sábado, 27 de junio de 2015

Loreena McKennitt - The Wind that Shakes the Barley (2010)



Algo que sucede con cierta frecuencia en todos los ámbitos de la actividad humana es que las personas necesitan hacer un alto en el camino, una especie de parón para reflexionar y ¿por qué no? replantearse la trayectoria a seguir en adelante. Si nos centramos en la música, estos giros van acompañados a veces de un cambio de planteamientos, otras de la búsqueda de nuevos colegas con los que ampliar la mirada propia, en ocasiones, incluso, llevan aparejado un parón en la actividad del artista. El disco que hoy traemos al blog estaría en otra categoría muy común en músicos cuya trayectoria comienza ya a ser larga y consiste a un regreso a los comienzos, una vuelta a las formas y estilos con los que dieron sus primeros pasos. Una mirada al pasado que a veces sirve para tomar fuerzas y continuar con la exploración más adelante y en otros casos, para quedarse allí de forma indefinida.

La evolución de Loreena McKennitt desde la música tradicional celta hasta esa magnífica fusión con todo tipo de folclores, ajenos a primera vista del universo de las Islas Británicas que caracterizó sus discos entre 1994 y 2008 aproximadamente nos mostró una de las trayectorias vitales de un artista más bellas que recordamos. El interés en la historia del pueblo celta llevó a Loreena a viajar y a investigar hasta encontrar conexiones insospechadas con músicas de procedencias muy diversas. En 2010 decidió que quizá era hora de mirar atrás y regresar a las canciones tradicionales del legado celta y a instrumentaciones más sobrias y convencionales.

Fruto de ese deseo, que ella misma refleja en las notas del disco, nace “The Wind that Shakes the Barley”, una colección de temas pertenecientes a la herencia celta, muchos de los cuales son verdaderos clásicos del género. Para la ocasión, Loreena selecciona ocho canciones tradicionales a las que añade un propia. Se rodea de varios de sus músicos de confianza entre los que encontramos nombres que han estado con ella desde el principio junto con otros que la empezaron a acompañar más recientemente. La lista es la siguiente: Brian Hughes (bouzouki y guitarras), Hugh Marsh (violín), Caroline Lavelle (violonchelo), Ben Grossman (zanfona y percusiones), Ian Harper (gaita irlandesa y flautas), Tony McManus (guitarra acústica), Jeff Bird (mandola, mandolina y bajo), Pat Simmonds (guitarra acústica y acordeón diatónico), Andrew Collins (mandolina y mandochelo), Brian Taheny (mandolina), Chris Gartner (bajo), Andrew Downing (bajo acústico) y Jason Fowler (guitarra acústica). La artista canadiense, además de cantar, toca el arpa, el acordeón y los teclados. Aunque lo extenso de la lista puede hacer pensar en una exuberancia instrumental cercana a la de trabajos anteriores, lo cierto es que varios de los músicos apenas intervienen en uno o dos cortes, siendo la mayoría de ellos interpretados por una formación más bien reducida.



“As I Roved Out” - El disco comienza con el más puro sabor de la música celta del periodo de su primer resurgir a mediados de los años setenta, con guitarras acústicas y bouzoukis abriendo la pieza y dando paso a la voz de Loreena, algo más contenida aquí que de costumbre, lo cual se adapta perfectamente a la composición, una de las más conocidas del repertorio gaélico. La gaita irlandesa comparte protagonismo con la cantante con ese maravilloso sonido tan difícil de imitar. Loreena suena aquí más cercana a la tradición más ortodoxa de lo que nunca antes lo hizo.



“On a Bright May Morning” - Volvemos a escuchar una guitarra como protagonista de una introducción que nos transporta a los tiempos de la Bothy Band. Al ser una pieza lenta, Loreena tiene la oportunidad de expotar más los matices de su prodigiosa voz sin llegar a liberarla aún por completo. En nuestro limitado conocimiento del repertorio celta, no conociamos otras versiones de esta canción que nos ha parecido notable en la interpretación de la artista canadiense.

“Brian Boru's March” - Al contrario de lo que nos ocurría con la canción anterior, ésta es un auténtico clásico para cualquier seguidor del género, con versiones magistrales registradas por artistas de la talla del flautista James Galway. La pieza está dedicada al mítico rey irlandés nacido en el Siglo X. Loreena nos regala aquí una versión en la que todos los instrumentos van turnándose en la interpretación del tema central hasta completar una bellísima rendición de una melodía inmortal.



“Down By the Sally Gardens” - Con un texto de W.B.Yeats, escuchamos otra de las piezas más interpretadas de la tradición gaélica. En ella, la artista canadiense aprovecha su extraordinaria capacidad vocal para ofrecernos una sentida versión en la que destaca una magnífica Caroline Lavelle en el cello junto a la siempre emocionante gaita de Ian Harper.

“The Star of the County Down” - La siguiente canción no es nueva en el repertorio de Loreena quien ya adaptó la melodía como parte de “The Seven Rejoices of Mary” de su disco anterior, “A Midwinter Night's Dream”. Aquí suena con un curioso ritmo cercano al country, estilo que, por otra parte, tiene su origen en la tradición celta con lo que en cierto modo se cierra así el círculo.

“The Wind that Shakes the Barley” - Pocas interpretaciones pueden competir en emoción con la que grabó de esta pieza, a capella, Lisa Gerrard en uno de los mejores discos de Dead Can Dance. El texto de Robert Dwyer Joyce alcanzaba en aquel momento una categoría incomparable. Si bien Loreena McKennitt podría ser una buena candidata a rivalizar con ella en estos menesteres, lo cierto es que su versión, fantástica, sin duda, palidece ante la entrega de Lisa en aquel registro. Quizá no sea justa la comparación (nunca lo son) pero cuando una interpretación es de la categoría de aquella, es inevitable que su recuerdo aparezca cada vez que escuchamos otra versión de la canción.

“The Death of Queen Jane” - Balada tradicional para cuya versión, Loreena se basa en un arreglo realizado por el guitarrista irlandés Dáithí Sproule, miembro de Altan. La canción no se sale de lo habitual en este tipo de registros y se queda, quizá, un poco corta para lo que la intérprete canadiense puede dar de sí. Las interpretaciones son impecables pero no la pieza no termina de enamorarnos.

