domingo, 24 de enero de 2021

Max Richter - Mary Queen of Scots (2018)



Cuando leímos tiempo atrás que Max Richter iba a escribir la música de una película de época como era “Mary Queen of Scots” sobre la vida de María Estuardo nos entró una gran curiosidad. Admiramos a Richter desde hace tiempo pero siempre hemos relacionado su música con entornos visuales más contemporáneos como los de la magnífica serie “The Leftovers” o los de epopeyas espaciales como “Ad Astra”. La curiosidad, en cambio, venía por otro lado y es que si algo distinguía al Richter de sus primeros trabajos era la fuerte influencia que tenían en su música compositores como Philip Glass y, particularmente, Michael Nyman. De ahí que nos llamase la atención la propuesta, no tanto por ver qué música nos iba a ofrecer el compositor alemán sino para comprobar en qué medida la influencia de Nyman y de modo especial la de sus trabajos para películas de Peter Greenaway como “El Contrato del Dibujante” o “Prospero's Books”, localizadas ambas en épocas no muy lejanas del reinado de María Estuardo, iba a abrirse paso de nuevo en el estilo de Richter.




La película no tuvo una trayectoria particularmente brillante y perdió bastante atractivo cuando una de sus mayores bazas de cara al público, la presencia de Scarlett Johansson, fue descartada antes de empezar a rodar. Tuvo varias nominaciones a premios de prestigio pero como es habitual en las películas de época, fueron en categorías como vestuario o maquillaje. La directora de la película, Josie Rourke, pensó en Richter para la banda sonora tras escuchar su particular deconstrucción de las cuatro estaciones de Vivaldi. La interesante perspectiva de género del film, que narra la historia de dos poderosas reinas ejerciendo un papel tradicionalmente masculino tiene también su reflejo en la partitura en la que la percusión juega ese rol frente a las voces femeninas en un sutil paralelismo con la trama de la película. Richter se olvida en esta ocasión de los sintetizadores y cuenta para la grabación con una orquesta de más de 100 músicos además del coro London Voices.

Richter junto a varios de los participantes en la película.


No tardamos mucho en salir de nuestra duda inicial porque estamos seguros de que a cualquiera que se le haga escuchar la pista inicial del disco, “The Shores of Scotland”, el primer compositor que se le vendría a la cabeza es Michael Nyman. Melodía, arreglos... todo recuerda a Nyman de una forma muy descarada. Hay un toque de Haendel también que hace pensar si no habrá utilizado Richter un método similar al del bueno de Nyman cuando asimilaba piezas de otros autores como Purcell o Mozart para crear a partir de ellos su propia música. Con “Elizabeth's Portrait”, eso sí, abandonamos del todo la influencia del autor de “El Piano” para entrar en una composición más cercana al estilo de Richter con la monumentalidad que le da el uso de una gran orquesta y que ciertamente aleja el sonido del habitual del alemán, más dado a formaciones instrumentales más reducidas. En “A Claim to the Throne” la percusión comienza a tomar un papel preponderante marcando un ritmo quedo sobre el que metales y coro van evolucionando y preparando la solemne entrada de las cuerdas que lo inundan todo de forma magistral en uno de los grandes momentos del disco que luego volverá a escucharse en “Outmaneuvered”, casi al final del trabajo. El coro aparece en todo su esplendor en la maravillosa “If Ye Love Me” compuesta por Thomas Tallis, y única ajena a Richter del disco. “My Crown” es la primera revisión del tema central con un arreglo algo menos “nymanesco” que la introducción. Luego evoluciona hacia una pieza orquestal magnífica con un cierto aire al Vangelis de la banda sonora de “1492, Conquest of Paradise”. Volveremos a escuchar la melodía principal de la película en “Darnley's Visit”, “The Hilltop”, “A New Generation” o en la segunda mitad de “Darnley Dismissal”. “The Poem” es un interludio muy pausado con las cuerdas en pizzicato y una importante presencia del arpa en su versión de concierto y, creemos, también en la variante irlandesa del instrumento. “The Wedding” tiene un tono mucho más sombrío de lo que cabría esperar de un título así, con los metales y la percusión construyendo una atmósfera ominosa y muy inquietante. Con una función casi ambiental llega “Knox” en la que las cuerdas nos ofrecen una lenta melodía casi sin evolución antes de pasar a otra revisión del tema central para llegar a “Rizzio's Plea”, un breve pero emotivo corte orquestal, también con influencia de Haendel. “The Ambush” vuelve a la percusión y el coro antes de llegar a “Pray for Me”, que viene a ser una primera revisión de varios de los temas anteriores. Casi terminando escuchamos uno de los cortes más potentes de la banda sonora, “The Assassination”, con percusión y contrabajos trabajando a toda máquina para dibujar una atmósfera espectacular que se disuelve en un precioso adagio. Cerrando el CD, y como suele pasar con la mayor parte de las bandas sonoras, tenemos una revisión de las melodías anteriores bajo el título de “Finale”, donde destaca una lenta versión del leit motiv de la película realmente deliciosa.




Con “Mary Queen of Scots”, Max Richter tenía un gran oportunidad de mostrarnos cómo adaptar su estilo, 100% contemporáneo, a la narración de hechos sucedidos hace varios siglos. Desgraciadamente optó por la vía más cómoda, es decir, por ver cómo lo habían hecho otros antes y adaptar más o menos esa forma de hacer a su propio modo de hacer. Y no es que el resultado esté mal. Al contrario, “Mary Queen of Scots” es una banda sonora muy agradable que contiene muy buenos momentos pero nos es imposible escuchar la mayor parte de la música que contiene sin pensar que esto lo hemos oído ya y es que la sombra de Nyman no es que sea alargada aquí, es que eclipsa por completo a Richter, al menos en la mitad del metraje. Un cero en originalidad por tanto para el compositor alemán, nota que sube hasta rozar el aprobado si hacemos la media con la calidad de la música en sí y con la factura del trabajo, impecable como siempre. Un buen disco, en resumen, que nos da más ganas de volver escuchar los trabajos ya clásicos de Nyman para las películas de Peter Greenaway que de profundizar en los del propio Richter.




martes, 12 de enero de 2021

Chris Spheeris - Culture (1993)



En la época de mayor esplendor de la música “new age” en España había un músico que no faltaba en la mayoría de discos recopilatorios del género y cuyas composiciones sonaban a todas horas en radio y televisión. Sus trabajos, especialmente uno, estaban entre los que más veces pasaban por nuestro reproductor de cedés y, sin embargo, apenas ha aparecido por el blog en una ocasión y no sabemos explicar muy bien por qué. Hablamos del norteamericano de ascendencia griega Chris Spheeris, un compositor sensible que en su mejor momento nos regaló una buena colección de melodías inolvidables y al que perdimos un poco la pista desde entonces.


Lo normal sería hablar de “Enchantment”, probablemente su disco más popular, firmado a dúo con Paul Voudouris con quien lanzó varios trabajos pero hoy queremos hablar de “Culture”, el disco que Spheeris grabó inmediatamente después de “Enchantment” y probablemente nuestro favorito de los que publicó en solitario. Aunque estamos ante un multi-instrumentista, lo cierto es que la guitarra acústica es la vía con la que más a gusto se siente nuestro músico a la hora de interpretar. La raíz mediterránea de su linaje está muy presente en su música pero en este disco aparece unida a ritmos y sonidos de otras culturas en una mezcla muy afortunada que termina por cuajar en un trabajo notable. Spheeris toca prácticamente todos los instrumentos en el disco aunque cuenta con algunos invitados como Russell Bond (co-productor del CD y percusionista en algunos cortes), Kim Murillo (voces), Zac Johnson (saxo alto), David Peterson (oboe), Kris Yenney (violonchelo) y Kirstine Hebert (flauta).



“Aria” - El album empieza a lo grande con un excelente corte que mezcla electrónica con un inicio épico y un ritmo que va creciendo poco a poco con las raíces folclóricas de Spheeris hasta terminar explotando en un despliegue de inspiración que no deja de evolucionar a cada compás. Es una pieza a la altura de lo mejor de “Enchantment”, la obra maestra del músico. En el debe no podems dejar de señalar que algunos sonidos no han envejecido demasiado bien pero eso es algo que afecta a muchas obras de esta época y no impide en absoluto disfrutar de la música.




“Margarita” - Continúa el disco con una pieza inconfundiblemente mediterránea, con ese ritmo de rumba tan recurrente en la obra de Spheeris. En lo melódico estamos ante una composición muy afortunada en la que el músico se lanza con la guitarra como instrumento principal en los mejores fragmentos, cosa no del todo habitual en su obra. Quizá tenga un punto naíf pero no le resta encanto aunque no se encuentra entre nuestras piezas favoritas del disco.


