miércoles, 11 de septiembre de 2024

AIR - The Virgin Suicides (2000)



Cuenta Sofia Coppola que decidió que quería ser directora de cine cuando leyó la novela de Jeffrey Eugenides, “The Virgin Suicides”. El texto trataba sobre los conflictos de la adolescencia de cinco hermanas en una familia católica en los Estados Unidos de la década de los setenta y sirvió de inspiración para la que iba a ser la película de debut de la hija del gran Francis Ford Coppola tras las cámaras. La particular temática de la obra tuvo mucho que ver con varias decisiones de Sofia, entre otras, con la de no querer una banda sonora llena de canciones tópicas de los setenta sino de una actual pero que tuviera una cierta inspiración retro que la identificase con aquella época pero sin distraer al espectador con música que pudiera asociar a sus propios recuerdos. La solución, vista desde el presente, parece bastante obvia pero todavía nos sorprende que la directora recurriera a una banda que acababa de debutar y que no tenía ningún tipo de experiencia con las bandas sonoras. Para colmo, ni siquiera eran americanos ni procedían de un país angloparlante. Hablamos, claro, de AIR.


El dúo francés disfrutaba por entonces del éxito de su primer disco, “Moon Safari”, en el que habían conseguido traer a la actualidad un sonido “vintage" y hacerlo funcionar con mucha frescura. El toque melancólico de algunas de sus canciones encajaba muy bien con lo que Sofía Coppola quería reflejar en la pantalla y de ahí surgió el encargo. Los miembros de AIR comentaron que en un principio trataron de que la música encajase en las imágenes todo el tiempo, lo que les daba muchos problemas pero conforme la composición iba avanzando fueron cambiando el enfoque y pensando en canciones que funcionaran como tales y no tan subordinadas a las escenas concretas. No fue una mala decisión porque la música no iba a tener tanta presencia como en otras películas. De hecho hay una gran parte del metraje carente de música en absoluto. Como curiosidad, el tema principal de la película está cantando por el líder de la banda Phoenix, Thomas Mars, bajo el pseudónimo de “Gordon Tracks”. A raíz de su participación en la banda sonora conoció a la que hoy es su esposa: la propia Sofía Coppola. Aparte de él, intervienen en determinados temas del disco el saxofonista Hugo Ferran y el batería Brian Reitzell. Todo lo demás corre por cuenta de Jean-Benoit Dunckel y Nicolas Godin.


“Playground Love” - La principal canción de la banda sonora y su único single fue esta balada en la que lo que más destaca son las cuerdas sintéticas que sirven de fondo, sacadas de un lugar a medio camino entre Pink Floyd y Jean Michel Jarre que, junto con el saxo, aportan un sabor añejo que le da a toda la pieza ese tono naif tan característico de la música de AIR.




“Clouds Up” - Lo siguiente que escuchamos es un tema muy corto que combina electrónica y guitarras muy en la línea de los Pink Floyd de “Echoes”, pieza con la que comparte sonidos pulsantes y una cierta atmósfera.


“Bathroom Girls” - Ese mismo ambiente se replica multiplicado por diez en la siguiente pieza en la que la batería tiene mucho en común con la de Nick Mason aunque son el mellotron y los sintetizadores antiguos los que terminan de ponernos en situación. Una gran pieza llena de nostalgia y sabor setentero.


“Cemetary Party” - La electrónica nos recibe con un ritmo constante de sintetizador que se combina con las guitarras y las voces sintéticas en otro excelente tema que demuestra el gran dominio de este tipo de registros que tienen los miembros de AIR.


“Dark Messages” - Algo más experimental es el siguiente corte construido sobre una sencilla base de sintetizador a la que se incorpora un inquietante vibráfono lleno de misterio. El entorno sonoro perfecto para una película de terror, aunque no sea el caso.


“The Word 'Hurricane'” - Otro tema “floydiano”a base de teclados y guitarras en el que se inserta un fragmento sonoro de la película y que sirve para llevarnos hasta el corte más largo del disco.


“Dirty Trip” - Es esta una pieza en la que encontramos toda la esencia de AIR, o, al menos, de los AIR de sus primeros trabajos. Teclados flotantes, una gran melodía de bajo y sonidos retro para elaborar una composición llena de personalidad e inspiración. Con un toque “jazzy” mezclado con electrónica añeja, es uno de los grandes momentos del trabajo.




“Highschool Lover (theme from “The Virgin Suicides”)” - La versión instrumental de la canción que abría el disco con el piano tomando el relevo como gran protagonista. Un piano que, a fuer de ser reiterativos, tiene mucho de aquel de Richard Wright en “The Great Gig in the Sky” y es que la influencia de Pink Floyd es en este disco más notable que en otros de la banda.


“Afternoon Sister” - Revisión de una de las melodías principales de la película con una presencia extraordinaria del mellotron, instrumento que los miembros de AIR saben ubicar perfectamente en su música.


“Ghost Song” - Retomamos otro de los temas más oscuros del disco con un tratamiento más agresivo y las guitarras eléctricas sonando muy afiladas para adornar una melodía muy del estilo de John Carpenter.


“Empty House” - Un ritmo metronómico, que bien podría imitar el latido de un corazón, marca toda la pieza que mantiene el tono de misterio y terror gótico de alguna de sus predecesoras. Un buen punto dramático a estas alturas del viaje.


“Dead Bodies” - Es aquí donde la banda se desata con un frenético ritmo de piano y batería subrayado por el bajo más tarde por unos teclados extraordinarios que ponen un poco de cordura dentro del caos. Otro de nuestros temas favoritos.




“Suicide Underground” - El cierre, acompañado de una breve explicación a cargo de un narrador sintético, es un tiempo medio muy elegante en el que la música queda en un segundo plano subordinada por la voz que resume parte de la historia de la película.



Una cosa que siempre nos ha sorprendido mucho de este trabajo es la gran consideración que ha alcanzado entre los críticos, especialmente entre los de cine. La banda sonora de AIR suele aparecer entre los listados de las mejores jamás realizadas en el campo del rock o el pop y lo es por su encaje en el propio film ya que no podemos decir que contenga ninguna canción especialmente popular o que haya trascendido la propia película pero lo cierto es que estamos ante un raro caso de simbiosis perfecta entre música e imágenes durante casi todo el metraje.


Particularmente es un trabajo que habíamos tenido un poco ignorado en relación con el resto de la discografía de AIR pero que hemos recuperado en los últimos años y que ha ganado muchos enteros en nuestra valoración. Quizá sea uno de esos discos que no entran a la primera y que requieren de un tiempo para su correcta asimilación o quizá no le prestamos la atención debida en su momento. Sea como fuere, hoy nos parece una gran obra que no podemos dejar de recomendar.

viernes, 30 de agosto de 2024

Camel - Music Inspired by the Snow Goose (1975)



Cuando pensamos en rock progresivo, enseguida nos viene a la mente una especie de “núcleo duro” del género formado por bandas como Genesis, Yes, King Crimson o Pink Floyd por mencionar solo un puñado de las formaciones más conocidas. Sin embargo, en todo estilo musical existen grupos que se encuentran en un segundo plano pero que tienen también un nutrido grupo de fans y llegaron a alcanzar un prestigio importante que hace que hoy en día sigan siendo recordados y su música reivindicada de tanto en tanto.


Ese es el caso de Camel, banda británica que vivió una gran época en los años setenta y que, tras diversas etapas de mayor o menor actividad, sigue funcionando a día de hoy. El origen de Camel hay que buscarlo en 1971 cuando tres de los que serían sus futuros miembros se presentaron a una audición para el cantante Phillip Goodhand-Tait. Allí coincidirían y pasarían a formar parte de la banda del vocalista, el guitarrista Andy Latimer, el batería Andy Ward y el bajista Doug Ferguson quienes llegarían a grabar un disco junto a Phillip. La experiencia fue bien y los tres músicos decidieron establecerse como banda independiente para lo cual buscaron un teclista que les ayudase a configurar un sonido acorde con los tiempos. Recordemos que estamos en el apogeo del rock progresivo y en una época en la que los teclados eran tan importantes como las guitarras eléctricas en el imaginario popular. Como se hacía entonces y se siguió haciendo durante mucho tiempo antes de la llegada de internet, pusieron un anuncio en la revista Melody Maker buscando ese último componente y uno de los que respondió fue el teclista de Shotgun Express, Peter Bardens. El caso de Shotgun Expres fue curioso. Se trata de una banda que no tuvo demasiado éxito pero por la que pasaron muchos músicos que luego fueron extremadamente populares como Mick Fleetwood y Peter Green (que luego formarían Fleetwood Mac), Rod Stewart o Phil Sawyer, además del propio Bardens.


Tras un discreto primer disco, Camel irrumpió en la escena con el magnífico “Mirage”, uno de los discos que siempre aparecen en las listas de los mejores trabajos del rock progresivo. Entre las partes más recordadas de ese trabajo se encontraba una suite basada en “El Señor de los Anillos” y para el siguiente disco, los miembros del cuarteto buscaron de nuevo la inspiración en la literatura lo que les iba a generar algún que otro problema. La novela escogida para la ocasión era “The Snow Goose”, de Paul Gallico pero el escritor puso muchas objeciones al respecto por lo que la banda optó por no utilizar sus textos (el disco sería casi por completo instrumental) y cambiar el título inicial, “The Snow Goose” por el de “Music Inspired by The Snow Goose” para evitar cualquier consecuencia legal. Desde Decca apostaron fuerte por el disco y no escatimaron en gastos contando con la presencia de la London Symphony Orchestra en la grabación. Los arreglos, por cierto, corrieron por cuenta de David Bedford quien se encontraba en un momento de gran efervescencia musical con sus colaboraciones con Mike Oldfield así como con su propia carrera discográfica.


Al contrario que en “Mirage”, dividido en cinco piezas con un par de ellas de larga duración siguiendo los cánones del rock progresivo, “Music Inspired by The Snow Goose” constaría de 16 piezas relativamente breves, lo que no afectaría a la fluidez de la obra ni a su unidad temática. La historia comienza con “The Great Marsh” en la que los graznidos de las aves nos dejan con teclados, guitarra y voces dibujando una introducción en el sentido clásico del término que culmina con la entrada de la batería y la orquesta, ligeramente edulcorada para nuestro gusto. La flauta de Latimer introduce “Rhayader” y su tema central en un estilo que, por algún motivo, siempre nos ha recordado al de la banda Mannheim Steamroller que daba sus primeros pasos en la misma época. Con “Rhayader Goes to Town” entramos en terrenos más épicos con los sintetizadores dando la entrada a la banda en pleno en un estallido rockero muy inspirado lleno de cambios de ritmo (y hasta de género, incorporando blues o jazz) y juegos melódicos en los que los teclados son protagonistas absolutos con aportaciones puntuales de guitarra y bajo.




 “Sanctuary” y “Fritha” son dos temas muy breves, el primero a base de guitarra acústica y eléctrica y el segundo que suma el sintetizador a la mezcla. Llegamos de este modo a “The Snow Goose”, tema central de la obra con la melodía principal a cargo de la guitarra eléctrica y el órgano Hammond aportando todos los fondos sobre los que descansa. Sin solución de continuidad comienza “Friendship”, una especie de entreacto a cargo de la sección de maderas de la orquesta, muy divertido y que sirve para enlazar con “Migration”, regreso al rock progresivo puro con Latimer tarareando en falsete un nuevo motivo con el apoyo sucesivo de guitarras y teclados. Con “Rhayader Alone” se recupera uno de los leitmoviv de la obra que da paso a “Flight of the Snow Goose”, el tema más electrónico cuyo comienzo podrían haber firmado tanto Tangerine Dream como Terry Riley.




Después de un comienzo interesantísimo, la pieza rompe en un desarrollo épico en el que recupera otra de las melodías recurrentes del trabajo con una guitarra en plan Oldfield que siempre nos ha gustado mucho y que empalma con “Preparation”. Ahí es de nuevo la flauta la que aportan un giro folclórico que va muy bien con el concepto de la obra antes de entrar en un segmento verdaderamente inquietante con los teclados en “ostinato” y una voz que nos llena de desasosiego. Con “Dunkirk” vuelve la épica progresiva, especialmente con la gran aportación de un bajo y una sección de metales de los que sospechamos que Alan Parsons tomó buena nota para sus discos. Algunos de los mejores momentos de la obra se encuentran aquí.



 “Epitaph” vuelve sobre melodías anteriores con un toque más oscuro, potenciado por las campanas del comienzo y algunos sintetizadores para dejarnos con el segmento final que empieza con el romántico piano de “Fritha Alone”, continúa con “La Princesse Perdue” que suma la orquesta a lo que fue minutos atrás “Rhayader” para poner punto final al trabajo con “The Great Marsh” cerrando el círculo.


A la hora de hablar de nuestros discos favoritos de Camel, tenemos que confesar que “Music Inspired by The Snow Goose” estaría en nuestras preferencias por detrás de su predecesor (“Mirage”) y también del que le seguiría un año más tarde (“Moonmadness”), trabajos ambos que tendremos que traer por aquí en algún momento. Quizá no obra en su favor la rareza de ser un disco  prácticamente instrumental, cosa nada común en los grandes grupos del progresivo en aquellos años y sí más habitual en los solistas. En todo caso, Camel fue una gran banda que ha sabido seguir en activo hasta hoy en día con los cambios lógicos de personal y alguna interrupción, cosa que no todos sus contemporáneos pueden decir.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Sufjan Stevens - Javelin (2023)



Las primeras apariciones en el blog de Sufjan Stevens fueron con trabajos, o bien electrónicos (y colaborativos) o de piano solo y lo cierto es que, aunque el músico norteamericano destaca en muchas facetas, el formato que le llevó a la fama en su día con discos como “Illinois” o “Carrie and Lowell” tiene más que ver con el trabajo tradicional de cantautor pese a la sofisticación de Stevens en todo lo que hace. Con “Javelin”, el músico regresa a esa versión suya y lo hace con gran acierto recogiendo críticas extraordinariamente favorables.


En lo personal, el disco nace en las circunstancias más difíciles ya que se creó en un periodo en el que Stevens tuvo que afrontar la muerte de su pareja, Evans Richardson, fallecido con apenas 43 años y, además de eso, el síndrome de Guillain-Barré, una extraña enfermedad autoinmune que afecta al movimiento de las extremidades y que requiere de una larga recuperación y re-aprendizaje para volver a andar y realizar las tareas habituales. Desconocemos cómo influyeron estas circunstancias en el propio proceso de grabación del disco ya que Stevens aparece en los créditos, como es habitual en él, interpretando todos los instrumentos (guitarras, piano, batería, sintetizadores...) además de cantando así que suponemos que la mayor parte del mismo se grabó antes de la enfermedad. Sólo su amigo Bryce Dessner aparece acreditado a la guitarra en uno de los cortes del trabajo además de las vocalistas invitadas (Hanna Cohen, Megan Lui, Nedelle Torrisi, Adrienne Maree Brown y Pauline de Lassus) que colaboran en diferentes canciones.


“Goodbye Evergreen” - El comienzo del disco recuerda al Stevens más íntimo de discos como “Seven Swans”, con el artista cantando en su versión más vulnerable acompañado únicamente del piano y algunos coros pero esa tranquilidad se rompe enseguida con la entrada de las percusiones y la aparición de fantásticas armonías vocales y una subida de intensidad que nos recuerda los momentos más épicos de “Planetarium”, especialmente en el pasaje instrumental que llega después y con el que prácticamente concluye la pieza con delicados sonidos de flauta que se dirían procedentes de un Mellotron.




“A Running Start” - Repetimos esquema con la guitarra en lugar del piano en la introducción con una canción más rápida que la anterior pero igualmente inspirada. Los coros femeninos de dan una apariencia mágica, como de cuento, resaltada por algunas percusiones y la propia flauta. Un sueño del que no queremos despertar, especialmente cuando Sufjan nos introduce en esos complejos juegos vocales que sólo él domina con esta maestría.


“Will Anybody Ever Love Me?” - Insiste Stevens en buscar comienzos desnudos, con escaso acompañamiento instrumental para su voz y en ir complicándolos gradualmente según avanza el tema. En este caso los arreglos se acercan más al minimalismo pero el punto fuerte siguen siendo las melodías, sencillas pero igualmente arrebatadoras.


“Everything that Rises” - Nos maravilla la pasión por el detalle de Stevens, que no tiene ningún problema en meter una parte de orquesta o un sonido concreto durante apenas un par de segundos si considera que con eso mejora la canción. Su producción es exquisita en general incluso en canciones como esta en la que el tema no progresa demasiado desde el comienzo al final. Sin ser precisamente la mejor pieza del disco, tiene unos coros en los que merece la pena perderse durante un largo rato aunque quizá nos sobren las percusiones de la parte final.


“Genuflecting Ghost” - La veloz guitarra del comienzo nos envuelve de optimismo en un precioso tema “folkie” con esa particular mezcla de tono infantil e inocente con toques incluso progresivos. Sonará a locura pero hay detalles aquí que nos recuerdan al Oldfield de “Ommadawn” en algunos momentos.


“My Little Red Fox” - Quizá una de nuestras canciones favoritas del disco, en la que se pone de manifiesto en todo su esplendor la forma de construir melodías de Sufjan, con progresiones interminables combinadas con interrupciones que no son sino invitaciones al diálogo entre las diferentes voces. Una joya de principio a fin, con unos arreglos electrónicos y corales llenos de sutilezas y un final absolutamente maravilloso digno de la mejor Julia Holter.


“So You Are Tired” - Unos teclados de aire jazzístico nos reciben en los primeros instantes de otra canción exquisita. Un tiempo medio en el que luego aparecen las guitarras y los coros para llevarnos de nuevo a un viaje por el universo de Stevens en el que encontramos todo aquello que nos encanta de él.


“Javelin (To Have and to Hold)” - La canción que da título al disco es casi una miniatura (no llega a los dos minutos de duración) pero el músico tiene tiempo de sobra para ofrecemos ahí su habitual guitarra, unos preciosos arreglos de cuerda y sus coros habituales consiguiendo esa complicada mezcla entre calidad y brevedad.




“Shit Talk” - Como para llevarnos la contraria, llegamos ahora al corte más largo de todo el trabajo, que cuenta con la participación de Dessner a la guitarra aunque su aportación no supone una gran diferencia con el resto de temas del disco. La ventaja que nos da el duración, en este caso, es que podemos disfrutar de absolutas maravillas corales, casi barrocas, con un desarrollo fantástico. La coda final, con guitarras etéreas, voces y sintetizadores desarrollando un pasaje claramente ambiental es una verdadera joya.




“There's a World” - Para cerrar el disco, Stevens realiza una curiosa elección haciendo una versión de una canción de Neil Young que apareció en su disco “Harvest” (1972). Tampoco es que sea un riesgo excesivo ya que el estilo folk de Young se adapta perfectamente al de Stevens hasta el punto de que pasaría perfectamente por una canción propia.



Antes de escuchar el disco habíamos leído algunas reseñas que incidían en el regreso de Stevens a su versión más folclórica y nosotros mismos hemos reiterado esa idea al comienzo de la entrada pero lo cierto es que, no siendo del todo equivocada esta afirmación, “Javelin” es un trabajo que va más allá. Es cierto que la mayoría de las canciones comienzan de ese modo pero la evolución de todas ellas está más en la línea de discos más recientes, con un sonido mucho más complejo y arreglos más potentes (casi épicos en algunos casos). No conocemos en detalle la extensa discografía de Stevens pero su último disco nos parece que podría contarse sin problemas entre los tres o cuatro mejores de su autor, lo cual es una gran noticia para el futuro. Hablando de eso, esperamos que las cosas evolucionen bien y el músico pueda recuperarse cuanto antes para continuar con su carrera, ya que es una de las voces más originales que han surgido en los últimos años. Cualquier novedad al respecto aparecerá por aquí en su momento.