miércoles, 31 de enero de 2024

Pat Metheny - Dream Box (2023)



Hace ya unos cuantos años, Charlie Haden le dio un consejo a Pat Metheny. Le recomendó que dejase de componer sobre partitura y que, en cambio, llevase siempre consigo una grabadora para guardar todas las ideas que se le fueran ocurriendo sobre la marcha como forma de aprovechar mejor los momentos de inspiración que no siempre llegan cuando uno lo tiene todo preparado. Metheny le hizo caso y desde entonces va grabando con cierta regularidad aquellas ideas que se le van ocurriendo.


El problema, como cuenta el propio guitarrista, es que la mayor parte del tiempo se encuentra en “modo output” y casi nunca en “modo input”. Traduciendo un poco lo que quiere decir, Metheny es un creador que casi nunca se para a escuchar (o a re-escuchar) su propio trabajo porque está siempre creando cosas nuevas. El resultado de ello es que de repente se puede encontrar en su ordenador portátil una carpeta con decenas de composiciones grabadas tiempo atrás que no ha vuelto a oír nunca desde el día en que se registraron. En condiciones normales ni siquiera las prestaría atención pero hay veces, especialmente durante las giras, en las que el músico pasa una gran cantidad de horas muertas entre hoteles, desplazamientos, etc. Esto ocurrió en 2022 a lo largo de una serie de conciertos particularmente larga durante la cual Metheny encontró una de esas carpetas con música que, en su mayor parte, ni siquiera recordaba haber grabado. Fue así, sin pretenderlo siquiera, como decidió grabar un nuevo disco recogiendo parte de aquellas piezas y grabándolas de nuevo en una sola toma.


En total, rescató nueve composiciones de las que seis son suyas y las otras tres, versiones de algunos de sus músicos favoritos. Todo el disco está grabado por el propio Metheny con una guitarra eléctrica convencional y una guitarra barítono para abarcar un mayor rango sonoro. El disco lleva el título de “Dream Box” y apareció hace unos pocos meses en el sello Modern Recordings, creado por BMG en 2019 para reunir artistas de música neoclásica, electrónica y jazz. Esta es ya la tercera entrega del músico para ellos tras dejar Nonesuch.


El tono del disco es melancólico y relajado como se desprende ya de las primeras notas de “The Waves Are Not the Ocean”, un tema muy lento, lleno de espacios y que nos recuerda bastante al Metheny de sus inicios en ECM con discos como “New Chautauqua” (1979). “From the Mountains” cambia un poco hacia terrenos más melódicos con la aparición de un tema reconocible con reminiscencias de la música sudamericana que siempre ha inspirado especialmente al guitarrista. Una delicia que da paso a “Ole & Gard” en la que recuperamos la versión más familiar del músico con fraseados y melodías en la línea de discos clásicos como “Letter from Home” (1989).




Cierra este set inicial “Trust Your Angels” con la que volvemos al espíritu de “From the Mountains”, con una balada serena y reflexiva. Sorprende mucho el nivel de inspiración y complejidad de estas composiciones teniendo en cuenta que proceden de borradores improvisados en momentos de entretiempo durante viajes y conciertos. Llegamos ahora a la primera pieza ajena del disco en la que Metheny adapta “Never Was Love”, la que quizá sea la composición más conocida del pianista Russ Long, artista no demasiado popular que hizo carrera en los clubes de jazz y en los hoteles de Kansas.




Seguimos con “I Fall in Love Too Easily”, estándar del dúo formado por Jule Styne y Sammy Cahn, compositores de musicales en cuyo haber hay canciones muy populares como el villancico “Let it Snow, Let it Snow, Let it Snow” o “Diamonds Are a Girl's Best Friends (esta última de Styne con otro letrista). “P.C. of Belgium” es el Metheny habitual cuando toca sin acompañamiento, interpretada, además, con una delicadeza extrema y nos deja con la última versión: “Morning of the Carnival”. Es una conocida pieza del matrimonio brasileño formado por Luiz Bonfa y María Helena Toledo, estrellas del jazz y la bossa nova en los años sesenta. La versión de Pat es extraordinaria respetando toda la esencia del original y llevandolo a su terreno en momentos determinados. Cierra el disco, por fin, “Clouds Can't Change the Sky” que no rompe con el tono general del trabajo: motivos melancólicos, desarrollos lentos espaciosos y un gran recogimiento.




En los últimos tiempos, Metheny ha tratado de reservar un hueco para trabajos como este, en los que tenemos al músico con su guitarra, tocando en vivo y sin retoques. Mucho más íntimos y directos que su producción más habitual que llegó a alcanzar momentos de un barroquismo máximo en varios discos. Por estilo e instrumentación, “Dream Box” continuaría la estela de “One Quiet Night” (2003), interpretado íntegramente con la guitarra barítono, y “What's it All About” (2011) en  el que sumaba otras guitarras a esta en determinados momentos. Si os gusta esta versión de Metheny, este disco no os puede decepcionar. No lo podemos contar entre sus obras más innovadoras pero sigue siendo un gran disco que no podemos dejar de recomendar.

martes, 23 de enero de 2024

Canarios - Ciclos (1974)



En alguna ocasión anterior hablamos del rechazo que nos producen las adaptaciones de obras clásicas a formatos como el rock o el jazz pero hay excepciones. En parte por lo que hemos comentado y también por una cierta animadversión (ajena a la música) que nos generaba el autor del disco del que hablaremos hoy, nos costó mucho entrar de lleno en este trabajo. En todo caso, y al margen de la simpatía o antipatía que sintamos por él, tenemos que reconocer que Teddy Bautista es una de las figuras más importantes del la música española en la segunda mitad del siglo pasado.


Su carrera da para un guion de una buena serie de cualquier plataforma y es que, además de músico,  fue productor, actor y varias cosas más. En el aspecto musical, Bautista destacó siempre por un gusto alejado de las tendencias de la época en España interesándose por el soul y las corrientes rockeras que llegaban de los Estados Unidos. A ello contribuyeron varias circunstancias, desde el ambiente musical de su familia (su madre era pianista) hasta una posición económica desahogada que iba a permitir a sus primeros grupos tocar en Europa e incluso dar el salto a Norteamérica. Ya con la formación de Los Canarios asentada, la banda tendría sus primeros éxitos y aparecería en la banda sonora de la película “Peppermint Frappe”, uno de los filmes españoles que más reconocimiento tuvo en aquellos años fuera de nuestras fronteras. Poco después llegaría su canción más popular, “Get on Your Knees” pero la trayectoria discográfica de Los Canarios no aprovecharía ese gran éxito que, de hecho, solo apareció como single y no formó parte de ningún disco “grande”. El primer LP de la banda se publicó exclusivamente en los Estados Unidos y el hecho de que cantasen en inglés no ayudaría demasiado a que los siguientes discos del grupo tuvieran una repercusión a la altura de su categoría en una España en la que lo que sonaba en las radios era muy diferente a la propuesta de la banda de Teddy.


El Servicio Militar interrumpió las andanzas musicales de Bautista quien, al terminar, empezó a trabajar en solitario con todo tipo de artistas, muchas veces sin acreditar. Se interesó por las nuevas tecnologías y empezó a adquirir instrumentos como el Mellotron y algunos de los primeros sintetizadores que llegaron a España. Teddy era un artista con mucha personalidad y no debía ser fácil trabajar con él y, como ocurre en casos similares, era el alma y el motor creativo de Los Canarios y también la persona que tomaba las decisiones importantes. Publicaron el LP conceptual “Libérate”, varios singles y un disco en directo tras el cual, Bautista decide poner punto final a la banda y empieza a trabajar en una obra monumental centrada, nada menos, que en las Cuatro Estaciones de Vivaldi.


La idea era complicada ya que implicaba una mezcla de instrumentos, géneros y estilos realmente compleja. Aunque era un proyecto personal de Teddy, por sugerencia de la discográfica y obedeciendo a intereses comerciales, el disco iría firmado por Canarios pese a que de los miembros originales solo intervienen en él el propio Bautista y el batería Alain Richard. Junto a ellos participan también un extenso elenco de instrumentistas y cantantes que acompañan a los teclados de Teddy y a las percusiones de Alain. Entre ellos, Christian Mellier (Theremin y teclados), Antonio García de Diego (guitarras) o Mathias Sanveillan (teclados). En el apartado más exótico, se contó con la voz de Rudmini Sukmawati, hija del presidente de Indonesia, Sukarno, que había desarrollado una interesante carrera en Europa como cantante de ópera. “Ciclos” se divide en cuatro largas suites centradas cada una de ellas en una de las etapas de la vida (nacimiento, infancia, etapa adulta y muerte) con lo que prescinde de las estaciones del año de la obra original. Cada parte está subdividida a su vez en segmentos más pequeños con títulos propios.


“Primera Transmigración (Paraíso Remoto)” - El primer acto comienza con un largo tramo ambiental a base de sintetizadores, mellotrón y percusiones, muy en la línea de algunas de las cosas que hacía Vangelis en aquellos años. Esa atmósfera es cortada de raíz por la primera intervención a capella de la vocalista, momento en el que escuchamos el llanto de un recién nacido y comienza el viaje. El bajo esboza una línea repetitiva acompañado de las percusiones y se comienzan a dibujar los primeros retazos del homenaje a Vivaldi con variaciones muy esquemáticas sobre “La Primavera” que enseguida pasan a ser mucho más obvias con la entrada de la guitarra eléctrica. La batería se combina con el mellotrón, omnipresente, y el moog en una recreación espectacular en clave de rock progresivo del clásico barroco. El siguiente movimiento, lento, es una joya en la que destaca la parte vocal por encima de todo. De ahí pasamos a un final, siempre con las melodías de Vivaldi presentes, pero con una interpretación y un sonido sin nada que envidiar a bandas como Yes o Emerson, Lake and Palmer. Todo termina con un solo de moog realmente espectacular y épico.


“Segunda Transmigración (Abismo Próximo)” - La segunda suite, centrada en “El Verano”, tiene un inicio solemne con la abrumadora presencia de los coros y la voz solista, creemos, del propio Teddy Bautista. Sintetizadores por doquier abundan en el siguiente tramo haciéndonos pensar en la gran Wendy Carlos y sus rendiciones bachianas pero con el añadido vitaminado de la batería. Volvemos a las polifonías corales y los recitados de Sukmawati antes de entrar un largo segmento rockero que, quizá por la presencia del mellotrón acompañando al cantante, nos recuerda mucho a King Crimson. Aparece entonces la batería ejecutando un ritmo de marcha a partir del cual escuchamos un profundo bajo electrónico que nos prepara para lo que se avecina que es, quizá, el fragmento más popular del concierto vivaldiano con esa espectacular tormenta a la que Bautista y compañía honran con una versión poderosísima. El cierre es sorprendente con una serenata que bien podrían firmar los Sabandeños, con el que Teddy rinde homenaje a su Canarias natal.


“Tercera Transmigración (Ciudad Futura)” - El “Otoño” comienza como una auténtica suite de rock progresivo en la que incluso nos parece encontrar alguna referencia al “Starship Trooper” de Yes, algo nada raro porque el sonido de todo este tramo tiene mucho que ver con el del la banda afirmativa. Lo mejor de todo es que Vivaldi sigue ahí, es decir, que todo el trabajo y los arreglos realizados no enmascaran en modo alguno la música original y las aportaciones originales de la banda encajan perfectamente para crear una obra con personalidad propia. Cuando aparecen los coros, encontramos un giro hacia otros estilos como los de los franceses Magma. Una voz modificada electrónicamente da paso a un coro, ahora mucho más inquietante, como sacado de una ceremonia oscura o del tremendo “666” de Aphrodite's Child que nos lleva siguiente tramo, introducido por un canto gregoriano. Tras él, llegamos a una serie de atmósferas a base de combinaciones de guitarras realmente seductoras que poco a poco van introduciendo otra de las melodías más populares de la obra de Vivaldi que termina de forma abrupta en un blues con todas las de la ley. El cierre lo pone un breve villancico interpretado con unas armonía vocales preciosas.


“Cuarta Transmigración (El Eslabón Recobrado)” - La última suite está llena de misterio, con una introducción jazzística de piano que va evolucionando poco a poco hacia un diálogo con el bajo, la batería y el mellotrón. De nuevo la sombra de King Crimson es alargada y esto lo decimos como un gran halago y no como una crítica. Vuelve Vivaldi de la mano del coro, alternándose con ráfagas rockeras hasta llegar a un tramo propulsado por la batería y el bajo en un dúo imbatible para retomar la melodía original. Aparecen entonces las campanillas para marcar el cambio de sección y entrar en una de las más inspiradas recreaciones de las melodías del compositor italiano con coro y solista. Lo que viene después es una de las partes más experimentales y vanguardistas de todo el trabajo. Con juegos de percusiones y electrónica cercanos a los de los primeros trabajos de Vangelis y una evolución que lo acerca a la electroacústica más avanzada, manteniendo el toque rock que explota en su plenitud algo más adelante, intervención de Sukmawati incluida para terminar de nuevo con la voz distorsionada electrónicamente del narrador.


Quizá por haberse dedicado durante mucho tiempo al tema de la gestión de los derechos de autor, la carrera de Teddy Bautista no nos ha dado demasiada música en las últimas décadas aunque parece ser que a sus 80 años está trabajando en “Ciclos 4.0 (El periplo de las heroínas)”, trabajo que parece estar relacionado con el que hemos comentado hoy y que es un imprescindible del rock español del pasado siglo. Tras publicar “Ciclos”, y entre otros muchos, Teddy produjo a Imán, Califato Independiente, a Triana, Aute o Camilo Sesto, tocó en discos de Miguel Ríos y de Leño e interpretó a Judas Iscariote en la versión española de “Jesucristo Superstar”. Más tarde produjo a algunos de los grupos más importantes de la “movida madrileña” antes de centrarse en su etapa en la SGAE abandonando prácticamente del todo la creación musical (hay alguna excepción como su interesante disco “La Memoria del Agua” del que seguramente hablemos el el futuro). “Ciclos” es un disco excesivo, grandilocuente y pretencioso como muchos de los mejores trabajos del rock progresivo/sinfónico y, desde luego, merece la pena conocerlo, especialmente por ser una “rara avis” en el panorama musical español que no produjo demasiados trabajos de estas características. Desgraciadamente, el disco no está disponible en plataformas de streaming "oficialmente" (en youtube se puede encontrar en todo caso). Os dejamos con esta versión en vivo de un fragmento de la obra interpretado en su día para RTVE.




viernes, 12 de enero de 2024

Wim Mertens - Voice of the Living (2023)



Los seguidores de Wim Mertens saben bien que, a pesar de su incesante producción de material nuevo, el artista belga no tiene mucha prisa en publicarlo en forma de disco. Él mismo comentaba en alguna entrevista en los noventa que solía haber un desfase importante de alrededor de cinco años entre la composición de una nueva obra y su lanzamiento en CD, incidiendo en lo extraño que le resultaba la mayoría de las veces el hablar de obras que para él quedaban ya muy atrás, especialmente cuando durante ese intervalo, él había seguido escribiendo y tocando en directo nuevas piezas.


El disco del que vamos a hablar hoy cumple ese requisito con creces ya que se trata de una grabación de 2023 de una obra estrenada en 2014. “Voice of the Living” nace como un encargo del gobierno belga para conmemorar el centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial. Para la ocasión, se celebraría un concierto en la Catedral de San Martín en la localidad de Ypres, localidad que dio nombre a uno de los primeros combates de la conocida como Batalla de Flandes en la que fallecieron alrededor de 200.000 soldados de ambos bandos. Unos meses antes del estreno de la obra comenzó a emitirse en la cadena HBO la serie “Leftovers”. El argumento de la misma era aterrador: el 2% de la población mundial desaparecía de repente sin dejar rastro. La serie, y a eso hace referencia el título, se centraba en las vidas de los que siguieron aquí. No sabemos si por influencia de la ficción televisiva pero lo cierto es que el punto de vista que Mertens quiso adoptar para su obra no era el de la víctimas sino el de los supervivientes y de ahí el título: “la voz de los vivos”. El trabajo lleva el subtítulo de “War Requiem” en referencia a la obra del mismo nombre de Benjamin Britten que fue compuesta con ocasión de la consagración de la nueva Catedral de Coventry, construida junto a los restos de la antigua catedral gótica de la ciudad, semi-destruída en la Segunda Guerra Mundial.


En todo caso, la obra de Mertens no adapta el texto latino de la misa de réquiem sino que es una disco de canciones interpretadas por el músico en su particular estilo con algún tema instrumental. En las entrevistas ofrecidas por el artista, habla de la relación de todos los temas del disco con alguno de los cuatro elementos clásicos (tierra, aire, agua y fuego) y su particular equivalencia con el campo de batalla (trincheras, lluvia, aviación y explosiones). Para la grabación, el músico reúne una versión amplia de su “Ensemble” dividida en distintos grupos: cinco instrumentistas de viento-madera entre los que destaca el clarinete de Dirk Descheemaeker, cuatro “metales” con los habituales Ward Hoornaert a la trompeta o Geert de Vos al trombón, un cuarteto de cuerda y un último grupo menos ortodoxo formado por arpa, guitarras, percusión y piano, del que se encarga el propio Mertens como ha hecho desde el inicio de su carrera.


“Too Good, Too Loose” - El disco comienza con una preciosa pieza de piano en la que las cuerdas y el clarinete tienen un papel muy importante. Más centrada en la melodía que en los ritmos, es una de las melodías más inspiradas del compositor belga en los últimos años, con un lirismo que recuerda a sus mejores épocas.




“Glossary Raisonné” - A diferencia del corte inicial, la mayoría de los temas del disco tienen una duración más bien larga, entre los cinco y los diez minutos. Eso ocurre en esta canción (la llamamos así porque la voz de Mertens es protagonista) llena de luz y vitalidad. Con reminiscencias de discos imprescindibles como “Shot and Echo” nos muestra una versión del músico muy próxima a la que nos ofrecía en los años noventa. Desde el punto de vista del sonido, la sorpresa viene por el uso de la guitarra eléctrica en un par de momentos de la segunda parte como medio para construir un fondo con más tensión de la habitual.


“Escape and Recapture” - Un sencillo tema de piano abre el siguiente tema entrando enseguida en animado diálogo con las cuerdas y la propia voz del músico. Una maravilla heredera directa de aquella obra maestra que fue “Integer Valor”. Las cuerdas aportan un ritmo lleno de energía para que la trompeta reclame su cuota de protagonismo en lo melódico. El tramo central, con el piano, los vientos y la percusión trabajando casi al unísono es de una intensidad tremenda y desemboca en una recapitulación del motivo inicial magníficamente construida.




“Angles and Dangles” - Continuando con el altísimo nivel del disco, tenemos esta nueva pieza en la que destaca la melodía repetitiva que aparece tras la introducción, sostenida por el piano y las maderas. Con todos los ingredientes de las piezas más hipnóticas de los mejores años de Mertens, incluyendo su particular forma de cantar. A estas alturas, el disco ya apunta a ser uno de los mejores de su autor en muchos años.


“Pondichéry” - Tras una extraña introducción, en la línea de sus trabajos más experimentales como podría ser “Alle Dinghe”, entramos en un tema lento con mucho peso de las cuerdas que sostienen toda la estructura mientras el piano garabatea esbozos de melodía aquí y allá. Todo al servicio de la voz de Mertens que canta uno de los temas más melancólicos del trabajo. El final, con la entrada de la percusión, es una larga coda que queda suspendida en una prolongada nota de las cuerdas.


“On the Zephyrous Peak” - El siguiente tema tiene una estructura compleja en la que las melodías tardan en aparecer y, cuando lo hacen, no son tan cristalinas como las de la primera parte del disco. Sin embargo, es el típico tema que gana mucho con cada escucha, precisamente porque no todo se hace evidente desde el principio y los detalles van descubriéndose poco a poco.




“The Mores of the Time” - Mucho más directa es esta composición centrada en una base muy repetitiva en la que vuelve a aparecer, muy en segundo plano, la guitarra eléctrica. Con más énfasis en el ritmo que en la melodía, tiene más puntos en común con los trabajos del artista en la última década que con los anteriores. En todo caso, funciona muy bien y no desentona para nada dentro del conjunto, especialmente con el final marcial a cargo de la percusión.


“Overlapping Neighbourhoods” - En contraste con el mismo, llega esta delicada pieza que nos ofrecen el arpa, las cuerdas y el piano que dibuja una preciosa melodía con notas que se repiten dos a dos. Es el Mertens más emotivo y con un punto de inocencia (ese metrónomo o los silbidos del final) propio de trabajos como “Receptacle” o “Series of Ands” que nos gusta más en raciones pequeñas como aparece presentado aquí. 


“Continuous Pushforwards” - Llegamos así al corte más largo del disco introducido por un alegre piano que juguetea con un violín “vivaldiano”. A la fiesta se van sumando el resto de instrumentos para desembocar rápidamente en una de las piezas más divertidas y vitalistas de todo el disco. Un auténtico disfrute en el que cada melodía sucede a la anterior mejorándola continuamente. Otro de los grandes momentos del disco y del Mertens reciente.


“Nota Notae” - Concluye la obra con otra maravilla que podría pasar por una adaptación para grupo y voz de cualquiera de los temas de piano de un disco como “Der Heisse Brei”, otro de los grandes discos de Mertens. Con el equilibrio justo entre la melancolía y la esperanza, este tema nos regala una melodía extraordinaria de esas que el pianista nos regala con sorprendente facilidad año tras año. Un broche de oro para uno de sus mejores discos, y sabemos que nos estamos poniendo muy reiterativos con esto, en mucho tiempo.




Como se desprende de los comentarios a cada tema, la música contenida en “Voice of the Living” no tiene las características que uno esperaría en un réquiem o en una obra escrita para conmemorar una batalla pero esa es parte del enfoque que Mertens quiso darle cuando centró su obra en los supervivientes en lugar de en las víctimas. El artista huye de los tonos fúnebres permitiéndose pocos momentos tristes concediendo, si acaso, un cierto espacio a la melancolía pero en su mayor parte esta es una obra alegre y vital, en la que encontramos a un Mertens fresco e inspirado en uno de sus picos de creatividad. Una sorpresa en un artista que siempre mantiene un excelente nivel medio pero que llevaba tiempo sin presentarnos discos tan interesantes de principio a fin. Sin duda, uno de los mejores trabajos del año pasado a cargo de todo un veterano.