“The Emigration Tunes” - Llegamos a la única canción escrita por Loreena McKennitt para el disco. Desde el comienzo nos recuerda el ambiente de alguna de las mejores creaciones de la artista. Con una introducción en la que los sintetizadores crean las texturas sonoras en las que se apoya la poderosa gaita irlandesa, una segunda parte en la que la guitarra esboza un precioso tema para dar paso al violonchelo, éste al acordeón, más tarde a las flautas y así un instrumento tras otro hasta completar todo el elenco que rodea a la cantante que termina por firmar una pieza exquisita.



“The Parting Glass” - Son tradicionales en el repertorio celta las canciones de despedida, los textos en los que los protagonistas dicen adiós antes de emprender un viaje que, en muchos casos es sólo de ida. Son piezas tristes, emocionantes y plenas de intensidad como corresponde a los momentos que reflejan. Dentro de ese pequeño sub-género, “The Parting Glass” es una de las canciones más populares y Loreena McKennitt pone todo de su parte para que la despedida del disco sea inlvidable. Sin estridencias, con un ritmo extremadamente lento, la artista se las arregla para erizar el vello de cualquier oyente sensible en una interpretación inolvidable.

Esta especie de mirada al pasado por parte de Loreena McKennitt (que no es tal, ya que sus primeros trabajos son muy diferentes a éste) es lo último que ha publicado la artista conteniendo material nuevo, excepción hecha del directo “Troubadous on the Rhine”, comentado aquí hace tiempo. Es de esperar que no tarde mucho en ofrecernos un nuevo disco que bien podría seguir la linea de sus últimas actuaciones en directo acompañada de una orquesta clásica de 55 músicos. Confiemos en que no se demoren demasiado las noticias alrededor de una de las cantantes más interesantes de las últimas tres décadas que sigue estando en plena forma tras todos estos años.




domingo, 21 de junio de 2015

Lauki - Waiting for the Thaw (2014)



Creemos que la música es la más compleja de las artes y, verdaderamente, la cumbre de la creatividad humana. De todas ellas es la única el la que podemos considerar que existe un acto de verdadera invención, una construcción de una realidad abstracta sin referente alguno en la naturaleza que pueda servir como modelo. Además, tiene otra característica absolutamente única: manda por completo sobre el oyente. Su único soporte es el tiempo lo que la hace a la vez inaprensible y dueña de aquel que pretende disfrutarla durante el lapso en que se desarrolla. Ahí radica la magia de una disciplina que hoy en día está presente en casi todos los momentos de nuestras vidas de una u otra forma.

Además de todo esto, es un arte completamente libre que puede hallar inspiración en cualquier otra disciplina y transmitir sensaciones muy parecidas a oyentes de ámbitos culturales absolutamente opuestos. Quizá el hecho de que el cine, la última gran incorporación al Olimpo de las artes, comparta con la música el hecho de existir, no en un momento puntual y estático sino a lo largo de un periodo de tiempo, haya hecho que ambas disciplinas encuentren habitualmente inspiración la una en la otra.

Es el caso del disco que nos brinda de nuevo el sello Luscinia Discos: la última obra del compositor navarro afincado en Barcelona, Mikel Lauki. Siguiendo lo que empieza a ser ya una especie de tradición por parte de artistas de la más diversa procedencia, Lauki se embarca en la escritura de una banda sonora para una película antigua, muy antigua a decir verdad. Se trata del film sueco de 1919, “Herr Arnes Pengar”. La historia narra el asesinato de una familia sueca por parte de tres marineros escoceses que buscan un supuesto tesoro que se escondía en su casa. La tragedia tiene una superviviente: la hija del matrimonio, Elsalill, que queda bajo la custodia de un pescador de la población danesa de Marstrand. La casualidad quiere que en la misma localidad se encuentren los tres asesinos de su familia esperando el dehielo del Mar del Norte para poder regresar a Escocia. Sin reconocerse entre sí, Elsalill y uno de los asesinos se enamoran aunque ésta acaba descubriendo la verdad al escuchar una conversación entre los marineros. Lo comunica a las autoridades y éstas envían a la guardia a arrestar a los criminales. En la refriega, Elsalill acaba herida de muerte. A la hora de enfocar la música, Lauki se centra en los ambientes y las atmósferas que transmite el film, más que en un acompañamiento de la narración visual al uso. El título del disco, “esperando al deshielo” es muy representativo de esa exploración de estados de ánimo, tensiones y situaciones desesperadas. Los ambientes que nos sugiere la música de “Waiting for the Thaw” son tan gélidos y desoladores como los paisajes del último segmento del metraje del film en los que el barco, el único de los que no han podido hacerse a la mar aún, parece envuelto en una maldición que sólo se rompe cuando los tres criminales son expulsados del mismo. Es entonces cuando una sombría procesión de la que forman parte las mujeres de Marstrand portando un ataúd para Elsalill llega hasta el barco. Mientras regresan al pueblo, el hielo comienza a desaparecer bajo sus huellas quedando la nave liberada de su prisión, lista para iniciar la travesía.

Cartel de la película de 1919.


Todas las piezas del disco se grabaron entre 2011 y 2012 salvo un par de ellas que proceden de anteriores trabajos de Lauki. Él es también quien interpreta todos los instrumentos en el disco salvo el violín en dos cortes que corre por cuenta de Heike Grafe,

“Break” - Lauki nos recibe con un “loop” electrónico del que se destaca un nota repetida periódicamente. Aparece entonces el piano y un ritmo sintético a partir del que se construye el resto del tema. Las notas de piano son esporádicas pero de gran importancia a la hora de dar forma a un armazón sonoro construido para acoger al violín de Heike Grafe. Una serie de efectos electrónicos aparecen en la última parte del tema para sumarse a la sección rítmica de la pieza que concluye con un profundo lamento de violonchelo en perfecto diálogo con los sintetizadores y el violín. La suma de las distintas texturas que van acumulándose paulatinamente en la pieza termina por revelar un excelente trabajo de producción a la altura de los mejores músicos del género.

