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miércoles, 21 de agosto de 2024

Sufjan Stevens - Javelin (2023)



Las primeras apariciones en el blog de Sufjan Stevens fueron con trabajos, o bien electrónicos (y colaborativos) o de piano solo y lo cierto es que, aunque el músico norteamericano destaca en muchas facetas, el formato que le llevó a la fama en su día con discos como “Illinois” o “Carrie and Lowell” tiene más que ver con el trabajo tradicional de cantautor pese a la sofisticación de Stevens en todo lo que hace. Con “Javelin”, el músico regresa a esa versión suya y lo hace con gran acierto recogiendo críticas extraordinariamente favorables.


En lo personal, el disco nace en las circunstancias más difíciles ya que se creó en un periodo en el que Stevens tuvo que afrontar la muerte de su pareja, Evans Richardson, fallecido con apenas 43 años y, además de eso, el síndrome de Guillain-Barré, una extraña enfermedad autoinmune que afecta al movimiento de las extremidades y que requiere de una larga recuperación y re-aprendizaje para volver a andar y realizar las tareas habituales. Desconocemos cómo influyeron estas circunstancias en el propio proceso de grabación del disco ya que Stevens aparece en los créditos, como es habitual en él, interpretando todos los instrumentos (guitarras, piano, batería, sintetizadores...) además de cantando así que suponemos que la mayor parte del mismo se grabó antes de la enfermedad. Sólo su amigo Bryce Dessner aparece acreditado a la guitarra en uno de los cortes del trabajo además de las vocalistas invitadas (Hanna Cohen, Megan Lui, Nedelle Torrisi, Adrienne Maree Brown y Pauline de Lassus) que colaboran en diferentes canciones.


“Goodbye Evergreen” - El comienzo del disco recuerda al Stevens más íntimo de discos como “Seven Swans”, con el artista cantando en su versión más vulnerable acompañado únicamente del piano y algunos coros pero esa tranquilidad se rompe enseguida con la entrada de las percusiones y la aparición de fantásticas armonías vocales y una subida de intensidad que nos recuerda los momentos más épicos de “Planetarium”, especialmente en el pasaje instrumental que llega después y con el que prácticamente concluye la pieza con delicados sonidos de flauta que se dirían procedentes de un Mellotron.




“A Running Start” - Repetimos esquema con la guitarra en lugar del piano en la introducción con una canción más rápida que la anterior pero igualmente inspirada. Los coros femeninos de dan una apariencia mágica, como de cuento, resaltada por algunas percusiones y la propia flauta. Un sueño del que no queremos despertar, especialmente cuando Sufjan nos introduce en esos complejos juegos vocales que sólo él domina con esta maestría.


“Will Anybody Ever Love Me?” - Insiste Stevens en buscar comienzos desnudos, con escaso acompañamiento instrumental para su voz y en ir complicándolos gradualmente según avanza el tema. En este caso los arreglos se acercan más al minimalismo pero el punto fuerte siguen siendo las melodías, sencillas pero igualmente arrebatadoras.


“Everything that Rises” - Nos maravilla la pasión por el detalle de Stevens, que no tiene ningún problema en meter una parte de orquesta o un sonido concreto durante apenas un par de segundos si considera que con eso mejora la canción. Su producción es exquisita en general incluso en canciones como esta en la que el tema no progresa demasiado desde el comienzo al final. Sin ser precisamente la mejor pieza del disco, tiene unos coros en los que merece la pena perderse durante un largo rato aunque quizá nos sobren las percusiones de la parte final.


“Genuflecting Ghost” - La veloz guitarra del comienzo nos envuelve de optimismo en un precioso tema “folkie” con esa particular mezcla de tono infantil e inocente con toques incluso progresivos. Sonará a locura pero hay detalles aquí que nos recuerdan al Oldfield de “Ommadawn” en algunos momentos.


“My Little Red Fox” - Quizá una de nuestras canciones favoritas del disco, en la que se pone de manifiesto en todo su esplendor la forma de construir melodías de Sufjan, con progresiones interminables combinadas con interrupciones que no son sino invitaciones al diálogo entre las diferentes voces. Una joya de principio a fin, con unos arreglos electrónicos y corales llenos de sutilezas y un final absolutamente maravilloso digno de la mejor Julia Holter.


