jueves, 31 de agosto de 2023

Alan Parsons - The Time Machine (1999)



Casi todas las composiciones de The Alan Parsons Project aparecían firmadas a dúo por el propio Alan Parsons y Eric Woolfson. Sin embargo no eran pocos los que pensaban que en la parte creativa el peso del segundo era mayor que el del primero y el tiempo pareció darles la razón después de la separación del dúo tras “Gaudí” y con la publicación del primer disco firmado por Alan en solitario. Allí, el ingeniero de sonido apenas firmaba la mitad de los temas (y solo dos como autor único). En el resto, habían pasado a componer otros miembros del equipo habitual del antiguo Alan Parsons Project que seguirían acompañando a Alan en su aventura como solista.


Vamos a saltar hoy hasta el tercer disco de Parsons, “The Time Machine”, en el que la tendencia anteriormente señalada llega al extremo ya que solamente una de las composiciones es obra de Alan recayendo esa labor en Ian Bairnson y, en menor medida, en Stuart Elliott. El trabajo, como todos los de Parsons (cuando aún era un “Project” y después, ya en solitario), gira alrededor de un concepto central que, en este caso, son los viajes en el tiempo. Al parecer, ese tema interesaba a Alan desde sus inicios y ya lo propuso en su momento como inspiración para un disco anterior pero Woolfson no terminó de estar convencido y la idea quedó aparcada para un momento mejor. Para la grabación del disco, Parsons echa mano de su equipo habitual con Ian Bairnson encargándose de guitarras, mandolinas, teclados, bajo y saxo, Stuart Elliott a la batería, percusión y teclados, Chris Rainbow a los coros y Andrew Powell dirigiendo la orquesta y encargándose de los arreglos. Junto a ellos, algunos músicos adicionales y el habitual carrusel de voces de los discos de Parsons.


“The Time Machine (part 1)” - Abre el disco un instrumental compuesto por Stuart Elliott en una onda muy diferente a lo que nos tenían acostumbrados los discos anteriores de Parsons. Es una veloz pieza dominada por ritmos electrónicos bailables con una sencilla melodía de guitarra por encima. Muy en la línea de los experimentos tecno a los que otros veteranos como Jean Michel Jarre o Mike Oldfield se entregaron por la misma época. Muy sorprendente aunque una vez repuestos del “shock” inicial, la cosa se deja oír.




“Temporalia” - El único tema del disco firmado por Parsons es una brevísima pieza que es prácticamente un texto a cargo de Frank Close con un suave fondo electrónico. Muy intrascendente.  La narración está extraída de una serie documental dirigida por Storm Thorgerson, diseñador gráfico autor a través de su estudio Hipgnosis de varias de las portadas de discos más icónicas de la historia del rock, incluyendo las de los tres primeros discos de Parsons en solitario.


“Out of the Blue” - La primera canción como tal del disco cuenta con la voz de Tony Hadley, de Spandau Ballet, que hace un buen trabajo en una pieza cuya melodía pasaría por ser una variación de la que abre el disco. La guitarra de Bairnson, autor de la canción, es lo único que un seguidor de la obra de Parsons podría relacionar en una primera escucha con la producción habitual del artista.




“Call Up” - Esa misma guitarra tiene mucho más peso aquí, en una canción que plantea la posibilidad de recuperar a personalidades fallecidas de diferentes ámbitos. Desde Otis Redding hasta H.G. Wells (guiño, guiño) pasando por Beethoven, Lennon, Einstein, Jesucristo, Picasso, Groucho Marx o Shakespeare. El tema tiene su gracia por esto pero tampoco aporta gran cosa en lo musical. La voz es la de Neil Lockwood, el vocalista de la segunda encarnación de la ELO.


“Ignorance is Bliss” - Uno de los habituales cantantes del Alan Parsons Project, Colin Blunstone, es el encargado de interpretar esta bonita balada con Chris Rainbow a los coros. Quizá la canción del disco que mejor encajaría en los trabajos anteriores del proyecto, tanto en su primera parte, con el piano como acompañamiento principal, como en la segunda en la que la orquesta gana presencia.


“Rubber Universe” - Llega ahora una inyección de energía con otro tema instrumental propulsado por una potente sección rítmica. La aparición de la mandolina para esbozar el tema principal recuerda a otros instrumentales míticos del pasado como “Lucifer” pero, desgraciadamente, la cosa se queda muy muy lejos de aquella joya. Si prescindimos de este tipo de comparaciones, en cambio, podemos disfrutar de un tema correcto. Como dato, todos los instrumentos salvo la batería de Stuart Elliott están interpretados por Bairnson.


