Casi todas las composiciones de The Alan Parsons Project aparecían firmadas a dúo por el propio Alan Parsons y Eric Woolfson. Sin embargo no eran pocos los que pensaban que en la parte creativa el peso del segundo era mayor que el del primero y el tiempo pareció darles la razón después de la separación del dúo tras “Gaudí” y con la publicación del primer disco firmado por Alan en solitario. Allí, el ingeniero de sonido apenas firmaba la mitad de los temas (y solo dos como autor único). En el resto, habían pasado a componer otros miembros del equipo habitual del antiguo Alan Parsons Project que seguirían acompañando a Alan en su aventura como solista.
Vamos a saltar hoy hasta el tercer disco de Parsons, “The Time Machine”, en el que la tendencia anteriormente señalada llega al extremo ya que solamente una de las composiciones es obra de Alan recayendo esa labor en Ian Bairnson y, en menor medida, en Stuart Elliott. El trabajo, como todos los de Parsons (cuando aún era un “Project” y después, ya en solitario), gira alrededor de un concepto central que, en este caso, son los viajes en el tiempo. Al parecer, ese tema interesaba a Alan desde sus inicios y ya lo propuso en su momento como inspiración para un disco anterior pero Woolfson no terminó de estar convencido y la idea quedó aparcada para un momento mejor. Para la grabación del disco, Parsons echa mano de su equipo habitual con Ian Bairnson encargándose de guitarras, mandolinas, teclados, bajo y saxo, Stuart Elliott a la batería, percusión y teclados, Chris Rainbow a los coros y Andrew Powell dirigiendo la orquesta y encargándose de los arreglos. Junto a ellos, algunos músicos adicionales y el habitual carrusel de voces de los discos de Parsons.
“The Time Machine (part 1)” - Abre el disco un instrumental compuesto por Stuart Elliott en una onda muy diferente a lo que nos tenían acostumbrados los discos anteriores de Parsons. Es una veloz pieza dominada por ritmos electrónicos bailables con una sencilla melodía de guitarra por encima. Muy en la línea de los experimentos tecno a los que otros veteranos como Jean Michel Jarre o Mike Oldfield se entregaron por la misma época. Muy sorprendente aunque una vez repuestos del “shock” inicial, la cosa se deja oír.
“Temporalia” - El único tema del disco firmado por Parsons es una brevísima pieza que es prácticamente un texto a cargo de Frank Close con un suave fondo electrónico. Muy intrascendente. La narración está extraída de una serie documental dirigida por Storm Thorgerson, diseñador gráfico autor a través de su estudio Hipgnosis de varias de las portadas de discos más icónicas de la historia del rock, incluyendo las de los tres primeros discos de Parsons en solitario.
“Out of the Blue” - La primera canción como tal del disco cuenta con la voz de Tony Hadley, de Spandau Ballet, que hace un buen trabajo en una pieza cuya melodía pasaría por ser una variación de la que abre el disco. La guitarra de Bairnson, autor de la canción, es lo único que un seguidor de la obra de Parsons podría relacionar en una primera escucha con la producción habitual del artista.
“Call Up” - Esa misma guitarra tiene mucho más peso aquí, en una canción que plantea la posibilidad de recuperar a personalidades fallecidas de diferentes ámbitos. Desde Otis Redding hasta H.G. Wells (guiño, guiño) pasando por Beethoven, Lennon, Einstein, Jesucristo, Picasso, Groucho Marx o Shakespeare. El tema tiene su gracia por esto pero tampoco aporta gran cosa en lo musical. La voz es la de Neil Lockwood, el vocalista de la segunda encarnación de la ELO.
“Ignorance is Bliss” - Uno de los habituales cantantes del Alan Parsons Project, Colin Blunstone, es el encargado de interpretar esta bonita balada con Chris Rainbow a los coros. Quizá la canción del disco que mejor encajaría en los trabajos anteriores del proyecto, tanto en su primera parte, con el piano como acompañamiento principal, como en la segunda en la que la orquesta gana presencia.
“Rubber Universe” - Llega ahora una inyección de energía con otro tema instrumental propulsado por una potente sección rítmica. La aparición de la mandolina para esbozar el tema principal recuerda a otros instrumentales míticos del pasado como “Lucifer” pero, desgraciadamente, la cosa se queda muy muy lejos de aquella joya. Si prescindimos de este tipo de comparaciones, en cambio, podemos disfrutar de un tema correcto. Como dato, todos los instrumentos salvo la batería de Stuart Elliott están interpretados por Bairnson.
“The Call of the Wild” - Otro género que estaba muy de moda en la época en la que apareció el disco, además del tecno, era la música celta. Bairnson recurre a ella con un guiño en la introducción (y en la melodía central) al tema tradicional “And She Moves Through the Fair”. La voz, maravillosa como siempre en su caso, es la de la vocalista principal de Clannad, Moya Brennan, destacando también la gaitera Kathryn Tickell. Una de nuestras piezas favoritas del disco.
“No Future in the Past” - Tenemos ahora dos canciones seguidas escritas por Stuart Elliott. En la primera de ellas repite como vocalista Neil Lockwood y es un potente tema rock con cierto regusto a bandas como Boston. Impecable pero sin llegar a emocionarnos.
“Press Rewind” - El siguiente tema sigue las mismas pautas del anterior, ahora con Graham Dye a la voz. La producción es más sencilla (solo tenemos guitarra, bajo y batería) pero también más auténtica. Sin ser nuestro tipo de canción favorito, suena mucho menos impostada que otros momentos del disco.
“The Very Last Time” - Quizá la gran sorpresa del disco es la recuperación de una artista como Beverley Craven quien había triunfado a principio de la década para desaparecer después del panorama discográfico durante varios años. Aquí hace una gran interpretación de una balada intimista acompañada de un cuarteto de cuerda, el piano de Robyn Smith y los coros de Ian Bairnston. Un bonito azucarillo casi para despedir el disco.
“Far Ago and Long Away” - Ya era raro que el trabajo comenzara con dos instrumentales seguidos pero es que el final es también así. El último tramo lo abre esta misteriosa composición de corte ambiental de Bairnston en la que se junta un ritmo cadencioso, voces ancestrales y efectos electrónicos, quizá influenciados por proyectos muy populares en aquellos años como Beautiful World.
“The Time Machine (part 2)” - El cierre lo pone la segunda parte del tema inicial del disco. Una revisión corta que sirve para terminar en alto contrastando con los ambientes misteriosos de la pieza anterior.
Hay un cierto consenso entre los seguidores de la carrera de Parsons en señalar que sus discos en solitario son muy inferiores a los que grabó como The Alan Parsons Project. Aunque el nivel general de ambas etapas tomadas en conjunto parecería apoyar esa información, disco a disco no lo tenemos tan claro y, de hecho, nosotros pondríamos alguno de sus trabajos “post-project” por encima de discos como “Stereotomy” o “Vulture Culture” aunque seguramente no sería el caso de este “The Time Machine”. No es un mal disco porque cuando hablamos de gente del nivel de Alan Parsons, es difícil pensar en esos términos pero, con excepciones en forma de alguna canción puntual, no tiene muchos momentos especialmente memorables. Incluso en la producción y todo lo que tiene que ver con el diseño sonoro, pese a ser un disco impecable, le falta el brillo que distinguía a lanzamientos anteriores de Parsons.