Siempre nos ha llamado la atención la cantidad de artistas de primer nivel, especialmente de música electrónica y de rock progresivo, que han publicado discos en directo grabados en Polonia. Durante los años ochenta, fueron muchos los músicos que tocaron allí y se encontraron con un público joven y con muchas ganas de disfrutar de nuevos sonidos. Eso animó a muchas bandas a incluir al país comunista en sus giras, incluso a pesar de que en muchos casos los problemas eran mayores que en otros sitios y en el aspecto económico eran conciertos que no siempre salían rentables. Si hablamos de la música electrónica esto es particularmente llamativo ya que muchos de los buques insignia del género tienen, como decíamos al inicio, algún directo en Polonia en sus discografías. Es el caso de Klaus Schulze, Jean Michel Jarre o Tangerine Dream y también, parcialmente, de Kraftwerk.
El disco que traemos hoy pertenece a una época de auténtica devoción en Polonia por los sonidos sintéticos de la Escuela de Berlín. Klaus Schulze había tocado allí unos meses antes en varios conciertos de los que salió un disco en directo y en diciembre le llegaba el turno a Tangerine Dream. No es que fuera una experiencia nueva para el grupo la de tocar en países del Pacto de Varsovia porque ya habían tenido la ocasión de interpretar sus temas en la República Democrática Alemana o en Hungría y también en otros países comunistas como Yugoslavia. Quizá el hecho de que su música (como la de Schulze) fuera instrumental, sin textos que pudieran llevar un mensaje que alguien pudiera tachar de propaganda occidental, ayudase a la difusión de su obra más allá del Telón de Acero. En todo caso, los conciertos polacos iban a ser un reto en muchos sentidos. El principal problema fue la climatología y las temperaturas extremas del invierno polaco, mucho más riguroso de lo habitual en aquel 1983 lo que resultó en temperaturas de hasta 15 grados bajo cero. El hecho de que los conciertos programados en Varsovia tuvieran el como sede el Palacio de Hielo, pabellón en el que se jugaba al hockey, no ayudaba nada. Se dice que, aún con el recinto lleno en la hora de las actuaciones, la temperatura no superaba los 5 grados con los correspondientes efectos, tanto sobre los intérpretes como sobre el propio equipo electrónico (al parecer, los músicos tenían recipientes con agua caliente que se iba renovando cerca de sus respectivas posiciones en el escenario para poder templar sus manos durante los conciertos). A eso se sumaban las deficiencias propias de la instalación eléctrica con un suministro cuya potencia oscilaba durante las horas de la tarde-noche y que llegó a cortarse durante unos minutos en uno de los conciertos.
Estábamos ya en el comienzo del final de la alineación formada por Edgar Froese, Christopher Franke y Johannes Schmoelling con este último planteándose su abandono, abrumado por el altísimo ritmo de publicación de Tangerine Dream, especialmente desde la entrada de lleno del grupo en el mundo de las bandas sonoras en los primeros ochenta. Pese a todo, el trío estaba en plena forma y en “Poland” lo demostraron con un disco doble que recoge una gran cantidad de material nuevo compuesto especialmente para la gira y algunas ideas procedentes de la música para películas que habían realizado poco antes como la de “The Keep”. El esquema vuelve a planteamientos del Tangerine Dream clásico con temas muy largos y desarrollos progresivos lo que, como punto de partida, sirvió para tener a los fans contentos ante la perspectiva de un regreso a las formas que hicieron grande a la banda.
“Poland” - El comienzo del tema está marcado por los ritmos sintéticos y las secuencias con un sonido digital muy moderno entonces pero con un toque aséptico que enseguida lo diferenciaría de la áspera energía de un “Ricochet” o un “Rubycon”. En todo caso, el resultado no deja de sonar a Tangerine Dream con las adiciones propias de la época como el uso de voces sampleadas. Salvando las distancias, la primera parte de “Poland” podría recordar al soberbio “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, con distintas secuencias entrecruzándose y ritmos hipnóticos por doquier. Conforme vamos avanzando aparecen las típicas guitarras de Edgar Froese para dibujar efímeras melodías a lo largo de una veloz sección con muchas similitudes con los trabajos que la banda hacía para la gran pantalla en esos años. A la mitad de la pieza entramos en una sección muy reposada, con largas notas y fondos atmosféricos que va evolucionando con la entrada de un ritmo continuo, muy lento, como de procesión hasta la aparición de la batería electrónica que nos lleva a uno de los fragmentos melódicos del disco que culmina con un segmento percusivo/secuencial que recuerda a momentos similares del entonces reciente “Hyperborea”. Un cierre fantástico para la primera pieza del disco.