“Love Theme / Torarin” - Una combinación de extraños sonidos con algún tintineo remoto y unas cuerdas fantasmagóricas abre el siguiente corte. Es una música inquietante, profunda, por momentos oscura, en la que creemos encontrar puntos en común con la obra de Boards of Canada, Merzbow, Bass Communion o Vidna Obmana, artistas todos ellos a los que admiramos profundamente. El tema de amor, como Lauki lo titula, se combina con otro dedicado al pescador que encuentra y acoge a Elsalill en su casa.

“Dear Dog” - Con total naturalidad pasamos a un nuevo tema en el encontramos una nueva conjunción de texturas sonoras que se expanden como una hiedra al trepar por un muro, expandiendose poco a poco en diferentes lineas sonoras para acabar por cubrirlo en su totalidad.

“Sir Arne” - El primer tema dedicado a uno de los personajes de la película se centra en Sir Arne, el cabeza de familia que es asesinado para arrebatarle el supuesto tesoro que mueve la trama. Sonidos metálicos salpican la composición a lo largo de la cual son constantes los efectos electrónicos y “glitches”. En la película, la esposa de Arne tiene una premonición según la cual su marido sería asesinado por tres personas que esgrimen grandes cuchillos. De ahí, quizá, la abundancia de sonidos metálicos que alcanzan en el tramo final de la pieza una presencia abrumadora conforme la música gana en gravedad.

“Visions from Branehög” - Escuchamos ahora una composición que bajo el título “The Last Letters” apareció en el disco “Perceiving Perspective” publicado con anterioridad por Lauki en colaboración don con el músico polaco Bartosz Dziadosz, conocido como Pleq. El esquema se asemeja al del tema que abre el trabajo en cuanto a su construcción a partir de un “loop” al que se suman distintos sonidos que contribuyen a construir una atmósfera, una vez más, opresiva e intranquilizadora.

“Sir Donald” - La pieza dedicada al primero de los tres criminales es una combinación de un pesado “loop” grave de fondo y otro menos estático, que levita sobre el primero. Los efectos sonoros son constantes en la composición y contribuyen a reforzar una sensación de frío glaciar que describe a la vez el ambiente de la película y el espíritu del personaje.

“Wrongdoers Theme” - Aunque cada uno de los malhechores tiene su propio tema en el disco, Lauki también les dedica uno a los tres juntos. Es, quizá, la pieza del disco más cercana al “ambient” clásico, sin sobresaltos ni apenas alteraciones en su desarrollo, actúa como un tema de transición hacia la siguiente etapa.

“Love Theme / Sir Archie” - La segunda aparición del tema de amor de la película se combina esta vez con el personaje de Sir Archie, el asesino de quien se enamora Elsalill. La gran diferencia con respecto a la primera vez que escuchamos esta pieza radica en el violín de Heike Grafe que aporta una luminosidad distinta a la composición, otro brillante ejemplo del talento de Lauki.

“Sir Filip” - Escuchamos ya el último de los cortes dedicados a cada uno de los asesinos. Se trata de una parsimoniosa procesión sonora con la cadencia de las olas llegando a la playa. Acordes electrónicos van y vienen dibujando un retrato desasosegante y perturbador.

“Break II” - El tramo final del disco se se abre con una revisión del tema central con el que se abría la obra, desprovisto ahora de la base rítmica, lo que deja todo el protagonismo en manos del violín y, en menor medida, del piano. Lauki alude en la presentación que suele acompañar a su música a un gusto por la música clásica contemporánea. Uno de sus representantes más cualificados, especialmente en lo que se refiere a la integración de la electrónica en su obra es el alemán Max Richter con cuyos trabajos esta pieza y la inicial tienen mucho en común.

“Redemption” - Lauki echa mano de otro tema antiguo, en este caso el titulado “V” de su trabajo con Pleq titulado “The Anatomy of Melancoly”. Como corresponde al título y a la situación a la que alude en la película, esta redención tiene algo de esperanzador que escapa en cierto modo al tono general del resto del disco. Hay algo de Brian Eno en la forma de combinar algunos sonidos de la pieza dentro de la estructura general de la misma lo que nos muestra a nuestro compositor como un avezado integrador de otras influencias dentro de su particular tapiz sonoro. Algo no tan fácil de conseguir sin perder parte de la propia personalidad.

“Elsalill” - La desdichada protagonista de la película tiene su propio tema que aparece casi en el final del disco. La tragedia que la rodea tiene una presencia capital en la música, vibrante, con un punto de tensión que amenaza con quebrarse en cualquier momento, lineas melódicas que bordean los límites de la cordura y una impronta sonora difícil de imitar. Sin un tema central al uso que podamos recordar fácilmente, deja un surco profundo en la percepción del oyente.

“Love Theme / Original” - La última revisión del tema de amor, con la que, además, se cierra el disco, añade un pulso electrónico constante a la mezcla que se complementa con una suave base rítmica de gran elegancia. La música transcurre plácida disolviéndose poco a poco como el hielo que retiene al barco en la parte final de la película abandonándonos por fin en mar abierto, sólo con el horizonte por delante. La coda final, que llega tras un intenso “in crescendo” electrónico que amenazaba con engullirlo todo, es de una gran belleza y nos deja con un inmejorable sabor de boca.

Lauki en directo. (Imagen © Manu Marpel, cortesía de Luscinia Discos)



Hemos escuchado varios experimentos de este tipo en los que músicos actuales de muy diversos estilos (desde Wim Mertens o Philip Glass hasta Air, pasando por los Pet Shop Boys) ponen su inspiración al servicio de viejas películas de los comienzos del séptimo arte con desiguales resultados. En el blog nos gusta centrarnos en la música como tal, haciendo abstracción de las imágenes a las que acompaña, incluso en los casos en los que comentamos bandas sonoras. No hablamos aquí del mismo caso que en los ejemplos citados anteriormente ya que el disco de Lauki no está concebido para acompañar a la película sino inspirado en la misma. Quizá por ello, como obra musical independiente funciona a la perfección. “Waiting for the Thaw” es uno de los discos que en cuya recomendación queremos poner un mayor énfasis. Es muy fácil sugerir a nuestros lectores la audición de discos ya clásicos o de autores consagrados. En esos casos, la recomendación es casi tópica y pierde autenticidad. Evidentemente nos encanta que un lector escuche por primera vez “Evening Star” (por poner un ejemplo de un disco comentado recientemente aquí) a sugerencia nuestra pero la satisfacción es mucho mayor cuando presentamos a artistas como Mikel Lauki con todo un futuro por escribir. “Waiting for the Thaw” nos parece un disco extraordinario convierte al compositor navarro en otro de esos artistas a los que hay que seguir con mucha atención. El disco puede adquirirse en la página del propio músico en Bandcamp y en la de Luscinia Discos.



domingo, 14 de junio de 2015

Fripp & Eno - Evening Star (1975)



El primer encuentro musical entre Brian Eno y Robert Fripp que fue plasmado en un disco compartido no obtuvo el reconocimiento que se esperaba en un trabajo en el que se juntaban dos de las mentes más creativas e inquietas del rock de los años setenta. La crítica lo vio como un experimento interesante pero enseguida derivó su atención hacia los trabajos más convencionales de ambos artistas, entendiendo como convencional una mayor cercanía al rock.

Seguramente ambos artistas creían haber hallado algo en la grabación de aquel trabajo porque algo más de un año más tarde, volvieron a juntarse para trabajar en una nueva colaboración, indudablemente más madura y que ocuparía uno de los primeros puestos en una eventual historia cronológica de la música “ambient” tal y como Brian Eno la describiría poco después.

Hoy está disponible un importante documento que recoge en una magnífica edición los conciertos parisinos que formaron parte de una extensa gira europea de Fripp y Eno en la que se tocó gran parte de la música que formaría parte de “Evening Star”, el disco del que hoy vamos a hablar. Sin embargo, en el momento en que apareció el trabajo, apenas había registros sonoros de calidad de lo que ocurrió en aquellas actuaciones en las que se dio forma, no sólo al trabajo que hoy tratamos sino a toda una nueva visión de cómo hacer música que ocuparía un lugar primordial en la carrera de ambas figuras en los años siguientes. Las actuaciones eran peculiares. Cuando el público accedía a los recintos, la música, procedente de grabaciones previas en estudio ya estaba sonando. Los dos músicos se incorporaban en un momento determinado y comenzaban a “tocar” por encima de las grabaciones y entrecomillamos “tocar” porque realmente era Fripp quien lo hacía mientras que Eno manipulaba cintas magnetofónicas y diferentes aparatos electrónicos la mayor parte del tiempo aunque también ejecutaba ciertas partes a los sintetizadores. En determinados momentos, ambos músicos podían abandonar el escenario mientras la música seguía evolucionando sobre el mismo para regresar minutos después y continuar con su parte, algo que no siempre fue bien entendido y provocó protestas significativas en alguna de las actuaciones.

Tras concluir la gira, Fripp y Eno comenzaron a trabajar en el estudio para dar forma a parte del material grabado en la misma y también para grabar allí algunas de las piezas que sonaron en los conciertos. Cuando hablamos de “trabajar en el estudio” es una forma de hablar porque la música que finalmente se publicó en “Evening Star” procedía, no sólo de diferentes sesiones sino de estudios y fechas distintos, siendo, por tanto, resultado de un proceso largo y fragmentado.

Momentos de relax en el proceso creativo.


“Wind on Water” - El material de la primera pieza del disco procede de la grabación de uno de los conciertos parisinos de la gira y fue retocada en el estudio con posterioridad. Suena en los primeros instantes un “loop” electrónico que crece y crece con cada repetición. En él aparecen gran cantidad de sonidos, desde la casi irreconocible guitarra de Fripp hasta oníricos pasajes cuasi-vocales que parecen tratar de escapar de la informe masa sonora que crece a su alrededor. Paulatinamente el particular timbre de la guitarra va ganando espacio ocupando los márgenes opuestos del espectro sonoro. Se puede llamar “ambient” pero la densidad y tensión sonora que aquí se produce no tiene mucho que ver con los delicados pasajes del refinado “Music for Airports” que Eno grabaría años más tardes.

“Evening Star” - Fundiéndose con el final de la pieza anterior, comenzamos a escuchar una serie de dulces acordes de guitarra sobre los que aparece con exquisita delicadeza una continua sucesión de notas a cargo del propio Fripp, estructuradas en dos grupos de tres notas cada una, que suenan como una especie de “nana”. Si tiempo para dejarnos llevar por la relajación comienzan a evolucionar los distintos solos de guitarra planeando sobre la continua repetición de los dos elementos anteriores. Mediada la pieza, Eno añade una serie de notas de piano a la mezcla que alcanza momentos de una belleza sublime antes de concluir de un modo pausado, sin sobresaltos dejando al oyente con la sensación de haber escuchado algo extraordinario.



“Evensong” - De nuevo se repite la estructura anterior con un “loop” continuo de guitarra al sobre el que se añaden capas y capas de sonido que se van incorporando al mismo bucle. Es la pieza más breve del disco quizá la única que no se interpretó en la gira.

“Wind on Wind” - La única composición de todo el trabajo que firma Eno en solitario es un pequeño extracto de lo que más tarde sería el disco “Discreet Music”. La idea de Brian era que Fripp utilizase esta pieza electrónica como base de sus improvisaciones en directo. Aislada, como suena aquí, es un perfecto anticipo de lo que vendría después y la pieza más genuinamente ambiental de todo el disco.

“An Index of Metals” - En la antigua división de los LP's, los cuatro cortes anteriores ocupaban la “cara a” del disco mientras que la “cara b” quedaba para esta extensa pieza de casi media hora de duración. En la más reciente edición en disco compacto de “Evening Star”, el tema aparece dividido en seis cortes. Es esta una composición influida por los trabajos del Theatre of Eternal Music de Tony Conrad, LaMonte Young, Marian Zazeela y John Cale en los primeros años sesenta (Cale trabajaría con Eno más adelante). El grupo trabajó con las posibilidades artísticas de lo que se conoció como “drone music”: música basada en sonidos sostenidos durante largos periodos de tiempo en los que apenas experimentan variación. Aquí, Fripp y Eno construyen un “drone” a partir de “loops” en los que cada repetición añade un punto más de distorsión sobre la anterior. Fripp va sumando a la mezcla pequeñas ráfagas de guitarra con lo que la complejidad es cada vez mayor. A pesar del estatismo que se produce en algunos momentos, la pieza es fascinante y se ha convertido en una de nuestras favoritas de este tipo de música.



