - Quizá sea esta
la pieza más lírica del disco, aquella en la que se busca de forma
más clara esa voz que acompaña a la pulsación continua. Surge la
faceta más minimalista de Carlos, especialmente en la segunda parte
en la que el piano invita al violín a acompañarlo y este responde
con una disimulada queja que se repite obstinadamente como ocurría
en otras piezas maravillosas de alguno de nuestros autores favoritos.
Pensamos, por ejemplo, en Wim Mertens y su “Multiple 12”.
“La danse des voyageurs” - Otra vez
el eco, la reverberación inimitable de un piano afinado de un modo
diferente, como quien es despeinado por la brisa mientras mira al
horizonte, nos conduce apaciblemente de la mano del violín por una
danza onírica, en la que ambos bailarines se elevan sin darse cuenta
para terminar flotando en medio de un cielo ¿por qué no? cuajado de
luciérnagas.
“Imagina paisajes” - Cierra el
disco un tema que invita a pensar en la siguiente etapa del camino,
una pieza diferente, más rítmica y concisa. Amanece quizá, y el
viajero tiene que recoger sus cosas, levantar el campamento, decir
adiós a las parpadeantes luces que lo acompañaron en la noche y
proseguir su camino. ¿cómo será la siguiente etapa? el tiempo lo
dirá pero como decían los más ilustres viajeros, el destino
importa menos que el viaje en sí.
Carlos acaba de regresar como quien
dice de una gira por Alemania y Polonia que sirve para darle a su
trabajo una proyección internacional que, sin duda merece. El suyo
es un nombre que tendremos que apuntarnos en un lugar destacado para
seguir sus pasos futuros que no son ya los de una promesa sino los de
una realidad verdaderamente interesante a la que no hay que perder la
pista. Sus dos trabajos están disponibles en la web de Luscinia y
tienen una presentación tan delicada que hace que deban ser tratados
con una sensibilidad pareja a la que el propio Carlos pone en sus
interpretaciones. No son simples discos sino objetos preciosos a
preservar en el lugar más confortable de nuestra discoteca.
Como despedida, citamos un revelador
párrafo extraído de la cubierta del disco: “así esta música que
no lo muestra todo pero señala el camino”.
Podéis escuchar todo el disco en el canal de youtube de Carlos y adquirirlo el la web de Luscinia. Mientras tanto, os dejamos con una muestra de la música del artista en directo: