Muy pocos artistas, y hemos escuchado unos cuantos ya, nos han ofrecido un contraste tan brutal entre su imagen y su música como Anna-Varney Cantodea. Y hablamos de imagen porque realmente no se sabe mucho más del personaje que lo que trasmite su aspecto y el empleo de la palabra “personaje” es intencionado porque no encontramos mejor manera de definirlo utilizando una palabra de género neutro. Según alguna de las escasas entrevistas que ha concedido en su ya extensa carrera estamos ante un ser torturado en todos los sentidos que nació en un cuerpo de hombre pero que no se sentía como tal. No hablamos de una transexual porque, aunque Anna parece reconocer que se sentiría más a gusto en un cuerpo femenino, por un lado no se ha planteado nunca ningún tipo de transición que implique cirugía y por otro, no se identifica con ningún género concreto.
Hecha esta precisión que no tiene nada que ver con la música ni debería condicionarnos en ningún sentido, el universo de Anna-Varney es tan complejo que algo que sería capital en cualquier otra persona aquí es casi una anécdota más. Su infancia no fue fácil por emplear un eufemismo amable y eso hizo que desarrollase un miedo exacerbado a los seres humanos. Por ello no da conciertos, apenas concede entrevistas y ha construido una imagen tenebrosa que hace que cualquier comparación con otros artistas, por siniestros, góticos o cualquier otro término similar que quiera usarse nos la muestre como alguien que ha ido mucho más allá que el resto en la construcción de su personaje. Cada imagen suya en los discos nos provoca un escalofrío y en un mal día podría quedarse con nosotros para habitar en nuestras pesadillas.
Musicalmente ha creado un “alter ego” llamado Sopor Aeternus and the Ensemble of Shadows con el cual lleva más de tres décadas publicando discos y aquí es donde empieza la fascinación y es que la música de la “banda” es luminosa, brillante, con toques lúgubres a veces, sí (especialmente por la voz y la forma de cantar) pero de un contraste con la imagen que proyecta como artista absolutamente fascinante. Sopor Aeternus es Anna-Varney pero no esperéis encontrar en “the Ensemble of Shadows” un listado de músicos porque no existe. El “ensemble” no son los intérpretes de los discos sino la serie de entes de otro mundo que le sugieren la música y las letras. De cara a la grabación de los discos sí que hay músicos reales pero no siempre aparecen acreditados. Hoy queremos traer aquí una de sus propuestas más interesantes que tuvo su origen en 1999 con la aparición de “Dead Lovers Sarabande (part 1)”. En ese trabajo se contaba la historia de dos amantes, uno de los cuales decide ayudar a su pareja a suicidarse. El superviviente se arrepiente y llega a un acuerdo con las fuerzas del otro mundo para devolverle a la vida pero al final renuncia. Casi inmediatamente apareció la segunda parte que completa la historia: “Dead Lovers Sarabande (part 2)” que es el disco que comentamos hoy. En él, la protagonista asume el luto y decide continuar amando a su pareja como si siguiera viva. En la grabación participan los siguientes interpretes que son los mismos que grabaron la primera parte con alguna adición puntual: Katrin Ebert (violín), Marin Höfert (violonchelo), Johannes Knirch (contrabajo), Eric Santie-Laa (corno inglés), Doreena Gor (fagot), Michael Schmeisser (trompeta), Carsten Weilnau (trombón), Eugene de la Fontaine (tuba y oboe) y Thomas Langer (guitarras). Anna-Varney Cantodea canta y se encarga de los sintetizadores y el resto de instrumentos.
“Abschied” - Curiosamente el disco se abre con una versión, nada más y nada menos que de Nico, la modelo, actriz y cantante alemana que fue parte importante en el primer disco de la Velvet Underground hasta el punto de compartir la titularidad del mismo. La adaptación de Sopor Aeternus es maravillosa. Comienza con unos arreglos de cuerda a los que suceden los metales en una especie de fanfarria estremecedora. A partir de ahí empezamos a escuchar a Anna-Varney acompañada de las cuerdas y alguna percusión en una interpretación doliente en la que ya podemos apreciar su particularísimo estilo vocal. Tras la primera parte, más clasicista pasamos a una segunda en la que aparece la batería y se impone la repetición de un motivo central que sirve para terminar la pieza.
“The Dog Burial” - El siguiente corte nos acerca a otro de los rasgos que conforman la música de Sopor Aeternus: la influencia medieval. Percusiones y melodías, con mucha presencia de fagot y oboe dibujan una pieza breve pero de gran belleza en la que la voz apenas aparece al final.
“The House is Empty Now” - Unas cuerdas teñidas de melancolía con un aire minimalista que nos recuerda a la música de Jean Phillippe Goude. Una verdadera joya de cámara, delicada y llena de inspiración.
“No One is There” - Ahora es la guitarra la que nos recibe como lo hacía Roderick Usher a su mejor amigo en el inicio de “The Fall of the House of Usher”, la novela de Poe, autor muy admirado por Anna-Varney. Aquí vuelve a tener protagonismo la voz y también la flauta de nuestra artista que aparece por primera vez dando la réplica al relato cantado. Extraordinaria pieza, como casi todas las del trabajo.
“Procession / Funeral March” - Una fanfarria abre esta marcha fúnebre que es ejecutada casi en su totalidad por los metales hasta la entrada de las percusiones entre las que destacan las campanas, elemento muy habitual en la música de Sopor Aeternus. En algún momento, la combinación de tambores y vientos puede recordar a las clásicas procesiones españolas de Semana Santa. En la segunda mitad aparecen otros instrumentos como el vibráfono, los sintetizadores y la flauta en un fragmento que sería perfecto para ilustrar cualquier cuento gótico del mejor Tim Burton.
“Va(r)nitas, vanitas... (omnia vanitas)” - Repitiendo el esquema de anteriores temas, trompetas y tubas nos reciben en una gran introducción que da paso a una espectacular sección de cuerda con protagonismo para el violín y un intruso en forma de oboe. Tras esta preciosidad de inicio hay una pequeña intervención vocal que nos lleva a una sección de inspiración inequívocamente medieval que, en rápida sucesión pasa a otra parte cantada con arreglos electrónicos que en un nuevo giro retoma las melodías tradicionales con la aparición de lo que parece una dulzaina. En el último tramo retomamos el tema del inicio de la pieza a modo de conclusión.
“The Hourglass” - A modo de transición, el siguiente corte se inicia como un solo de violonchelo lleno de tristeza que va evolucionando con el acompañamiento del resto de cuerdas, el oboe y el fagot. Una miniatura deliciosa.
“Transfiguration” - La combinación de trompeta y percusiones, así como el tono general de la composición nos recuerdan mucho a los primeros trabajos de Dead Can Dance, especialmente de su LP “Spleen and Ideal”. La voz de Anna-Varney no tiene ningún parecido con la de Brendan Perry pero estamos seguros de que una versión esta canción realizada por éste no desentonaría en absoluto en cualquiera de sus trabajos.
“Has He Come to Test Me?” - Otra maravillosa fanfarria de apenas dos minutos que sirve para dejarnos ante el segmento final del disco. Es sorprendente el talento de Sopor Aeternus para crear este tipo de piezas siempre a un nivel alto y sin caer en la repetición.
“If Loneliness Was All” - La anterior aparición de Thomas Langer en el disco fue con la guitarra acústica pero aquí le escuchamos con la eléctrica en una introducción muy reflexiva que nos deja, ya con la incorporación del resto de instrumentos, frente a otro gran tema de inspiración medieval y con un ligero aire celta. Anna-Varney canta con menos dramatismo que en otros cortes anteriores aunque conservando toda la intensidad de su forma de actuar. Es esta otra de esas piezas con varias secciones. La segunda tiene a las cuerdas como principales actores junto con otra voz que no viene acreditada y, por tanto, entendemos que pertenece también a Anna-Varney en un registro más femenino que el que utiliza habitualmente y que también habíamos escuchado brevemente en alguna canción anterior. La sección final llega tras un solemne interludio de órgano y es una canción más o menos convencional, siempre dentro de los particulares parámetros de la música de Sopor Aeternus.
“Daffodils” - El narciso es una flor relacionada con la muerte desde la época clásica, en la que florecía, por ejemplo, en las orillas del río Estígio. Aquí sirve para dar título al corte final del disco, otra larga pieza llena de momentos de gran belleza pero que en contraste con el resto de cortes de cierta longitud del trabajo, no está compuesta por diferentes secciones sino que toda ella repite varias veces un mismo tema central.
Es posible que la propuesta estética de Sopor Aeternus en cuanto a la imagen no les haya hecho ningún favor de cara a alcanzar una mayor popularidad. Hemos de reconocer que a nosotros mismos nos chocó mucho en su momento aunque en nuestro caso conocimos antes su música que su aspecto. En el caso en que no sea así es muy probable que a muchas personas les llegue a condicionar tanto que decidan no dar el paso de escuchar su música por miedo a encontrarse algo demasiado perturbador. Y la cuestión es que su música no lo es en absoluto. Por el contrario, es uno de los proyectos más genuinamente interesantes y atractivos que hemos escuchado además de tener una gran originalidad. Si le dais una oportunidad no creemos que vayáis a arrepentiros.
Greetings ~ is this just a review (very intriguing btw!) or is there also a link to download? Regards
ResponderEliminarEste disco lo he escuchado muchas veces,me lleva a otro mundo. Es fenomenal..Anna Varney gracias por existir.
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