Uno de los discos más sorprendentes de los últimos tiempos lleva la firma de Weyes Blood, alter ego de la artista norteamericana Natalie Laura Mering. Mering nació en el seno de una familia profundamente religiosa perteneciente a una rama pentecostal del protestantismo. Eso influyó de muchas maneras en su formación. Por un lado, la unidad familiar cambiaba continuamente de domicilio de modo que, pese a nacer en California, su juventud la pasó en Pensilvania y fue allí donde empezó a cuestionarse todo lo relativo a la religión y a sus dogmas hasta el punto de que con 12 años había cambiado su enfoque desarrollando una linea de pensamiento más cercana al ateismo. Todo esto no es anecdótico y enlaza con la elección de su nom de guerre: Weyes Blood es una adaptación fonética de “Wise Blood”, la novela de Flannery O'Connor cuyo protagonista reniega de Dios tras regresar de la guerra y se hace predicador de una “iglesia sin Cristo”, fomentando el pecado y la blasfemia. Haciendo un juego de palabras con su apellido real y el del protagonista de la novela “El Exorcista”, el Padre Merrin, Weyes comenzó a exorcizar todas las creencias de su juventud a través de la música. No era este un camino desconocido ya que su padre, Sumner Mering, formó parte de una banda a finales de los setenta. Con 15 años y viviendo ya en Portland tras otro traslado, Weyes comenzó a escribir canciones y a participar en bandas locales cantando y tocando el bajo o los teclados.
Ya en 2011 grabó su primer disco y en 2014, a caballo entre Pensilvania y Nueva York, lanzó el segundo. Tras éste último, la artista se trasladó a California y su carrera dio un salto cualitativo que dio como fruto “Front Row Seat to Earth” en 2016 y, sobre todo, “Titanic Rising”, el trabajo que traemos aquí hoy. El estilo de Weyes Blood parte de la música religiosa que escuchaba en su juventud pero sus influencias son eclécticas y provienen tanto de la Velvet Underground como de Syd Barrett, Harry Nilsson, las bandas sonoras del cine de terror o referencias más evidentes como son la de Enya o Kate Bush. Lo más interesante de la música de Weyes Blood es lo atemporal de su propuesta. Esto ya se ha convertido en un tópico que se dice demasiadas veces en relación con demasiados artistas pero en este caso es cierto. Si hacemos escuchar determinadas canciones del disco a diferentes oyentes que desconozcan lo que están oyendo, estamos seguros que habría quienes lo ubicarían en los sesenta, en los setenta y hasta en la actualidad porque tanto desde del punto de vista formal como en el contenido, la música de Weyes bebe de épocas muy distintas y eso es uno de sus puntos fuertes. Para la grabación del disco, la artista echó mano de un buen número de artistas del area de la bahía de San Francisco como los hermanos Brian y Michael D'Addario de la banda The Lemon Twigs, Eric Gorfain de The Section Quartet, Jonathan Rado de Foxygen o los cantautores Blake Mills y Chris Cohen.
Weyes Blood |
“A Lot's Gonna Change” - El primer corte del disco empieza con una breve introducción electrónica pero enseguida aparece el piano y la voz de Weyes en el más puro estilo de The Carpenters. Una balada clásica de aire setentero que en las primeras escuchas nos deja muy descolocados, especialmente en nuestro caso, en el que llegamos a este disco a través de otras composiciones.
“Andromeda” - En la misma linea está la siguiente canción que incorpora un cierto toque “beatle” en forma de guitarra (recuerda mucho a la de George Harrison) y también en los arreglos de cuerdas (cercanos a los de “Across the Universe”, por ejemplo). Es una balada realmente bonita de aire retro pero que tampoco nos ofrece demasiadas innovaciones.
“Everyday” - En la misma linea pero con un tono más desenfadado está el siguiente corte, otra canción pop de influencia “beatle” que incluso comparte con ellos un final bastante caótico rematado con una preciosa coda electrónica. Su videoclip, homenaje a películas como “Viernes 13”, es una joya.
“Something to Believe” - Volvemos al piano como acompañamiento, de nuevo en la linea de Karen Carpenter, esta vez con unos arreglos algo más recargados que también nos remiten a Kate Bush entre otras. Las segundas voces o las guitarras tienen un toque psicodélico muy interesante y el uso del clavicordio da un punto muy atractivo a determinados pasajes.
“Titanic Rising” - Llegamos al primer corte breve del disco (no llega a los dos minutos), que es una transición completamente atmosférica a medio camino entre Pink Floyd y Brian Eno. Por si sola no tiene nada de especial pero marca un importante cambio avisando de lo que viene a continuación.
“Movies” - Este es el corte que nos llamó la atención en su día cuando supimos por primera vez de Weyes Blood. Comienza con una serie de arpegios electrónicos que parecen sacados del “Deep Breakfast” de Ray Lynch. De entre ellos emerge la voz de Weyes, con un ligero eco que pronto comienza a aumentar y a desdoblarse en capas y capas vocales que hacen inevitable acordarse de artistas como Enya. La canción es magistral, de esas que puedes escuchar dos o tres veces antes de continuar con el resto del disco y cuando parece que ya ha terminado aparece un solo de violín que firmaría el mismísimo Philip Glass de “Einstein on the Beach”. Se le une la percusión y las voces de nuevo para terminar la canción en todo lo alto con unas cuerdas al estilo del Michael Nyman de sus comienzos. Estremecedor.
“Mirror Forever” - Aunque formalmente es una canción convencional, los arreglos, especialmente los del inicio, parecen sacados de los primeros discos de Tangerine Dream o cualquier banda electrónica de la época. Y es curioso porque si no le prestamos mucha atención a esos detalles pasaría por una balada más pero está hecha con una sensibilidad fuera de lo normal.
“Wild Time” - Otra de nuestras canciones favoritas del disco. La batería o los teclados recuerdan mucho a Pink Floyd aunque la canción no tiene muchos más puntos en común con la banda inglesa. El foco hay que ponerlo en la voz de Weyes y en su excepcional tratamiento en estudio en virtud del cual, los coros y las segundas voces son casi perfectas. Una delicia que en los momentos finales amaga con girar de nuevo hacia “terreno beatle” pero no termina de hacer el viaje completo.
“Picture Me Better” - Concluyendo ya el disco, Weyes vuelve a las baladas estilo Carpenters con guitarra acústica en lugar de piano y unas cuerdas propias del cine de la edad dorada de Hollywood. Una buena canción con la que nos quedamos al borde de la conclusión.
“Nearer to Thee” - El disco termina con una breve composición para cuerdas (cómo si no cerrar un trabajo con referencias al Titanic) que no es sino una especie de variación sobre la melodía central de "Andromeda”. Un cierre elegante que nos deja con un excelente sabor de boca.
La temática del disco no es algo menor en este caso. Todas las canciones tienen una inspiración ecologista y una visión desesperanzada hacia la sociedad actual, la soledad, el abuso de la tecnología, etc. Desde la nostalgia por el pasado de “A Lot's Gonna Change” a la añoranza de un porvenir inalcanzable de “Andromeda” pasando por la necesidad de tener esperanza en algo (“Something to Believe”) o la evasión de la realidad de “Movies”, todo el disco apunta a la necesidad de un cambio, a la vuelta a las relaciones personales (“Picture Me Better”). La propia Laura comenta que la inspiración del disco surgió al ver el documental patrocinado por Al Gore, “Una verdad incómoda”, y especialmente al darse cuenta de que, pese al que el enfoque de la película era optimista en el sentido de que todo lo que anticipaba podía revertirse aún, ella lo estaba percibiendo como el anuncio de algo ya inevitable.
La repercusión de “Titanic Rising” fue casi inmediata. Las mejores cabeceras musicales se deshicieron en elogios hacia el disco y creemos que todos ellos están justificados porque el trabajo es soberbio. Esa mezcla de sonidos antiguos y con un punto naíf, esa recuperación de estilos como el de los citados Carpenters, actualizados de forma muy sutil a través de la tecnología, la multitud y la diversidad de influencias presentes o ese barroquismo sonoro que a veces recuerda las producciones de Phil Spector por lo recargado, funcionan muy bien en combinación. Weyes Blood, como otras compañeras de generación (pensamos en Julia Holter, por ejemplo), están ofreciendonos en los últimos tiempos unos trabajos de una calidad sobresaliente sobre los que vamos a tratar de poner mucha atención. Escuchad “Titanic Rising” si tenéis oportunidad porque es un trabajo lleno de matices que gana con cada audición.
Nos despedimos con un pequeño concierto de Weyes Blood en la radio pública norteamericana: