domingo, 27 de octubre de 2019

Jeroen Van Veen - Sakamoto: For Mr Lawrence. Piano Music (2019)




Hay un artista al que nunca hemos terminado de prestar la atención que merece pese a que casi todo lo que habíamos oído de él nos había parecido bueno o muy bueno. Sin embargo, por unas cosas u otras, no encontrábamos el momento adecuado para meternos en su obra. Nuestro desconocimiento de la misma, al margen de hitos puntuales como algunos temas de la Yellow Magic Orchestra o sus bandas sonoras para “Merry Christmas Mr.Lawrence” o “El último emperador” era casi total hasta el punto de que, cuando hace unos meses vimos en una tienda su disco “BTTB”, pensamos que era una novedad por lo que decidimos buscarlo al llegar a casa para darle un par de escuchas. El resultado nos fascinó pero fue entonces cuando reparamos en el hecho de que, lejos de ser una novedad, se trataba de una reedición con ocasión del 20º aniversario del lanzamiento original del disco. A modo de reparación por ese absoluto desconocimento de la carrera del músico decidimos comprar el disco y nuestra intención era que se convirtiera en la primera reseña de Ryuichi Sakamoto (porque es de él de quien hablamos) que apareciera en el blog.

Comoquiera que las cosas no siempre salen como uno las planea, recientemente supimos que nuestro admirado Jeroen Van Veen había decidido lanzar una de sus ya imprescindibles antologías pianísticas dedicada, en esta ocasión, a la obra de Sakamoto. El músico japonés comenzó su carrera precisamente componiendo para ese instrumento aunque sus primeros éxitos llegaron en el campo del pop electrónico como miembro de la antes citada Yellow Magic Orchestra. También sus primeros trabajos en solitario tuvieron a los sintetizadores y los samples como protagonistas. En la última etapa de su carrera ha regresado con frecuencia al piano con discos como el citado “BTTB” lo que hace de Sakamoto un artista ideal para pasar a formar parte del ya extenso repertorio de Van Veen. Explica el pianista holandés en las notas del disco la gran versatilidad de las composiciones de Ryuichi que suenan muy diferentes en las diferentes versiones de estudio de lo que lo hacen interpretadas en directo. Para la ocasión, Van Veen estuvo trabajando sobre las partituras publicadas por Sakamoto hasta completar tras volúmenes pero justo cuando estaba terminando, recibió una nueva versión de las mismas con nuevos arreglos aún mejores por parte del compositor por lo que decidió volver a grabarlo todo, conservando en algunos casos la primera versión para mostrarnos así las dos interpretaciones de la pieza. El resultado final es una extensa caja de cinco discos publicada, como es habitual en Van Veen, por el sello Brilliant Classics.

Ryuichi Sakamoto


El primero de los discos recoge fundamentalmente piezas de Sakamoto para el cine así como varios cortes de “Async”, uno de sus últimos trabajos. Escuchamos así el celebérrimo tema central de “Merry Christmas Mr.Lawrence”, la juguetona “Dancing in the Sky”, la preciosa melodía principal de “El Cielo Protector” o uno de los temas de “Gohatto”. En general es un disco meditativo con muchas piezas que casi se podrían catalogar de “ambient” como es el caso de “Ubi”, del disco “Async”, que bien podrían firmar Harold Budd y Brian Eno junto con maravillas románticas como “Aubade”, impresionistas como “Mizu no naka no bagatelle” o minimalistas (“Reversing”).




El segundo disco sigue la linea del primero, con piezas procedentes de las bandas sonoras de “El último emperador”, “Tacones Lejanos”, “The Revenant” o incluso de la de un videojuego para la PlayStation2 que Sakamoto realizó en su momento. Junto a ellas escuchamos composiciones pertenecientes a otros trabajos incluyendo una de las canciones más populares de la Yellow Magic Orchestra (versionada en su día por artistas que van desde Michael Jackson hasta Eric Clapton). Destacamos “M.A.Y. In the Backyard”, en el más puro estilo de Steve Reich, la emotiva “Zero Landmine”, grabada para un disco benefico contra el uso de las minas anti-persona que contó con la participación de estrellas internacionales de la talla de Kraftwerk o Brian Eno, “Behind the Mask” (la pieza de la YMO a la que nos referíamos antes) o “Rain” de “El último emperador” pese a que en esta versión para piano solo pierde mucha de su fuerza original.




El tercer disco se basa en el disco “Coda” que el músico publicó en 1988 y que aquí aparece casi en su totalidad acompañado de una pieza de su disco de debut en solitario, “Thousand Knives” (magnífica la versión de Van Veen) o de un par de ellas procedentes de sendos trabajos de la Yellow Magic Orchestra. A destacar “1919”, de nuevo en una linea muy próxima a la música de Steve Reich, “Before the War” que nos recuerda al mejor George Winston, “A Brief Encounter” con esa solemnidad tan rotunda, “The Fight”, las “debussianas” “Beyond Reason” y “Last Regrets” o “Castalia” de la etapa de Sakamoto con la YMO.




El cuarto disco, por su parte, se centra en el CD “BTTB” de 1999 con la adición de un par de piezas procedentes de otros trabajos. Precisamente son estos dos temas los que abren el disco con “Amore” del disco “Beauty” como el más destacado. No queremos hablar demasiado de “BTTB” porque será un disco que comentaremos con más detenimiento en el futuro pero no podemos dejar de mencionar como la gran influencia del trabajo a Erik Satie, presente en casi todo el álbum pero muy especialmente en composiciones como “Opus”, “Intermezzo” o “Lorentz and Watson”. Magnífica y muy inspirada es “Sonatine” mientras que “Bachata” tiene un aire “raveliano” muy marcado. Mención especial para la delicada “Energy Flow”, una joya que se cuenta entre nuestras preferidas de todo el disco.




El último CD de la colección es el más variado ya que prácticamente todos los cortes proceden de discos diferentes salvo en el caso de “1996” que aparece representado con tres y “Heart Beat” que lo hace con dos. Piezas como “Tamago 2004” con su aire a Chopin o “Before Long” (de nuevo Debussy) son de lo mejor de este volumen en el que también destacan “Tatorso”, la vagamente “glassiana” “Bibo no Aozora” o la vivaracha “Sayonara” que cierra el disco junto con la igualmente rítmica “High Tide”.




Sakamoto ya había grabado varios discos en los que él mismo interpretaba muchas de sus composiciones en arreglos para piano como los titulados “/04” y “/05” pero hoy en día no son demasiado fáciles de encontrar. Es por eso que esta antología de Jeroen Van Veen gana en interés y es absolutamente recomendable tanto para los seguidores del músico japonés como para aquellos que quieran introducirse en su obra partiendo de cero. Pese a haber ganado varios premios de gran prestigio incluyendo un Oscar, un Grammy, un BAFTA o dos Globos de Oro, su obra no termina de ser lo conocida que debiera más allá de sus dos o tres bandas sonoras más populares. Esta recopilación no es en absoluto representativa de su obra ya que se limita a las piezas para piano solo y a arreglos para ese instrumento cuando Sakamoto podría ser considerado principalmente un artista electrónico. Sin embargo, se trata de música tan interesante que esta antología nos parece casi imprescindible para cualquier amante de la música de piano, acierto que hay que anotar en la cuenta de un Jeroen Van Veen que sigue ofreciendonos maravillosas colecciones monográficas que nos permiten acceder de golpe a una gran cantidad de música de un mismo autor. Si a eso añadimos la calidad habitual (y el excelente precio) de las grabaciones del sello Brilliant Classics, es casi absurdo perderse este lanzamiento.

sábado, 19 de octubre de 2019

Suso Sáiz - Un Hombre Oscuro (Live Solo Performances 1990/1994) (1995)



Toca hablar de Suso Sáiz. Probablemente sea el músico más importante de este país entre aquellos a los que no conoce casi nadie o quizá el artista más desconocido entre los importantes. Sea como fuere, lo cierto es que, si bien su nombre aparece en decenas de discos, muchos de los cuales se cuentan entre los más importantes editados en España, no son muchos los aficionados que reconocen al músico gaditano de nacimiento y madrileño de adopción entre los créditos de esos trabajos.

Suso es un músico que ha hecho del riesgo la razón de ser de su carrera en solitario utilizando su talento como guitarrista y productor para otros como un modo de obtener esos ingresos que no conseguía extraer de sus propios discos. Es un artista tremendamente abierto a todos los géneros que no tiene reparos en asegurar que disfruta tanto de componer y tocar como de escuchar el trabajo de otros y es esta doble faceta de creador y melómano la que, probablemente, le ha dado el bagaje suficiente para convertirse en el gran productor del panorama nacional. Estilísticamente, sus gustos se situaban en las vanguardias clásicas de finales del siglo pasado, desde John Cage hasta los minimalistas, especiamente, Steve Reich. Si unimos a la ecuación a músicos (o no-músicos) como Brian Eno, tendremos una idea muy clara de por dónde iban los tiros. En sus inicios colaboró con el percusionista Pedro Estevan en una época en la que el percusionista trabajaba en el programa de “Los Payasos de la Tele” suministrando a Miliki los instrumentos más disparatados para que los tocase ante los niños. Anécdotas aparte, fue con Estevan y con la cantante María Villa con los que formó La Orquesta de las Nubes, una formación extremadamente adelantada para la España de principios de los ochenta pero que aún hoy es recordada con nostalgia por todos cuantos tuvimos la suerte de disfrutarla. A partir de ahí llegaron los primeros discos en solitario, las apariciones como guitarrista en discos de los más diversos artistas y estilos (Duncan Dhu, La Dama se Esconde, Luis Eduardo Aute) o las labores de producción en discos de Esclarecidos, Javier Álvarez, Tahures Zurdos, los Planetas, Celtas Cortos, los Piratas...

Una lista interminable que le permitía ganarse la vida y tener tiempo para sus propios discos y para trabajar en otros de artistas más afines entre los que se cuenta prácticamente todo aquel que fue alguien en las llamadas “nuevas músicas” en España durante las décadas de mayor esplendor de esas corrientes alternativas. Inevitablemente el nombre de Suso Sáiz acabo siendo una especie de sello de calidad para todo disco en el que apareciera impreso. En el blog hablamos ya tiempo atrás de Suspended Memories, el grupo que formó junto a Jorge Reyes y Steve Roach pero iba siendo hora de dedicarle una entrada a uno de sus trabajos en solitario. Podíamos haber elegido una de sus obras más conocidas como es la banda sonora de “Al Filo de lo Imposible” pero hemos preferido acercarnos a un disco bastante más personal y representativo de la faceta más arriesgada de Suso. Se trata de “Un Hombre Oscuro (Live Solo Performances)” que recoge, como su propio título indica, una selección de piezas interpretadas en directo a lo largo de diferentes conciertos. Toda la música está interpretada por Sáiz en directo a las guitarras con diferentes equipos electrónicos con los que manipula y modifica el sonido en vivo además de añadir todo tipo de efectos y sonidos a cual más diverso. Con posterioridad se añadieron las voces invitadas de Pablo Guerrero y Javier Corcobado interpretando sendos poemas escritos respectivamente por cada uno de ellos. El álbum se desarrolla a lo largo de una única pista de una hora de duración pese a lo cual, cada parte viene señalada en el disco con la marca de tiempo del momento en que comienza.


Suso Sáiz


“Vestido transparente” - La primera pieza cuenta con Corcobado como lector de su propio poema. Comienza con una serie de golpes y efectos sonoros que bien podrían sonar en la introducción de cualquier fantasía distópica. El ambiente lluvioso de la estación que nos describe el narrador y lo crudo del texto contribuye a este ambiente terrible que nos sitúa, ya de entrada, en un estado de ánimo tenso. En los últimos instantes escuchamos la inconfundible guitarra de Suso Sáiz que enlaza con el segundo corte.

“De la soledad solidaria” - Suso interpreta su instrumento con una frialdad conmovedora en medio de un fondo electrónico igualmente gélido. Conforme avanza la pieza la guitarra se diluye entre los sonidos sintéticos para reaparecer en el tramo final con un sonido modificado, notas largas, interminables y llenas de distorsión en la linea de su admirado Robert Fripp.

