miércoles, 31 de mayo de 2023

Lautten Compagney - Circle Line (2019)



Los chicos de Wolfgang Katschner continúan publicando discos con esa vocación de contraste entre épocas muy alejadas entre sí de la historia de la música. Los lectores del blog recordaréis que hablamos de Lautten Compagney hace un tiempo en relación con un trabajo en el que combinaban la música del compositor barroco Tarquinio Merula con la de Philip Glass. Desde entonces, la formación alemana ha seguido publicando grabaciones, unas veces centradas en música antigua o barroca y otras combinándola con la de compositores más actuales. Son muy interesantes los experimentos con Piazzolla y Biber, Satie y Scheidt o los Beatles confrontándose con Henry Purcell pero hoy queremos hablar de un disco más cercano al primero que comentamos en su día.


Se trata de “Circle Line”, centrado en el compositor medieval Guillaume Dufay. En este caso su obra no se enfrenta a la de un autor contemporáneo sino a la de varios aunque con predominancia de Philip Glass, quien, por tanto, repite en un trabajo de la formación de Katschner. El punto en común entre Dufay y los compositores contemporáneos incluidos en el programa se encuentra, según leemos en la notas del disco, en la repetición, tanto rítmica como melódica con todas las diferencias que dan los cinco siglos que separan a Dufay de sus contrapartidas.


El disco comienza con la rítmica “Train to Sao Paulo” compuesta por Philip Glass para la banda sonora de la película “Powaqqatsi”, trabajo que va a estar muy presente en todo el disco. Es un veloz ¾ en el comienzo con los vientos ejecutando notas largas en contraste con el vivo ritmo de la banda. Casi sin solución de continuidad enlaza con “Gloria ad mudum tubae” de Dufay que aquí adopta la forma de una divertida danza medieval. El siguiente corte combina de nuevo dos piezas de los mismos autores alternando fragmentos de ambas.: “Dance V” de Glass y “Par droit je suis bien” de Dufay. La instrumentación “antigua”, particularmente la percusión y el laúd, le sientan muy bien a la pieza del norteamericano y la fusión entre dos mundos tan aparentemente diferentes funciona sorprendentemente bien.




Entramos ahora en un tramo centrado en Glass, de quien escuchamos arreglos sobre “Old World”, de la banda sonora de “Naqoyqatsi” (para saxofón y vibráfono), “Morning Passages” de la música para la película “The Hours” (en un precioso arreglo para laúdes) y el primer movimiento de su “String Quartet No.1” (al que se le añade saxo, corneta y flauta piccolo). El toque “medieval” aportado por la formación alemana es mucho más acusado en la pieza de “Las Horas” que en las otras dos aunque el experimento es muy interesante en los tres casos.


El siguiente bloque comienza con “Flos florum”, de Dufay, una delicia para metales que nos lleva a “Segreto intimo”, composición de Peter A. Bauer, uno de los percusionistas de Lautten Compagney. Esta última es una verdadera sorpresa para nosotros ya que desconocíamos la obra de su autor y, al menos en esta pieza, demuestra mucho talento.




Continuamos con una de las obras más interpretadas y grabadas de John Cage: “In a Landscape”, que aquí suena muy diferente a lo habitual por carácter que le imprimen instrumentos como la flauta y el laúd. Quizá sea la pieza “contemporánea” del disco a la que mejor le sienta la nueva instrumentación de la formación alemana. La réplica se la da Dufay con “Apostolo, glorioso, da die electo”, otra alegre danza que contrasta con el estatismo del corte de Cage.


El siguiente corte es uno de los más sorprendentes ya que combina la pieza “Clapping Music” de Steve Reich con “Se la face ay pale”. Lo curioso es que la pieza de Reich es, como su propio nombre indica, una composición puramente rítmica que se ejecuta aplaudiendo y que aquí, por el contrario, es interpretada con los instrumentos que replican el ritmo de las palmas originales e incorporando artefactos tan poco comunes en este tipo de música como el arpa de boca. La pieza de Dufay transcurre plácidamente sobre la base de Reich conformando una combinación impensable pero que funciona.




