A diferencia de lo que ocurre en el rock, donde la presencia de los grupos es mayoritaria frente a los solistas, en la música electrónica ocurre justo al revés. Se diría que las posibilidades sonoras de los sintetizadores invitan a la aventura en solitario con más fuerza que otros estilos en los que, o bien se dominan varios instrumentos, o sigue existiendo la obligación de contar con otros músicos, al menos para plasmar las ideas del artista en un disco.
Pese a esta afirmación, frente a los Vangelis, Jean Michel Jarre, Wendy Carlos o Klaus Schulze, también existieron varias bandas en los inicios de la música con sintetizadores siendo, quizá, Kraftwerk y Tangerine Dream las más reconocidas hoy en día. Y tal vez lo sean porque de entre todas las formaciones que surgieron en su momento fueron las que más funcionaron como bandas reales en el sentido en que sus miembros estuvieron centrados en ellas y no tanto en sus carreras en solitario. Es cierto que de la primera formación de Tangerine Dream salieron Klaus Schulze o Conrad Schnitzler quienes desarrollaron extensísimas carreras en solitario con escasas colaboraciones pero también que aquella alineación ni era de un grupo de música electrónica ni duró suficiente tiempo como para ser tenida muy en cuenta en la historia de Tangerine Dream más allá del hecho anecdótico de haber contado con tan ilustres presencias en un momento determinado. Entrando ya en la etapa “clásica” de la banda, los discos en solitario de sus integrantes son muy escasos y ni Franke, ni Baumann, Schmoelling o Haslinger han destacado por tener una discografía “potente” fuera de Tangerine Dream. Tampoco Edgar Froese aunque éste sí fue más prolífico. Su posición como líder de la formación fue compatibilizada con varios discos en solitario que en muchos casos ejercían de complemento de lo que iba haciendo con el grupo. Hoy hablaremos de “Aqua”, el debut individual de Froese.
Aprovechando el contrato de Tangerine Dream con Virgin que dio como resultado la publicación de “Phaedra” en 1974, Edgar Froese comenzó a grabar casi a renglón seguido su primer disco firmado con su nombre. Desconocemos del todo las motivaciones ya que en el apartado estilístico, “Aqua” no difería demasiado de lo que Edgar hacía en Tangerine Dream e incluso cuenta con la colaboración de Christopher Franke en alguna pieza. Siempre se comentó que los ingresos de “Aqua” fueron destinados a adquirir nuevos equipos para la banda por lo que podemos sospechar que una de las razones de Froese para publicar el disco en solitario tenía que ver con que el contrato de Tangerine Dream con Virgin no les dejaba tantos beneficios como los que le podía dar uno nuevo a su nombre. Sea como fuere, el hecho es que nada más publicar “Phaedra”, Froese comenzó a grabar el que sería su disco de debut. Por alguna razón que se nos escapa, existieron dos ediciones prácticamente simultaneas en el tiempo en las que el orden de los cortes es diferente (también lo es alguna de las mezclas), una para Alemania publicada por el sello Brain Records y otra internacional lanzada por Virgin. Nuestro comentario seguirá el de la edición de Virgin.
Edgar Froese |
“Aqua” - El título del disco no era casual y el agua iba a tener una gran presencia sonora en toda la grabación, agua que, por cierto, fue grabada en la bañera del apartamento berlinés del propio Froese. Tras un inicio acuoso escuchamos los clásicos sonidos burbujeantes que ya abundaban en “Phaedra”, acompañando a diversos efectos electrónicos y a misteriosas texturas sonoras que evolucionan en segundo plano. No es hasta transcurridos unos minutos que empezamos a escuchar otro tipo de sonidos dibujando los primeros esbozos de melodía que siempre terminan por disolverse dentro del conjunto. Lo cierto es que se hace muy difícil encontrar grandes diferencias estilísticas entre este disco y su hermano “Phaedra”. El tipo de atmósferas de este tema inicial es el mismo que reina en el clásico de Tangerine Dream y cualquiera de los cortes de los dos discos podría intercambiarse por otro sin suponer una gran variación.
“Panorphelia” - El segundo corte comienza de una forma muy diferente. Escuchamos un ritmo constante construido probablemente a partir de “loops” de cinta magnetofónica. De fondo, los sintetizadores desarrollan una melodía repetitiva con algún punto de contacto con la obra de Terry Riley. En cualquier caso, se aprecia un cierto intento de acercarse a una música más directa y accesible que la del corte anterior, siempre dentro de los parámetros de la música de la llamada “escuela de Berlín”, claro está. No debe esperar el oyente temas pegadizos al estilo de los que poco después popularizarían Jean Michel Jarre, Kraftwerk o Vangelis. En todo caso, este nos parece un corte de lo más interesante.
“NGC 891” - Como la mayor parte de los músicos interesados en la tecnología de su época. Froese buscaba también la innovación en el campo puramente sonoro y técnico. Así, en este corte hizo una especie de experimento con la grabación binaural. Esta es una técnica que sitúa los micrófonos en el lugar que ocuparían los oídos de una cabeza artificial construida a escala humana. La idea es que de esa forma se obtiene un sonido estéreo perfecto en el que cada canal contiene exactamente lo que escucharía una persona presente en el estudio de grabación por cada uno de sus oídos. La realidad es que esta experiencia es muy válida pero sólo apreciable cuando el oyente utiliza auriculares para la reproducción del disco lo que terminó por no ser demasiado práctico. Este corte del disco y el siguiente están grabados con esa técnica a modo de experimento. Como era de suponer, y con la idea de aprovechar esa novedad tecnológica, la composición está repleta de efectos sonoros que van de un canal a otro constantemente. Hay efectos como lo que parece ser el despegue de un avión o los sonidos de vehículos que están particularmente bien logrados pero en el fondo no son más que pirotecnia sonora. La parte más interesante para el seguidor de Tangerine Dream es la que comienza después en la que escuchamos por fin las características secuencias de la banda y una preciosa improvisación de Christopher Franke por encima de ellas en la que es su única aportación al disco.
“Upland” - El corte final es más cercano a “Panorphelia” en cuanto a la ambientación pero enseguida se diferencia de este por la aparición de una melodía de órgano que es, quizá, la más elaborada de todo el disco y, tal vez por ese motivo, también la más corta. El cierre es una colección de efectos sonoros a mayor gloria del sistema binaural utilizado para la grabación de la segunda cara del LP (la primera en la versión de Brain Records).
Pese a ser trabajos en solitario, lo cierto es que toda la discografía de Edgar Froese en Virgin podría integrarse perfectamente en la de Tangerine Dream de la misma época. Una escucha cronológica de ambas mostraría una coherencia de contenidos total y es que incluso la evolución estilística en el tiempo es simultanea. Evidentemente las aportaciones de Christopher Franke o Peter Baumann a Tangerine Dream fueron importantísimas pero es fácil comprobar al escuchar los discos de Froese en solitario cómo en ellos se encuentra toda la esencia de la banda. En todo caso, siempre es una buena idea tener bien cerca unos y otros discos en las estanterías para enriquecer en la medida de lo posible las escuchas de ambos.