martes, 17 de enero de 2017

Tomás San Miguel - Lezao (1994)



En un lugar como éste en el que hablamos con frecuencia de estilos musicales muy determinados, hay referencias reiterativas que son imposibles de evitar. Cuando nuestro gusto por la música empezaba a consolidarse y la curiosidad nos llevaba a abrirnos a géneros muy diferentes de los que sonaban en las radiofórmulas o la televisión encontramos algunos espacios que contribuyeron de forma definitiva a configurar unas preferencias que, ampliadas por el paso del tiempo, terminaron por definirnos como oyentes.

Ramón Trecet y su Diálogos 3 tienen mucho que ver con buena parte de los artistas de los que hablamos aquí, bien de forma directa porque fue en ese programa en el que los escuchamos por primera vez, bien porque la escucha de muchos de ellos, tirando del hilo, trajo consigo el descubrimiento de otros músicos afines. La influencia del programa de Trecet fue tal que durante muchos años podemos afirmar que existió todo un circuito musical que se nutría pricipal, que no exclusivamente, de los artistas que ahí sonaban. Ello repercutió, no sólo en la venida de grandes nombres extranjeros a nuestro país sin también en el afloramiento de talentos nacionales que se hicieron un hueco en una escena, la de las llamadas “nuevas músicas”. Quizá la primera mitad de la década de los noventa fue el momento de mayor esplendor de una generación de músicos españoles realmente notables. Pese a que todos ellos han continuado con su trabajo hasta nuestros días, la visibilidad del mismo en los medios nunca ha sido la misma que entonces.

En aquellos años conocimos la música del vitoriano Tomás San Miguel. Pianista y acordeonista, comenzó tocando jazz y durante su periodo formativo en Estados Unidos llegó a tocar con alguno de los nombres más importantes del género como Gary Burton o Stan Getz. Antes de eso, había tocado en discos de Pedro Ruy-Blas (en “Luna Llena” -1975- ya coincidió con Jorge Pardo) o de Guzmán (de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán). Fue a su regreso cuando puso en marcha su primer proyecto personal: la Tomás San Miguel Band, donde fusionaría jazz, música latina y flamenco (el guitarrista Gerardo Núñez fue uno de los integrantes de la banda y también el bajista Pepe Pereira).

En los años ochenta comenzó a tomar forma esa generación de artistas a la que nos referíamos antes aunque muchos de sus primeros encuentros tuvieron lugar en discos cuya mención hoy sorprenderá a muchos. “Armarios y Camas” (1986) de los donostiarras La Dama se Esconde tuvo entre sus intépretes a Tino di Geraldo (bajo), Pedro Estevan (percusión), Javier Paxariño (saxo) y al propio Tomás San Miguel (teclados). El productor era Suso Sáiz. En otro disco a rescatar de aquellos años, el del guitarrista de Esclarecidos, Miguel Herrero, titulado “Iolantha” (1986), coincidieron de nuevo San Miguel, Pedro Estevan, Suso Sáiz y otros dos nombres importantes en la escena, llamémosle, “new age” como Javier Bergia y Luis Delgado.

Estos contactos e interacciones dieron como fruto algunos discos hoy imprescindibles dentro de las nuevas músicas hechas en España, firmados la mayoría de ellos por uno o varios de los músicos que hemos ido citando. En la lista tendrían que estar los trabajos a dúo de Tomás San Miguel con Jorge Pardo y también el que hoy queremos comentar aquí. “Lezao” (1993) formaría parte del tercer proyecto musical de Tomás, tras su primera banda y su colaboración con Jorge. Bautizado como “Tomás San Miguel con Txalaparta”, esta aventura que iba a contar con tres discos, se iniciaba con el disco que hoy tenemos en el blog. La denominación del proyecto no es anecdótica puesto que la txlaparta iba a tener una importancia capital en el disco hasta el punto de convertirse en la seña de identidad del trabajo haciendo que todo gire alrededor de su ancestral sonido.

La txalaparta es un instrumento originario de la cuenca del río Urumea, en Gipuzkoa. Consiste en una serie de tablones situados sobre dos puntos de apoyo que son percutidos con dos mazas cilíndricas de madera (llamadas “maquilas”) por parte de cada uno de los dos intérpretes necesarios para su uso. El sonido es verdaderamente bello y las combinaciones rítmicas que se pueden sacar del instrumento son ciertamente hipnóticas. En el disco, la txlaparta es interpretada por el dúo Gerla Beti quienes también tocan los cuernos y emiten en determinados momentos el grito tradicional vasco conocido como “irrintzi”. Junto a ellos, participan en “Lezao”: Javier Paxariño (saxo, flauta e instrumentos de viento en general), el excepcional acordeonista Kepa Junkera (trikitixa y pandereta), Ibon Coterón (alboka), Pepe Pereira (bajo), Andreas Prittwitz (flauta), Pintu (txistu) y las voces de Víctor de la Torre, Fernándo Idiáquez y los miembros del Coro Samaniego. Tomás San Miguel toca teclados, percusiones y acordeón.

Tomás San Miguel entre los miembros de Gerla Beti. Junto a ellos, a la izquierda, Javier Paxariño.


“Obertura de Lezao” - Abre la pieza el sonido de campanas y cencerros en la lejanía mezclado con el txistu. Es entonces cuando escuchamos por primera vez la txalaparta acompañada de ritmos electrónicos, similares, en cierto modo a los utilizados por David Anthony Clark en alguna de sus obras más famosas. En ese ambiente misterioso se filtran sonidos electrónicos, aparecen voces ancestrales y suena la alboka para completar un cuadro extraordinario que concluye con una vertiginosa aparición de la txlaparta, omnipresente en todo el disco.

“Síntomas” - Quizá sea esta la pieza más famosa de toda la obra. De nuevo escuchamos una secuencia electrónica reforzada por la intervención de los txalapartaris. Es, sin embargo, la aparición del Coro Samaniego la que nos eleva a cotas insospechadas de la mano del saxo de Javier Paxariño. Coincidencia o no, esa misma combinación de coros gregorianos o renacentistas con saxofones se estaba produciendo al mismo tiempo en otro disco capital: “Officium” de Jan Garbarek. Aquel se grababa en septiembre de 1993 mientras “Lezao” lo hacía en diciembre pero ninguno de los dos sería publicado hasta entrado el año siguiente por lo que no hay sombra alguna de inspiración de uno en el otro. El último elemento que faltaba en la mezcla era el piano de San Miguel, que nos ofrece también momentos memorables.




“Aleación en danza” - Los teclados de San Miguel abren el siguiente tema introduciéndonos en un ambiente lleno de misterio. Extrañas voces y los ritmos de las maderas se combinan mientras surge una melodía de acordeón. El conjunto es extraordinario y los temas musicales se suceden mejorando cada uno el anterior. Mediada la pieza irrumpe con energía una fanfarria electrónica antes de que el acordeón recuerde su primera intervención. Aparece entonces la flauta en un poderoso fragmento que nos recuerda al mejor Mike Oldfield antes de llegar al cierre en el que vuelven a aparecer las voces como protagonistas.

“El Bertsolari” - Uno de los momentos más bellos del disco llega con esta preciosa canción en euskera que contiene una de esas melodías insuperables ejecutada, además, con maestría por Javier Paxariño al saxo. Tomás San Miguel toca el acordeón y los teclados dando la réplica justa al solista.

“Devociones” - Cuerdas electrónicas y percusiones metálicas tejen un tapiz perfecto para la entrada del saxo, una vez más, dibujando un tema extraordinario de aire flamenco. El coro vuelve a aparecer en un segundo plano y, cuando parecía que el tema no iba a dar más de sí aparece el piano de Tomás para llevar la pieza aún más allá. Suena la txalaparta y se conjuran de nuevo todas las musas para poner el cierre a otra obra maestra.




“No tienes elección” - Llega el momento de la fiesta con el acordeón, las panderetas y la txalaparta unidos en una serie de danzas de clara inspiración tradicional. El uso de la txalaparta está ligado a la elaboración de la sidra por lo que no cuesta nada imaginar esta pieza en cualquier celebración relacionada con este acontecimiento.

“Maurizia” - Volvemos a los ritmos electrónicos como soporte para el saxo, el acordeón y la txlaparta en un tema con una gran evolución. Los primeros instantes son relativamente tranquilos con una cierta repetición de temas y ritmos. Hasta la entrada de la alboka nada hace presagiar un desarrollo diferente pero con su segunda intervención todo cambia con un nuevo giro hacia la tradición y la fiesta que culmina tras una nueva intervención del saxo y la alboka.




“Zaldi Dantza” - Es la alboka la protagonista de uno de los cortes más épicos del trabajo, con un intenso ritmo desde el principio a cargo de los componentes de Gerla Beti, la linea de el bajo cobra protagonismo poco a poco mientras el dúo del acordeón de Tomás y la trikitixa de Kepa Junkera hace diabluras. Suena una y otra vez el tema central de la mano de los sintetizadores dejando el toque étnico para los irrintzis que se escuchan en muchos momentos contribuyendo a crear una atmósfera fantástica.

“El nacimiento de Maritxu” - Sin previo aviso llegamos a una de las joyas del disco. Una pieza ambiental que firmaría el propio Brian Eno en la que, entre capas y capas de sintetizadores escuchamos una emocionante melodía a cargo del acordeón de Tomás pero, sobre todo, del bajo de Pepe Pereira. La pieza fue una de las que sonaron, en una versión diferente, en el documental de la BBC, “E.T.A. :Saliendo de las Sombras”, emitido en 1998 en el que se trataba de un posible fin de la banda terrorista.

“Txalaparta mística” - Llega el momento de escuchar el sonido de la txlaparta casi en solitario, sin más interferencia que algunos sonidos electrónicos de fondo que no hacen sino realzar las cualidades de un instrumento atractivo como pocos y lleno de personalidad. Una pieza impresionante.

“Latidos” - Nuevo corte en clave “ambient” con densos “pads” sintéticos apenas acompañados de alguna percusión espaciada. No llega a tener la emotividad de piezas anteriores pero es una pieza muy interesante que hace, a la vez, de perfecta transición hacia la parte final del disco.

“Pléyades” - Se nos antoja que es este un tema con vocación de triunfo. De no ser por la txalaparta, y en caso de desconocer su autor habríamos apostado sin ninguna duda por el Paul Winter Consort. El optimismo de los primeros minutos de la pieza, el saxo, el piano... todos ellos son elementos identificativos de la obra del músico norteamericano. Lejos de ser una crítica, esta comparación es un gran elogio especialmente considerando lo bien que consigue mezclar Tomás San Miguel esas señas de identidad con las suyas propias y los instrumentos tradicionales vascos.




“Kántico en flor de piedra” - Escuchamos de nuevo al Coro Samaniego en lo que podría ser una segunda parte de “Síntomas” en la que el saxo y el piano son sustituidos por la flauta y el acordeón. Sin llegar a los niveles de maestría de aquel tema, éste roza la excelencia y aguanta dignamente la comparación.

“Akelarre” - Como corresponde a su título, esta es la pieza más oscura de todo el disco. Comienza con inquietantes sonidos electrónicos que van siendo acompañados por todo tipo de extraños instrumentos de viento (la influencia de Jon Hassell nos parece fundamental). Poco a poco aparecen secuencias electrónicas, percusiones, gritos y demás elementos que acaban por crear una atmósfera infernal.

“Una leyenda áurea” - El disco termina con otro tema ambiental, muy tranquilo y con ese punto inquietante que dan las voces y el sonido agresivo de la alboka. Como cierre, es un tema perfecto.

Además de ser un gran disco, “Lezao” fue un trabajo pionero en nuestro país ya que fue editado para el resto del mundo por uno de los sellos más representativos de la música “new age”, Narada, en 1995. Alcanzó una gran difusión y la recepción por parte de la crítica fue entusiasta, algo que no hizo que sus siguientes trabajos siguieran sus pasos en cuanto a repercusión y ventas pese a su calidad.

Desde entonces, San Miguel ha hecho un poco de todo, desde colaboraciones en discos de otros artistas (participó, por ejempo, en “Omega” de Morente) hasta bandas sonoras o sintonías para Radio Nacional de España. Incluso estrenó una obra sinfónica, “Fantasía Radiante” con ocasión del 75º aniversario de la emisora. Nosotros tuvimos la fortuna de ver "Lezao" en directo en el el verano de 1995 en la localidad de Castro Urdiales. Fue un espectáculo inolvidable en el que participaron la mayoría de los músicos que intervienen en el disco: Tomás, Javier Paxariño, Kepa Junkera, Ibon Coteron y Gerla Beti. Aún conservamos el programa del concierto firmado por los músicos como recuerdo de aquellos tiempos que fueron memorables para estos estilos musicales en nuestro país. En todo caso siempre merece la pena volver la vista atrás hasta este “Lezao”, obra cumbre de su género.

5 comentarios:

  1. Gran grupo!grandes txalapartaris, con Perdí y el cuerno gallego,que buenos recuerdos!!!tuve la oportunidad de cantar bertsolari en un directo suyo en un festival, todavía me salen las lágrima s, una pena no saber de ellos!!han pasado 20 años!!!gran disco !!
    Boris

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  2. Hoy mismo, un día histórico en este país - ya un tema de este mismo disco especulaba con el tema que llena las cabeceras de los periódicos este cuatro de Mayo - , he vuelto a Lezao tras muchos años. La emoción estética es incluso mucho más intensa que hace veintitrés años. Estamos ante una JOYA musical que, como es más que habitual, permanece oculta para la mayoría, pese a haber supuesto un terremoto en la evolución musical española

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  3. Han pasado muchos años y seguimos considerando "Lezao" como uno de los 6 o 7 mejores discos que se han grabado en este país fuera de los círculos "pop-rock" habituales en los medios de comunicación. Un disco que sigue sonando tan bien como el primer día y eso es algo que no ocurre en muchas ocasiones.

    Un saludo y gracias por comentar.

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  4. Después de tantos años, me sigue estremeciendo cada uno de los temas de esye LEZAO, maravlloso, único,una joya. Gracias a todos los músicos.

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  5. María Lourdes Alonso Gömez13 de noviembre de 2021, 16:00

    25 años después de descubrirlo, Lezao sigue siendo una de las obras más maravillosas e injustamente olvidadas que me he encontrado en mi vida

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