Entramos en un tramo largo conformado por tres obras de Guillaume Dufay: su “Missa L'homme armé”, el “Ave Regina caelorum” y cerrando el segmento, “Claude virgo, mater Christi”. Quizá la parte más “convencional” de todo el disco que nos prepara para el último tercio que se abre con “New World”, un tema para violonchelo perteneciente de nuevo a la banda sonora de la película “Naqoyqatsi” que es una de las grandes melodías de Glass para el instrumento. Enlaza después con el “Ave maris stella” de Dufay en el que el laúd y las cuerdas son protagonistas.


Llegamos a la parte final que comienza con “Dawn”, composición de Meredith Monk perteneciente a su “Book of Days” que aquí aparece en un arreglo para cuerdas y corneta. Es una pieza lenta y repetitiva (como podría ser el cuarteto de Glass que sonó anteriormente) y que encaja muy bien en este formato y un disco como este. Regresamos a Glass y a “Powaqqatsi” con su “Anthem, Part I”, una pieza cuyo ritmo es muy asimilable al de muchas danzas lentas medievales como la primera pieza de Dufay que aparecía en el disco y que se repite ahora para cerrar el disco de forma simétrica ya que tras el “Gloria ad modum tubae” volvemos a escuchar el “Train to Sao Paulo” de Glass que abría el trabajo.


Como “bonus track” se incluye, nada menos que la que probablemente sea la composición más conocida de Wim Mertens: “Close Cover” en una magnífica versión a cargo de todos los miembros de Lautten Compagney que trasladan un clásico contemporáneo a sonoridades medievales sin perder ni un ápice de su espíritu.




Estamos acostumbrados a escuchar interpretaciones de músicos antiguos, barrocos e incluso clásicos en adaptaciones modernas sin darnos cuenta de que ni por asomo sonaban así en su época. Basta con comparar cualquier versión más o menos normal de Vivaldi con las más historicistas de Fabio Biondi o Giuliano Carmignola para darnos cuenta de que lo que solemos oír tiene poco que ver con lo que los músicos pensaron en su época. Menos habituales son experimentos como el que tenemos aquí en los que son músicos contemporáneos los que pasan por el filtro del tiempo y son interpretados con instrumentos de otra época con resultados que van desde bonitas adaptaciones que mantienen el espíritu del original hasta transformaciones completas (y un poco tramposas, por qué negarlo) como la experimentada aquí por la música de Reich. Cada música tiene su tiempo y sus instrumentos pero lo que plantean aquí los miembros de Lautten Compagney es un juego realmente enriquecedor que nos hace fijarnos en otros aspectos de obras contemporáneas que, a veces, nos parecen muy frías y que lo son mucho menos desde otro punto de vista. En todo caso, nunca está de más abrirse a interpretaciones diferentes para refrescar nuestra mente.

sábado, 20 de mayo de 2023

Vangelis - Opera Sauvage (1979)



Frustración es la palabra que mejor define lo que siente un seguidor de Vangelis cuando contempla la cantidad de música que probablemente se quedará sin poder escuchar por culpa del desdán del músico a la hora de publicarla. Esta sensación se agrava en el momento en que te das cuenta de que ni siquiera la música publicada es toda la que parece ser. Esto es particularmente decepcionante cuando nos acercamos a sus bandas sonoras ya que las pocas que han visto la luz en formato discográfico, no solo contienen apenas algunos extractos del material original sino que en su gran mayoría han sido regrabadas por completo para su publicación. Ocurre así con el disco que comentamos hoy, uno de los grandes clásicos del griego y, probablemente, la banda sonora más conocida de las que grabó para Frederic Rossif.


El encuentro entre músico y cineasta se produjo a principios de los setenta cuando Rossif buscaba un nuevo colaborador tras el traslado de su músico más habitual, Maurice Jarre, a Hollywood. Hasta entonces, la mayoría de sus documentales habían tenido tema histórico y político pero en aquel momento empezó a centrarse en dos aspectos distintos: el arte (especialmente la pintura) y la naturaleza. De aquel encuentro surgieron no menos de dieciséis bandas sonoras (tanto de películas como de series) de las que apenas tres se han publicado a día de hoy y de forma muy parcial. Esto es especialmente trágico en el caso de la que comentamos hoy: “Opera Sauvage”, un disco de poco más de 40 minutos que recopila algunas de las composiciones que sonaban en los 22 episodios de la serie documental sobre la naturaleza que se emitió entre 1975 y 1981. A pesar de contar con algunas de las piezas más populares de la carrera de Vangelis, al músico no tuvo interés en publicar esa música hasta 1977 cuando arreglo y regrabó parte del material para publicarlo con el sello Polydor en 1979. Por supuesto, el griego fue el encargado de tocar todos los instrumentos con la única excepción del arpa, interpretada por Jon Anderson en uno de los cortes.


“Hymne” - El disco no podría empezar mejor. Sin introducciones, sin preámbulos de ninguna clase, Vangelis nos golpea directamente con una de sus melodías más reconocidas y no hay nada más: una melodía pura y simple, ejecutada con uno de los sonidos más característicos del griego, sin acompañamientos en las primeras repeticiones salvo unos fondos muy sutiles. Solo en la segunda parte la melodía se desdobla y hay un cambio hacia la épica con las percusiones. Nada exagerado. Solo unos pocos golpes de timbal y unas campanillas para resaltar la fuerza del tema. Una de esas piezas tan simples que solo está al alcance de Vangelis hacerla inolvidable.




“Reve” - El siguiente corte es mucho más largo y reina en él esa melancolía especial del compositor heleno que comienza interpretando un tema, probablemente improvisado, con un sonido asimilable al piano y un cierto tono jazzístico. Aparece entonces una percusión muy suave de fondo acompañada de efectos electrónicos que nos llevan al tema central, ya como diálogo entre diferentes timbres sintéticos que hacen las veces de piano y flauta. Es un viaje que hace honor al título, “sueño” en el que, de forma muy tranquila, Vangelis nos lleva por paisajes indefinidos y llenos de misterio.


“L'Enfant” - Con la siguiente pieza volvemos al Vangelis clásico de temas como “To the Unknown Man” y ese esquema de línea electrónica de bajo continuo y melodía central inolvidable. En esta ocasión, es un maravilloso tema de piano que en las sucesivas repeticiones es replicado con sintetizadores. El acompañamiento va aumentando cada vez y aparece un precioso tema de bajo, variaciones de la melodía principal y percusiones perfectamente integradas para subrayar cada parte. Incluso se incorporan una serie de filigranas que estarían muy presentes en la música del griego en los años posteriores, especialmente en bandas sonoras como la de “Carros de fuego”. “L'Enfant” es otro de esos temas imprescindibles que no suelen faltar en las mejores recopilaciones de su autor.




“Mouettes” - El tema más corto del disco sigue la línea tranquila de otras músicas para documentales del griego con cosas que recuerdan a “L'Apocalypse Des Animaux” o a “La Fete Sauvage”. Una miniatura muy inspirada que deja paso a algo muy diferente.


“Chromatique” - La novedad viene dada por la instrumentación ya que en esta ocasión, Vangelis no se complica y opta por la guitarra acústica para introducirnos hacia una bellísima melodía electrónica con un ligero aire folclórico. Esta forma de usar la guitarra hacía mucho tiempo (quizá desde el lejano “Sex Power”, de 1970) que no se escuchaba en ningún disco del griego y lo cierto es que funciona muy bien para darle un aire más natural al conjunto.


“Irlande” - Tenemos una especial debilidad por esta pieza que parte de un lúgubre toque de campanas para desarrollar una melodía maravillosa en la que Vangelis bebe de sus raíces griegas y mediterráneas como nunca antes lo había hecho. Esta vía, que exploraría mucho más en el disco de Irene Papas, “Odes”, publicado en las mismas fechas que “Opera Sauvage”, nos daría grandes momentos en el resto de la carrera del compositor.


“Flamants Roses” - Cierra el disco un largo tema en el que escuchamos la participación de Jon Anderson al arpa abriendo la pieza. De ese comienzo surge un tímido tema de sintetizador al que le cuesta asomarse entre las capas y capas de sonido que produce Anderson. Tras la introducción es el propio Jon el que ejecuta la melodía principal doblado enseguida por los distintos sintetizadores de Vangelis que replica el tema con ligeras variaciones. Llegamos así al tramo final donde todo se desborda en lo que podría ser un anticipo de la espectacular “suite” que el músico compondría poco después para la citada “Carros de fuego”. Tambores, metales, y toda la paleta electrónica de Vangelis subiendo en varios grados la temperatura hasta desembocar en un cierre absolutamente espectacular. Los últimos instantes de la pieza los ocupa una breve coda mucho más tranquila con la que todo fluye lentamente hasta el final.





Poco después del fallecimiento de Vangelis, fuentes próximas a su familia aseguraron a la web https://elsew.com/data/latest.htm que su intención era que su legado pudiera ser disfrutado por todo el mundo y eso incluía la publicación de su catálogo inédito. La gran dificultad estribaba en catalogar y ordenar todo ese material (e imaginamos que también la gestión de los derechos del mismo, especialmente de las bandas sonoras). En todo caso pedían paciencia a los seguidores del músico por lo que no es probable que podamos empezar a disfrutar de todo ese material a corto plazo. Entretanto, tenemos el consuelo de que su obra publicada es amplia y tiene joyas como este “Opera Sauvage” que podemos disfrutar una y otra vez.

jueves, 11 de mayo de 2023

Tangerine Dream - Raum (2022)



El fallecimiento de Edgar Froese en 2015 parecía poner punto final a la trayectoria de Tangerine Dream como banda dado que se trataba del único miembro fundador que quedaba en el grupo y también de su principal impulsor, especialmente en las últimas tres décadas de existencia de la mítica formación alemana. Tangerine Dream siempre habían sido Edgar Froese y los músicos que en cada momento le acompañaban. Algunos tuvieron más peso que otros pero quien nunca dejó de ser importante fue el bueno de Edgar.


En el momento de la muerte de Froese, Tangerine Dream estaban integrados por Thorsten Quaeschning, Ulrich Schnauss y la violinista y violonchelista Hoshiko Yamane quienes decidieron seguir adelante con el proyecto, primero como banda de directo pero pronto también como un grupo de estudio publicando nuevo material procedente, en buena parte, de grabaciones inéditas de Froese de los años anteriores. Como resultado de esa primera revisión apareció un magnífico disco en 2017 titulado “Quantum Gate”, del que tendremos que hablar en algún momento. Hoy, sin embargo, vamos a centrarnos en el trabajo más reciente de los nuevos Tangerine Dream: “Raum”. Apareció a principios del año pasado y fue grabado ya sin Schnauss, sustituido por el teclista Paul Frick que se iba a convertir en el primer miembro de la banda que no coincidió en ningún momento con Froese.


Quizá como muestra de respeto o por un comprensible miedo a romper los lazos definitivamente con el fundador, en “Raum” seguimos encontrando material compuesto y grabado por Froese con la diferencia de que, en esta ocasión, se recurre a cintas más antiguas que en "Quantum Gate", incluyendo varias de los años setenta lo que ayuda a mantener la conexión entre el sonido actual de la banda y el más clásico que les hizo inmortales.


“Continuum” - El comienzo es muy sorprendente por la distancia que marca con el sonido habitual de la banda y lo hace fundamentalmente a través de una caja de ritmos muy vivaz que no encaja para nada con el estilo al que estamos acostumbrados. Superada la sorpresa inicial empezamos a disfrutar de una bonita secuencia muy cambiante que convierte la pieza en un agradable instrumental de pop electrónico con un tono muy actual pero en el que cuesta mucho reconocer a una banda como Tangerine Dream.




“Portico” - Cambia algo la cosa con el segundo corte, primero del disco en el que se utiliza material grabado por Froese. El comienzo es secuencial y combina atmósferas propias de los ochenta con sonidos y timbres más modernos, en una línea no muy lejana de lo que otros dinosaurios de la electrónica hacen en los últimos años (pensamos en cosas como la tercera parte de “Oxygene” de Jarre, por ejemplo). En todo caso, no es una composición que deje un gran poso aunque se deja escuchar.


“In 256 Zeichen” - Ya solo por la duración, cercana a los veinte minutos, las expectativas ante este corte son algo mayores que ante el resto. Comienza de forma muy relajada con distintos “pads” electrónicos evolucionando poco a poco durante unos minutos. Atmósferas y ambientes agradables, alejados de cualquier tensión que terminan cuando aparece el violín de Hoshiko ejecutando una melodía claramente minimalista que cambia por completo el rumbo del tema. Aparece una lenta línea de bajo y poco a poco se hacen cada vez más presentes las secuencias marca de la casa aunque en un tono más cercano al de los amables ochenta y noventa, lejos de la agresividad y personalidad de los Tangerine Dream de los setenta. Con el complemento de una discreta percusión entramos en la segunda mitad del tema, ahora sí con el sello de la banda dando una buena aproximación de lo que se podría esperar de ellos en nuestros días sin terminar de desprenderse del aire ochentero que tiene el tema principal que se repite una y otra vez en este tramo.


“You're Always on Time” - Uno de nuestros cortes favoritos del disco. Con un comienzo prometedor, aparece entonces un ritmo suave sobre el que empezamos a escuchar sonidos electrónicos que parecen evolucionar sin demasiado sentido hasta que entra la melodía central de la pieza. De nuevo con un sabor muy marcado a años ochenta pero eso es algo que encaja muy bien con el reciente “revival” que estamos viviendo en los últimos años con ejemplos claros como el gran éxito de gente como “The Weeknd”. En todo caso, es uno de los momentos de mayor inspiración de la banda en todo el disco, de nuevo con sonidos y efectos que nos recuerdan al Jean Michel Jarre más reciente.




“Along the Canal” - Confirmando que estamos en la mejor fase del disco llega la siguiente pieza. Una verdadera maravilla que hará las delicias de todos los aficionados al sonido electrónico clásico y que combina secuencias inspiradas con atmósferas llenas de magia y timbres nostálgicos como la inconfundible flauta del Mellotron recreada aquí probablemente con algún moderno software. “Along the Canal” es una esas piezas que justifica que una banda como Tangerine Dream siga activa en 2023.


“What You Should Know About Endings” - Las dos últimas piezas del disco vuelven a emplear material inédito de Froese comenzando por esta que comienza casi como prolongación de la anterior pero que no tarda en cambiar añadiendo velocidad a las secuencias. Hay algo más de gravedad en las atmósferas de fondo que bien podrían proceder del archivo de los setenta del bueno de Edgar pero esa oscuridad se diluye en los efectos sonoros aportados por el trío actual. 




“Raum” - El disco lo cierra otra “suite” larga en la que vuelve a estar presente Froese. El comienzo es muy similar al de “Continuum” aunque sin la peculiar caja de ritmos que tanto nos descolocó entonces. Entramos entonces en territorio secuencial, como acompañamiento al principio y ya con todo el protagonismo a partir del primer tercio de la pieza. De ahí hasta el final es una gozada para los amantes de las secuencias y los ritmos propios de la “Escuela de Berlín” perfectamente adaptados a nuestros días.



Jerome Froese declaró poco después de la muerte de su padre que no creía que Tangerine Dream debiera seguir adelante sin él. Entendemos perfectamente que pensase así pero lo cierto es que, visto el trabajo de la que podríamos llamar ya la banda de Thorsten Quaeschning y su absoluto respeto hacia la figura de Edgar, nos parece muy correcta la decisión de continuar con el legado. Lo que no sabemos es si esta historia se prolongará mucho más en el tiempo o si lo hará mientras quede material original del propio Edgar por ver la luz. En todo caso, y en tanto no conozcamos la respuesta, discos como este “Raum” nos parecen una buena forma de seguir disfrutando de un sonido que goza hoy de muy buena salud. Mejor incluso que en epocas pasadas.