Imaginamos la confusión que sentirían aquellos que se asomaron a los discos de Fripp y Eno en los setenta con la referencia de los trabajos de ambos en King Crimson y Roxy Music. No tenemos forma de saberlo con certeza porque no conocemos demasiado la obra de estos últimos y llegamos a la del Rey Púrpura después de haber escuchado estas obras del dúo por una cuestión meramente generacional (pertenecemos a un grupo de edad que empezó a escuchar música a mediados de los ochenta y nuestras incursiones en las décadas anteriores fueron dirigidas por la curiosidad que nos generaban los discos posteriores de aquellos artistas). En nuestro caso, el Eno de los ochenta y noventa nos hizo mirar hacia atrás y encontrar allí a Fripp y sus diferentes propuestas. Con esta perspectiva, la propuesta de Fripp y Eno nos parece un salto hacia adelante de gran envergadura que quizá tuvo lugar antes de que el público estuviera preparado (siempre ocurre con los músicos más vanguardistas) lo que explica incidentes como los de los conciertos parisinos.


El oyente de hoy en día lo tendrá, probablemente, más fácil para acercarse a discos como “Evening Music” y disfrutarlos en su justa medida como obras de arte independientes del momento histórico en el que fueron creadas. Con ese convencimiento os recomendamos hoy este disco, un clásico en su género que hoy tiene plena vigencia.

jueves, 11 de junio de 2015

Sebastian Wesman - Otros Parámetros (2013)



Muchas veces suele empezarse la reseña de un artista que es nuevo para nosotros con frases como “desde […] nos llega el disco de [...]” o alguna fórmula equivalente. Tendríamos dificultades para hacer algo similar con el disco del que hablamos hoy porque ¿desde dónde nos llega un disco como éste? ¿desde Argentina? país de nacimiento del bonaerense Sebastian Wesman. ¿Acaso desde Estonia? lugar en el que reside desde hace un tiempo y donde se grabó el CD. ¿desde Granada? ciudad en la que tiene su sede el sello Luscinia Discos que lo publica.

Tampoco la música que el trabajo contiene nos ayuda a ubicarlo desde un punto de vista geográfico ni temporal. Hay referencias pero son tan eclécticas como la trayectoria de su autor. Wesman, como hemos apuntado, nació en Buenos Aires y comenzó a formarse artísticamente en la Escuela de Arte Leopoldo Marechal. Más adelante continuó sus estudios de violín en diversos países con diferentes profesores, completándolos con los de composición. Se diría que todo esto se le quedaba pequeño puesto que también estudió cine y artes visuales como otros medios de expresión a través de los cuales comunicarse con el resto del mundo. Ignoramos qué vericuetos terminaron por conducir a Wesman hasta un país tan lejano de su Argentina natal como Estonia aunque sospechamos que su admiración por el compositor Arvo Pärt pudo tener algo que ver.

Allí ha desarrollado en los últimos años una carrera artística muy interesante tanto en su faceta de cineasta como en las de compositor e intérprete, vertientes ambas que se reflejan en todos sus trabajos de forma casi indivisible. Así, películas como “Blue Bird” son a la vez documentales sobre la propia música de Wesman interpretada en su entorno natural que, curiosamente, no se sitúa en una sala de conciertos sino en la Catedral de Kaarli, en Tallin, un lugar cuyo especial sonido fue descubierto por el músico en plena huída de la amplificación eléctrica. Son muchas las expresiones artísticas que forman parte del universo de Wesman. Como lector de poesía se vio hechizado por la concreción de los “haikus” y quiso llevarlos al terreno visual con sus filmaciones. Mientras estas tomaban cuerpo, su cabeza estaba ya pensando en música y de ese modo nacen la mayor parte de las composiciones que integran el disco. Por ello es tan difícil desligar sonido, imágenes y palabras en su obra.

Esto no quiere decir que su música no pueda entenderse, ni mucho menos disfrutarse de forma aislada: “El disco “Otros Parámetros” es una recopilación de piezas procedentes de diferentes proyectos cinematográficos llevados a cabo por mí y mi equipo. Creo que sin el acompañamiento de la imagen, la música adquiere un significado distinto” afirma el propio Sebastian en una interesante entrevista. “Todas las piezas han sido remasterizadas para el disco. Muchas de ellas proceden del proyecto audiovisual titulado “A Blue Bird” o compuestas para cuarteto de cuerda, como “All the Winds”. Separadas de la imágen adquieren una nueva perspectiva sonora que es justo lo que me interesaba al hacer este proyecto. Una de las ideas de las que parte el concepto del álbum es que el estímulo visual transforma por completo la percepción de la música a la que acompaña”.

“Secrets” - El disco empieza con una sucesión de notas de violín que denotan una influencia del folclore nórdico (influencia común con Arvo Pärt). Sobre esa repetitiva cadencia escuchamos una serie de pizzicati y una voz susurrante muy sugerente. La miniatura concluye bruscamente y da paso al segundo corte.

Sebastian Wesman. (fotografía cortesía de Luscinia Discos).


“A Blue Bird” - El violín ahora suena por encima de una distorsión electrónica, separado en distintas capas de un sonido denso, pulsante, vivo. Una fusión entre tecnología y artesanía de gran belleza y, como la pieza anterior, de muy corta duración.

“Anatomic” - Escuchamos ahora una pieza más convencional si la comparamos con las anteriores puesto que se trata de un solo de violín al uso, que aprovecha a la perfección los ecos y reverberaciones del lugar en el que se grabó. Ecos antíguos, de tiempos remotos, idea que se ve reforzada al escuchar el misterioso canto con que Wesman acompaña su interpretación al violín. Es una composición fascinante que revela a su autor como un músico a seguir con mucha atención.

“Elephant Mother” - Una percusión lejana acompaña al violín de Wesman, de nuevo combinando la ejecución con el arco y el pizzicato. Algunos efectos electrónicos aderezados con notas sueltas de piano ayudan a conformar una atmósfera pesada de una belleza difícil de explicar.

“Imaginary Mountain” - De nuevo la excepcional sonoridad de la Catedral de Kaarli comparte protagonismo con el violín de Wesman como si fuese un instrumento más. La pieza es otro solo que comparte muchas características en su inicio con el “Spiegel im Spiegel” de Pärt aunque luego evoluciona de forma muy diferente alcanzando una tensión e intensidad notables. Es esta una composición de gran altura que se sitúa a la altura de cualquier gran obra contemporánea, tanto del citado Pärt como de otros compatriotas suyos como Erkki-Sven Tüür. Una verdadera joya.