“Tangent” - Comienza el corte con una preciosa melodía, nada habitual en la música de la etapa clásica de Tangerine Dream, mucho más centrada en ritmos y secuencias con excepciones contadas como “Stratosfear” o “Force Majeure”. Tras una breve pausa con sonidos de viento a modo de transición llega una melodía que se repite obsesivamente mientras en segundo plano escuchamos diferentes efectos y retazos sonoros. El tramo final anticipa a los Tangerine de trabajos posteriores como “Optical Race” con un veloz corte que bien podría ser la banda sonora de algún videojuego ambientado en las carreteras californianas como el clásico “Out Run”. Un tema muy ochentero que marca la evolución futura de la banda.
“Rare Bird” - Este corte no figuraba como tal en las primeras ediciones del disco sino que aparecía integrado en el anterior. Se trata de una pieza con una estructura más “pop” que el resto del disco y que funcionaba bien como tema separado. Una muestra más de lo que supuso la llegada de Schmoelling a la banda con temas más cortos y directos como hemos visto ya cuando hemos tratado otros trabajos de la formación.
“Barbakane” - La cosa comienza de modo tranquilo con un sonido de flauta sintética que evoluciona lentamente mientras vamos escuchando cómo se prepara por debajo una secuencia que amenaza tormenta. Pese a ello, la tensión finalmente se contiene y todo queda en un amago. En cuanto a sonidos y ritmos, la pieza es similar a lo que poco después se podría escuchar en discos como “Le Parc”. Entramos ahora en la parte que se publicó como “single” del disco bajo el título “Warsaw in the Sun”: una preciosa melodía en tiempo medio que podría contarse entre las más inspiradas de Tangerine Dream. La batería electrónica no hace sino sumar épica a una pieza fantástica que recoge todas las esencias del grupo en los ochenta. La parte final, por el contrario, nos recuerda muchísimo a ciertas partes de “Audentity”, el disco de 1983 de Klaus Schulze en lo que, seguramente, no pasa de ser una coincidencia sin importancia. También hay algo del “State of Independence” de Jon & Vangelis flotando en el ambiente y es que parece inevitable que cuando se comparte tecnología, eso termine permeando también las ideas de los diferentes artistas.
“Horizon” - El último tramo del trabajo comienza con una larga introducción ambiental en la que se mezclan fondos estáticos con efectos sonoros de todo tipo. No tardan en desplegarse las primeras secuencias y a combinarse con otras en un tramo magnífico que incluye una preciosa melodía de cuerdas que crece poco a poco de la nada. Llegamos así a un segmento central en el que desaparecen los elementos rítmicos por un rato y escuchamos un lento discurrir de melodías con cierto aire a Tomita antes del gran final. No hay sorpresas aquí. El trío alemán se reserva una apoteosis secuencial de la que estamos seguros que aprendieron mucho estrellas de las décadas posteriores como The Chemical Brothers. Notas que vuelan veloces, ráfagas de batería y ese típico sonido sintético tan propio de aquellos años llenándolo todo. Magnífico final para uno de los grandes trabajos de Tangerine Dream en los ochenta.
La relación de Tangerine Dream con el sello Virgin se había terminado unos meses antes y “Poland” iba a ser su primer disco con el joven sello Jive Electro. En el mismo periodo aparecerían varias bandas sonoras en diferentes discográficas fruto de los acuerdos con ellas de las productoras de cada film pero en eso poco podían decidir los miembros del trío. Existen multitud de ediciones del disco pero no todas ellas están completas llegando a faltar incluso secciones enteras del documento en varias de ellas. Afortunadamente, las ediciones más recientes no caen en ese error y hoy es fácil encontrar una grabación íntegra de la obra. “Poland” no solo es un buen resumen de lo que fueron Tangerine Dream en la etapa de Johannes Schmoelling sino quizá también el último gran disco en directo de la banda ya que en los años posteriores se centraron en otros aspectos de su carrera perdiendo importancia los conciertos. Pese a que siguieron publicando trabajos grabados en vivo como “Livemiles” o “220 Volts Live”, el repertorio no era tan inspirado como el que podemos escuchar aquí.