miércoles, 30 de noviembre de 2022

Porcupine Tree - Closure / Continuation (2022)



Si había una noticia que nadie esperaba en 2022 era el regreso de Porcupine Tree. Desde que doce años atrás, Steven Wilson anunciase por sorpresa que la banda se tomaba un respiro, todo parecía indicar que esa pausa iba a ser algo definitivo. Por un lado, porque la sorpresa lo fue para todos, incluyendo al resto de miembros del grupo que no contaban con ello. Por otro, porque las declaraciones de Wilson en todo este tiempo eran cada vez más desalentadoras pasando de decir que era algo temporal a prácticamente descartar toda opción de regreso cuando se le preguntaba en tiempos más recientes. Además de eso, tanto Colin Edwin como Richard Barbieri dejaron entrever en algunas entrevistas su enfado por la decisión de Wilson.


Y lo cierto es que todos ellos nos estaban engañando porque a pesar de que cada uno seguía con sus proyectos en solitario, resulta que habían seguido trabajando en nuevas canciones para Porcupine Tree casi desde el momento de la separación. Wilson y Harrison viven relativamente cerca y de cuando en cuando se veían para poner ideas en común que iban quedando guardadas en una carpeta de un disco duro del estudio de Wilson que iba siendo renombrada conforme pasaba el tiempo, desde “PT2012” hasta “PT2018”. En ella había un poco de todo. Desde canciones en las que habían empezado a trabajar antes de la “separación” hasta improvisaciones creadas en sesiones esporádicas a lo largo de todos estos años. El primer material que les dio pistas de que el regreso era algo factible salió de sesiones improvisadas entre Harrison (a la batería) y Wilson que, sorprendentemente, optó por el bajo como instrumento principal en esas reuniones. Barbieri fue informado poco después no tardando en incorporarse al grupo de nuevo. Faltaría Colin Edwin pero lo cierto es que era el único miembro del cuarteto que no había mantenido contacto con ninguno de sus antiguos compañeros en todo ese tiempo. Eso, unido a que Wilson se había lanzado con el bajo hizo que el retorno de la banda fuera en forma de trío.


Durante los años de la separación se comentó que había varios motivos detrás de la misma. Wilson había sido siempre el motor creativo de la banda y él mismo empezaba a sentir que eso no satisfacía  demasiado a sus compañeros. También llegó a apuntar que alguno de los integrantes no se sentía cómodo con el giro hacia el jazz que tomaba su música de vez en cuando (hoy podemos intuir que se trataba de Edwin). Los otros dos miembros (más Barbieri que Harrison, si somos justos) también dejaron entrever su disgusto con Wilson de una u otra forma. Curiosamente, en este regreso parece que las labores de composición han estado más repartidas que nunca y, de hecho, Wilson solo firma una canción en solitario lo que podría tener que ver con declaraciones más o menos reciente en las que indicaba que si en algún momento resucitaba Porcupine Tree sería como un proyecto secundario porque su carrera en solitario era ahora lo principal para él. Como es costumbre en la mayoría de los lanzamientos en los que está involucrado el polifacético artista, el disco cuenta con diferentes ediciones con material extra que dejaremos fuera de la reseña para centrarnos en el disco “normal”.


Porcupine ¿Three?


“Harridan” - El comienzo del disco es sencillamente arrollador. Una introducción de bajo de Wilson que suena a invitación a los fans para que renuncien a echar de menos a Colin Edwin. A partir de ahí comienza una verdadera demostración de facultades a cargo de Gavin Harrison a la batería, en estado de gracia en todo el trabajo. Los teclados de Barbieri suenan fantásticos también completando una canción excelente, con magníficos toques de “metal”, extraordinarias secciones electrónicas ambientales, algún guiño a los nuevos sonidos que Wilson exploraba en su último trabajo en solitario y los habituales giros de todo tipo tan característicos de los mejores momentos de la banda. Es una de las primeras canciones en las que empezaron a trabajar Harrison y Wilson allá por 2012 y con ella ponen el listón en lo más alto desde el inicio.




