El gran triunfo comercial de Enya a
principios de los años noventa tuvo como consecuencia la aparición
de imitadores. No nos referimos necesariamente a copias directas de
su música ni a calcos de su estilo sino a la proliferación de
discos que tenían como base premisas similares: sonidos
electrónicos, voces de procedencias exóticas (para los parámetros
del pop anglosajón) y conceptos cercanos a la new age como telón de
fondo de todo el invento. Otra estrella surgida por aquel entonces y
que tuvo mucha influencia en este nuevo movimiento fue Michel Cretú
con el proyecto Enigma. Su especialidad era “tomar prestadas”
frases musicales completas de cualquier estilo (lo mismo daban cantos
gregorianos que de una tribu perdida), revestirlas de una pretendida
modernidad con la adición de bases electrónicas y lanzarlas como
obras propias.
Con un poco de esto y otro poco de
aquello, aparecieron discos más o menos afortunados como “In
Existence” de Phil Sawyer bajo el sobrenombre de Beautiful World o
los distintos trabajos de Sacred Spirit o Deep Forest. Tuvo que
llegar un artista con un importante bagaje tras de sí para tomar
elementos y conceptos similares y darles una forma verdaderamente
interesante.
Ya hemos hablado aquí de Karl Jenkins,
de su trayectoria como miembro de Soft Machine y de su formación
clásica como intérprete de varios instrumentos, compositor,
arreglista y director de orquesta. Tras un tiempo alejado de los
focos y de la fama en el que se dedicó a la música para televisión
(en especial para anuncios), Jenkins alumbró un proyecto que
partiría de bases similares a las ya citadas y a partir del cual ha
desplegado una amplia carrera musical tanto bajo el nombre de Adiemus
(denominación del citado proyecto) como bajo el suyo propio. Para el
disco de debut de Adiemus, Jenkins contó con dos nombres
principalmente: su antiguo compañero en Soft Machine, Mike Ratledge
y la cantante sudafricana Miriam Stockley. La trayectoria de la
vocalista es, cuando menos, peculiar. Sin llegar a ser nunca una
estrella, en calidad de cantante de sesiones ha participado en muchas
de las grabaciones más exitosas de los años ochenta y noventa.
Prácticamente aparece en los coros de todas las producciones del
trío Stock, Aitken y Waterman, factoría de hits a lo largo de toda
una década. También ha hecho coros en varias ocasiones para el
Reino Unido en el festival de Eurovisión y su voz suena en la banda
sonora de “El Señor de los Anillos” (también en el disco citado
anteriormente “In Existence”). Como curiosidad, el software de
voz de Yamaha “Vocaloid” en su primera versión contaba con tres
voces para que el usuario escogiera cuál quería utilizar. Una de
ellas, era la de Miriam Stockley. Participan también en el disco
Jody Barrett Jenkins (percusión), Mike Taylor (quena), Mary Carewe
(coros), Pamela Thornby (flauta dulce) y los miembros de la London
Philharmonic Orchestra dirigidos por Robert St. John Wright.
Karl Jenkins (tras el mostacho), Mike Ratledge y Miriam Stockley. |
“Adiemus” - La sintonía que
Jenkins creó para un anuncio de Delta Airlines abre el disco y
sirve, además, de carta de presentación para el mismo en todo el
mundo. Un breve canto inicial da paso a la entrada de la percusión y
la orquesta que presentan el tema central. A continuación escuchamos
las voces dobladas una y mil veces de Miriam y Mary al estilo de lo
que hacía (y hace) Enya hasta dar la impresión de estar escuchando
un coro inmenso ejecutando un tema de estilo africano. La flauta
recrea la melodía central entonces antes de que asistamos a una
repetición del motivo principal a cargo del “coro”. Con todas
las connotaciones comerciales que puede tener la composición, es un
magnífico ejercicio de estilo y una notable pieza musical.
“Tintinnabulum” - El atávico
sonido de la campana nos recibe en la siguiente pieza que evoluciona
enseguida hacia un “largo” orquestal de gran belleza y
profundidad que bebe por igual de Samuel Barber y Henryk Gorecki.
Finalizada la introducción vuelven los cantos de inspiración
africana acompañados de una sobria percusión, lo que podría
denotar una influencia de los trabajos para el cine de Hans Zimmer en
aquellos años (pensamos en “The Power of One” y “El Rey
León”). El uso de la orquesta por parte de Jenkins es solemne pero
sin caer en la ostentación. Una contención que es muy de agradecer.
Lo más destacado de la composición, sin embargo, son las polifonías
vocales en las que termina evolucionando la pieza hasta conseguir un
efecto maravilloso en los últimos instantes.
