miércoles, 30 de octubre de 2024

Julia Holter - Something in the Room She Moves (2024)



Hemos tenido ya por aquí muchos ejemplos de cómo la pandemia del COVID-19 y el confinamiento asociado a ella se ha visto reflejado en los trabajos siguientes de muchos artistas. El disco del que hablamos hoy tiene que ver con eso pero también con muchas otras circunstancias que rodearon a la artista durante aquellos meses. Hablamos de Julia Holter, quien ha aparecido en el blog antes pero quizá no tanto como debería. La cantante y multi-instrumentista estaba embarazada cuando todo estalló y su hija nació en aquellos meses. Fue una época complicada porque poco antes había fallecido un joven sobrino de Julia y también sus abuelos. Todo ello la llevó a una reclusión mayor para intentar centrarse en la música a pesar de las circunstancias. Recordemos que, al margen de sus discos en solitario, Holter ha compuesto y compone mucha música para películas y durante aquellos meses tenía mucho trabajo pendiente. Normalmente la artista recurre a la literatura como fuente de inspiración pero aquí trató de alejarse de ella cambiando los libros por las películas, particularmente, en este caso, por una de las joyas de los Estudios Ghibli: “Ponyo”.


Otra de las consecuencias del COVID para la artista fue que durante las semanas en las que ella misma contrajo la enfermedad, perdió la voz, por lo que no pudo grabar las partes vocales del disco en su casa como era habitual. De hecho, y debido a eso, ni siquiera tenía escritas las letras para el nuevo trabajo que fueron surgiendo en el estudio durante el proceso de grabación. En la grabación participan músicos habituales de la artista como el bajista Devin Hoff, Tashi Wada (gaitas y sintetizadores), Sarah Belle Reid (sintetizadores y trompeta) o el saxofonista Chris Speed además de otros artistas como la percusionista Elizabeth Goodfellow o la flautista Sonija Harper. Con respecto a discos anteriores, la diferencia más notable aquí es la ausencia de cuerdas.


“Sun Girl” - Comienza el disco con una serie de percusiones y samples acompañados de efectos sonoros y del bajo de Hoff. Sobre ese peculiar fondo escuchamos a Julia cantar un breve estribillo que cambia radicalmente durante un interludio más electrónico y ambiental en el que su voz empieza a ser desdoblada en diferentes capas. El segmento final vuelve a los sonidos del comienzo cerrando así un círculo perfecto.




“These Morning” - La siguiente canción se presenta con Holter cantando sobre unas notas sencillas de Wurlitzer en un tema muy atmosférico con toques de jazz, especialmente por parte del contrabajo y la trompeta. Voces etéreas y una percusión muy suave nos van guiando a lo largo de una gran canción en la que reconocemos a la Julia Holter de trabajos como “Loud City Song” o “Have You in My Wilderness”.


“Something in the Room She Moves” - La referencia “beatle” del título no se refleja después en una canción que vuelve a estar dominada por el teclado Wurlitzer y la voz, salpicadas de fraseados de flautas. En la parte central entran ya la batería, el bajo y el resto de los instrumentos dando forma a una de las canciones más “convencionales” del trabajo pero también una de nuestras favoritas.


“Materia” - Más jazz electrónico en una pieza intimista de teclado y voz con Julia cantando en un registro muy agudo que amenaza con romperse en cualquier momento. Los silencios y las pausas entre notas con el sonido aún flotando durante unos segundos son pura magia.


“Meyou” - Comienza la canción con un frágil canto a capella que recuerda un lamento tribal por la forma en la que se combinan las diferentes voces de las cantantes invitadas: Ramona Gonzalez, Jessika Kenney y Mia Doi Todd. Además del posible componente étnico, la pieza nos remite también a la obra de nuestra admirada Meredith Monk.


“Spinning” - El toque más vanguardista llega con esta canción de comienzo mecánico, dominado por una percusión industrial a la que se suman diversos efectos y la propia Holter cantando. La trompeta ejecuta melodías de “free jazz” mientras la artista interpreta una serie de notas sincopadas. Uno de los temas más fascinantes del disco, en nuestra opinión.