“The Call of the Wild” - Otro género que estaba muy de moda en la época en la que apareció el disco, además del tecno, era la música celta. Bairnson recurre a ella con un guiño en la introducción (y en la melodía central) al tema tradicional “And She Moves Through the Fair”. La voz, maravillosa como siempre en su caso, es la de la vocalista principal de Clannad, Moya Brennan, destacando también la gaitera Kathryn Tickell. Una de nuestras piezas favoritas del disco.




“No Future in the Past” - Tenemos ahora dos canciones seguidas escritas por Stuart Elliott. En la primera de ellas repite como vocalista Neil Lockwood y es un potente tema rock con cierto regusto a bandas como Boston. Impecable pero sin llegar a emocionarnos.


“Press Rewind” - El siguiente tema sigue las mismas pautas del anterior, ahora con Graham Dye a la voz. La producción es más sencilla (solo tenemos guitarra, bajo y batería) pero también más auténtica. Sin ser nuestro tipo de canción favorito, suena mucho menos impostada que otros momentos del disco.


“The Very Last Time” - Quizá la gran sorpresa del disco es la recuperación de una artista como Beverley Craven quien había triunfado a principio de la década para desaparecer después del panorama discográfico durante varios años. Aquí hace una gran interpretación de una balada intimista acompañada de un cuarteto de cuerda, el piano de Robyn Smith y los coros de Ian Bairnston. Un bonito azucarillo casi para despedir el disco.




“Far Ago and Long Away” - Ya era raro que el trabajo comenzara con dos instrumentales seguidos pero es que el final es también así. El último tramo lo abre esta misteriosa composición de corte ambiental de Bairnston en la que se junta un ritmo cadencioso, voces ancestrales y efectos electrónicos, quizá influenciados por proyectos muy populares en aquellos años como Beautiful World.


“The Time Machine (part 2)” - El cierre lo pone la segunda parte del tema inicial del disco. Una revisión corta que sirve para terminar en alto contrastando con los ambientes misteriosos de la pieza anterior.



Hay un cierto consenso entre los seguidores de la carrera de Parsons en señalar que sus discos en solitario son muy inferiores a los que grabó como The Alan Parsons Project. Aunque el nivel general de ambas etapas tomadas en conjunto parecería apoyar esa información, disco a disco no lo tenemos tan claro y, de hecho, nosotros pondríamos alguno de sus trabajos “post-project” por encima de discos como “Stereotomy” o “Vulture Culture” aunque seguramente no sería el caso de este “The Time Machine”. No es un mal disco porque cuando hablamos de gente del nivel de Alan Parsons, es difícil pensar en esos términos pero, con excepciones en forma de alguna canción puntual, no tiene muchos momentos especialmente memorables. Incluso en la producción y todo lo que tiene que ver con el diseño sonoro, pese a ser un disco impecable, le falta el brillo que distinguía a lanzamientos anteriores de Parsons.

miércoles, 23 de agosto de 2023

Alexandra Hamilton Ayres - Play Echoes (2022)



Uno de los grandes problemas que hay con los nuevos artistas es que lo tienen muy difícil para publicar en formato físico. Si además su estilo de música no es mayoritario esto se complica aún más y nos encontramos con compositoras como Alexandra Hamilton Ayres que tienen ya una “discografía” (llamémosla así para entendernos) de una cierta extensión pero que apenas cuentan con un par trabajos publicados en CD o LP. Hace ya una década que comenzó su carrera componiendo música para teatro, cine y publicidad como tantos otros y acumulando premios por ello pero solo esos trabajos solo están disponibles en el mejor de los casos en formato digital. Como curiosidad, además de su propia música, Alexandra ha publicado un buen número de revisiones de composiciones ajenas que, de hecho, son más fáciles de encontrar que sus propios trabajos.


Si nos centramos en el tipo de música que hace y en la instrumentación que utiliza (piano, sintetizadores y arreglos orquestales), enseguida tendríamos la tentación de relacionarla con artistas como Max Richter, Olafur Arnalds o Johann Johannsson y más aún tras saber que Alexandra pertenece al sello de Nils Frahm: Leiter. Sin embargo y pese a las aparentes similitudes instrumentales, la música es completamente diferente. Alexandra acompaña sus teclados con las cuerdas del HER Ensemble, reivindicativo grupo de cámara formado durante la pandemia del COVID19 con la idea de luchar contra la brecha de género en el mundo de la música académica que va desde los diferentes códigos de vestimenta entre intérpretes hombres y mujeres hasta el hecho de que menos del 8% de la música que se programa en el ámbito clásico está compuesta por mujeres. En los escasos cinco años de vida de la formación, han llevado a los escenarios multitud de obras de compositoras contemporáneas a la vez que dan nueva vida a piezas de autoras del pasado como Hildegard Von Bingen o Alma Mahler.


“Olympia” - La pieza que abre el disco combina toques electrónicos de la vieja escuela con voces infantiles para conseguir un efecto extraordinario. En cierto modo recuerda a algunos trabajos de Kaitlyn Aurelia Smith, compositora emparentada estilísticamente con ella y de la que habrá que hablar en algún momento. La atmósfera de la pieza es fantástica y ensoñadora consiguiendo así atraer nuestra atención desde el primer momento.


“London'92” - El corte más breve del disco cambia de estilo por completo. Aquí escuchamos una pieza de piano y cuerdas con un toque minimalista que nos trae a la cabeza obras similares de Jean Phillippe Goude, por poner un ejemplo conocido en el blog.


“Sept Douleurs” - Un tono más grave tiene la siguiente pieza de la colección, con melodías menos definidas y una mayor profundidad sonora. Destaca por encima de todo el violín de Ellie Consta que aporta un toque dramático notable al conjunto. En todo caso, la mezcla de piano, texturas electrónicas y cuerdas es magnífica.




“Channel” - Comienza el tema con una alegre secuencia electrónica a partir de la cual empieza un juego de cuerdas con protagonismo de los violines, de nuevo con esa mezcla entre un neo-minimalismo de cámara optimista y sonidos sintéticos nada invasivos que funcionan de maravilla.


“Understanding Now” - Entramos ahora en terrenos más íntimos en esta composición para piano y cuerdas en la que a veces se cuela alguna madera no acreditada por lo que supondremos que es de procedencia electrónica. Con un aire más cercano al sonido de sellos tipo Windham Hill, es una de las piezas más convencionales del trabajo.


“Stair Echoes” - Uno de los grandes momentos del disco, en nuestra opinión. Se trata de una composición para cuerdas llena de emoción y profundidad , conseguidas ambas con una melodía sencilla que se repite varias veces. Como referencia para el oyente podríamos relacionarla con la música de Johann Johannsson, especialmente en cuanto a la atmósfera conseguida.




“Watercolour” - Con esta pieza volvemos a las composiciones de corte “neo-minimalista” en la línea del citado Goude o de Rene Aubry con ese tono jovial que desprende la música de ambos y que aquí Alexandra sabe hacer suyo. Otro de nuestros temas favoritos del trabajo.


“Stone Stairs” - Manteniendo el extraordinario nivel de este tramo central escuchamos esta preciosa variación de la anterior “Stair Echoes” en la que se toma el motivo principal de aquel tema para enriquecerlo con un gran arreglo de piano que, además, rebaja el toque dramático de la pieza original para convertirla en algo completamente diferente.


“Doubts” - Continúa el viaje entrando ahora en una pieza principalmente de piano con un giro reflexivo que podría parecer un pariente muy lejano de las “Metamorphosis” de Philip Glass con unas gotitas de Roger Eno. Una pausa necesaria antes de entrar en el tramo final del disco.


“Grenadine” - Tras un rato alejados de ellas, regresan las secuencias electrónicas en esta extensa composición en la que los sintetizadores primero y el piano después comparten protagonismo. Quizá el tema más cercano a la música de Nils Frahm de todo el disco y otro de nuestros favoritos. Es sorprendente cómo, a partir de una secuencia no especialmente compleja y con apenas variaciones, Alexandra consigue hacer evolucionar la pieza con unas pocas notas de piano. Un espectáculo que podría durar muchos minutos más sin aburrirnos (y ya es el corte más largo del disco).




“Unbound” - Siguen los ambientes electrónicos, esta vez más en la línea de “Olympia”, el tema que abría el disco aunque sin las voces infantiles. Después de lo escuchado en los temas anteriores sabe a poco pero no por ello es un mal tema.


“Play Echoes” - Cierra el trabajo el corte que le da título y que suena como una deconstrucción de “London'92” del que conserva las cuerdas de fondo (ligeramente ralentizadas) prescindiendo del piano y cambiando por completo el espíritu de de la pieza que pasa de un tema lleno de alegría a otro reflexivo con aire de despedida.