“Cantus Inaequalis” - La
versatilidad vocal de Miriam es aprovechada a la perfección en esta
preciosa pieza en la que comenzamos escuchando uno de sus registros
más graves antes de entrar en la parte central en la que las cuerdas
en pizzicato juegan con las voces en la linea de Enya aunque con un
tratamiento algo más clásico. Es buen momento para señalar que
todas las partes cantadas carecen de letra y utilizan sonidos
fonéticamente armónicos para facilitar la escucha (la gran mayoría
de las palabras, por ejemplo, acaban en vocal).
“Cantus Insolitus” - Uno de los
movimientos más solemnes del album llega con esta composición que
luego fue readaptada por Jenkins para su suite “Palladio” de la
que ya hablamos en el blog en su momento. La única diferencia con
respecto a aquel arreglo es la presencia aquí de Miriam Stockley en
una interpretación sublime de una melodía que nos recuerda a la
popular “Vocalise” de Sergei Rachmaninoff.
“In Caelum Fero” - La épica sonora
y la espectacularidad de las cuerdas acompañadas de percusión y
coros al estilo del citado Zimmer aparece en el el disco de la mano
de esta composición, rotunda y arrolladora en la que la orquesta se
desmelena por un momento. Como recurso musical no deja de ser algo
tramposo pero lo cierto es que disfrutamos enormemente de una pieza
como esta que por momentos alcanza un gran nivel.
“Cantus Iteratus” - Con otro
inspirado juego de voces como introducción de comienzo el siguiente
tema que parece tener sus raíces en la tradición clásica europea
pero que evoluciona de forma espectacular con el estribillo, una vez
más de sabor africano, y unas percusiones que van subiendo de
intensidad. Toda la composición, en realidad, se organiza como un
“in crescendo” que termina con gran brillantez.
“Amate Adea” - La formación
clásica de Jenkins se hace evidente aquí, en una canción lenta en
la que los arreglos orquestales evidencian un claro gusto por las
formas barrocas además de una gran capacidad por parte del
compositor para manejar los recursos de que dispone. No es de
extrañar que sus servicios fueran requeridos años más tarde por
artistas como Mike Oldfield para transcribir sus ideas al formato
orquestal. La voz de Stockley brilla especialmente aquí mostrando
una de las características que más llamaron la atención de Jenkins
a la hora de contar con ella para encabezar el “proyecto Adiemus”:
su capacidad para cantar a un gran volumen sin vibrato.
“Kayama” - Acercándonos al final
del disco, seguimos escuchando piezas con las mismas características
que la mayor parte del mismo, coros africanos, percusiones y
florituras orquestales de altura. A pesar de lo reiterativo de la
fórmula llegados ya a este punto, es esta una de las composiciones
más inspiradas de toda la obra.
“Hymn” - Como cierre, Jenkins nos
deja el tema más corto de todo el trabajo en el que explota la
bellísima voz de Miriam en un tiempo lento lleno de armonías
vocales en la más pura tradición de la irlandesa Enya, tantas veces
citada en la reseña.
En los comentarios del disco, Jenkins
afirma que “El disco “Songs of Sanctuary” es un extenso trabajo
coral basado en la tradición europea pero en el que las partes
vocales se sitúan en el terreno de la música étnica o “world
music”. La idea era mantener algún tipo de unidad temática que
vertebrase la obra como un todo unitario en lugar de componer una
colección caótica de piezas en forma de canción.”
Podemos afirmar que el objetivo de
cumple con creces. Pese a la dificultad de destacar con un trabajo
que toma tantos elementos y fórmulas que muchos otros artistas
utilizaban en aquellos mismos años, la obra de Jenkins ha cumplido
20 años con una frescura que, por algún motivo, no conservan todos
los discos que surgieron en aquel entonces en un estilo similar.
Jenkins mantiene vivo el proyecto Adiemus hoy en día aunque cada vez
va cediendo mayor protagonismo a los discos firmados con su propio
nombre. Seguro que seguiremos hablando de ambas vías de trabajo del
compositor en el futuro.
Un indiscutible clásico de la newage con algunos temas memorables. Lo bueno de este disco es que, como bien dices, no pide nada "prestado", pero su producción excesivamente homogénea hace que su escucha se me antoje pesada. Prefiero trabajos de Enigma o Deep Forest, aún a sabiendas de que muchos de sus temas son un conjunto de samples ordenados.
ResponderEliminarSaludos!
David (del foro fairlightjarre ;) )
Como ocurre con todas estas fórmulas (también con Enya, Enigma y Deep Forest), con el tiempo se hacen reiterativas y pueden llegar a cansar. Sin embargo, en los siguientes discos de Adiemus hay piezas que, sin seguir la misma linea que este primero, son auténticas obras maestras.
ResponderEliminarVolvermos a tener a Jenkins por aquí.
Un saludo, David. Nos seguimos leyendo.