Una característica particular de muchos compositores minimalistas, que les acerca al mundo del rock o del jazz mucho más que a los músicos de otras corrientes contemporáneas es la creación de una banda más o menos estable con la que desarrollar un repertorio y ofrecer conciertos. Quizá sea la peculiaridad de sus propuestas, que hace difícil a otros intérpretes que no tengan una dedicación casi exclusiva a este tipo de músicas, la que creó la necesidad de formar un grupo a la manera de otros estilos más populares pero lo cierto es que nombres como Steve Reich, Michael Nyman, Wim Mertens o Philip Glass han dispuesto a lo largo de sus carreras de una banda muy reconocible para interpretar su música.
La Philip Glass Ensemble (¿o deberíamos decir él?) ha acompañado al músico casi desde el inicio de su trayectoria artística y ha sido fundamental para desarrollar muchas de sus obras, especialmente en su primera etapa más minimalista. Además, esa compenetración desarrollada con los años les permitió afrontar con éxito trabajos de precisión como ocurría con las giras en las que la música, ejecutada en directo, tenía que ir perfectamente sincronizada son las imágenes de películas como “Koyaanisqatsi”, “Powaqqatsi” o, en el caso más extremo, porque incluía a los cantantes que debían coincidir con los movimientos de la boca de los actores en pantalla, en las representaciones de “La Belle et la Bete” con el fondo de la película de Cocteau.
Durante una larga etapa tras el cambio de siglo, las actuaciones de la Philip Glass Ensemble se centraron en ese tipo de repertorio con soporte visual y por eso, como bien dice Michael Riesman en las notas del disco que comentamos hoy, la posibilidad de dar un concierto como el de Monterrey, sin la exigencia de adaptarse a las imágenes que se proyectaban a la vez era algo refrescante, una vuelta a los orígenes que resultó en una actuación memorable. En sus primeros años de vida, la Philip Glass Ensemble contó con un repertorio específico creado para su configuración instrumental que, básicamente, estaba conformada por teclados eléctricos, instrumentos de viento (preferentemente metales) y voces. Como para el concierto mexicano se incluyeron piezas escritas para orquesta, el propio Michael Riesman tuvo que adaptarlas al formato de la Ensemble, dando como resultado unas versiones nuevas y a la vez, sorprendentemente fieles. En el concierto, la formación estaba integrada por Lisa Bielawa (voces), Jon Gibson (saxo soprano y flauta), Richard Peck (saxos alto y tenor), Mick Rossi (teclados), Andrew Sterman (flautas y saxo soprano) además del propio Riesman y Philip Glass, ambos a los teclados.
La primera sección del concierto hizo un recorrido por la etapa minimalista del compositor comenzando por su “Dance 9” para seguir con los dos primeros segmentos de “Music in Twelve Parts” y culminar con “The Building”, de “Einstein on the Beach” en la que destaca especialmente la interpretación de Richard Peck al saxo tenor. A partir de ahí comienza un recorrido por los clásicos de los ochenta como la excepcional “Façades” del disco “Glassworks”, “The Grid”, de la banda sonora de “Koyaanisqatsi”, el segundo acto de “The Photographer” y “Mosque/Temple” del “score” de “Powaqqatsi”. La parte final se adentra en los terrenos más clasicistas con el tercer movimiento de la “Low Symphony”, que estrenó en su día el ciclo sinfónico de Glass que, a día de hoy, ha llegado ya a la decimocuarta entrega. Tras él llega “Funeral” de la ópera “Akhnaten” para cerrar, ya de vuelta a “Einstein on the Beach” y su “Spaceship”.
Si nuestra memoria no nos falla, la primera vez que asistimos a un concierto de la Philip Glass Ensemble fue poco antes del concierto que se recoge en esta retrospectiva y con un repertorio similar (en aquella ocasión sonaron también partes de su entonces inédita ópera “Monsters of Grace”). Aquella fue una experiencia memorable que nos demostró, además, que las partes más áridas del repertorio del músico norteamericano no lo eran tanto y que, tomadas en píldoras breves como aquí ocurre, un público generalista puede disfrutarlas tanto como el resto del repertorio “glassiano”. Es por ello que creemos que este “The Philip Glass Ensemble: A Retrospective”, cuyo título habíamos olvidado mencionar antes, es una puerta de entrada muy completa hacia la obra de Glass que facilita una imagen muy fiel de buena parte de su obra. Aunque el doble CD apareció en 2010, es importante señalar que el concierto tuvo lugar varios años antes, en 2004 y que antes de aparecer en formato físico estuvo disponible bajo otro título y solo en versión digital para descarga en iTunes.