No son muchas las ocasiones en las que nos encontramos un disco como este que nos descoloca desde la primera escucha hasta el punto de convertirse de forma inmediata en uno de nuestros favoritos de los últimos años. Su combinación de electrónica de la vieja escuela tratada de forma muy sutil con elementos neoclásicos y minimalistas nos encanta porque tiene un toque diferente del más ambiental de otros artistas como los mencionados al inicio de la entrada. Comparte características con ellos pero siempre aportando una mirada muy personal que hace que inmediatamente activemos el radar para estar al tanto de todo lo que Alexandra vaya produciendo a partir de ahora. 

viernes, 11 de agosto de 2023

Alboka - Lorius (2001)



Queremos volver la vista atrás hoy hasta el año 2001, en pleno apogeo de las llamadas “nuevas músicas” en nuestro país para regresar al que, en nuestra opinión, es uno de los mejores discos del género producidos en España. Se trata del tercer trabajo de Alboka, trío vasco que combinó como nadie en este CD lo mejor del folclore de Euskadi con influencias irlandesas (esto tiene truco como veremos más adelante) pero también centroeuropeas y de músicas contemporáneas.


El nucleo de Alboka son el acordeonista Joxan Goikoetxea y el “albokari” irlandés, Alan Griffin. La banda ha tenido muchos otros integrantes y en el momento de la grabación de “Lorius”, que es el disco del que hablamos aquí hoy, el tercer miembro del grupo era el violinista Juan Arriola. Goikoetxea tenía una extensa trayectoria como intérprete y como compositor con varios discos publicados en solitario y, especialmente, en compañía de Juan Mari Beltrán. Su repertorio incluía folclore vasco pero también música académica (no en vano una de sus primeras grabaciones fue nada menos que su versión de “Libertango” de Astor Piazzolla). En la época con Juan Mari Beltrán comienza a colaborar con Suso Sáiz, el productor con mayúsculas de las nuevas músicas en España, quien también participará en este “Lorius”. Entramos ahora en el largo apartado de colaboraciones del disco que incluyen una verdadera constelación de estrellas del género en aquellos años. Aparte del acordeón de Joxean, Griffin toca la alboka, las flautas, el clarinete y diversos instrumentos de viento más. Juan Arriola, como dijimos antes, toca el violín y a ellos se suman Fiachra Mac Gabhann (bouzouki, guitarra y mandola), Peter Maund (percusiones), J.A. Martín Zarco (guitarra, mandolina y bouzouki), Tino di Geraldo (percusiones) o el citado Juan Mari Beltrán, quien aparece en un par de temas, entre otros. En el apartado de voces invitadas destacan la cantante húngara Marta Sebestyen y el folclorista Eliseo Parra.


Comienza el disco con “Txinparta”. La mayor parte de la música del disco es tradicional pero hay varias piezas compuestas por los miembros del grupo. Es el caso de esta pieza de Juan Arriola, de gran sabor irlandés, probablemente debido a la instrumentación que mezcla violines y acordeón con una sección rítmica formada por bouzouki y percusiones como la darbuka. Si bien, ninguno de los dos instrumentos es de origen celta, ambos han sido ampliamente utilizados por músicos de esa tradición en las últimas décadas. “Ezpata-Dantzak” es una sucesión de danzas tradicionales en las que a la instrumentación del tema anterior se suma la alboka y también la txalaparta. Ritmos vivos y virtuosismo instrumental para regalarnos un gran momento. La siguiente canción, “Oihaneko Zuhainetan”, es una joya en la que escuchamos la extraordinaria voz de Marta Sebestyen cantando en euskera (como hace en todas sus intervenciones en el disco). Los arreglos, son principalmente electrónicos y de corte ambiental para interferir lo menos posible en la interpretación de la cantante magiar. Precioso el solo final de Juan Mari Beltrán a la txanbela, especie de dulzaina típica del folclore vasco. Continuando con la presentación de instrumentos típicos de euskadi, encontramos en “Lakarra” la txirula, especie flauta de tres agujeros de registro muy agudo. Interpreta Christophe Juste con acompañamiento de acordeón y percusiones principalmente, una danza tradicional del Pirineo Navarro. Llegamos así a “Toberak”, canción de bodas tradicional de Gipuzkoa interpretada a dos voces por Eliseo Parra también en euskera en un comienzo estremecedor. Cuando aparece el acompañamiento instrumental lo hace replicando la melodía vocal con gran acierto. Una preciosa canción que está entre nuestras favoritas del disco.



