Es interesante ver cómo clasificamos a los músicos en distintas categorías y lo difícil que es después “sacarlos” de ellas. En 1989 se publicó la primera entrega de una popular serie de discos titulada “Synthesizer Greatest” en las que el músico Ed Starink hacía sus propias versiones electrónicas de temas clásicos de la música instrumental reciente con especial acento en grandes éxitos grabados con sintetizadores. En aquella colección, que tuvo varios volúmenes en los años siguientes, había dos autores cuyo nombre aparecía con profusión hasta ocupar entre los dos un alto porcentaje de los temas que incluía cada nueva entrega: Jean Michel Jarre y Vangelis.
Y es que Vangelis ha pasado al imaginario colectivo como uno de los dos o tres músicos electrónicos más populares cuando lo cierto es que no son tantos los discos publicados por el griego que podrían ser calificados como tales, especialmente si los comparamos con los del propio Jarre, los de Kraftwerk o los de Tangerine Dream. Aunque el componente electrónico está presente en un buen número de ellos, en la música de Vangelis hay muchos más elementos (pianos, guitarras, percusiones, coros...). De hecho, pocos de sus discos encajarían realmente en la misma categoría de “música electrónica” en la que metemos al resto de músicos anteriormente mencionados. Entre ellos, uno de los más destacados sería el que tenemos aquí hoy: “Spiral”.
Con “Spiral”, Vangelis continuaba la linea de “Albedo 0.39” en el sentido en que se repetía el esquema de piezas más o menos cortas con melodías directas y fáciles de recordar pero con un enfoque mucho más electrónico, dejando atrás los elementos de jazz y rock de discos anteriores o las largas “suites” que ocupaban sendas caras del LP. Siendo estrictos, este sería el primer disco del griego al que se podría calificar como verdaderamente electrónico sin “contaminación” de otros estilos. Dentro de la carrera de Vangelis, además, es fundamental porque es el primero en el que aparece el sintetizador que iba a convertirse en la seña de identidad más reconocible de la música del compositor griego: el Yamaha CS80. Se trata de uno de los mejores sintetizadores polifónicos de su época. Una máquina maravillosa que, a su espectacular sonido añadía un teclado excepcional que permitía al intérprete una expresividad inédita hasta entonces en un sintetizador: teclas lastradas que imitaban el tacto del piano, sensibilidad a la rapidez, sensibilidad a la presión... una joyita en manos del intérprete adecuado y Vangelis lo era hasta el punto de que su nombre ha terminado por evocar al del sintetizador y viceversa. Al margen de los aspectos puramente musicales, “Spiral” tenía cierta carga conceptual procedente de las enseñanzas del Tao Te Ching, uno de los dos textos fundamentales del taoísmo, y de la corriente mística sufí.
El mítico Yamaha CS80 |
“Spiral” - Probablemente nuestro corte favorito del disco por su complejidad y su variedad melódica y rítmica. Se abre con una serie de arpegios electrónicos que van evolucioando y jugando con el oyente saltando de uno a otro canal del estudio. Poco a poco se filtra entre ellos una solemne melodía de órgano reforzada por el CS80 y por unas contundentes campanas para culminar la introducción. Inmediatamente después aparece una veloz secuencia electrónica adornada con percusiones de todo tipo sobre la que se desarrolla la melodía principal: un motivo repetitivo que recuerda en su parte final a un tema de Igor Stravinsky. “Spiral” es una verdadera joya en todos los sentidos que reune en sus casi 7 minutos lo mejor de su autor.
“Ballad” - El disco cambia ahora de estilo de forma radical. De las secuencias y los ritmos vertiginosos pasamos a un tema más lento en el que escuchamos la voz del propio músico (conveniente modificada por medios electrónicos) tarareando el tema central. Es una pieza muy extraña pero que anticipa muchos conceptos que Vangelis desarrollaría en los años posteriores, especialmente en discos como “China”. También tiene cosas que nos recuerdan al japonés Isao Tomita. Pese a tener un enfoque algo más escueto en cuanto a los medios empleados, no faltan los momentos grandiocuentes que formaban parte de la obra del músico en muchos de los discos anteriores.
“Dervish D” - Regresamos a los temas secuenciales con esta pieza inspirada en las danzas de los derviches. La melodía principal es muy sencilla y todo el juego se desarrolla por detrás, con los efectos electrónicos y las percusiones arropando a los secuenciadores. Transcurridos un par de minutos, Vangelis ejecuta una especie de improvisación realmente brillante a los teclados. La influencia del músico con este disco fue tal que podemos decir que todo el sonido de artistas como Joel Fajerman, estaba ya contenido en esta pieza.
“To the Unknown Man” - Llegamos a la que es, con toda probabilidad, la composición más conocida del disco, utilizada hasta la saciedad en sintonías de radio y televisión de aquellos años. El esquema es sencillo y nada nuevo para el seguidor de Vangelis pero aquí está llevado a su máxima expresión por un músico en estado de gracia. Toda la pieza se sustenta en unas pocas notas que se repiten continuamente a modo de pulso con muy pocas variaciones. Partiendo de esa base, el compositor griego desarrolla una melodía emocionante, sensible, plena de inspiración, que evoluciona de manera magistral, sumando en cada repetición nuevos elementos como cuerdas sintéticas, percusiones, etc. hasta la parte final con un obstinado tambor y sus redobles continuos a ritmo de marcha que ponen la piel de gallina. Sólo hay un pero que podamos ponerle a esta maravilla y es que nos sobra la coda final, con un aire “pop” que no encaja en absoluto con el resto de la pieza.
“3+3” - Como cierre, Vangelis nos deja una especie de vals acelerado que tiene como base otra melodía secuencial. En la segunda parte incorpora elementos que lo acercan de un modo extraño al blues para volver al comienzo con sonoridades, de nuevo, cercanas a lo que hacía Tomita en aquellos años. En cualquier otro disco, este tema sería uno de los puntos fuertes pero aquí queda algo relegado ante la calidad de las piezas que lo acompañan.
Si preguntamos hoy a un seguidor veterano de Vangelis por sus cinco discos favoritos del músico griego, es muy probable que “Spiral” se encuentre entre sus elegidos. Junto con “Albedo 0.39” es quizá el trabajo que contiene los ejemplos más claros de música electrónica popular de su autor. Sin ir más lejos, más de la mitad del disco aparece en los dos primeros volúmenes de la antes mencionada serie “Synthesizer Greatest” lo que da una idea de la repercusión que tuvieron en su momento estas piezas y de su trascendencia pasados los años. La música de “Spiral” entra ya en esa categoría de composiciones clásicas que todo el mundo conoce aunque no siempre sean capaces de identificar a su autor y eso la convierte en parte de la vida de toda una generación. Los pocos elegidos que han alcanzado algo así, y Vangelis es uno de ellos, son ya inmortales.
Como despedida, os dejamos con un tema que fue "cara B" del single de "To The Unknown Man" pero que no formó parte del disco (aunque sí se incluyó en alguna reedición posterior).