Vivimos en un
mundo tremendamente racionalizado en el que nos empeñamos en buscar causas
lógicas para todo. Buscamos explicaciones a cualquier suceso que no tiene por
qué tenerlas y menospreciamos el valor de la casualidad, la fortuna, y lo
inesperado. Contaba el sintesista alemán Klaus Schulze en una entrevista años
atrás en la que hablaba de esto mismo, cómo el gran proyecto de la discográfica
Virgin Records fue el fichaje de Tangerine Dream. Richard Branson había
diseñado toda una estrategia que iba a hacer de los autores del disco “Atem”,
publicado en marzo de 1973, la piedra angular de su discográfica. Hoy es
complicado imaginarlo pero en los setenta, la radio era un arma poderosísima y
con gran influencia en la gente. Había discjockeys que eran auténticos ídolos y
su palabra era seguida con fervor por miles de oyentes. Si hubo un personaje en
esta categoría cuya aureola mítica alcanzó la máxima expresión, ese fue John
Peel. Pues bien, Peel otorgó sin dudarlo la categoría de disco del año 73 al
extraño y alucinógeno “Atem” de una banda alemana semidesconocida integrada por
Edgar Froese, Christopher Franke y Peter Baumann. Cuando surgió la posibilidad
de contratarlos para Virgin, Branson no lo dudó. Con ellos tenía la idea de
elevar su pequeño sello a un nivel mayor y, a partir de ahí, ya veríamos.
Como es bien
sabido, esa intención saltó por los aires mientras una mujer paseaba
despreocupadamente por la calle y miraba distraídamente a dos sacerdotes que
hablaban junto a un edificio. La escena transcurría a lo largo de una película
que alcanzaría gran fama en aquellos años mientras de fondo sonaba la
inconfundible melodía del inicio del “Tubular Bells” de Mike Oldfield.
Hablamos, claro, de “El Exorcista”. El disco del joven artista británico arrasó entonces en las listas y todo cambió en el plan inicial.
Evidentemente,
Virgin no iba a desperdiciar el filón de Oldfield, quien se convertiría en la
gran baza de la compañía. Sin embargo, Tangerine Dream no quedaban en el olvido
ni mucho menos y con el disco que hoy comentaremos iniciaban una etapa que les
convirtió en el grupo de culto que aún hoy son en muchos ambientes conservando
un prestigio que ni siquiera decenas de lanzamientos mediocres en las últimas
décadas han conseguido derribar. Los mejores años de la banda alemana empezaron
aquí.
El legado de la formación clásica de Tangerine Dream llega a nuestros días. Quiero esa camiseta. |
“Phaedra” – El
tema central del disco nació, si hemos de creer la leyenda, como una
improvisación en el estudio en la que los sintetizadores analógicos,
extremadamente sensibles a variaciones de temperatura y humedad, se desafinaban
constantemente. La banda no se arredró por esta circunstancia aprovechándose de ella
para construir una larga serie de variaciones. La pieza comienza con las
clásicas atmósferas que tan bien habían explotado los miembros del grupo en
anteriores trabajos pero, enseguida escuchamos algo diferente y que marcaría
toda una época en la música electrónica definiendo para siempre el estilo de la
llamada “escuela de Berlín”. Hablamos del secuenciador, artilugio en el que se
podía programar una secuencia breve de notas para ser enviada a los
sintetizadores que se encargarían de repetirla una y otra vez mientras el
intérprete modula el sonido de los mismos elaborando una serie de variaciones
armónicas y rítmicas de carácter hipnótico que constituyen la base del sonido
de Tangerine Dream y de todos los artistas electrónicos en los años
posteriores. El concepto tiene mucho en común con lo que los minimalistas
americanos hacían al otro lado del atlántico (de hecho, Wim Mertens, en su
tratado “American Minimal Music” considera a Klaus Schulze un minimalista más).
A lo largo de los 17 minutos de duración de la pieza, pasamos por una primera
parte “secuencial” y muy rítmica y una segunda mitad más atmosférica que
recuerda a sus trabajos anteriores con preciosos coros de mellotron, trinos
electrónicos y demás elementos que definieron un género. No hacía falta nada
más. Ya estaba hecho. La primera piedra de un edificio monumental que iba a
erigirse en los años siguientes estaba ya firmemente colocada. El disco seguía
en la cara B del vinilo pero lo verdaderamente relevante ya había sucedido. Componen Tangerine Dream en el momento de la grabación de "Phaedra": Edgar Froese (mellotrón, guitarra, bajo, sintetizador EMS VCS 3 y órgano), Christopher Franke (sintetizadores Moog y EMS VCS 3) y Peter Baumann (órgano, piano eléctrico, EMS VCS 3 y flauta).
“Mysterious
Semblance at the Strand of Nightmares” – El segundo corte del disco está basado
en un largo tema de mellotron a cargo de Edgar Froese, que es también quien lo
firma. En contraste con la pieza anterior, aquí la presencia de los
secuenciadores es nula y todo es pura interpretación “humana”. Si la música
electrónica en estos años fue conocida también como “planeadora” es
precisamente por cortes como este, llenos de capas y capas de sonido, melodías
que se entrecruzan una y otra vez formando un tapiz que para los oídos de la
época, imaginamos que sería poco menos que extraterrestre (no es de extrañar
que la música electrónica, la ciencia ficción y el espacio hayan estado tan
íntimamente ligados en el subconsciente colectivo).
“Movements of a
Visionary” – De nuevo el trío formado por Christopher Franke, Edgar Froese y
Peter Baumann al completo firman como autores de un tema (lo hacían en el
primero) y, ciertamente, las características de ambos son similares. Ahora
comenzamos con una serie de efectos electrónicos, aparentemente aleatorios pero
que poco a poco van fundiéndose de un modo coherente hasta que aparece una
secuencia que termina de cohesionar el conjunto. Con esa base rítmica aparece
el órgano interpretando una serie de acordes que se mezclan con el conjunto de
los sintetizadores. La progresiva trasformación de la secuencia central va
guiándonos a lo largo de un tema magnífico que demuestra que el trío estaba en
un buen camino que no iba a abandonar en mucho tiempo.
“Sequent C’” – Cerrando el disco tenemos un breve tema a cargo de Peter Baumann a la flauta en el que se sirve de efectos electrónicos y manipulaciones de cinta magnetofónica para dotarle de una ambientación fantasmagórica muy adecuada. Un cierre muy particular para un disco que iba a marcar el inicio de todo un género.
Hubo más discos y
no sería justo darle a “Phaedra” todo el mérito ni mucho menos la paternidad
absoluta de toda una rama musical pero tendemos a buscar siempre puntos de
inflexión a los que poner un nombre para explicar las cosas y si hablamos de la
rama berlinesa de la música electrónica, no se nos ocurre un mejor punto de
partida que “Phaedra”. A partir de lo que suena en este disco, muchos otros
artistas construyeron sus carreras añadiendo, claro está su talento personal.
Además, en cierto modo este disco supuso la puesta de largo del secuenciador,
instrumento clave en la evolución de un género musical que, quizá, sea el único
cuya denominación está directamente relacionada con los instrumentos y no con
otras cuestiones musicales. No es esta una cuestión menor ya que es esta una
corriente estrechamente ligada a la evolución tecnológica y cada nuevo
instrumento ha supuesto un salto cualitativo en la música de todos los artistas
electrónicos. Siempre se afirma que lo importante son los músicos y no los
instrumentos, que estos no componen solos pero tendremos que convenir que en la
música electrónica, la importancia del continente es pareja a la del contenido
y una prueba de ello es que, habitualmente, los trabajos clásicos del género
soportan mal las revisiones o las versiones por parte de otros artistas con
otras instrumentaciones y eso les da un carácter único muy próximo al de la
obra de arte en el sentido tradicional.
“Phaedra” es uno
de esos discos que hay que tener, siquiera por curiosidad. Los ingleses tienen
el término “milestone” para estos casos y la traducción castellana como “hito”
creemos que no tiene la misma intensidad descriptiva. Si aún no tenéis este
disco y queréis solucionarlo, está disponible en los enlaces habituales. Por
nuestra parte, lo recomendamos encarecidamente.
amazon.es
fnac.es
Los conciertos de Tangerine Dream en aquellos años eran continuos ejercicios de improvisación con magníficos resultados en muchos casos. Os dejamos con un fragmento de un mítico concierto en Reims con la participación de Nico, de la Velvet Underground.
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Los conciertos de Tangerine Dream en aquellos años eran continuos ejercicios de improvisación con magníficos resultados en muchos casos. Os dejamos con un fragmento de un mítico concierto en Reims con la participación de Nico, de la Velvet Underground.
Sinceramente, de Tangerine Dream no he oído nada tan bueno y tan revolucionario como "Phaedra" Los ritmos obsesivos que crean un ambiente alucinante, las olas de sonido... una obra de arte.
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