“So You Are Tired” - Unos teclados de aire jazzístico nos reciben en los primeros instantes de otra canción exquisita. Un tiempo medio en el que luego aparecen las guitarras y los coros para llevarnos de nuevo a un viaje por el universo de Stevens en el que encontramos todo aquello que nos encanta de él.


“Javelin (To Have and to Hold)” - La canción que da título al disco es casi una miniatura (no llega a los dos minutos de duración) pero el músico tiene tiempo de sobra para ofrecemos ahí su habitual guitarra, unos preciosos arreglos de cuerda y sus coros habituales consiguiendo esa complicada mezcla entre calidad y brevedad.




“Shit Talk” - Como para llevarnos la contraria, llegamos ahora al corte más largo de todo el trabajo, que cuenta con la participación de Dessner a la guitarra aunque su aportación no supone una gran diferencia con el resto de temas del disco. La ventaja que nos da el duración, en este caso, es que podemos disfrutar de absolutas maravillas corales, casi barrocas, con un desarrollo fantástico. La coda final, con guitarras etéreas, voces y sintetizadores desarrollando un pasaje claramente ambiental es una verdadera joya.




“There's a World” - Para cerrar el disco, Stevens realiza una curiosa elección haciendo una versión de una canción de Neil Young que apareció en su disco “Harvest” (1972). Tampoco es que sea un riesgo excesivo ya que el estilo folk de Young se adapta perfectamente al de Stevens hasta el punto de que pasaría perfectamente por una canción propia.



Antes de escuchar el disco habíamos leído algunas reseñas que incidían en el regreso de Stevens a su versión más folclórica y nosotros mismos hemos reiterado esa idea al comienzo de la entrada pero lo cierto es que, no siendo del todo equivocada esta afirmación, “Javelin” es un trabajo que va más allá. Es cierto que la mayoría de las canciones comienzan de ese modo pero la evolución de todas ellas está más en la línea de discos más recientes, con un sonido mucho más complejo y arreglos más potentes (casi épicos en algunos casos). No conocemos en detalle la extensa discografía de Stevens pero su último disco nos parece que podría contarse sin problemas entre los tres o cuatro mejores de su autor, lo cual es una gran noticia para el futuro. Hablando de eso, esperamos que las cosas evolucionen bien y el músico pueda recuperarse cuanto antes para continuar con su carrera, ya que es una de las voces más originales que han surgido en los últimos años. Cualquier novedad al respecto aparecerá por aquí en su momento.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Sufjan Stevens - Reflections (2023)



Sufjan Stevens apareció por aquí hace un tiempo con ocasión del disco “Planetarium”, publicado en colaboración con Nico Muhly y Bryce Dessner pero nunca le hemos dedicado una entrada específicamente a él. Lo cierto es que no es nada sencillo presentar a un músico como Sufjan porque no encaja en ninguna categoría al uso. Ha publicado trabajos desnudos de guitarra y voz sin apenas acompañamientos, en plan cantautor, otros con exuberantes arreglos orquestales, tiene discos puramente electrónicos, otros de corte clásico... en resumen, una obra extremadamente variada.


Pese a que su nombre procede del idioma armenio y hace referencia a un importante personaje de la religión islámica, Sufjan es creyente cristiano y esto se ha reflejado siempre en sus letras, especialmente en sus primeros trabajos. En edad escolar aprendió a tocar el oboe y otros instrumentos de viento madera y más tarde, también la guitarra. En sus inicios formó parte de todo tipo de bandas, desde grupos folk hasta agrupaciones de garaje y fue cuando se trasladó a Nueva York desde su Michigan natal cuando empezó a grabar discos cambiando radicalmente de estilo de uno a otro. En todo caso, lo que le hizo popular fue su particular estilo de canción folk interpretado de forma inconfundible y con unos arreglos realmente sofisticados en lo que podemos considerar como su línea principal de trabajo. Sin embargo, esos discos los vamos a dejar para más adelante y nos vamos a centrar hoy en otra de sus vertientes que se centra en corrientes cercanas a la música contemporánea en su vertiente minimalista.


“Reflections”, con apenas media hora de duración, recoge la música que Sufjan Stevens compuso en 2019 para un encargo del Houston Ballet con Justin Peck como coreógrafo. Peck, autor, entre otras cosas, de las secuencias de baile del remake de Spielberg de “West Side Story”, está acostumbrado a trabajar con los músicos más prestigiosos incluyendo a Philip Glass, Caroline Shaw o Steve Reich. La experiencia debió ser satisfactoria para ambos ya que a lo largo de este 2024 se estrenará la adaptación al ballet del disco “Illinois” de Stevens a cargo de Peck. “Reflections” es una obra para dos pianos que en el disco está interpretada por Timo Andres (quien ya había grabado un disco anterior de Sufjan) y Conor Hanick que es uno de los pianistas más reclamados en los últimos años por parte de los más grandes compositores para estrenar sus obras.