“Of the New Day” - El segundo tema es el único escrito por Wilson en solitario. Una balada preciosa a medio camino entre los discos más “pop” de la banda, como “Stupid Dream” y trabajos en solitario del cantante como “Hand / Cannot / Erase”. La primera parte es más acústica pero en la segunda escuchamos ya algún “riff” potente de guitarra eléctrica más propio de la banda.


“Rats Return” - Uno de nuestros cortes favoritos del disco y quizá el más claramente “metal” de todo el trabajo gracias a un tremendo “riff” inicial que se repite a lo largo de toda la canción. Los teclados de Barbieri, en cambio, tienden más al “jazz” destacando especialmente el uso de las voces de fondo que le dan a toda la pieza un toque fantasmagórico muy especial. Soberbia canción en la línea de lo que fueron los últimos trabajos del grupo antes del parón.




“Dignity” - Comenzamos con un suave inicio de teclados interrumpido por unos acordes de guitarra que dan paso a otra balada de excelente factura. Pese a que la firman Wilson y Barbieri, bien podría pasar por una canción de los primeros discos de Blackfield, el proyecto del primero con Aviv Geffen. Nos parece excelente el trabajo de Wilson a las voces haciendo él mismo todos los coros así como los arreglos finales de piano que encajan perfectamente con el resto de teclados, incluyendo entre ellos órgano Hammond o Mellotron.


“Herd Culling” - Seguimos con otro tema complejo lleno de sutilezas, especialmente en cuanto a los teclados que llenan de sonidos y matices nuevos cada segundo de la canción (incluso hay algún breve solo que nos recuerda al Vangelis de los años setenta). Harrison vuelve a estar soberbio y las ráfagas de rock duro que llegan con el estribillo siguen en la tradición de discos como “Fear of a Blank Planet” o “The Incident”. Magnífica la coda final que pasa en un segundo de la energía de las guitarras eléctricas a la tranquilidad de los pasajes electrónicos de Barbieri.




“Walk the Plan” - Esos mismos teclados brillan en el inicio de la siguiente canción, un tiempo medio en el que la electrónica y los toques de “jazz” tienen mucho peso. Es una de esas canciones a las que no le prestas demasiada canción al principio pero que te van calando con las sucesivas escuchas hasta convertirse en una de tus favoritas.


“Chimera's Wreck” - El cierre del disco es una locura. Comienza en un tono suave, con una introducción de guitarra acústica que nos recuerda a bandas como los Opeth de “Heritage” (especialmente con los juegos de voces que aparecen después) o al proyecto Storm Corrosion de Wilson con el propio Mikael Akerfeldt. Es precisamente a partir de una de las repeticiones del estribillo cuando la canción experimenta el primer giro guiado por la batería de Harrison que sube las revoluciones para entrar en una nueva sección dominada por una de esa melodías intrincadas de métrica imposible que de vez en cuando se le ocurren a Wilson. Nuevo cambio de ritmo para un segundo estribillo en falsete con exhibición de Harrison incluida y vuelta a la melodía del comienzo pero ahora hipervitaminada. Volvemos a cambiar con una inyección metalera y un final coral que nos deja con ganas de mas. Definitivamente es una es esas grandes piezas de rock progresivo que no deberían faltar en los directos de la banda pese a su evidente dificultad técnica.



El título del disco, “Closure/Continuation”, deja abertas todas las posibilidades de futuro porque no aclara si es una despedida (Closure) o el comienzo de una nueva etapa (Continuation). De momento, Porcupine Tree tienen muchos conciertos programados para el año que viene como parte de la gira que comenzó el pasado mes de junio pero también es cierto que Steven Wilson ya ha anunciado nuevo disco en solitario para 2023, “The Harmony Codex”. Así las cosas, es de suponer que posibles nuevos trabajos de la banda tendrán que esperar un tiempo. Por si acaso, disfrutemos de este imprevisto retorno esperando que no haya sido también una despedida definitiva.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Pat Metheny Group - Quartet (1996)



El Pat Metheny Group nació como cuarteto y esa fue la formación en sus dos primeros discos. Guitarra, bajo, teclados y batería eran los instrumentos principales de la banda pero coincidiendo con la salida del bajista Mark Egan y la entrada de Steve Rodby en su sustitución, el grupo sumó un percusionista quedando durante mucho años constituido en un quinteto (ocasionalmente se añadían o no algunos vocalistas). Fue ya en 1984, con “First Circle”, cuando se estableció el considerado como núcleo clásico del grupo con la entrada del batería Paul Wertico reemplazando al fundador Danny Gottlieb. Así, Rodby y Wertico, junto con los imprescindibles Lyle Mays y el propio Pat Metheny fueron los miembros fijos durante casi década y media variando siempre el percusionista y los vocalistas que no llegaron a consolidarse. En 1996, tras más de un año de gira, se diría que quisieron hacer una especie de pausa volviendo al cuarteto de sus orígenes e incluso yendo un poco más allá adoptando un formato prácticamente acústico. La idea era juntarse a grabar con unas pocas ideas y ver lo que salía de ahí. El disco resultante se llamaría, claro está, “Quartet”. Tenemos, por tanto, a Metheny a las guitarras, Lyle Mays a los teclados, Steve Rodby al bajo y Paul Wertico a la batería en un formato principalmente acústico Un trabajo sin demasiadas pretensiones, con muy pocos ensayos y, en algún caso, con piezas completamente improvisadas. Como dice el propio Metheny en las notas del disco, eran músicos que llevaba más de veinte años tocando juntos y querían divertirse sin las complicaciones de un disco “normal”.


El disco comienza con “Introduction”, un breve corte en una línea muy clásica que enlaza rápidamente con “When We Were Free”, temazo que sigue la estela de las piezas más reconocibles del Pat Metheny Group en los años anteriores.




“Montevideo” (firmada por todos los miembros a diferencia de las dos piezas iniciales que eran obra de Metheny) tiene un sabor más latino destacando la percusión de Wertico. “Take Me There” nos trae la versión más virtuosa del guitarrista en un tema veloz en el que la sección rítmica está también a un gran nivel. Con “Seven Days” escuchamos al Metheny más relajado en una lenta pieza de sabor añejo en la que el contrabajo y la batería acompañan con una delicadeza al alcance de muy pocos. En la misma línea pero con Rodby como protagonista está “Oceania”, precioso tema escrito por Mays en el que contrabajo y piano dialogan de forma deliciosa y uno de los pocos en los que Metheny toca su famoso sintetizador de guitarra.




 “Dismantling Utopia” es muy diferente desde el comienzo. Una serie de guitarras pulsantes a alta velocidad nos acompañan durante una larga introducción repetitiva que se ve interrumpida súbitamente para entrar en una extrañísima sección muy caótica, especialmente en cuanto a las percusiones. Una rareza no carente de interés y firmada por todo el grupo pero que nos deja muy desubicados. Con “Double Blind”, otra composición de Mays, retornamos a los sonidos más convencionales con la única excepción de la guitarra Pikasso de Metheny que acompaña al teclista con su particular paleta tímbrica. En una línea similar estarían “Second Thought” o “Mojave” que nos llevan hasta “Badland”. Según el guitarrista, es una pieza completamente improvisada y nos parece de lo más interesante del disco. Comienza con un tono misterioso que enseguida gira hacia sonoridades de apariencia oriental, con Metheny tirando de su colección de guitarras en busca de los sonidos más exóticos. Luego asistimos a una suerte de exploración por parte de todo el grupo que nos deja momentos interesantes y otros más desconcertantes. En sus siete minutos hay ideas que, convenientemente desarrolladas, podrían dar para mucho.




Tras “Glacier”, breve composición de Mays, volvemos a los ritmos vivos y al sonido más habitual de la banda en “Language of Time”. Es otra pieza más bien larga en la que el cuarteto brilla como de costumbre. Extrañamente tiene un toque a vieja serie televisiva de los setenta en algún momento pero enseguida se disuelve, especialmente con el solo de Metheny a la guitarra-sintetizador. Ya en el tramo final nos encontramos con la tranquila “Sometimes I See” para concluir con “As I Am” que comparte el mismo espíritu.



Desde su propio planteamiento, ya queda claro que “Quartet” es un disco particular. Una especie de marca de lectura que los músicos quisieron dejar en un momento determinado antes de dar un salto adelante con “Imaginary Day”, el que fuera el siguiente disco del grupo y uno de los mejores y, en nuestra opinión, más revolucionarios de toda su discografía. Hay un detalle que parece incidir en este hecho y es que solamente una de las quince composiciones del disco pasó al repertorio de concierto de la banda en los años siguientes e incluso sería regrabada por el propio Metheny en algún disco posterior. Como ocurre muchas veces con artistas tan prolíficos como Pat, en su discografía encontramos trabajo correctos, sin temas especialmente brillantes pero con un nivel general medio-alto. Este sería el caso de este “Quartet”: un disco perfecto para los seguidores más fieles del músico pero que quizá no le diga demasiado al resto. En nuestro caso, nos ocurre algo así. No nombraríamos a “Quartet” en una hipotética lista de las mejores grabaciones de Metheny pero no tenemos ningún problema en escucharlo con cierta frecuencia porque es un muy buen disco. ¿Lo mejor para salir de dudas? Escucharlo y decidir por vosotros mismos.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Philip Glass - Annunciation (2019)



No es ningún secreto que Philip Glass, de origen judío, se convirtió al budismo a mediados de los años sesenta aunque su carácter siempre le ha hecho respetar todas las creencias e incluso componer música para textos religiosos de diferentes credos, lo que incluye desde textos hiduistas hasta salmos bíblicos. No sorprende, por tanto, que ante la petición de su amigo, el pianista norteamericano Paul Barnes, Glass accediese a componer una obra basada en la Anunciación según la tradición ortodoxa griega, confesión a la que está adscrito el propio Barnes.


Glass y Barnes se conocieron en un avión a mediados de los años noventa y enseguida conectaron siendo la religión y la espiritualidad el tema de muchas de sus primeras conversaciones. El pianista hizo arreglos para piano de diferentes composiciones de Glass, especialmente de las óperas “Orphee” y “Monsters of Grace” así como de tres piezas de la trilogía formada por “Einstein on the Beach”, “Akhnaten” y “Satyagraha” que quedaron rebautizadas para el repertorio como la “Trilogy Sonata”, una obra grabada por muchos pianistas (además de por el propio Barnes) a lo largo de los últimos años. Las colaboraciones entre ambos se han repetido en todo este tiempo culminando con la grabación del disco que comentamos hoy en el que escuchamos el quinteto para piano “Anunciation”, encargado por Barnes al compositor de Baltimore. Junto a él, completan la participación del pianista la versión para piano y violín de “Pendulum” (2010), originalmente escrita para trío. La segunda parte del disco tiene como protagonistas a los miembros de Brooklyn Rider, cuarteto de cuerda con el que Glass trabajaba en la época y que nos ofrecen la “premiere” del “Cuarteto de Cuerda número 8” y la de otro cuarteto que queda fuera de la serie numérica, titulado “Quartet Satz” en homenaje a Schubert. Cierra la obra una versión a capella del himno ortodoxo de la Anunciación a cargo de Paul Barnes quien, aparte de pianista, también es cantante. La formación del Brooklyn Rider en la grabación es la integrada por Johnny Gandelsman y Colin Jacobsen (violines), Nicholas Cords (viola) y Michael Nicolas (violonchelo).


“Piano Quintet -Annunciation-” - La obra se divide en dos partes. La primera de ellas comienza con el piano como protagonista quedando las cuerdas a su servicio en un inicio que es un claro ejemplo del Glass de siempre. Es más adelante cuando nos sorprende con un giro melódico de gran belleza en el que el piano nos acompaña en un viaje hacia el Glass neoclásico de los últimos años en perfecta comunión con el cuarteto. Es una de las obras del músico en las que más énfasis se hace en la melodía frente al sólido armazón repetitivo tan habitual en su música. El segundo movimiento, mucho más reflexivo, invierte el orden de los protagonistas cediendo toda la parte inicial al cuarteto, con un especial papel para el violonchelo que es quien dirige las operaciones, quedando el piano en un segundo plano durante casi todo el comienzo. Entra éste más tarde de forma pausada para ir ganando en intensidad hasta llegar a la sección central, cargada de dramatismo tras la que concluye la obra con una coda muy potente en la que el piano, de nuevo, lleva casi todo el peso.


“Pendulum” - Desde que vimos un vídeo en el que el propio Glass junto con el violinista Tim Fain interpretaban esta pieza en el Templo de Dendur, dentro del MET, estabamos deseando que se publicase alguna grabación de la misma en disco y ese momento llega por fin. Paul Barnes y Colin Jacobsen se encargan de ofrecernos una pieza que es puro Philip Glass. Nada sorprendente en comparación con el quinteto anterior que nos ofrecía una versión algo distinta del músico. Aquí lo que tenemos es un veloz diálogo entre los dos instrumentos que no nos deja ni un respiro durante los más de siete minutos de duración.


“String Quartet No.8” - El cuarteto tiene una buena historia. Nace como un encargo del Carnegie Hall y la ventaja que tuvo el músico en esta ocasión, fue que pudo trabajar con el propio cuarteto Brooklyn Rider en su casa antes del estreno lo que le permitió realizar algunos cambios y correcciones. El cuarteto se divide en tres movimientos, de los que nos quedamos con el segundo, un derroche de energía que te deja sin respiración.


“Quartet Satz” - Este es un cuarteto especial ya que no está numerado como correspondería dentro de la colección de cuartetos del músico. En realidad esto tiene que ver con su origen como un encargo del Kronos Quartet en homenaje a Robert Horwitz, el responsable del sello Nonesuch en la época en la que Glass grababa para ellos. En un principio, Glass aportó una pieza de piano pero los miembros del Kronos le pidieron adaptarlo al formato de cuarteto. El músico aceptó y decidió titularlo así en homenaje al “Quartettsatz” de Frantz Schubert. La obra, quizá por estar dedicada a Horwitz, tiene el sabor del Glass de los ochenta, recordando en algún momento a su banda sonora para “Mishima” o alguna de las “Metamorphosis”.


“Communion Hymn for the Annunciation” - Como comentamos antes, el disco termina con una versión vocal del himno ortodoxo de la Anunciación a cargo de Paul Barnes. El original es obra del cantante griego John Sakellarides y alcanzó cierta popularidad en la comunidad ortodoxa norteamericana a comienzos del S.XX.



Es muy difícil seguirle el ritmo a Philip Glass porque sigue componiendo y publicando a una velocidad que sería increíble para un músico más joven y que resulta alucinante para uno con los 85 años ya cumplidos. Lo interesante de este disco es que recoge obras recientes, siendo la más antigua de 2010, lo que nos permite comprobar que Glass sigue estando a un muy buen nivel, incluso dejándonos detalles melódicos de gran nivel con los que no se prodigaba tanto en sus mejores años. En todo caso, los amantes del Glass camerístico estamos de enhorabuena con discos como este, centrados en esta faceta del músico. No somos neutrales con Glass pero tenemos que recomendar este disco como uno de los más interesantes publicados en su sello en los últimos años.