“Ocean” - El trabajo continúa con una composición electrónica puramente ambiental. Un instrumental fascinante con capas y capas de sonidos fusionados entre sí de manera magistral y con interesantes tratamientos sintéticos del clarinete de Chris Speed, quien firma la pieza junto con Holter y Hoff.


“Evening Mood” - El inicio del siguiente corte nos recuerda muchísimo a Vangelis, al menos hasta que Julia empieza a cantar y asistimos al habitual espectáculo de voces desdoblándose y entrando en múltiples combinaciones entre sí. Otra maravilla que contamos entre lo mejor de todo el disco.




“Talking to the Whisper” - Sigue la escucha con un tiempo medio que vuelve a los ambientes jazzísticos de la mano de batería y bajo. La entrada del teclado y la voz terminan por dar forma a una canción muy interesante con un cierto ambiente de banda sonora. Más tarde entramos en un caos organizado donde las flautas, trompetas y clarinete se mezclan en un fragmento extrañísimo que, tras una breve pausa, nos lleva a la resolución de la canción. Toda una aventura de apenas seis minutos en la que asistimos a ambientes completamente diferentes.


“Who Brings Me” - Cerrando el disco regresamos a los ambientes íntimos con voz y teclado en el comienzo y una tenue línea de clarinete en segundo plano. Una balada tranquila que incorpora algunos toques minimalistas conforme avanza.



Con su anterior trabajo, “Aviary”, Julia Holter se había arriesgado mucho, tanto por el formato (era un disco doble) como por el contenido ya que era un disco muy experimental, más próximo a sus primeras entregas que a su versión más suave de los trabajos anteriores. Este “Something in the Room She Moves” se acerca más a esos discos más “accesibles”, dicho esto con todas las reservas propias del caso ya que la música de Julia nunca ha sido precisamente muy comercial. De cualquier modo, nos parece un trabajo maravilloso y una confirmación de que la artista sigue a un nivel muy alto a día de hoy. Esperamos ir repasando alguno de sus discos anteriores poco a poco por aquí porque la suya es una discografía notable.

lunes, 21 de octubre de 2024

Philip Glass - A Descent into the Maelstrom (2002)



El músico al que hemos dedicado más entradas en el blog es, con diferencia, Philip Glass pero a pesar de este hecho, hay una etapa suya en la que no hemos entrado demasiado y no tenemos claro del todo el motivo. Quizá el momento más controvertido de su carrera de cara a la crítica llegó a mediados de los años ochenta. Ya con la publicación de “Glassworks” y su “fichaje” por una multinacional como Sony, los medios más académicos empezaron a dar la espalda a un músico que parecía buscar lo “comercial” por encima de la experimentación y la vanguardia, En aquellos años, Glass mostró un interés más que notable por los sintetizadores y los sonidos más electrónicos. Es cierto que en obras como “North Star” (1977) ya los había utilizado pero ahora hablamos de aparatos digitales, mucho más sencillos de usar y con una mayor facilidad para encontrar sonidos adecuados para su música. Eso terminó reflejandose en varios discos dentro de una línea que podemos llamar electrónica con un sonido, quizá demasiado artificial a veces, pero con el que Glass desarrolló un estilo muy reconocible que nos dio obras como “1000 Airplanes on the Roof”, determinados momentos de otras como “The Witches of Venice” o su ciclo de canciones “Songs from Liquid Days” y el disco del que vamos a hablar hoy: “A Descent into the Maelstrom”, obra de 1986 que no fue publicada hasta 2002 como uno de los primeros lanzamientos del sello Orange Mountain Music.




La obra surge como un encargo de una compañía de ballet australiana al propio Glass, quien decide inspirarse en un cuento de Edgar Allan Poe para su partitura. La música sería interpretada en directo durante las representaciones de la obra por el Philip Glass Ensemble y durante mucho tiempo estuvo en el olvido quedando limitada su repercusión a los asistentes al ballet durante la semana que estuvo en cartel. Cuando los miembros del grupo regresaron a los Estados Unidos, la productora del documental que se estaba rodando sobre la compañía de ballet le pidió a Glass una grabación de la obra para utilizarla en el mismo y fue ahí cuando descubrieron que las cintas que registraron en las actuaciones australianas no estaban en buen estado así que tuvieron que regrabar gran parte de ellas ya en casa. El resultado de ésto más las partes que sí se pudieron rescatar de los conciertos originales es lo que apareció publicado, como dijimos antes, en 2002. Los miembros del Philip Glass Ensemble que participan en la grabación son: Michael Riesman, Martin Goldray y el propio Glass a los teclados, Dora Ohrenstein como cantante, Jon Gibson (saxos y flauta), Jack Kripl (saxo y clarinete) y Richard Peck (saxos). Todos ellos bajo la dirección de Riesman y con Kurt Munkacsi en la parte técnica.




La obra comienza con “Vertigo”, una pieza llena de dinamismo y ritmo con protagonismo absoluto de los teclados y donde los habituales arpegios de Glass dejan espacio también a una cierta construcción melódica. “He is Coerced to Look”, más lenta, cuenta con el clarinete y las flautas en papeles principales en una transición que nos lleva a “Engagement”, en el más puro estilo del Glass de los ochenta con la voz de Dora Ohrenstein reclamando su sitio. Es esta una pieza extensa con varias partes en las que se intercalan los fragmentos más acústicos (con voz e instrumentos de viento principalmente) con otros casi exclusivamente de teclados. Sigue teniendo elementos claramente minimalistas pero ahora organizados en secciones más cortas al estilo de lo que podemos escuchar en determinados momentos de “Glassworks” o de “Koyaanisqatsi” lo que lo convierte en un Glass más accesible. Tras una transición como “The Naming” llegamos a “Tranquility” con un reduccionismo que tiene mucho que ver con lo que el músico empezaba a mostrarnos en sus cuartetos de cuerda o en bandas sonoras como la de “Mishima”. “The Beggin” es otro breve interludio de teclado con una alegre coda de maderas que da paso a “The Stratagem”, regreso al repetitivismo habitual del autor antes de coger velocidad de nuevo y perdernos en las rítmicas “On My Watch and Caught” y “The Hurricane and Recognition of Death”, ambas enlazadas sin solución de continuidad y siguiendo de nuevo la línea estilística de “Koyaanisqatsi”. Con “The Entrance of the Moon” hay un cierto cambio más operístico, entendiendo por tal, la visión de la ópera del Glass de los ochenta, es decir, el de “Akhnaten” o “Satyagraha”. La conclusión es frenética y empalma con “The Sighting”, una de las mayores locuras de toda la obra con la locomotora glassiana a toda máquina. Y lo de la locomotora no es tan figurado como parece porque en el comienzo de “They Enter the Stream” hasta parecen sonar las sirenas de una de ellas entrando en la estación. Hay algo de pausa (no demasiada) en “Abandonment”, uno de los momentos de mayor inspiración de la obra que coincide con el uso más limitado de instrumentos (un par de teclados y las flautas en su mayor parte). “The Brother Becomes a Maniac” nos devuelve al Glass más intenso de las escenas más aceleradas de “Koyaanisqatsi” antes de frenarse en seco y regalarnos un momento de pausa que nos lleva a esa nueva locura que es “The First Mad Rush”, sin relación alguna con el “Mad Rush” clásico del repertorio del músico, amen de ser posterior a éste. Enlazada con la anterior está “Second Perception of Light, Moon, Mist, and Rainbow” que prorroga los ritmos desenfrenados aunque, en esta ocasión, salpicados con solemnes pausas en las que escuchamos una fanfarria con cierta similitud a la que el músico escribió para los JJ.OO. de Los Ángeles'84. Llegamos así al que podría ser el tema central de la obra: “The Maelström”, protagonizado por una línea de bajo potente, las maderas y el órgano en su inicio pero que va evolucionando en una progresión característica de su autor con profusión de teclados y la importante presencia de las flautas. Cerrando la obra encontramos “Hour of the Slack and Escape”, mucho más meditativa, que pone un gran broche a una obra que ha pasado muy desapercibida en el repertorio glassiano pero que encontramos del máximo interés.




