John McLaughlin es uno de los guitarristas más completos que ha dado el mundo de la música en las últimas décadas. Admirado por los más grandes, su estilo tiene la particularidad de haber bebido de las fuentes más diversas. En sus comienzos se interesó por el jazz y el flamenco pero no tardó en abrirse a otros estilos como el blues, el rock y, particularmente, la música india. En el Reino Unido comenzó a desarrollar una carrera muy interesante y llegó a grabar un primer disco en solitario pero enseguida vio que aquello se le quedaba pequeño, especialmente si quería desarrollar un estilo de música tan ecléctico como el que tenía en mente. Así, antes de cumplir los treinta, se trasladó a los Estados Unidos para formar parte de la banda de Tony Williams y, poco después, de la de Miles Davis durante una de sus etapas más creativas participando en discos tan importantes como “In a Silent Way” o el imprescindible “Bitches Brew”. En esa grabación se pusieron las bases de la fusión jazz-rock surgiendo de él poco después dos de las bandas fundamentales del género: los Weather Report de Joe Zawinul y la Mahavishnu Orchestra del propio McLaughlin.
El grupo se formó en 1971 y su estilo era tan diverso como la procedencia de sus miembros, empezando por el batería panameño Billy Cobham (quien coincidió con McLaughlin en la banda de Davis) y el bajista irlandés Rick Laird. Ambos ya habían grabado con McLaughlin en un anterior disco del guitarrista. A ellos se unieron el teclista de origen checo Jan Hammer y el violinista norteamericano Jerry Goodman. En cierto modo, se repetía la historia de la banda que grabó el “Bitches Brew” de Davis en la que se juntaron talentos inmensos que luego hicieron fortuna por su cuenta. En las notas del disco, el manager de las giras de la Mahavishnu Orchestra comenta: “en sus inicios, cuando tocaban en institutos, en facultades o como teloneros de algún otro grupo, veías al público experimentando algo que nunca antes habían sentido. Esa gente probablemente nunca había comprado un disco de jazz. Ni siquiera un disco instrumental. Cuando la Mahavishnu Orchestra subía al escenario y empezaba a tocar aquella música a ese volumen se convertía en una revelación. Era el asombro hecho banda”. Es difícil pensar en una descripción mejor.
“Birds of Fire” - La cosa comienza con varios golpes de gong seguidos de una introducción de guitarra y bajo llena de misterio y a partir de ahí, la locura. Batería, guitarras eléctricas corrosivas improvisando sobre un fondo de teclados con clara influencia india y todo con un ritmo desenfrenado y cambiante. Es jazz, sí, pero también rock progresivo con un toque de psicodelia. Un sonido revolucionario en una época en la que era difícil “revolucionar” a causa de la eclosión de bandas diferentes a todo lo anterior en los años previos.
“Miles Beyond” - El homenaje de McLaughlin a Miles Davis llega con esta pieza llena de “swing” en la que reina el Fender Rhodes de Hammer durante la introducción. Luego aparece la banda en pleno con ese aroma rockero que imprime la guitarra con riffs a ritmo de kalashnikov. Una mezcla explosiva que consigue crear un ambiente muy propio del gran Miles con el toque personalísimo de la banda.
“Celestial Terrestrial Commuters” - El siguiente corte es otro derroche de energía en el que teclados, guitarra y violín se van relevando en una lucha por demostrar quién lleva la voz cantante y que queda desierta por empate técnico. La sección rítmica de Laird y Cobham es una barbaridad. Es una pena la corta duración del tema que desemboca en el siguiente, “Sapphire Bullets of Pure Love”, que no es más que una loca colección de sonidos de sintetizador Moog sin mucho sentido y que apenas dura unos veinte segundos.
“Thousand Island Park” - La admiración de McLaughlin por el flamenco se deja ver, a su manera, en este tema en el que el guitarrista es el protagonista absoluto pese al excelente acompañamiento del resto de la banda, especialmente de Laird y del piano de Hammer. Igual que ocurría con los dos anteriores cortes, este enlaza con otro de escasa duración, “Hope”, aunque con mucha más sustancia que la marcianada anterior. Es un intenso “in crescendo” que anticipa el sonido de bandas posteriores como Oregon, Shadowfax o Montreux, más cercanas al mundo de la “new age”.
“One Word” - Por duración, el corte central del disco. Una epopeya que se extiende a lo largo de diez minutos y que combina sintetizadores espaciales con ritmos frenéticos, magníficas secciones de bajo, guitarras wah-wah, locos solos de violín eléctrico y, como no, el clásico e interminable solo de batería. Una barbaridad en la que se mezclan las esencias del Miles Davis eléctrico con el vértigo de King Crimson y que se pasa volando.
“Sanctuary” - La composición más ambiental del disco con notas de guitarra que nunca se acaban y que nos recuerdan de nuevo a Robert Fripp y un drama creciente en el que brilla puntualmente Goodman y más extensamente el dúo Laird-Cobham.
“Open Country Joy” - A medio camino entre el “country” del título y la “new age” al estilo Windham Hill que llegaría unos cuantos años después, la introducción casi bucólica de Goodman rompe en una explosión eléctrica con el teclado de Hammer rivalizando con el violín eléctrico y la guitarra de McLaughlin antes de despedirnos con una vuelta al relax del inicio.
“Resolution” - Cerrando el trabajo tenemos otro corte retador, con una épica que traslada la solemnidad del Holst de “Marte” a territorios que mezclan jazz y rock. El único “pero”: que la cosa parecía evolucionar hacia un gran final que nunca llega.
Como ocurre habitualmente con estas grandes reuniones de talento, la formación original de la Mahavishnu Orchestra no duró mucho y poco después de grabar “Birds of Fire”, que apenas era su segundo disco, McLaughlin tuvo que rehacer por completo su formación manteniendo un gran nivel con músicos como Jean Luc Ponty (realmente el primer elegido como violinista pero que no puedo incorporarse en su día por temas legales) o Narada Michael Walden. Siguieron siendo un gran grupo pero ya sin el factor sorpresa de sus dos primeros trabajos. McLaughlin, por su parte, ha tenido una carrera extraordinaria en la que destacan sus increíbles grabaciones en directo con Paco de Lucía y Al Di Meola. Además, es uno de esos nombres que nunca faltan en las listas de los mejores guitarristas de todos los tiempos. “Birds of Fire” es, probablemente, el disco que mejor ilustra la extensión de su talento como intérprete y también como compositor. En todo caso, es una de esas obras imprescindibles que todo buen melómano debe, al menos, conocer.