“Funeral Horse” - En este sorprendente viaje en que nos ha enrolado Wesman, llegamos a esta pieza de aire lúgubre y raíces en apariencia folclóricas en una especie de salmodia en la que el violín y la voz quejumbrosa del músico se apoyan el uno en la otra en busca de un consuelo que no llega. Maravilloso como todo el disco.

“Simple Present” - Continuando con la estructura del disco, toca ahora otra pieza para violín solo en la que queremos destacar algo sobre lo que hasta ahora hemos pasado de puntillas: al margen de su faceta como compositor, el Wesman intérprete es excepcional. El sonido que arranca a su instrumento es impresionante y la combinación continua de diferentes técnicas es abrumadora. Esta pieza es una muestra excelente de esto que afirmamos.



“En la colmena” - Un auténtico enjambre de sonidos creado a base de “loops” vocales que forman ritmos cadenciosos, efectos electrónicos y alguna percusión son los elementos a partir de los cuales se elabora otra brevísima pieza que emula perfectamente lo que debe ser la colmena del título.
“Mechanic Bird” - El sonido de los engranajes de un viejo carillón nos introduce en otro extraordinario solo de violín lleno de virtuosismo e inspiración. Si la admiración de Wesman por Pärt parece muy evidente, creemos no equivocarnos demasiado si afirmamos que violinistas como Gidon Kremer deben gozar también de una gran estima por parte de nuestro artista.

“The Last Flight of Ezequiel” - Con una amalgama de sonidos inquietante comienza una composición en la que por primera vez creemos encontrar algún rastro de los orígenes argentinos de Wesman y es que algo en la forma de los primeros instantes de la pieza, nos recuerda a lo que podría ser una baguala ralentizada y deformada hasta el extremo. A partir da ahí momentos cercanos al clasicismo adornados con un virtuosismo que parece brotar con naturalidad de los dedos del artista. En los últimos instantes volvemos a escuchar su voz en una lastimera lamentación que añade dramatismo a la pieza.



“Sacrifice” - En cierta forma, esta pieza es continuación de la anterior por cuanto comienza con una combinación de canto y violín en un tono algo más optimista, eso sí, que el de su predecesora. Seguimos disfrutando aquí de una vertiente más clásica de un músico que nos ha ganado desde el primer instante.

“Todos los vientos” - El colofón perfecto para el disco lo pone una composición que nos parece hermana en espíritu de “A Blue Bird”, una de las primeras que escuchamos en el trabajo. Diversas capas de violines se mezclan con el aderezo sutil que ponen algunas percusiones muy puntuales. Se cierra así un trabajo sorprendente, no sólo por su gran calidad sino por el hecho de que su autor no haya llegado antes a nuestros oídos teniendo en cuenta que su discografía tiene ya una cierta extensión.



“Trato de ser perfeccionista hasta el extremo en mi trabajo pero mi concepto de la perfección no se basa en la comparación como parámetro. La perfección se alcanza al olvidar las reglas. Lo explico así: muchas veces, al ver a los niños jugar, se puede observar cómo uno de ellos olvida alguna de las normas del juego. En ese punto, realiza una reinterpretación del mismo convirtiéndolo en algo distinto. Es algo muy común en los juegos infantiles y en ese estado de entusiasmo al que llegan en ese momento se encierra algo muy parecido a la perfección que busco”.

Esas palabras de Wesman, sacadas de la misma entrevista que citamos antes, nos dan una idea muy precisa de su forma de ver la expresión artística como una vía no exenta de un importante grado de azar en la que la concepción inicial de una obra puede no tener mucho que ver con su forma final. Somos muy partidarios de esa forma de ver las cosas.


El disco puede adquirirse a través de la página web de Wesman y también en la de Luscinia Discos, un sello que conocimos hace poco y que nos está sorprendiendo con la calidad de las propuestas que hemos conocido hasta hoy. No tardarán en volver a aparecer en el blog más ejemplos de ese magnífico trabajo.

Os dejamos con un "trailer" del disco en el que, curiosamente, suena música que no aparece en el mismo.


 

lunes, 8 de junio de 2015

Michael Manring - Toward the Center of the Night (1989)



En muchos aspectos, “Toward the Center of the Night” es una prolongación del que fue el primer disco en solitario de Michael Manring, “Unusual Weather”. A pesar de los tres años transcurridos entre uno y otro trabajo, en términos sonoros y también compositivos cualquiera de los temas del segundo disco podría haber formado parte perfectamente del primero. Hay, sin embargo, algo que diferencia mucho ambos trabajos. Una diferencia sutil, muy difícil de expresar con palabras pero que sitúa al segundo de ellos un escalón por encima del anterior en casi todos los sentidos.

Manring es un consumado maestro de su instrumento, el bajo, al que ha llevado a límites que exceden la propia sonoridad del instrumento mediante diseños personales de nuevos modelos que multiplican las posibilidades tímbricas del mismo. Hemos hablado ya en varias ocasiones de su trabajo tanto en solitario como en discos de otros artistas por lo que no vamos a volver a repetir los mismos datos que siempre ilustran las reseñas del bajista norteamericano. Sólo dedicaremos unas lineas a repasar lo que hizo Michael entre su anterior trabajo y este para tratar de explicar el salto de calidad entre ambos.

Simultáneamente a la grabación de “Unusual Weather”, Manring participaba en “Confering with the Moon” de William Ackerman y meses después hacía lo propio en “Watching My Life Goes By” de Michael Hedges. Con todo lo importante que esto pueda ser, no aportaba nada sustancialmente distinto de lo que Manring hizo antes de aquel disco de debut. La principal diferencia puede radicar en la incorporación del artista a Montreux, el “supergrupo” de la discográfica Windham Hill integrado a partir de su llegada por Mike Marshall, Darol Anger, Barbara Higbie y el propio Manring. Fue este un grupo de corta trayectoria pero que supo producir un par de discos maravillosos. Responder a la pregunta de en qué pudo influir su participación en ellos para el salto de calidad de la música de nuestro bajista en solitario sería enfrascarnos en especulaciones, probablemente poco fundadas pero creemos que con su participación en Montreux, Manring pudo dar rienda suelta a una de sus facetas musicales para explotar el resto en “Toward the Center of the Night”, un trabajo más coherente, acaso más centrado que su predecesor.

Manring toca los teclados, las percusiones, la guitarra y diferentes tipos de bajo además de cantar en algunos momentos. Le acompaña un clásico del sello Windham Hill como es Paul McCandless, encargado de todos los instrumentos de viento, Tom Miller a la percusión y Coco Roussel a la batería.



“Life in the Trees” - El comienzo del álbum, con una serie de cadenciosos acordes de guitarra sobre los que asoma el bajo sin trastes de Manring no sirve en modo alguno como pista para lo que llega a continuación. Un breve apunte melódico a cargo de McCandless acompañado de las voces de Manring nos lleva de la mano a lo largo de una pieza muy agradable e inspirada que evoluciona con naturalidad durante varios minutos en los que se repite una y otra vez la melodía central.


“A Way With Birds” - La batería cobra protagonismo en el siguiente corte, en el que McCandless lleva todo el peso melódico al saxo con el inestimable refuerzo del bajo de Manring. El tema combina elementos jazzísticos con un aire pop todo englobado en una concepción progresiva que funciona a las mil maravillas. Una delicia para los sentidos.


“Geometry” - Llega la primera demostración de virtuosismo a cargo de Manring aplicando la técnica del “tapping” a su instrumento, esto es, pulsando las cuerdas del bajo directamente sobre el mástil. La composición es excelente y permite disfrutar con total limpieza de las habilidades de nuestro músico sin necesidad de incluir elementos epatantes a los que tantas veces recurren los instrumentistas más dotados.

“Near” - Nos encontramos de nuevo con otra extraordinaria melodía a la que sólo se le puede poner un “pero” por utilizar un sonido de sintetizador demasiado tópico, utilizado hasta la saciedad por Pat Metheny (a quien esta composición debe muchas cosas) o por seguidores suyos como Lito Vitale o Mark Sloniker. Con todo, estamos ante una pieza notable.

“Cats Go Forward” - Cambio total de estilo con un tema de concepción pop desde el comienzo con la batería en primer plano. Luego será el bajo el que presente la melodía central repetida primero por los teclados y más tarde por el saxo. Son continuos los diálogos entre los instrumentistas principales y las armonías vocales están perfectamente construidas para realzar los pasajes más acertados.

“Blue Orleans” - Llega el momento de escuchar otro tema de Manring en solitario, primero con el bajo sin trastes y más tarde ayudado por la guitarra baja. Se trata de una melodía sencilla, meditativa, cuyo punto fuerte es la extraordinaria expresividad de Michael que logra sacar sonidos y timbres a su instrumento que muy pocos podrían recrear. Jaco Pastorius tendría motivos sobrados para sentirse orgulloso del que fuera su alumno.

“Renegade Intellectuals” - Regresamos a los temas directos y de espíritu pop con esta nueva pieza en la que se vuelven a juntar los elementos que podrían haber hecho de Manring un músico mucho más popular: melodías inspiradas, una interpretación exquisita y un cierto toque comercial. Por algún motivo, el artista no profundizó mucho más en esta linea en discos posteriores y no podemos decir que lo lamentemos, visto el gran nivel alcanzado por muchos de esos trabajos pero siempre tendremos curiosidad por saber a dónde podría haber llegado Manring de explotar más esta vía.

“The Moving Darkness” - Escuchamos ahora una de las piezas más serias de todo el disco, interpretada casi en su totalidad con piano y sintetizadores que van tejiendo una densa madeja ambiental construida como un continuo “in crescendo”. Una rareza dentro del disco pero también uno de los mejores temas del mismo.

“Magnets” - En rotundo contraste con el anterior corte, los sintetizadores martillean llenos de optimismo los oídos del oyente con un ritmo que no cesará en toda la pieza. Mientras tanto se despliegan una serie de melodías imaginativas y vitales hasta configurar uno de los temas más pegadizos del disco.

“Far” - Apenas minuto y medio dura esta miniatura que no es sino una lección de bajo comprimida cuyo escaso desarrollo no permite añadir mucho más.

“The Precise Moment of Dusk” - Uno de los títulos más poéticos del disco sirve también para presentar una composición soberbia, con un desarrollo extraordinario que sabe dar el sitio justo a sintetizadores, piano y bajo. La primera parte es lenta, muy pausada, con algunas interrupciones en las que se presenta la melodía central. La segunda mitad de la pieza incide en la misma melodía que crece y se expande al mezclarse con un segundo tema de excelente factura.

“A Brief History of the Wind” - Con un título no menos poético que el anterior, llega el tema estrella del trabajo y, quizá, el mejor de Manring en su etapa en Windham Hill. Una serie de progresiones melódicas del bajo a las que se unen los vientos de McCandless se suceden a un ritmo frenético con la batería a pleno rendimiento. Tras un par de repeticiones, entramos en un pequeño remanso en el que aparecen las voces y los solos de bajo sin descanso. Irrumpe una percusión tribal para rescatar el tema principal y las voces se suman a la fiesta. Una nueva recuperación de la melodía desemboca en el gran final con Manring verdaderamente “imperial” (así le calificaba Ramón Trecet en los años dorados de "Diálogos 3"). Difícil escuchar algo mejor en estos estilos.


“Funk and Disorderly” - Para cerrar el trabajo, ahora sí, Manring da rienda suelta a sos capacidades interpretativas con un sólo que mezcla funk y blues interpretado sólo con el bajo, sin ningún otro acompañamiento. Una de esas cosas que vista en directo te deja sin habla y que pierde algo de brillantez escuchada en el CD sin el apoyo visual.


Como ya hemos apuntado más arriba, la carrera de Manring en Windham Hill no se sale demasiado de los parámetros estéticos del sello, lo que no nos disgusta por cuanto que somos devotos admiradores de la estética que durante tantos años cultivó la discográfica de William Ackerman. Dentro de esos parámetros, el bajista grabó tres discos realmente interesantes que con la entrada de hoy quedan glosados en su integridad en el blog. Todavía falta alguno editado con posterioridad pero de un estilo muy diferente que ya apuntaba al Manring más versátil e inclasificable que escucharíamos en los años posteriores, ya fuera de la órbita de Windham Hill. Tiempo habrá en todo caso para hablar de esos trabajos. Por ahora, os recomendamos la escucha de un disco que, desgraciadamente, hoy en día está descatalogado aunque sigue vigente la promesa que su autor hizo en 2011 según la cual, en algún momento todos los discos de esta etapa volverían a editarse.