Algo así debió pensar el director de cine Jan Vardoen cuando preparaba su película de 2019 basada en el cuento de Poe y descubrió la partitura de Glass. Decidió utilizarla como banda sonora pero en una nueva versión orquestal que también fue publicada en su día por Orange Mountain. Es un ejercicio muy interesante el de comparar ambas grabaciones de una obra que merece mucho la pena, en especial si eres seguidor del Glass de los ochenta.




viernes, 11 de octubre de 2024

AIR - Pocket Symphony (2007)



En 2004, AIR publicaron su disco más descaradamente pop hasta el momento: “Talkie Walkie”. Aquello tuvo una muy buena acogida y propició que surgieran nuevas oportunidades artísticas para el dúo. Una de ellas tenía cierto paralelismo con lo que hizo otra popular pareja de pop electrónico en 1989. En aquel entonces, los Pet Shop Boys relanzaron la carrera musical de una actriz y cantante que llevaba más de una década sin publicar ningún disco. En el caso de los británicos hablamos de Liza Minelli y “Results” y en el de los franceses sucedió con Charlotte Gainsbourg en 2006. Godin y Dunckel compusieron un disco completo para la actriz, “5:55” que fue un éxito notable en su momento.


Lo interesante para el disco del que vamos a hablar hoy es lo que de aquella colaboración se trajeron los miembros de AIR, algo que nos hace pensar que parte del material de “Pocket Symphony” (el trabajo que nos ocupa hoy) son descartes de aquellas sesiones. Y es que varios de los artistas invitados al disco de Gainsbourg repiten en el de AIR, concretamente el legendario percusionista nigeriano Tony Allen y los cantantes de Pulp, Jarvis Cocker, y de The Divine Comedy, Neil Hannon. En cualquier caso el nuevo disco de AIR no iba a continuar la línea más pop de su citado “Talkie Walkie” sino que iba a volver a los sonidos más atmosféricos de sus primeros trabajos sin renunciar a una cierta comercialidad en determinados momentos. Este perfil algo más conservador del disco puede tener también algo que ver con que Dunckel acababa de lanzar su primer disco en solitario, “Darkel”, en el que exploraba sonoridades algo más duras y experimentales saciando así esa vertiente de su obra. Los últimos discos de AIR, así como el de Gainsbourg, habían contado con la producción de Nigel Godrich, a quien siempre asociamos con su trabajo con Radiohead, y que seguramente fue el responsable de la presencia en el disco como percusionista invitado de Joey Waronker.


“Space Maker” - El primer corte del disco es una pequeña maravilla ambiental a base de percusiones, guitarras, piano y sintetizadores que nos remiten a sus primeros trabajos pero con una mayor riqueza instrumental. Sigue teniendo ese aire retro pero las referencias a Pink Floyd, por ejemplo, aunque siguen presentes, son mucho más sutiles.


“Once Upon a Time” - El que fue primer single del disco es una gran canción casi monopolizada por un piano obsesivo ayudado por percusiones (en su mayor parte, glockenspiel) y ese particular registro vocal femenino que utiliza Dunckel en muchas de las canciones del dúo.




“One Hell of a Party” - Jarvis Cocker hace su intervención en el disco como vocalista en esta balada con aires de Bowie en la que el propio Cocker es el responsable de las letras. Es una pieza intensa con arreglos muy complejos y un extraordinario trabajo de producción que invita a bucear en la canción identificando nuevos sonidos cada vez.