“Embrace” - La siguiente composición es la clásica balada de Chris, siguiendo la línea de temas de trabajos anteriores como la parte instrumental de “Love and Understanding”. Destaca la presencia del violonchelo que le da un toque de distinción y salva algunos pasajes de un tema quizá demasiado acaramelado.


“Elektra” - Uno de los momentos realmente grandes del disco, comienza con unas suaves notas de sintetizador acompañadas de lo que podría ser un bouzouki o su equivalente sintético. Entra entonces el motivo principal acompañado de palmas que no nos atreveríamos a calificar de flamencas pero que lo parecen. Tras un breve interludio aparece una especie de rumba mezclada con ritmos orientales para dejarnos ante el gran final en el que la cuerda pulsada y los sintetizadores se mezclan con unas percusiones exquisitas, con las voces y con los sonidos arábigos para poner el cierre.




“Culture” - El corte central del disco es una joya que combina todo lo mejor de la música de Spheeris. Comienza de forma lenta con toques de percusión que se mezclan con la flauta y la guitarra en un inicio ambiental que enseguida da paso a una especie de sirtaki en el que escuchamos la preciosa melodía central ejecutada con ese soniquete de flauta sintética tan utilizado por todo tipo de sintesistas en la época. Así llegamos a un interludio en el que el sitar, la tabla y las voces nos transportan aún más hacia oriente antes de retomar el tema principal. A partir de ahí entramos en un segmento de ritmo desenfrenado que es una verdadera locura solo interrumpida por la guitarra aflamencada de Spheeris que vuelve a rodearse de palmas. Una maravilla.


“Sapphire” - El siguiente tema es algo más convencional y cercano a las piezas puramente “new age” que tanta fortuna hicieron en una época muy determinada. La inspiración del músico, en su momento más alto en estos años, aporta una vez más una gran melodía pero quizá demasiado tópica en esta ocasión. No es complicado imaginar a cualquier cantante melódico de cualquier época interpretando esta canción con soltura con el añadido de cualquier texto romántico.


“Allura” - Precisamente ese romanticismo es una característica que no falta en la música de Spheeris y que se refleja en cortes como este. No es la faceta que más nos entusiasma del músico aunque se deslicen algunas influencias de grandes como Vangelis en momentos muy puntuales, el meloso saxo de Zac Johnson termina por desconectarnos de la escucha para pensar si faltará mucho para que el ascensor llegue a nuestro piso.


“Bombay” - Llegamos así a otro de los grandes momentos del disco. Tras una breve introducción que bien podría haber sonado en la banda sonora de Blade Runner, de Vangelis, comienza una fiesta de ritmo y una melodía espectacular interpretada de nuevo con ese sonido de sitar sintético que ya habíamos escuchado antes. A partir de ahí, secuencias electrónicas, la voz de Kim Murillo y un ritmo del que es difícil escapar. 




“One” - El cierre del disco es más tranquilo y en él se mezclan coros y ritmos africanos a base de marimbas y demás percusiones con voces que bien podrían proceder de los nativos americanos de Sedona, la localidad del estado de Arizona en la que Spheeris se establecío en su día. Una mezcla de culturas y sonidos muy acorde con lo que se hacía en la época y también con el concepto del disco.



En la primera mitad de los noventa, la época en la que más fuerte nos dio por lo que en aquel momento se dio en llamar “nuevas músicas”, Chris Spheeris fue uno de los artistas a los más escuchamos y repasando trabajos como este entendemos muy bien por qué. Cierto es que desde entonces nuestros gustos han evolucionado incorporando muchos otros músicos y géneros a nuestras audiciones pero eso no implica olvidar a gente como Spheeris y tantos otros de estilos similares. Volveremos con toda seguridad a su música más adelante pero por ahora disfrutad de este “Culture”: un disco destacado dentro de una forma de hacer las cosas que tuvo grandes momentos en su tiempo del que os dejamos el tema central como despedida.




domingo, 3 de enero de 2021

Sebastian Wesman - Gardener (2020)



Ha pasado ya un tiempo desde que anunciamos aquí la aparición del último disco de Sebastián Wesman y creemos que va siendo hora de dedicarle un espacio a un trabajo que, bajo nuestro punto de vista, supone una evolución más que interesante en la música del compositor de origen argentino. El cambio es fundamentalmente sonoro pero también, en cierta medida, estilístico, y es que pensamos que el peso que gana la aquí la electrónica con respecto a lanzamientos anteriores condiciona en buena medida el resultado final y, a nuestro juicio, lo hace para bien.


Aunque el violín ha sido parte fundamental de todos los discos de Wesman hasta ahora, siempre ha estado acompañado de otros instrumentos o de la voz. Ahora estrenamos formato con una grabación para cuarteto de cuerda y electrónica en la que el músico se encarga de todos los instrumentos. Son siete cortes que giran alrededor de la figura del jardinero. Un personaje paciente y entregado a un trabajo no siempre apreciado por los demás. Un creador humilde que vive para una actividad que pasa desapercibida en la mayoría de los casos. Una metáfora aplicable a tantas cosas hoy en día que sorprende por precisa.


“Terra” - El trabajo empieza con una especie de calentamiento de una orquesta entre el que se filtran frecuencias electrónicas punzantes en muchos momentos y fondos sonoros y loops que inmediatamente nos recuerdan a los fragmentos más oscuros de trabajos seminales como “Phaedra” de Tangerine Dream. Pulsaciones sintéticas van apareciendo y desapareciendo en una composición muy experimental pero fascinante de principio a fin.




“Gardener” - Continuamos con una composición estremecedora que parte de un cadencioso ritmo marcado por una serie de notas repetitivas sobre las que surgen pequeñas ráfagas sonoras electrónicas que se combinan unas con otra antes de desvanecerse. En medio de todo este tapiz se deja escuchar el violín que nos mece como si estuviéramos en un columpio en medio de un paisaje onírico e irreal.


“The Butterfly Hour” - Como amantes de la electrónica más clásica, tanto de la procedente de la Escuela de Berlín como de la surgida de la Costa Oeste norteamericana, esta composición nos parece fascinante. A medio camino entre el sonido de Conrad Schnitzler y los primeros experimentos de Suzanne Ciani o Morton Subotnik con el sintetizador Buchla, probablemente es nuestra pieza favorita de toda la obra.




“Artificial Paradise” - Profundizando en el sonido electrónico y su combinación con las cuerdas encontramos esta pieza en la que se incorporan sonidos naturales e incluso algún sample vocal que se asocian con el violín de Wesman a la perfección. Es aquí donde más reconocemos el estilo tan personal del músico en una simbiosis hombre-máquina emocionante.


“Teorías de la división” - Un clásico reloj de cuco nos recibe rodeado de efectos sonoros, voces procesadas y retazos melódicos de violín. Un aparente caos que reta a los escépticos que creen que no puede surgir belleza del desorden.


“Japanese Garden” - Hay dos partes muy diferentes en esta composición. Una primera muy meditativa en la que encontramos muchas cosas en común con el penúltimo disco de Laurie Anderson acompañada por el Kronos Quartet, “Landfall” y una segunda en la que se incide en las mismas melodías pero con mayor presencia de las cuerdas frente a la electrónica. Una pieza muy compleja a la que le sacamos cosas nuevas con cada escucha.




“Novosibirsk” - Para terminar el disco tenemos una composición que parte de un pulso electrónico continuo que se va bifurcando paulatinamente en varios más que evolucionan en paralelo hasta que aparecen las cuerdas en una especie de actualización de conceptos que Steve Reich utilizó para definir su estilo. Fascinante e hipnótico a partes iguales.


La evolución de Sebastian Wesman con “Gardener” es notable y todavía no se atisba hasta dónde puede llegar. El salto que ha dado en este nuevo trabajo con la mayor utilización de la electrónica le ha permitido ampliar su paleta sonora sin renunciar a su propia personalidad con el violín que aquí aparece perfectamente integrado con los sonidos sintéticos y con el resto de las cuerdas en la misma línea que otros artistas muy habituales en el blog como Max Richter, Johann Johannsson, Olafur Arnalds o Nils Frahm vienen desarrollando en los últimos años. Cada vez estamos más convencidos de que, como repite el protagonista de una popular serie de televisión, “este es el camino” o, al menos, uno de los caminos más interesantes por los que la música va a discurrir en los próximos tiempos.

"Gardener" es la tercera referencia del sello Fortín del que ya hemos hablado anteriormente y se puede escuchar y descargar en el enlace.