“Es la melancolía de un mosquito” - Sin solución de continuidad, ese tapiz de saturaciones y efectos sonoros entra en el siguiente corte que es una verdadera locura. Más aún si tenemos en cuenta que todo está interpretado en directo sin ningún tipo de retoque en estudio posterior. Una maravilla llena de complejidad en su ejecución en la que apreciamos la gran categoría de Suso como músico.

“Que cruza el horizonte vida” - El siguiente corte, uno de los más extensos del disco, comienza con el repetitivo sonido vibrante de un oscilador en bucle. A partir de ahí se incorpora una agónica respiración electrónica que ayuda a crear un ritmo cadencioso que lo llena todo. Es esta una pieza “ambient” de gran factura basada en el uso de “drones” y más cercana a los planteamientos del Theater of Eternal Music o a lo que por aquel entonces comenzaba a hacer Steven Wilson con su proyecto Bass Communion que al clásico “ambient” de Eno.

“El reflejo de un instante” - Regresamos a la guitarra por unos instantes para acompañarnos en el cambio de tema y nos sumergimos después en una pieza más electrónica que la anterior, con sonidos sintetizados más limpios que contrastan con la “suciedad” de la guitarra eléctrica llena de distorsión que aparece en momentos puntuales. Pese a estas intervenciones el tono general es meditativo y con un punto menos de tensión que los dos temas precedentes y el cierre, con una serie de fraseos marca de la casa, magnífico.

“Para observarse observado” - Suso utiliza el ruido blanco captado por un receptor de radio navegando entre las distintas sintonías para la introducción del siguiente corte. Un sonido convenientemente procesado y puesto en bucle sobre el que volvemos a escucharle improvisando a la guitarra. El resto del tema es pura atmósfera. Una delicia sonora para cualquier aficionado a estos géneros.




“Un hombre oscuro” - Los primeros instantes nos dan un cierto respiro en forma de notas claras dibujando una melodía muy bien definida. Escuchamos entonces la voz de Pablo Guerrero interpretando un poema propio que servirá para dar título a todo el disco que termina difuminándose entre las voces de niños jugando. Termina ahí, aparentemente, la composición y con ella el trabajo pero lo cierto es que el CD sigue dando vueltas en silencio en el reproductor. Por fin, tras varios minutos de espera vuelve el sonido en forma de pieza de “ambient” electrónico clásico que se deja escuchar durante un tramo más bien largo hasta que termina por desvancerse.




En todas las entrevistas recientes que hemos leído, Suso asume que la industria musical prácticamente ha desaparecido y que hoy en día muy poca gente se preocupa por dar un disco ese toque final de calidad que le distinga del resto. El trabajo del productor es prescindible y por eso todo lo que llega a sonar en las radios y televisiones es estándar. Sonidos planos, canciones planas, letras planas. El verdadero terraplanismo que, mira por donde, sí nos ha terminado por conquistar. Hablamos, claro está, de la “industria” que solo busca el retorno rápido de una inversión mínima. Afortunadamente quedan artistas que aún se preocupan por todos los detalles de una grabación y que no tienen el éxito o las ventas como objetivo. Es curioso pero en los últimos tiempos muchos de los discos de Suso Sáiz han sido rescatados por pequeños sellos de fuera de nuestras fronteras. Aunque haya sido en tiradas cortas, ese reconocimiento hacia su trayectoria es tan merecido como necesario. Por nuestra parte, queríamos aportar algo a la visibilidad de la obra de un músico que seguirá apareciendo en el blog, ya sea con sus propios trabajos o con los que ha hecho para otros.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Liquid Trio Experiment 2 - When The Keyboard Breaks: Live in Chicago (2008)



El “heavy metal” ha sido en las últimas décadas un estilo tremendamente resbaladizo a la hora de ubicar a una banda determinada en alguno de los infinitos sub-géneros que como en un fractal que se despliega sin límite han ido apareciendo a lo largo de todo este tiempo. Pese a ello, creemos no equivocarnos si afirmamos que el “metal progresivo” es una de las variantes que goza de mejor saludo hoy en día y que dentro de ella, una de las bandas más representativas, si no la que más, son los norteamericanos Dream Theater. En 1997, su batería Mike Portnoy quiso comenzar un proyecto paralelo, una especie de supergrupo, para lo que se puso en contacto con el teclista Jordan Rudess, el bajista Tony Levin y el guitarrista Dimebag Darrell. Rudess, quien había dicho que no previamente a Dream Theater, aceptó esta vez la oferta, al igual que Levin. No ocurrió lo mismo con el guitarrista y los demás intentos por encontrar uno a la altura fueron también infructuosos.

No deja de ser paradójico que Portnoy buscase una banda que no tuviera relación alguna con Dream Theater y finalmente terminase por crear una especie de “projeKct” si se nos permite adoptar la terminología acuñada por Robert Fripp para los diferentes satélites de King Crimson. Al fallar las distintas alternativas para la guitarra fue el de los propios Dream Theater, John Petrucci, quien terminaría por ocupar esa plaza en la banda. Poco después sería Jordan Rudess quien acabaría integrándose en Dream Theater por lo que Liquid Tension Experiment, que era el nombre del supergrupo de Portnoy, terminaría compartiendo tres miembros con la formación “matriz”.

Liquid Tension Experiment lanzaron un par de discos de estudio con ese nombre y dieron multitud de conciertos en los que podíamos escuchar a la banda en plenitud. El disco que hoy comentamos recoge una de esas actuaciones pero no una cualquiera sino una muy especial: se trata de un concierto celebrado en Chicago en 2008 en el que, en plena actuación, el teclado de Jordan Rudess comenzó a fallar. El músico abandonó el escenario para tratar de solucionarlo y, mientras tanto, el resto de la banda continuó con el espectáculo improvisando casi al 100% durante el resto de la velada. Pese a que incluso pasó un buen rato hablando por teléfono con los técnicos de Roland en Japón, no fue posible arreglar el problema así que, en plena locura en el escenario, en el último tramo del concierto, el teclista volvió a salir pero para tocar la guitarra lo que produjo una cascada de intercambios de instrumentos entre los músicos e incluso la incorporación al show de algún espectador no previsto. Todo ello hace de esta una grabación muy particular por lo que tiene de irrepetible.

Liquid Tension Experiment en su formación original como cuarteto.



“Universal Mind (When the Keyboard Broke)” - Las primeras siete piezas del concierto transcurrieron sin problemas pero al llegar a esta, perteneciente al primer disco de Liquid Tension Experiment, algo no iba bien. En palabras de Rudess, el teclado empezó a tocar como medio tono por encima de lo debido. Luego descubriría que la membrana situada por debajo de las teclas del aparato se había desplazado y eso hacía que cuando pulsaba una de ellas, el sintetizador interpretaba que estaba tocando dos consecutivas a la vez pero eso fue después de la actuación. En el momento en que todo empezó a ir mal, Rudess se fue entre bastidores para tratar de solucionarlo.

“The Chicago Blues & Noodle Factory” - Ante esa situación, y tras preguntar al público si querían que siguieran con el espectáculo mientras se solucionaba el problema con el teclado, la banda, reducida a trío, comenzó a improvisar. La primera pieza comenzaba con un blues clásico que enseguida evolucionaba hacia una trepidante pieza rockera perfectamente estructurada en la que los tres músicos se complementaban a la perfección con momentos de caos muy “crimsonianos” de los que salían magistralmente. No en vano, contaban con Tony Levin, curtido en mil y una batallas con todo tipo de músicos imaginables.




“Fade Away or Keep Going?” - Terminada la primera pieza de la “jam session” y tras confirmar Jordan Rudess que no iba a poder incorporarse al concierto a corto plazo, el trío comenzó con otro blues lento en el que Petrucci se iba a lucir con fraseados que en algún momento evocaban a Santana pero sin renunciar a la espectacularidad de sus solos, marca de la casa. La cosa marchaba e incluso los músicos le decían a Jordan que se tomase su tiempo para arreglar el teclado.

“The Haunted Keyboard” - Comenzaba así la siguiente pieza con Tony Levin al stick dibujando una introducción que enseguida iba a transformarse en una frenética pieza de jazz-rock con toques psicodélicos de la que emergía un poderoso estribillo de guitarra muy evocador. A mitad de la pieza la banda se detiene en lo que será un interludio alucinógeno lleno de extraños sonidos procedentes de la guitarra de Petrucci durante el cual la banda manifiesta su deseo de que alguien esté pirateando el concierto porque “está quedando realmente bien”. La sucesión de efectos sonoros se prolonga así hasta el final de la pieza dando paso al corte más extenso del disco.

“Close Encounters on the Liquid Kind” - El tema comienza con cierta calma pero poco a poco va acelerándose durante los dos primeros minutos para mostrar a partir de ese momento los primeros esbozos melódicos más o menos reconocibles. Es entonces cuando Petrucci se enfrasca en una larga intervención llena de virtuosismo pero en la que quizá debería haber dejado más espacio a Portnoy y Levin, que quedan limitados a simples comparsas durante demasiado tiempo. Cuando por fin tienen un pequeño hueco, el guitarrista vuelve a ocupar todo el protagonismo, eso sí, con una de sus intervenciones más inspiradas en la que no falta algún guiño a Led Zeppelin (con esbozo del riff de “Whole Lotta Love” incluido). La parte final es un despliegue de facultades casi gimnástico por parte de un Petrucci agotador. Un auténtico “tour de force” que gustará a los amantes del “guitar hero” clásico pero que adolece de una cierta estructuración que de más sentido a todo lo que suena. En el último tramo se deja escuchar la clásica melodía de cinco notas que sirvió para establecer comunicación con los extraterrestres en “Encuentros en la tercera fase”, la película de Spielberg a la que se homenajea en el título de la pieza.

“Ten Minute Warning” - Se realiza entonces el anuncio de que en apenas diez minutos volverá a haber un teclista en el escenario. Verdad a medias, como veremos después. Entretanto, asistimos a un precioso dúo entre Levin y Petrucci impulsado por la imparable batería de un Portnoy metido por unos instantes a émulo de Stewart Copeland. Probablemente sea nuestra pieza preferida del disco por el equilibrio entre el sentido musical que posee y las dosis de exhibicionismo, también presentes pero ahora mucho mejor integradas en el propio tema.




“That 'Ol Broken Down Keyboard Blues” - Sin solución de continuidad, la pieza anterior enlaza con este nuevo blues cuya interpretación estaba siendo realmente espectacular hasta que Rudess decide reincorporarse al concierto. Ante la imposibilidad de reparar su teclado, Jordan subió al escenario para pedirle guitarra a un Petrucci que se encontraba en pleno solo. Culminado el relevo, el propio Petrucci hizo lo propio con el bajo de Levin quien en ese momento estaba tocando el stick. Con esa nueva configuración terminó de interpretarse la pieza. Una verdadera pasada, dadas las circunstancias.

“Liquid Anthrax” - Para culminar la transformación de la banda, Mike Portnoy dejó las baquetas para tomar el bajo mientras que su puesto en la batería lo iba a ocupar uno de los espectadores del concierto: Charlie Benante, el titular del instrumento en Anthrax, la banda de “trash metal” (de ahí la referencia del título de la pieza). La segunda parte del tema iba a ser una versión de “How Many More Times”, clásico de Led Zeppelin con el que se iba a poner un broche de oro al concierto.

“That's All Folks!” - El último corte es en realidad la despedida de la banda una vez confirmado que el teclado de Rudess no tiene arreglo. Una breve explicación de lo sucedido y la preceptiva disculpa ponen fin a la grabación.

No había ninguna intención de grabar este concierto y menos aún de publicarlo pero las circunstancias que sobrevinieron hicieron que la banda buscase una grabación de la mesa de mezclas y la publicase a través de Lazy Tomato, un subsello creado específicamente por la banda para lanzar todo este tipo de grabaciones no del todo oficiales del mismo modo que hacían en Dream Theater con el sello Ytsejam. De este modo se da salida a un material que no tiene la calidad de un concierto “oficial” pero sirve para combatir los lanzamientos pirata del mismo por parte de terceros.

Por todo lo dicho, el lector no debe buscar aquí un disco de factura impecable. No lo es. Es una grabación en vivo sin edición de ningún tipo por lo que todos los fallos están ahí. La calidad de la grabación es aceptable pero no excelente. Está lejos de ser un registro en directo como los que habitualmente salen a la venta con todos los errores corregidos, partes reinterpretadas, etc. Ese es a nuestro juicio su mayor activo: escuchar a los músicos exactamente como sonaron aquella noche y disfrutar de sus interpretaciones y su talento para la improvisación, cosa que no siempre es posible en otro tipo de discos a los que estamos acostumbrados. De hecho, en lugar de publicar el concierto completo, la banda optó por hacerlo solo a partir del momento en que surge el problema. Una anécdota, en fin, que no debería ir mucho más allá pero que consideramos que puede ser disfrutada por muchos lectores, sean o no seguidores de Dream Theater o Liquid Tension Experiment.

Nos despedimos con un ejemplo de cómo sonaba Liquid Tension Experiment en vivo cuando no había problemas.


miércoles, 2 de octubre de 2019

Bryce Dessner - El Chan (2019)




Uno de los artistas a los que llevamos tiempo queriendo traer al blog es el guitarrista y compositor estadounidense Bryce Dessner. Ya hablamos de él de forma tangencial cuando reseñamos el proyecto “Planetarium” firmado por el propio Dessner en compañía de Nico Muhly o Sufjan Stevens pero teníamos ganas de centrarnos en un disco formado por piezas exclusivamente suyas y qué mejor ocasión que la publicación reciente de un disco con tres estrenos del músico en el sello Deutsche Grammophon.

Dessner comenzó a ser conocido como miembro de la banda The National con quienes ha grabado un buen número de discos que han alcanzado un gran reconocimiento incluso en forma de premio Grammy pero la faceta que más nos interesa de Bryce es la de compositor, digamos, clásico. Entre 1999 y 2010, aproximadamente, el guitarrista estuvo centrado en The National pero a partir de esas fechas comenzó a trabajar por su cuenta en direcciones alternativas sin abandonar la banda con quienes, de hecho, ha lanzado un nuevo disco no hace mucho tiempo. Ya en la época anterior, Dessner formaba parte de una formación instrumental que oscilaba entre el rock y el jazz por el carácter improvisado de sus obras. Se llamaban Clogs y estaban integrados por compañeros de estudios de Dessner en Yale y su estilo podía ser una buena anticipación de lo que después haría nuestro hombre en solitario. En su carrera como compositor, Dessner se ha centrado en formaciones pequeñas y en obras para solistas pero también ha escrito piezas para orquesta. El disco que comentamos hoy tiene un poco de todo ello ya que nos ofrece un concierto, una obra de cámara y una tercera para dos pianos. Como curiosidad, todo el trabajo está dedicado al director de cine mexicano Alejandro González Iñárritu con quien Dessner colaboró componiendo algunas piezas para la película “The Revenant” y firmando otras junto a los titulares de la banda sonora: Ryuichi Sakamoto y Alva Noto. De hecho, el título del disco, “El Chan”, es una referencia al espíritu protector de El Charco del Ingenio, una laguna cercana a la ciudad de San Miguel de Allende en la que reside Iñárritu junto con su esposa Maria Eladia Hagerman, también receptora de la dedicatoria del trabajo de Dessner. En correspondencia a la atención del músico con él, Iñárritu es el diseñador de la portada del disco.

En la grabación participan las otras protagonistas del disco: las hermanas Katia y Marielle Labèque (que ya aparecieron en el blog en su día). Junto a ellas intervienen los miembros de la Orchestre de Paris dirigida por Matthias Pintscher, el MDH Quartet, el guitarrista David Chalmin y el propio Bryce Dessner interpretando también la guitarra.

Bryce Dessner junto a las hermanas Labèque.



CONCERTO FOR TWO PIANOS” - El primer movimiento comienza de forma fulgurante con el piano lanzado a una carrera desenfrenada que nos recuerda a veces a alguna pieza de John Adams. Llega entonces un parón en el que la orquesta dibuja sus primeras intervenciones pero que enseguida vuelve a transformarse en una montaña rusa en constante diálogo entre las pianistas y el resto de instrumentistas. Todo el movimiento tiene un aire cinematográfico muy interesante y fresco que lo hace francamente atractivo. El segundo movimiento, por su parte, es bastante más calmado aunque no exento de intensidad cuando es necesario. Los pianos copan la atención en el inicio siendo arropados por la orquesta en determinadas partes. Dentro de ella, las distintas secciones gozan de una cierta libertad de modo que podemos escuchar a las cuerdas en diálogo con las hermanas Labèque para dejar poco después esa tarea en manos de la percusión o los vientos. La influencia de Adams nos parece cada vez más evidente. El movimiento final es heredero directo del primero y está lleno de una energía desbordante desde los primeros compases. Los pianos se reparten la parte rítmica, al estilo de Michael Nyman y la melódica alternativamente convirtiéndose en una locomotora imparable a la que la orquesta apenas puede seguir el ritmo a duras penas. A mitad de la pieza se hace el silencio y escuchamos una intervención de corte melancólico del piano, de nuevo en la linea de Nyman, tras la que afrontamos el segmento final de la obra.

HAVEN” - Si a lo largo del concierto anterior encontrábamos varias influencias más o menos claras de otros artistas, en esta pieza es más evidente el peso de la música de Steve Reich en Dessner. Es una composición para guitarras, en el más puro estilo de “Electric Counterpoint”, con el apoyo puntual de los pianos en determinados instantes. “Haven” es una exquisitez pero no consigue quitarse de encima el enorme peso de Reich que invade toda la primera mitad de la obra. Es entonces cuando entramos en un delicado interludio en el que los pianos pasan al primer plano y que es nuestro momento favorito de toda la pieza que concluye volviendo al tapiz de guitarras del principio.



EL CHAN” - Dividida en siete movimientos breves, esta suite es la que da título al disco y hace acreedor a Iñárritu de la dedicatoria del mismo. “El Charco del Ingenio” nos introduce en la acción con un firme duo de pianos que bien podría simular la tensión en la superficie de la laguna del mismo nombre. “Points of Light” tiene tintes más ambientales y no se encuentra demasiado lejos del John Cage de “In a Landscape” o “A Room”, por poner dos ejemplos. Con “Four Winds” llega un cambio notable al ser una pieza tremendamente dinámica en la que las dos pianistas dan buena muestra de su virtuosismo. El movimiento se diluye poco a poco hasta casi mezclarse con “Ballade d'Alende” en la que volvemos a encontrar el rastro de Cage. Igualmente breve es “Coyote” aunque contrasta con la anterior al pasar de una atmósfera tranquila a otra tremendamente exaltada. “Pool of El Chan” recoge la parte de la música de Cage que anticipaba a su manera el minimalismo. Por último, “Mountain” nos ofrece un delicado cierre ambiental con el que concluye el disco.




Dessner se ha convertido en otro de esos músicos a seguir que han ido surgiendo en los últimos años. Artistas que se saltan todas las clasificaciones y que hacen música de muy diversos géneros sin complejos y que compaginan exitosas carreras en el mundo del rock, el pop o la electrónica con interesantísimas inmersiones en otros campos mal llamados cultos. Junto a nombres como los de Jonny Greenwood (Radiohead), Richard Reed Parry (Arcade Fire) o el propio Johann Johannsson (que tocó en bandas de metal), Max Richter (colaborador en varios discos de Future Sound of London), Olafur Arnalds (batería en una hardcore) o Dustin O'Halloran (con varios proyectos entre el rock independiente y el ambient electrónico), Bryce Dessner nos está ofreciendo una música muy interesante. Tanto es así que podríamos hablar del surgimiento de una corriente “neoclásica” en años recientes formada por músicos de características comunes como los que hemos citado y algunos más que podríamos añadir. Los múltiples contactos y relaciones entre muchos de ellos, además, nos permitirían hablar casi de una escuela que, de consolidarse, puede ocupar un lugar importante en los libros de texto del futuro. En ese contexto conviene no perder mucho de vista a Dessner por lo que pueda llegar a ofrecernos.

Nos despedimos con un fragmento del "concierto para dos pianos y orquesta" interpretado en vivo: