lunes, 11 de noviembre de 2024

Carlos Núñez - A Irmandade das Estrelas (1996)



Los discos de colaboraciones entre un artista y varias estrellas de diferentes géneros son algo común en el mundo de la música y, en ocasiones, llegan a alcanzar una gran popularidad como en el caso del célebre “Duets” de Frank Sinatra (que no coincidió en el estudio con ninguna de sus contrapartidas en cada canción), el “Random Access Memories” de Daft Punk o, a nivel nacional “El Madrileño” de C. Tangana. Lo que no es ya tan habitual es que el artista que se codea con otras figuras lo haga en su disco de debut y consiga reunir a su alrededor a una constelación de la categoría de la que se juntó en 1996 en “A Irmandade das Estrelas” del gallego Carlos Núñez.


Carlos era una especie de niño prodigio de la flauta dulce que había llegado a tocar, aún de niño, con orquestas sinfónicas. Obtuvo las mejores notas en el instrumento en el Real Conservatorio de Madrid y, con apenas 18 años, había grabado con The Chieftains la banda sonora de la adaptación para la televisión de “La Isla del Tesoro” protagonizada en 1990 por Charlton Heston y Christian Bale y en la que también participaba, entre otros, Christopher Lee. El hecho de que una banda como la de Paddy Moloney, quizá la mayor institución de la música irlandesa en las últimas décadas, acoja a un muchacho que, además, no pertenece a ninguna de las conocidas como “naciones celtas” (Irlanda, Escocia, Bretaña, Gales, Cornualles y la Isla de Man) nos puede dar una buena medida de la categoría de aquel chaval como músico y hace que sorprenda un poco menos (solo un poco) la lista de nombres de la que consiguió rodearse para su disco de debut. Hemos incidido en su faceta de virtuoso de la flauta porque queremos destacarla especialmente pero siempre que vemos su nombre en cualquier sitio suele ir acompañado de la palabra “gaitero” que es realmente el instrumento con el que más se le asocia (también es un extraordinario intérprete de ocarina).


Pero volvemos a los invitados que forman una lista extensísima y de tal nivel que es imposible que no nos dejemos alguno sin mencionar. Entre ellos aparecen artistas claves de la música celta y del folk, tanto de las Islas Británicas como de España a los que se suman cantantes de diferentes tradiciones e incluso músicos y formaciones de ultramar que se mezclan en uno de los trabajos más increíbles en su género. Junto a ellos, y repartidos en diferentes combinaciones en varios de los temas del trabajo, encontramos a los miembros de la banda de Carlos, a saber, Diego Bouzón (guitarra), Pancho Álvarez (bouzouki, mandolina y guitarras), Fernando Fraga (acordeón, piano y teclados), Marcos Vázquez (bodhran, batería y percusiones en general) y Enrique Iglesias (violín).


“Amanecer” - En el primer corte del disco acompañan Carlos y su grupo los “Chieftains” Derek Bell (arpa) y Paddy Moloney (gaita irlandesa) además de Mícheál Ó Domhnaill (guitarra) y su hermana Tríona (piano y teclados), ambos presentados como integrantes de Nightnoise pero que también podrían haberlo sido como miembros de Skara Brae, The Bothy Band o Relativity. La pieza junta melodías del S.XIX de músicos gallegos y en ella, Núñez se centra en las flautas aunque también toca la gaita. Es un verdadero disfrute que nos prepara para un disco extraordinario.




“A Irmandade das Estrelas” - El espíritu de mezcla y fusión de estilos de Carlos se pone de manifiesto en esta pieza que combina un aire gallego con un fandango de origen vasco interpretado por Kepa Junkera y la espectacular guitarra flamenca de Rafael Riqueni (con Tino di Geraldo al cajón). Una mezcolanza improbable de temas y géneros que funciona por encima de las expectativas más optimistas.


“Nubes del otro lado” - Uno de los invitados más sorprendentes del disco es el guitarrista norteamericano Ry Cooder que se une aquí a la flauta de Núñez para acompañar una melodía tradicional gallega que encierra un curioso toque cubano en su interpretación.


“Negra sombra” - El que una artista con la trayectoria de Luz Casal en el rock y el pop nacional haya mantenido en su repertorio esta colaboración con Carlos Núñez en todos los años que han pasado desde que se produjo habla bien a las claras de la calidad de la canción. Se trata de una versión de un conocido poema de Rosalía de Castro adaptada por el compositor lucense del S.XIX Juan Montes. Núñez toca la flauta y seguimos escuchando la guitarra de Ry Cooder pero la interpretación de Luz Casal eclipsa todo lo demás.




“Os gaiteiros da noite” - Vuelven a aparecer los Chieftains representados esta vez por Derek Bell, que repite, Matt Molloy (flauta) y Seán Keane (violín). Quizá por la presencia de Molloy, Carlos se limita en esta pieza (que es una sucesión de temas tradicionales pontevedreses) a la gaita. Comienza con un aire lento que desemboca en una de las melodías más conocidas del folclore gallego para terminar con una muñeira. Desde el punto de vista histórico, Carlos destaca en las notas del disco que la gaita utilizada perteneció al maestro Perfecto Feijoo, figura clave en la conservación del folclore gallego de las últimas décadas del S.XIX y las primeras del XX.


“Cantigueiras” - El protagonismo casi absoluto es aquí para las integrantes de Xiradela, ocho cantantes y pandeireteiras que son una de las formaciones claves de la música de Galicia. Además, su trabajo defendía una tradición muy particular de esa tierra según la cual, son las mujeres y no los hombres las narradoras y el sujeto principal de las canciones.


“Villancico para la Navidad de 1829” - El título lo explica todo y hace referencia a la tradición que había en Mondoñedo según la cual, el Maestro de Capilla componía cada año un nuevo villancico. Los timbales y las percusiones le dan a esta versión un aire épico que nos encanta. A la banda de Carlos se une de nuevo la gaita de Paddy Moloney.


“Bailando con Rosiña” - En el espíritu de mezcla de estilos que sobrevuela por todo el disco nos encontramos aquí una polka centroeuropea que lo mismo podría sonar en una fiesta en plenos Alpes que en un “saloon” del antiguo oeste americano. Repite Kepa Junkera a la trikitixa.


“Lela” - El disco fue publicado en plena efervescencia de las nuevas músicas en España con una innegable influencia de un programa de radio como era Diálogos 3 dirigido por Ramón Trecet. En aquella época, uno de sus grandes descubrimientos era la “fadista” portuguesa Dulce Pontes que aparece aquí mostrando todo su talento en otro de los momentos inolvidables de un disco único. 


“The Flight of the Earls” - Carlos Núñez con los Chieftains, ahora sí, al completo, en una espectacular combinación de temas tradicionales irlandeses con un toque gallego que no podía faltar aquí. Un momento muy especial en el que Carlos es un “chieftain” más.




“Canto de Afiador” - Carlos interpreta aquí la flauta soprano en solitario para dejarnos una emocionante tonada de las que los afiladores utilizaban para dar cuenta de su llegada a los distintos pueblos.


“Para Vigo me voy” - El cierre es lo más sorprendente del disco y profundiza en las conexiones de la emigración entre Galicia y Cuba  con una conga de Ernesto Lecuona. La participación de la Vieja Trova Santiaguera y Kepa Junkera certifica una mezcla inesperada de estilos y tradiciones, alegre y festiva con la que se pone el punto final a un disco extraordinario.


 La repercusión de “A Irmandade das Estrelas” fue muy grande y convirtió a Carlos Núñez en una verdadera figura internacional de un género como la música celta, no demasiado dado a aceptar a artistas de procedencias “ajenas” (hasta alguien tan grande como la canadiense Loreena McKennitt tuvo que soportar abundantes “peros” por parte de otros músicos en su día). Una faceta que comparten ambos artistas es su pasión por la investigación de las tradiciones celtas y su expansión por todo el mundo y eso quedaría reflejado en los siguientes trabajos del gaitero que terminarán apareciendo por aquí. Nos quedamos hoy con esta hermandad y con uno de los grandes discos que dieron las llamadas “nuevas músicas” en España en las últimas décadas del siglo pasado.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Julia Holter - Something in the Room She Moves (2024)



Hemos tenido ya por aquí muchos ejemplos de cómo la pandemia del COVID-19 y el confinamiento asociado a ella se ha visto reflejado en los trabajos siguientes de muchos artistas. El disco del que hablamos hoy tiene que ver con eso pero también con muchas otras circunstancias que rodearon a la artista durante aquellos meses. Hablamos de Julia Holter, quien ha aparecido en el blog antes pero quizá no tanto como debería. La cantante y multi-instrumentista estaba embarazada cuando todo estalló y su hija nació en aquellos meses. Fue una época complicada porque poco antes había fallecido un joven sobrino de Julia y también sus abuelos. Todo ello la llevó a una reclusión mayor para intentar centrarse en la música a pesar de las circunstancias. Recordemos que, al margen de sus discos en solitario, Holter ha compuesto y compone mucha música para películas y durante aquellos meses tenía mucho trabajo pendiente. Normalmente la artista recurre a la literatura como fuente de inspiración pero aquí trató de alejarse de ella cambiando los libros por las películas, particularmente, en este caso, por una de las joyas de los Estudios Ghibli: “Ponyo”.


Otra de las consecuencias del COVID para la artista fue que durante las semanas en las que ella misma contrajo la enfermedad, perdió la voz, por lo que no pudo grabar las partes vocales del disco en su casa como era habitual. De hecho, y debido a eso, ni siquiera tenía escritas las letras para el nuevo trabajo que fueron surgiendo en el estudio durante el proceso de grabación. En la grabación participan músicos habituales de la artista como el bajista Devin Hoff, Tashi Wada (gaitas y sintetizadores), Sarah Belle Reid (sintetizadores y trompeta) o el saxofonista Chris Speed además de otros artistas como la percusionista Elizabeth Goodfellow o la flautista Sonija Harper. Con respecto a discos anteriores, la diferencia más notable aquí es la ausencia de cuerdas.


“Sun Girl” - Comienza el disco con una serie de percusiones y samples acompañados de efectos sonoros y del bajo de Hoff. Sobre ese peculiar fondo escuchamos a Julia cantar un breve estribillo que cambia radicalmente durante un interludio más electrónico y ambiental en el que su voz empieza a ser desdoblada en diferentes capas. El segmento final vuelve a los sonidos del comienzo cerrando así un círculo perfecto.




“These Morning” - La siguiente canción se presenta con Holter cantando sobre unas notas sencillas de Wurlitzer en un tema muy atmosférico con toques de jazz, especialmente por parte del contrabajo y la trompeta. Voces etéreas y una percusión muy suave nos van guiando a lo largo de una gran canción en la que reconocemos a la Julia Holter de trabajos como “Loud City Song” o “Have You in My Wilderness”.


“Something in the Room She Moves” - La referencia “beatle” del título no se refleja después en una canción que vuelve a estar dominada por el teclado Wurlitzer y la voz, salpicadas de fraseados de flautas. En la parte central entran ya la batería, el bajo y el resto de los instrumentos dando forma a una de las canciones más “convencionales” del trabajo pero también una de nuestras favoritas.


“Materia” - Más jazz electrónico en una pieza intimista de teclado y voz con Julia cantando en un registro muy agudo que amenaza con romperse en cualquier momento. Los silencios y las pausas entre notas con el sonido aún flotando durante unos segundos son pura magia.


“Meyou” - Comienza la canción con un frágil canto a capella que recuerda un lamento tribal por la forma en la que se combinan las diferentes voces de las cantantes invitadas: Ramona Gonzalez, Jessika Kenney y Mia Doi Todd. Además del posible componente étnico, la pieza nos remite también a la obra de nuestra admirada Meredith Monk.


“Spinning” - El toque más vanguardista llega con esta canción de comienzo mecánico, dominado por una percusión industrial a la que se suman diversos efectos y la propia Holter cantando. La trompeta ejecuta melodías de “free jazz” mientras la artista interpreta una serie de notas sincopadas. Uno de los temas más fascinantes del disco, en nuestra opinión.




“Ocean” - El trabajo continúa con una composición electrónica puramente ambiental. Un instrumental fascinante con capas y capas de sonidos fusionados entre sí de manera magistral y con interesantes tratamientos sintéticos del clarinete de Chris Speed, quien firma la pieza junto con Holter y Hoff.


“Evening Mood” - El inicio del siguiente corte nos recuerda muchísimo a Vangelis, al menos hasta que Julia empieza a cantar y asistimos al habitual espectáculo de voces desdoblándose y entrando en múltiples combinaciones entre sí. Otra maravilla que contamos entre lo mejor de todo el disco.




“Talking to the Whisper” - Sigue la escucha con un tiempo medio que vuelve a los ambientes jazzísticos de la mano de batería y bajo. La entrada del teclado y la voz terminan por dar forma a una canción muy interesante con un cierto ambiente de banda sonora. Más tarde entramos en un caos organizado donde las flautas, trompetas y clarinete se mezclan en un fragmento extrañísimo que, tras una breve pausa, nos lleva a la resolución de la canción. Toda una aventura de apenas seis minutos en la que asistimos a ambientes completamente diferentes.


“Who Brings Me” - Cerrando el disco regresamos a los ambientes íntimos con voz y teclado en el comienzo y una tenue línea de clarinete en segundo plano. Una balada tranquila que incorpora algunos toques minimalistas conforme avanza.



Con su anterior trabajo, “Aviary”, Julia Holter se había arriesgado mucho, tanto por el formato (era un disco doble) como por el contenido ya que era un disco muy experimental, más próximo a sus primeras entregas que a su versión más suave de los trabajos anteriores. Este “Something in the Room She Moves” se acerca más a esos discos más “accesibles”, dicho esto con todas las reservas propias del caso ya que la música de Julia nunca ha sido precisamente muy comercial. De cualquier modo, nos parece un trabajo maravilloso y una confirmación de que la artista sigue a un nivel muy alto a día de hoy. Esperamos ir repasando alguno de sus discos anteriores poco a poco por aquí porque la suya es una discografía notable.

lunes, 21 de octubre de 2024

Philip Glass - A Descent into the Maelstrom (2002)



El músico al que hemos dedicado más entradas en el blog es, con diferencia, Philip Glass pero a pesar de este hecho, hay una etapa suya en la que no hemos entrado demasiado y no tenemos claro del todo el motivo. Quizá el momento más controvertido de su carrera de cara a la crítica llegó a mediados de los años ochenta. Ya con la publicación de “Glassworks” y su “fichaje” por una multinacional como Sony, los medios más académicos empezaron a dar la espalda a un músico que parecía buscar lo “comercial” por encima de la experimentación y la vanguardia, En aquellos años, Glass mostró un interés más que notable por los sintetizadores y los sonidos más electrónicos. Es cierto que en obras como “North Star” (1977) ya los había utilizado pero ahora hablamos de aparatos digitales, mucho más sencillos de usar y con una mayor facilidad para encontrar sonidos adecuados para su música. Eso terminó reflejandose en varios discos dentro de una línea que podemos llamar electrónica con un sonido, quizá demasiado artificial a veces, pero con el que Glass desarrolló un estilo muy reconocible que nos dio obras como “1000 Airplanes on the Roof”, determinados momentos de otras como “The Witches of Venice” o su ciclo de canciones “Songs from Liquid Days” y el disco del que vamos a hablar hoy: “A Descent into the Maelstrom”, obra de 1986 que no fue publicada hasta 2002 como uno de los primeros lanzamientos del sello Orange Mountain Music.




La obra surge como un encargo de una compañía de ballet australiana al propio Glass, quien decide inspirarse en un cuento de Edgar Allan Poe para su partitura. La música sería interpretada en directo durante las representaciones de la obra por el Philip Glass Ensemble y durante mucho tiempo estuvo en el olvido quedando limitada su repercusión a los asistentes al ballet durante la semana que estuvo en cartel. Cuando los miembros del grupo regresaron a los Estados Unidos, la productora del documental que se estaba rodando sobre la compañía de ballet le pidió a Glass una grabación de la obra para utilizarla en el mismo y fue ahí cuando descubrieron que las cintas que registraron en las actuaciones australianas no estaban en buen estado así que tuvieron que regrabar gran parte de ellas ya en casa. El resultado de ésto más las partes que sí se pudieron rescatar de los conciertos originales es lo que apareció publicado, como dijimos antes, en 2002. Los miembros del Philip Glass Ensemble que participan en la grabación son: Michael Riesman, Martin Goldray y el propio Glass a los teclados, Dora Ohrenstein como cantante, Jon Gibson (saxos y flauta), Jack Kripl (saxo y clarinete) y Richard Peck (saxos). Todos ellos bajo la dirección de Riesman y con Kurt Munkacsi en la parte técnica.




La obra comienza con “Vertigo”, una pieza llena de dinamismo y ritmo con protagonismo absoluto de los teclados y donde los habituales arpegios de Glass dejan espacio también a una cierta construcción melódica. “He is Coerced to Look”, más lenta, cuenta con el clarinete y las flautas en papeles principales en una transición que nos lleva a “Engagement”, en el más puro estilo del Glass de los ochenta con la voz de Dora Ohrenstein reclamando su sitio. Es esta una pieza extensa con varias partes en las que se intercalan los fragmentos más acústicos (con voz e instrumentos de viento principalmente) con otros casi exclusivamente de teclados. Sigue teniendo elementos claramente minimalistas pero ahora organizados en secciones más cortas al estilo de lo que podemos escuchar en determinados momentos de “Glassworks” o de “Koyaanisqatsi” lo que lo convierte en un Glass más accesible. Tras una transición como “The Naming” llegamos a “Tranquility” con un reduccionismo que tiene mucho que ver con lo que el músico empezaba a mostrarnos en sus cuartetos de cuerda o en bandas sonoras como la de “Mishima”. “The Beggin” es otro breve interludio de teclado con una alegre coda de maderas que da paso a “The Stratagem”, regreso al repetitivismo habitual del autor antes de coger velocidad de nuevo y perdernos en las rítmicas “On My Watch and Caught” y “The Hurricane and Recognition of Death”, ambas enlazadas sin solución de continuidad y siguiendo de nuevo la línea estilística de “Koyaanisqatsi”. Con “The Entrance of the Moon” hay un cierto cambio más operístico, entendiendo por tal, la visión de la ópera del Glass de los ochenta, es decir, el de “Akhnaten” o “Satyagraha”. La conclusión es frenética y empalma con “The Sighting”, una de las mayores locuras de toda la obra con la locomotora glassiana a toda máquina. Y lo de la locomotora no es tan figurado como parece porque en el comienzo de “They Enter the Stream” hasta parecen sonar las sirenas de una de ellas entrando en la estación. Hay algo de pausa (no demasiada) en “Abandonment”, uno de los momentos de mayor inspiración de la obra que coincide con el uso más limitado de instrumentos (un par de teclados y las flautas en su mayor parte). “The Brother Becomes a Maniac” nos devuelve al Glass más intenso de las escenas más aceleradas de “Koyaanisqatsi” antes de frenarse en seco y regalarnos un momento de pausa que nos lleva a esa nueva locura que es “The First Mad Rush”, sin relación alguna con el “Mad Rush” clásico del repertorio del músico, amen de ser posterior a éste. Enlazada con la anterior está “Second Perception of Light, Moon, Mist, and Rainbow” que prorroga los ritmos desenfrenados aunque, en esta ocasión, salpicados con solemnes pausas en las que escuchamos una fanfarria con cierta similitud a la que el músico escribió para los JJ.OO. de Los Ángeles'84. Llegamos así al que podría ser el tema central de la obra: “The Maelström”, protagonizado por una línea de bajo potente, las maderas y el órgano en su inicio pero que va evolucionando en una progresión característica de su autor con profusión de teclados y la importante presencia de las flautas. Cerrando la obra encontramos “Hour of the Slack and Escape”, mucho más meditativa, que pone un gran broche a una obra que ha pasado muy desapercibida en el repertorio glassiano pero que encontramos del máximo interés.




Algo así debió pensar el director de cine Jan Vardoen cuando preparaba su película de 2019 basada en el cuento de Poe y descubrió la partitura de Glass. Decidió utilizarla como banda sonora pero en una nueva versión orquestal que también fue publicada en su día por Orange Mountain. Es un ejercicio muy interesante el de comparar ambas grabaciones de una obra que merece mucho la pena, en especial si eres seguidor del Glass de los ochenta.