“Ekstasis” - El primer corte del disco, que sirvió también como adelanto del mismo, es una mezcla entre lo solemne y lo rotundo, con una sonoridad y un desarrollo melódico muy americano que nos recuerda a Leonard Bernstein y, en menor medida, a Gershwin. En comparación con el eufórico comienzo, la segunda mitad de la pieza es un remanso de tranquilidad y funciona casi como una coda separada del cuerpo principal.


“Revanche” - La cosa continúa por parecidos derroteros en esta pieza, con muchos componentes rítmicos y narrativos del clásico musical de Broadway, algo que, sin duda, debió funcionar muy bien como acompañamiento del ballet de Justin Peck. Como novedad, tenemos aquí varios pasajes más ensoñadores y etéreos que en la pieza anterior. La influencia de otros compositores clásicos americanos está igualmente presente pero aquí tiene más en común con John Adams que con los mencionados anteriormente.




“Euphoros” - Volvemos a una música más directa y dinámica con constantes diálogos e intercambios de protagonismo entre los dos pianos con momentos brillantes por parte de ambos intérpretes y con ráfagas melódicas muy interesantes en el tramo final en el que encontramos elementos minimalistas de forma más clara que en los temas anteriores.


“Mnemosyne” - El siguiente corte tiende más hacia un jazz contemporáneo tipo Brad Mehldau pero con juegos y guiños a determinadas obras de John Cage. Por momentos parece una pieza complicada pero de repente nos sorprende con tramos más accesibles en una mezcla de lo más interesante. El final es realmente maravilloso, con un toque soñador y fantástico que podría acompañar sin problemas una escena musical de cualquier película animada de la Disney de la época clásica.




“Rodinia” - Una mezcla entre minimalismo con un toque de impresionismo francés es lo que nos encontramos en la siguiente composición que termina por convertirse en un excelente tema ambiental en el que no termina de haber una melodía clara más allá del tema central que se repite una y otra vez en infinitas variaciones.


“Reflexion” - Y hablando del tema melódico, esta es probablemente la composición más inspirada del trabajo y la que más fácilmente podría convertirse en una canción en el estilo habitual de Stevens. Inocente, con un punto naíf encantador, es una de esas joyitas que aparecen de vez en cuando en los discos más inesperados.


“And I Shall Come to You Like a Stormtrooper in Drag Serving Imperial Realness” - El cierre del trabajo lo pone esta pieza de título extravagante (y un poco friki, por qué no decirlo). Con ella, Stevens vuelve al ambiente y la narrativa más propios del teatro musical y nos deja disfrutar, una vez más, de dos interpretaciones impecables a cargo de Timo Andres y Conor Hanick.



Tenemos que hablar más de Sufjan Stevens en el futuro porque nos parece un artista fantástico en todas sus vertientes y también porque dejar una entrada como esta, centrada en un aspecto tan concreto de su obra, no hace justicia a los planteamientos tan variados de la misma y ofrece una visión extremadamente limitada de su producción. Mientras esto sucede, os animamos a explorar por vuestra cuenta los abundantes discos de Stevens. Cada escucha nueva es tan sorprendente como fascinante y creemos que no os decepcionará. Como nota final, señalar que recientemente, Stevens hizo público que padece el síndrome de Guillain-Barre, una enfermedad rara que provoca una parálisis casi total y tras la cual, en muchos casos, el paciente debe aprender a andar prácticamente de cero. Afortunadamente, no es incurable, existe tratamiento y Stevens se encuentra en fase de recuperación aunque es un proceso largo. En todo caso, es de esperar que esta situación afecte de uno u otro modo a su carrera justo cuando acaba de publicar un nuevo disco que está siendo muy bien valorado por la crítica y que traeremos por aquí en algún momento. Os dejamos con una interpretación en vivo del primer corte del disco:




martes, 4 de julio de 2017

Sufjan Stevens, Nico Muhly, Bryce Dessner, James McAlister - Planetarium (2017)



Probablemente Nico Muhly sea el paradigma de por dónde van a ir las cosas en los próximos años para los músicos de formación clásica porque el suyo es un ejemplo de trabajo en todo tipo de género sin preocuparse por el lugar de procedencia de la música o de sus autores. A día de hoy, y pese a su juventud (apenas cuenta con 35 años), ha compuesto óperas, música de cámara, música orquestal, coral, cancioneros, etc. De cualquier otro músico diríamos que, de forma paralela, ha trabajado con artistas de otros géneros pero en el caso de Muhly no sería del todo correcto ya que para él no existe esa “forma paralela”: toda la música forma parte de un mismo todo en el que no hace distinciones ni categorías. Así, considera que componer bandas sonoras, realizar adaptaciones de obras de Philip Glass, orquestar piezas corales de William Byrd, realizar arreglos para Anthony and the Johnsons, The National o Jónsi, de Sigur Ros o grabar canciones en colaboración con Bjork forman parte de un mismo trabajo.

En 2011 Muhly recibió el encargo de escribir una obra para el Muziekgebouw de Eindhoven, teatro del que era compositor residente. Lo más interesante no era el encargo en sí sino la frase que le acompañaba: “¿con quién te gustaría trabajar si tuvieras carta blanca para hacerlo?”. Inmediatamente Muhly pensó en dos viejos amigos a los que conoció a principios de la pasada década en Brooklyn: Sufjan Stevens y Bryce Dessner. El primero, una de las figuras más interesantes de la música norteamericana en los últimos tiempos. Además de ser un dotado multi-instrumentista, Stevens ha tocado palos muy diversos que van desde el folk a la música electrónica pasando por la creación de orquestaciones sinfónicas para sus canciones. Dessner, por su parte, compagina su ya notable producción clásica que incluye entre lo más destacado piezas orquestales y cuartetos de cuerda, con su labor como miembro de The National.

No hizo falta mucho esfuerzo para convencer a ambos y poco después, el trío se puso manos a la obra para crear una pieza de grandes proporciones. El trabajo, lejos de lo que ocurre en ocasiones similares en las que se juntan tres estrellas, era una verdadera colaboración entre músicos que se conocen bien y que están acostumbrados a trabajar juntos. Cada artista tiene su sitio y en ningún momento se adivina lucha alguna de egos. Al contrario, la música fluyó desde el principio mezclando las aportaciones de cada uno de los compositores con gran naturalidad. Cualquiera que haya seguido las trayectorias del trío reconocerá sin mucho esfuerzo a todos ellos pero también escuchará un trabajo que no es atribuible a ninguno porque termina por convertirse en una obra mayor. “Planetarium” además, era un “work in progress”, una obra que fue evolucionando a partir de las composiciones con las que se estrenó de modo que la versión grabada que podemos escuchar es mucho más rica y amplia que la original. En 2012, Muhly, Stevens y Dessner realizaron una gira por varios teatros presentando la obra y al terminar los conciertos se reunieron en el estudio de grabación para registrar toda aquella música que quedaría guardada en un cajón mientras los artistas maduraban qué hacer con ella.

“Planetarium” es un trabajo conceptual alrededor del Sistema Solar con referencias a la mitología grecorromana y al ser humano. La idea comenzá a construirse a partir de los esquemas musicales de Muhly que fueron modelados en un primer momento por Dessner. Stevens se encargaría de dar forma a las canciones aportando los textos y, con ellos, la orientación definitiva del trabajo (alguna de las canciones pertenecía a un viejo proyecto personal aplazado, de hecho). Además, sugirió la incorporación al proyecto del batería James McAlister quien se encargaría de dar forma a la parte rítmica de “Planetarium” resultando ser “el pegamento que terminó por dar sentido a la obra” en palabras de Sufjan Stevens.

En la segunda parte de 2016, tras varios años en los que cada uno de los artistas se centró en sus propios proyectos, decidieron reunirse para dar forma de disco a “Planetarium” y publicarlo, algo que ocurrió hace unas semanas a través del sello 4AD. En la grabación, exquisita desde el primer al último instante, intervienen: Bryce Dessner (guitarra), James McAlister (batería, percusión, sintetizadores y programaciones), Nico Muhly (piano y teclados) y Sufjan Stevens (voz, sintetizadores, piano, Mellotron, flautas y programaciones). Participan además, un cuarteto de cuerda integrado por Rob Moose y Ben Russell (violines), Nadia Sirota (viola) y Claire Bryant (violonchelo), un septeto de trombones y Thomas Bartlett (piano y Mellotron). La idea de “Planetarium” era la de dedicar una composición a cada uno de los cuerpos celestes que componen el Sistema Solar pero con el tiempo se añadieron nuevas piezas para complementarlas aunque siempre con títulos relacionados con el tema central.

Imagen del montaje de "Planetarium" para el directo.


“Neptune” - Un fondo de sintetizador abre el disco y sirve de introducción para el piano y la personalísima voz de Sufjan Stevens que desgrana una melodía verdaderamente magistral que desemboca en un breve fragmento cantado con gran delicadeza y que podría proceder de cualquier obra renacentista. Suenan los acordes de la guitarra de Dessner para enriquecer una pieza cuya melodía es más enrevesada conforme avanzan los compases. Es entonces cuando entran el cuarteto de cuerda los trombones para dar paso al siguiente corte.

“Jupiter” - Un ritmo casi marcial nos introduce en un largo corte en el que la electrónica reclama su lugar, tanto en forma de efectos sonoros que adornan la voz de Stevens como jugando alrededor de ella con secuencias de gran belleza. En estos primeros momentos la melodía es repetitiva hasta el momento en que escuchamos a Sufjan cantando a través de un vocoder, algo que se repetirá durante buena parte del disco como una seña de identidad. Cesa la percusión y entramos en un interludio de corte ambiental que marca el comienzo de la siguiente parte del tema. Una oración sintética comienza a escucharse sobre un fondo musical de aire barroco muy característico de la música de Muhly. Aparece entonces un brusco corte percusivo que nos acompaña durante el siguiente tramo mientras se repite el tema central de este segmento. Aparecen por un instante nuevas secuencias electrónicas que desembocan en una solemne fanfarria con los trombones a pleno rendimiento con la que se pone punto final a una pieza extraordinaria.

“Halley's Comet” - El cometa Halley tiene aquí un fugaz homenaje en forma de miniatura electrónica apenas distinguible del siguiente corte para el que hace de preludio.

“Venus” - Llegamos a Venus y, como corresponde a su papel en la mitología y en la cultura popular, al tema más sensual en cuanto a los textos. La melodía es sencilla y el acompañamiento electrónico, muy característico de algunos trabajos de Sufjan Stevens, funciona realmente bien. Suenan de nuevo los metales como interludio antes de la segunda parte de la canción en la que se incide en los mismos temas que sonaron en la primera con un tratamiento diferente en cuanto a los arreglos.




“Uranus” - El clásico sonido de flautas del Mellotron nos recibe en la obertura de una canción de cierto aire minimalista que tiene una producción exquisita. Entramos a continuación en una breve sección coral que precede a un nuevo pasaje ambiental en el que la guitarra de Dessner interviene con brillantez, a dúo con la voz pasada por el “auto tune” de Stevens primero, y ya en solitario algo después. Una preciosa sección vocal con un cierto aire a Julia Holter nos acompaña hasta un pasaje más oscuro en el que guitarra y sintetizadores dibujan un escenario muy diferente, como de transición hacia la siguiente etapa. Absolutamente brillante.

“Mars” - El Dios de la guerra llega revestido de un traje más industrial en el que las programaciones rítmicas juegan un papel muy importante. Mientras tanto se van desarrollando una serie de motivos electrónicos  muy interesantes hasta que aparece la voz de Stevens, distorsionada con un efecto vocoder muy pronunciado que desemboca en un magnífico tramo con trombones y sintetizadores aliados en una composición de inspiración contemporánea. Vuelve la guitarra a sonar con una serie de acordes hipnóticos y entramos así en el último tramo de la pieza, más rítmico que el resto que termina con un profundo sonido que enlaza directamente con el siguiente tema.

“Black Energy” - La energía oscura es la protagonista de un corte que comienza con un tono muy evocador, verdaderamente cósmico si entendemos como tal, por ejemplo, la música de Vangelis en su “Albedo 0.39” (el tema así llamado, no todo el disco). Es una composición puramente ambiental, muy intensa, que cumple sobradamente con su función de enlace dentro del disco pero que, además, tiene entidad suficiente para poder ser tomada de forma independiente al mismo.

“Sun” - La pieza dedicada al Sol comienza con espaciados destellos de sintetizador, quizá describiendo un amanecer en cualquier punto del Sistema Solar. Pese a compartir características con la pieza anterior (ambas son “ambient”) esta es muy diferente en espíritu. Más luminosa con perdón por la obviedad.

“Tides” - Uno de los efectos más notables del Sol y de la Luna sobre la Tierra son las mareas que aquí aparecen en forma de tema breve que sigue la linea de los precedentes.

“Moon” - Con la Luna llega un nuevo cambio en el disco. Volvemos a escuchar a Sufjan Stevens en una canción que tiene algo de tribal y en la que destaca el delicado acompañamiento instrumental con influencias de Steve Reich, músico con el que tanto Muhly como Dessner han trabajado en algún momento. En todo caso, el armazón electrónico diseñado por Stevens es lo que nos resulta más atractivo de toda la pieza.

“Pluto” - El “planeta enano” tiene el honor de ser el inspirador de una de las canciones más bellas de toda la obra. Introducida por una preciosa guitarra, heredera quizá del Reich de “Electric Counterpoint”, surge poco a poco una gran melodía que se va transformando de un modo muy cinematográfico en un himno acompañado por las cuerdas y los metales. El final, con la electrónica de nuevo en primer plano es extraordinario como todo el disco. “Pluto” es una evolución de una vieja canción de Sufjan Stevens que no encontró acomodo en sus trabajos personales.

“Kuiper Belt” - Una animada danza con cierto aire al Mike Oldfield más inocente de sus primeros años es la encargada de representar al Cinturón de Kuiper. Es un tema que se hace muy corto y que sirve para enlazar con otro aún más escueto.

“Black Hole” - Los agujeros negros apenas cuentan con medio minuto de presencia en el disco pero es esta una transición muy intensa que enlaza a la perfección con el que fue el tema de presentación del disco.

“Saturn” - La canción con la que comenzó a mostrarse el proyecto era un tema muy electrónico en su inicio, con Sufjan Stevens de nuevo cantando con “auto tune” una melodía verdaderamente inspirada y con cierto aire ochentero. En su segunda parte aparecen ritmos bailables por primera vez en el disco pero todo está hecho con una elegancia que en ningún momento desentona frente al resto del trabajo. Como “single” es perfecto para mostrar al posible oyente un proyecto muy diferente a cualquier otra cosa que suene actualmente en dondequiera que suenen hoy los singles.




“In the Beginning” - La última transición del disco tiene un aire solemne, probablemente conseguido gracias a las cuerdas del Mellotron y su inconfundible sonido.

“Earth” - Llegamos así a la pieza dedicada a nuestro planeta que también es la más extensa y compleja de todo el disco. A lo largo de sus más de 15 minutos de duración asistimos a todo tipo de escenarios. Desde la introducción ambiental al más puro estilo de Brian Eno hasta pasajes electrónicos que parecen salidos de la factoría Kling Klang. Tras ese inicio el Mellotron y su sonido de flauta acompañan a Stevens cantando con Vocoder un motivo que podría ser una moderna oración. A su conclusión entramos en una sección electrónica con reminiscencias del Terry Riley de “A Rainbow in Curved Air” a la que se suma Dessner con su guitarra. Aparece súbitamente un ritmo electrónico que va transformándose poco a poco hasta conformar una base de clara inspiración en Kraftwerk. Termina poco después esta pequeña “suite” con un nuevo tema atmosférico con el que perfectamente podría haber concluido el disco.

“Mercury” - Sin embargo faltaba un planeta por aparecer y lo hace en forma de canción casi “pop” que parte de un piano y una guitarra minimalistas protagonistas de un dúo en el que perfectamente podríamos ver reflejados a los mismísimos Glass y Reich. Mientras todo esto sucede, Sufjan Stevens canta de forma maravillosa una de las mejores melodías de todo el disco.




Tras el lanzamiento de “Planetarium”, sus autores han iniciado una nueva gira para mostrar el disco en directo. Un trabajo que desde que escuchamos los primeros adelantos meses atrás nos atrajo como pocos otros habían hecho antes. Las expectativas que teníamos ante esta grabación eran tan altas que lo que más nos ha sorprendido es que no han quedado defraudadas en ningún momento. Más bien al contrario: “Planetarium” es aún mejor disco que el que nos imaginabamos en nuestras previsiones más optimistas. Raro será que aparezca en los meses que faltan (y aún queda la mitad del año por delante) un trabajo que nos cause mejor impresión que este.

Así sonaba "Planetarium" en su primera versión en directo en Amsterdam: