Cuando leímos tiempo atrás que Max Richter iba a escribir la música de una película de época como era “Mary Queen of Scots” sobre la vida de María Estuardo nos entró una gran curiosidad. Admiramos a Richter desde hace tiempo pero siempre hemos relacionado su música con entornos visuales más contemporáneos como los de la magnífica serie “The Leftovers” o los de epopeyas espaciales como “Ad Astra”. La curiosidad, en cambio, venía por otro lado y es que si algo distinguía al Richter de sus primeros trabajos era la fuerte influencia que tenían en su música compositores como Philip Glass y, particularmente, Michael Nyman. De ahí que nos llamase la atención la propuesta, no tanto por ver qué música nos iba a ofrecer el compositor alemán sino para comprobar en qué medida la influencia de Nyman y de modo especial la de sus trabajos para películas de Peter Greenaway como “El Contrato del Dibujante” o “Prospero's Books”, localizadas ambas en épocas no muy lejanas del reinado de María Estuardo, iba a abrirse paso de nuevo en el estilo de Richter.
La película no tuvo una trayectoria particularmente brillante y perdió bastante atractivo cuando una de sus mayores bazas de cara al público, la presencia de Scarlett Johansson, fue descartada antes de empezar a rodar. Tuvo varias nominaciones a premios de prestigio pero como es habitual en las películas de época, fueron en categorías como vestuario o maquillaje. La directora de la película, Josie Rourke, pensó en Richter para la banda sonora tras escuchar su particular deconstrucción de las cuatro estaciones de Vivaldi. La interesante perspectiva de género del film, que narra la historia de dos poderosas reinas ejerciendo un papel tradicionalmente masculino tiene también su reflejo en la partitura en la que la percusión juega ese rol frente a las voces femeninas en un sutil paralelismo con la trama de la película. Richter se olvida en esta ocasión de los sintetizadores y cuenta para la grabación con una orquesta de más de 100 músicos además del coro London Voices.
No tardamos mucho en salir de nuestra duda inicial porque estamos seguros de que a cualquiera que se le haga escuchar la pista inicial del disco, “The Shores of Scotland”, el primer compositor que se le vendría a la cabeza es Michael Nyman. Melodía, arreglos... todo recuerda a Nyman de una forma muy descarada. Hay un toque de Haendel también que hace pensar si no habrá utilizado Richter un método similar al del bueno de Nyman cuando asimilaba piezas de otros autores como Purcell o Mozart para crear a partir de ellos su propia música. Con “Elizabeth's Portrait”, eso sí, abandonamos del todo la influencia del autor de “El Piano” para entrar en una composición más cercana al estilo de Richter con la monumentalidad que le da el uso de una gran orquesta y que ciertamente aleja el sonido del habitual del alemán, más dado a formaciones instrumentales más reducidas. En “A Claim to the Throne” la percusión comienza a tomar un papel preponderante marcando un ritmo quedo sobre el que metales y coro van evolucionando y preparando la solemne entrada de las cuerdas que lo inundan todo de forma magistral en uno de los grandes momentos del disco que luego volverá a escucharse en “Outmaneuvered”, casi al final del trabajo. El coro aparece en todo su esplendor en la maravillosa “If Ye Love Me” compuesta por Thomas Tallis, y única ajena a Richter del disco. “My Crown” es la primera revisión del tema central con un arreglo algo menos “nymanesco” que la introducción. Luego evoluciona hacia una pieza orquestal magnífica con un cierto aire al Vangelis de la banda sonora de “1492, Conquest of Paradise”. Volveremos a escuchar la melodía principal de la película en “Darnley's Visit”, “The Hilltop”, “A New Generation” o en la segunda mitad de “Darnley Dismissal”. “The Poem” es un interludio muy pausado con las cuerdas en pizzicato y una importante presencia del arpa en su versión de concierto y, creemos, también en la variante irlandesa del instrumento. “The Wedding” tiene un tono mucho más sombrío de lo que cabría esperar de un título así, con los metales y la percusión construyendo una atmósfera ominosa y muy inquietante. Con una función casi ambiental llega “Knox” en la que las cuerdas nos ofrecen una lenta melodía casi sin evolución antes de pasar a otra revisión del tema central para llegar a “Rizzio's Plea”, un breve pero emotivo corte orquestal, también con influencia de Haendel. “The Ambush” vuelve a la percusión y el coro antes de llegar a “Pray for Me”, que viene a ser una primera revisión de varios de los temas anteriores. Casi terminando escuchamos uno de los cortes más potentes de la banda sonora, “The Assassination”, con percusión y contrabajos trabajando a toda máquina para dibujar una atmósfera espectacular que se disuelve en un precioso adagio. Cerrando el CD, y como suele pasar con la mayor parte de las bandas sonoras, tenemos una revisión de las melodías anteriores bajo el título de “Finale”, donde destaca una lenta versión del leit motiv de la película realmente deliciosa.
Con “Mary Queen of Scots”, Max Richter tenía un gran oportunidad de mostrarnos cómo adaptar su estilo, 100% contemporáneo, a la narración de hechos sucedidos hace varios siglos. Desgraciadamente optó por la vía más cómoda, es decir, por ver cómo lo habían hecho otros antes y adaptar más o menos esa forma de hacer a su propio modo de hacer. Y no es que el resultado esté mal. Al contrario, “Mary Queen of Scots” es una banda sonora muy agradable que contiene muy buenos momentos pero nos es imposible escuchar la mayor parte de la música que contiene sin pensar que esto lo hemos oído ya y es que la sombra de Nyman no es que sea alargada aquí, es que eclipsa por completo a Richter, al menos en la mitad del metraje. Un cero en originalidad por tanto para el compositor alemán, nota que sube hasta rozar el aprobado si hacemos la media con la calidad de la música en sí y con la factura del trabajo, impecable como siempre. Un buen disco, en resumen, que nos da más ganas de volver escuchar los trabajos ya clásicos de Nyman para las películas de Peter Greenaway que de profundizar en los del propio Richter.