Tras ella, “Hiru Piztiak”, la primera composición de Alan Griffin que es también uno de los grandes momentos del trabajo. Se juntan tres piezas diferentes cantadas por Xabi San Sebastián con un ritmo arrollador marcado principalmente por el acordeón y la percusión y con un magnífico acompañamiento de flauta. La parte final a dúo entre el acordeón y la guimbarda es una maravilla.




Con “Luma Txurikoa Naiz” escuchamos un precioso dúo entre Marta y Xabi con ayuda del resto a los coros que mantiene el altísimo nivel de este segmento del disco en el que una gran canción sucede a otra. Imposible no enamorarse del folclore vasco al escuchar cosas como esta. “Hi, Zelta!” es una composición de Alan Griffin y Joxan Goikoetxea sobre la que bromean en las notas del disco comentando que era una danza normal hasta que entra el toque heavy metal del acordeón de Joxan. Lo cierto es que no andan desencaminados porque el efecto conseguido con el instrumento es brutal. En todo caso, el trabajo de Alan a la Alboka y de Juan Arriola al violín es igualmente excepcional. Regresamos a esa combinación mágica entre ambientes electrónicos y la voz de Marta Sebestyen, esta vez con el emocionante fondo que marca un latido de corazón.



Tras “Ez Da Munduan” viene “Lau Mazurka”, nueva pieza de Alan Griffin que, en realidad son cuatro mazurcas originales del músico. Alan es el protagonista principal de todas ellas alternando flauta travesera, whistle irlandés, alboka y clarinete con acompañamiento de acordeón (principalmente) y violín (más en segundo plano). Entramos ahora en un tramo lleno de piezas tradicionales que comienza con “Urnietako Doinua”, danza tradicional que aquí escuchamos en una lenta versión de clarinete, mandolina y acordeón muy particular que los propios intérpretes califican de “versión libre”. Sigue “Santulari” combinando dos canciones tradicionales interpretadas a modo de set por Xabi y Eliseo Parra envueltos en un ritmo saltarín muy alegre. Toca contener la respiración escuchando “Plañitzen Niz”, interpretación a capela de Marta Sebestyen de un lamento tradicional por el amor no correspondido. El registro fue grabado en vivo, sin trampa ni cartón, en el festival zaragozano “Strictly Mundial” de 2000. Cierra el segmento “Uztarrozko Soka Dantza”, auténtica delicadeza de origen navarro que suena aquí en una magnífica versión y en la que las influencias de la música medieval europea son evidentes.




Ya en la parte final del disco escuchamos “Jauntxoa”, última composición propia de Alan Griffin en el CD que tiene como curiosidad ser una pieza de clara inspiración vasca (“un fandango al estilo del Valle de Arratia” se indica en las notas) pero interpretada por dos músicos británicos: el propio Alan y Peter Maund a la percusión. Continuamos con “Trapatan” nueva danza tradicional que, por algún motivo, siempre nos viene a la cabeza cuando escuchamos la célebre intro de la serie “Juego de Tronos”. En la primera parte disfrutamos de nuevo de la voz de Marta Sebestyen (que repite más adelante) antes de dar el relevo a Eliseo Parra, ambos cantando sin letra. Cierra el disco una especie de homenaje a los gitanos vascos con una suite en tres partes dedicada a los Etxeberría, el apellido más abundante entre los miembros de esa etnia en Euskadi. Se juntan una introducción de aire inequívocamente flamenco en la que destaca la guitarra de David Escudero. Continúa con un fandango con la extraordinaria percusión de Tino di Geraldo y se cierra con un “arín-arín” también aflamencado en el que es Joxan con su acordeón el protagonista con la estimable colaboración de las flautas de Alan Griffin. ¿Se cierra? No debemos precipitarnos a retirar el disco del reproductor porque tras unos segundos de silencio, el grupo nos obsequia con una última intervención de Marta cantando a capela.


“Lorius” significa “feliz”, “dichoso” y aparece en un momento de la letra de “Oihaneko Zuhainetan”. Es una expresión que refleja perfectamente el sentimiento que nos provoca este disco cada vez que lo escuchamos. Ya comentamos al comienzo que se trata, en nuestra opinión, de uno de los grandes trabajos grabados en España dentro de las músicas tradicionales con un enfoque moderno. Si aún no lo habéis escuchado , aún no es tarde.