El disco puede escucharse al completo en el siguiente enlace de youtube.com aunque el autor no permite su inserción en páginas externas por lo que los interesados en escucharlo tendréis que acudir allí. Como consuelo, os dejamos a Manring interpretando en directo a un tal J.S. Bach:


miércoles, 3 de junio de 2015

Herbie Hancock - Maiden Voyage (1965)



A la edad de 24 años, Herbie Hancock tenía ya un curriculum que otros artistas no consiguen atesorar en toda una vida. Además de formar parte del segundo gran quinteto de Miles Davis (palabras mayores), había grabado con la flor y nata del sello Blue Note: Wayne Shorter, Donald Byrd, Hank Mobley, Fred Hubbard... También había grabado ya varios discos, el último de los cuales es hoy en día un estándar citado habitualmente en cualquier ranking de los mejores trabajos del jazz de todos los tiempos: “Empyrean Isles”. Tendremos tiempo de hablar de ese clásico pero hoy toca el disco inmediatamente posterior en la trayectoria del pianista norteamericano. Hablamos de “Maiden Voyage”, un disco conceptual (término que muchos pensamos durante mucho tiempo que se circunscribía a un género como el rock progresivo) dedicado a u tema tan poco jazzístico en apariencia como el mar. A la hora de grabarlo, y aunque hay constancia en los registros del sello Blue Note de sesiones previas con otros músicos, Hancock contó con los músicos que participaron en su disco anterior ampliando la formación a quinteto con la adición de George Coleman al saxo tenor. El resto de intérpretes son: Freddie Hubbard (trompeta), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería). Hancock toca el piano, como era habitual en aquellos años, lejos aún de experimentos electrónicos como los que hemos tenido ya por aquí.

Sin llegar al cuarto de siglo de vida, el niño prodigio que fascinó interpretando a Mozart con sólo 5 años iba a crear su segunda gran obra maestra dentro del jazz más ortodoxo. Difícil hacer más en menos tiempo.

Hancock en 1965.


“Maiden Voyage” - Abre el disco una cadencia continua de piano de gran elegancia cuyo pulso es subrayado por la batería. La irrupción de la trompeta de Hubbard delata el pasado reciente de Hancock junto a Miles Davis. Varias repeticiones de la melodía central más tarde dan paso al primer solo de saxo a cargo de un Coleman magnífico y muy expresivo. Toma el relevo de nuevo la trompeta acompañada de un trabajo tan sobrio como conseguido por parte de Tony Williams a la batería. El gran mérito, llegados a este punto, de Hancock, es que pocos, al escuchar la pieza por primera vez, pensarían que es obra de un pianista, dado el escaso protagonismo que reclama su instrumento. Al margen de un apoyo rítmico más duranta casi toda la pieza, no es hasta los últimos instantes que Hancock se reserva un pequeño fragmento en el que destacar, aunque siempre en la compañía del bajo y la batería.



“The Eye of the Hurricane” - Muy diferente es la siguiente pieza, un ejemplo de jazz veloz, fresco, en el que cada uno de los solistas disfruta con total libertad de su instrumento, especialmente un desatado Hubbard a la trompeta. No le va a la zaga Coleman, más contenido, eso sí, y cediendo el testigo a un agil Hancock que imparte una lección de interpretación e improvisación casi sin despeinarse. El arranque, homenaje incluido al “Giant Steps” de Coltrane, es inolvidable.

“Little One” - A base de redobles de batería, Tony Williams consigue crear un sorprendente ambiente marino en el que la trompeta actúa como la lejana sirena de un carguero. Una atmósfera lúgubre, como de viejo puerto en decadencia es la que nos recibe en esta pieza que poco a poco va evolucionando hacia un jazz sórdido, de local con poca luz y mucho humo de tabaco. Hubbard tiene momentos magníficos y el dúo de Ron Carter y Tony Williams alcanza la excelencia prácticamente durante toda la pieza.



“Survival of the Fittest” - Vuelta a los ritmos elevados de los que tanto se benefician los solistas en los vientos a la hora de improvisar sin preocupaciones. Tras unos instantes, digamos, intensos, entramos en un segmento de batería a cargo de Tony Williams que preludia en cierto modo al Hancock “étnico” aún por venir. El interludio, extraño y vanguardista a su modo es sucedido por un regreso al ritmo inicial en una suerte de free-jazz aún por pulir.

“Dolphin Dance” - El último tema del disco comienza de forma casi inocente en homenaje a los animales del título. Una melodía agradable, un arreglo de batería muy juguetón y un dúo entre saxo y trompeta de aire jovial. Transcurrido el primer minuto y medio, el contrabajo de Ron Carter aparece poniendo orden y llevando al resto de músicos a seguirle entrando en un desarrollo, ahora sí, más convencional y jazzístico. Desde ahí hasta el final asistimos a una clase magistral por parte de los cinco músicos. Una delicia.

El jazz es un género tan vasto que siempre tuvimos serias dudas a la hora de comentar aquí discos pertenecientes a él por varios motivos: nuestro escasísimo conocimiento de la materia, que se limita al haber disfrutado como meros oyentes de títulos y artistas de referencia, la inmensa cantidad de géneros y subgéneros que hace que cualquier visión que pretendamos ofrecer sea ridículamente limitada y los escasos puntos en común con los estilos que componen la linea principal en las reseñas que hacemos en el blog. Sin embargo, es una música que disfrutamos tanto como cualquier otra y creemos que es bueno ofrecer la posibilidad a cualquier lector de darle alguna escucha a determinados títulos con la seguridad de que más de uno se verá atraído (¡ay!) por ese universo. “Maiden Voyage” es un clásico en su estilo que podría ser el punto de partida perfecto para una fecunda travesía por el jazz. Os animamos a emprenderla.


21 años después de la grabación del disco, el quinteto se volvió a reunir para tocar en directo. Os dejamos con una muestra: