Peter Baumann había amagado en dos ocasiones con dejar Tangerine Dream. La primera fue en 1973, justo antes de que la banda entrase en su etapa más reconocida. En aquel entonces, Baumann abandonó la formación temporalmente pero se reincorporó a tiempo para hacer historia con el grupo alemán. La segunda vez fue poco después, en 1975, cuando fue sustituido por Michel Hoenig en varios conciertos. A la tercera fue la vencida y tras la gira norteamericana de la que surgió el disco en directo “Encore” el teclista abandonó Tangerine Dream de forma definitiva.
El grupo había alquilado un estudio berlinés con mucha antelación para todo el mes de enero de 1978 pero la baja de Baumann les metió en problemas. Tuvieron que recurrir con urgencia a un par de viejos conocidos: Steve Jolliffe, flautista inglés que había formado parte brevemente de Tangerine Dream en 1969 sin llegar a grabar nada con ellos y Klaus Krieger, batería que era amigo de Edgar Froese desde sus tiempos de estudiante. El cuarteto se presentó en el estudio con apenas algunos bocetos y las primeras sesiones dejaron claro que la cosa no iba a ser fácil. Algo fallaba y nada de lo que iban haciendo terminaba de convencer a la banda. Según Jolliffe, fue él quien tomó las riendas entonces realizando casi en solitario la pieza que abriría el disco, con alguna aportación de Chris Franke y Klaus Krieger y, a partir de ese momento, las cosas comenzaron a fluir y la banda completaría el que iba a ser su disco más controvertido hasta entonces. ¿Por qué? Por la inclusión de letras.
Efectivamente, la incorporación de Jolliffe y Krieger iba a tener como principal consecuencia un viraje de la música de Tangerine Dream hacia el rock progresivo incluyendo textos cantados por el propio Joliffe. Se mantenía el carácter electrónico de su música pero la incorporación de texto era un cambio tan importante que iba a condicionar todo el disco, desde su grabación hasta su acogida por parte de los fans y de la crítica. Según Edgar Froese, las sesiones de grabación fueron tan desastrosas y el entendimiento entre los miembros tan difícil que se optó por dejar cantar a Jolliffe para ver si de alguna manera se podía salvar algo de todo el trabajo publicando un material mínimamente decente. En “Cyclone” Edgar Froese toca sintetizadores y guitarras eléctricas, Christopher Franke, sintetizadores y batería electrónica, Klaus Krieger, batería y percusiones y Steve Jolliffe, todo tipo de teclados e instrumentos de viento.
Publicidad de la época aparecida en la prensa especializada. |
“Bent Cold Sidewalk” - El disco comienza con una serie de voces electrónicas seguidas de unos breves acordes de sintetizador tras los que entran en juego la voz de Jolliffe y la batería de Krieger. El cambio conceptual con respecto a lo hecho anteriormente era grande porque ahora estamos principalmente ante una canción rock con sintetizadores y no tanto ante una pieza de música electrónica. Si nos abstraemos de todo eso y de la trayectoria anterior de la banda para centrarnos en el tema en sí, lo cierto es que no es una mala composición aunque no encaje en lo que había sido el grupo hasta entonces. La cosa cambia tras esos primeros minutos con la aparición de una clásica secuencia rítmica a la que se suman los vientos en lo que no deja de ser una vuelta al sonido icónico de la banda sustituyendo los sonidos del Mellotron de discos como “Phaedra” por instrumentos “reales”. Este segmento central también incorpora alguna breve intervención vocal pero no altera en nada el concepto de un corte que tiene aquí sus mejores minutos. En el tramo final volvemos a la solemnidad progresiva del comienzo con Jolliffe retomando el tema central del comienzo en un final muy digno que chocó frontalmente con los fans pero que no es esa abominación que muchos quisieron ver en su momento.
“Rising Runner Missed By Endless Sender” - Es el tema corto del disco, quizá pensado para sonar en las radios aunque no fue single. Es una canción rápida en la que la voz de Jolliffe suena muy agresiva, quizá demasiado, y eclipsa todo lo demás, que por otra parte no estaba nada mal. Es un tema muy directo siguiendo la tendencia iniciada con “Stratosfear” de incluir melodías reconocibles dedicando menos atención a las texturas sonoras.
“Madrigal Meridian” - Pese a que “Cyclone” ha quedado para la historia como el disco “cantado” de Tangerine Dream, su tema más largo (ocupa toda la “cara b” del trabajo) era instrumental, de acuerdo con la tradición del grupo. Y no solo eso. Era un instrumental “canónico” que estilísticamente no difería demasiado de los discos anteriores. El comienzo, de hecho, iba más en la onda experimental de “Phaedra” o “Rubycon” que en la de trabajos más melódicos como “Stratosfear”. Capas y capas de sonidos, efectos electrónicos y atmósferas enrarecidas conforman la introducción de una pieza muy interesante. Es entonces cuando aparecen las secuencias electrónicas reforzadas por la batería y nos arrastran a una carrera vertiginosa en la que podemos comprobar cómo, si le quitamos las letras a las piezas anteriores, nos encontramos con unos Tangerine Dream que tampoco son tan diferentes de los de los discos precedentes. De hecho, hay momentos de gran brillantez en los que las diferentes secuencias rítmicas se entrelazan creando un tapiz sonoro verdaderamente atractivo. Fascinantes son los ramalazos melódicos casi barrocos que aparecen de vez en cuando y que escucharíamos de nuevo en discos posteriores, tanto de Tangerine Dream como de Edgar Froese en solitario. Los últimos instantes de la pieza nos regalan una sorprendente “coda” mucho más pausada que se desarrolla como una especie de concierto para clave, con un sonido similar al de ese instrumento confrontándose a las cuerdas sintéticas de la banda en lo que no deja de ser un anticipo de momentos así que se repetirán en discos posteriores. Así concluye “Madrigal Meridian”, una pieza a la cual sólo podemos poner una pega y es que es un poco plana en su desarrollo y quizá demasiada largo para las ideas que desarrolla que bien podrían haberse concentrado en algo menos de tiempo.
Poco después de la publicación del disco, Edgar Froese renegaba públicamente de él y, especialmente, de la aportación de Jolliffe al mismo. No en vano, el flautista y cantante dejó la banda nada más terminar la gira posterior al disco y nunca más volvió a ella (curiosamente a principios de este años, Jolliffe hizo una serie de conciertos en solitario reinterpretando todo el disco con ocasión del 40º aniversario del mismo). Visto con la perspectiva del tiempo, es evidente que “Cyclone” fue una gran ruptura con respecto a lo que Tangerine Dream habían hecho hasta aquel momento pero lo cierto es que, pese al innegable cambio que supuso la introducción de un vocalista y un batería, la esencia del sonido del grupo seguía estando ahí.
En nuestra opinión, “Cyclone” fue un disco precipitado. Quizá por la premura con que se hizo para respetar fechas de entrega o por aprovechar unos días de estudio que ya habían sido contratados, el resultado no fue del todo satisfactorio. Tampoco parecía justificada la sustitución de Baumann por otros músicos, máxime cuando pocos meses después de grabar “Cyclone”, Froese y Franke lanzarían un nuevo disco de Tangerine Dream con ambos artistas como únicos integrantes de la banda, probando que no era necesario nadie más para hacer un buen trabajo (ya hablamos en su momento de ese disco). Tomando en cuenta todo esto ¿es “Cyclone” un mal disco? No. ¿Era necesario? Probablemente tampoco. Sin embargo está ahí y no está de más tenerlo en cuenta por mucho que no se encuentre entre los mejores de Tangerine Dream.