“Napalm Love” - Algo más electrónico es el siguiente tema en el que el dúo se mete en complicaciones instrumentales que hacen que pensemos en la evolución hacia la electrónica de Radiohead en los primeros años de la década con Godrich como colaborador fundamental. Se mantiene el espíritu de AIR pero convenientemente “ensuciado” para conseguir un toque más oscuro que le sienta muy bien a la voz de Dunckel.




“Mayfair Song” - Continuamos con un corte instrumental en la línea de lo que escuchábamos en “Moon Safari” en su día pero con una menor carga “retro”. Se mantiene el toque nostálgico pero sin tantas referencias sonoras al pasado. Una vez más, es un tema complejo, con muchos recovecos y diferentes secciones que invita a la escucha repetida para apreciarlo en su totalidad.


“Left Bank” - La siguiente canción suena como si Simon and Garfunkel hubieran sido abducidos por un platillo volante y devueltos a la tierra con conocimientos sobre sintetizadores. Una curiosa mezcla entre el estilo de AIR y juegos vocales de otra época con guitarras que suenan intencionadamente fuera de tono en una canción rara pero extrañamente atrayente.


“Photograph” - Volvemos a las escenas sonoras más evocadoras del dúo en una canción lenta que no habría desentonado en la banda sonora de “The Virgin Suicides” que comentamos aquí no hace mucho tiempo. Esponjosos colchones electrónicos, piano, guitarras, un bajo lleno de personalidad para completar una pieza que contiene toda la esencia del sonido de AIR.


“Mer du Japon” - En los meses anteriores a la grabación del disco, Nicolas Godin estuvo aprendiendo a tocar algunos instrumentos japoneses (el koto y el shamisen) con un maestro de aquel país y en el disco los utiliza en varios cortes. Quizá este título tenga que ver con el interés del músico por el país pero lo cierto es que la música va por otros caminos. De hecho, el que fuera segundo single del disco suena mucho más potente que el resto de canciones del mismo, con un ritmo agresivo y pegadizo que nos remite a los temas más dinámicos del antes citado “Moon Safari”. Uno de los mejores momentos del disco, en nuestra opinión.




“Lost Message” - Cambio total de estilo con este lento instrumental electrónico de aire setentero en el que el dúo se recrea en una sencilla melodía que se repite una y otra vez. Delicioso, como todo lo que ha hecho la banda en esta línea.


“Somewhere Between Waking and Sleeping” - Faltaba Neil Hannon por hacer su aparición y lo hace en esta canción en la que se muestra bastante comedido respecto a su habitual forma de cantar, mucho más intensa normalmente. La pieza muestra unos arreglos vocales fantásticos con la voz de Hannon duplicada y jugando consigo misma en unas líneas muy logradas. Un ejemplo perfecto de colaboración entre artistas en la que ambas partes están presentes sin que ninguna de las dos opaque a la otra.


“Redhead Girl” - Acercandonos al final nos encontramos con otra gran canción en la que escuchamos un importante uso de “samples” vocales junto con una atmósfera muy al estilo de Angelo Badalamenti. Impecable.


“Night Sight” - Y ya para terminar, un precioso tema instrumental lento con protagonismo total para el Fender Rhodes de Dunckel. Ambiental y repetitivo pero que nos encanta y con ese toque etéreo que Vangelis le daba a los documentales de Frederic Rossif.



Desde un punto de vista puramente comercial, “Pocket Symphony” no terminó de funcionar del todo bien y su acogida fue peor que la de los trabajos anteriores por lo que podemos decir que marca el comienzo del declive de la banda que, de hecho, solo ha publicado un par de discos más desde entonces (y uno es una banda sonora). En todo caso, no nos parece que este sea un trabajo desdeñable y probablemente esté a la altura del anterior, si no por encima. A la espera de confirmar si el reciente regreso del dúo a los escenarios nos va a traer o no algún nuevo disco, es buen momento para repasar la discografía de AIR, no demasiado extensa y, por lo tanto, sin discos suficientes como para llegar a tener ninguno malo.