El arte tiene sus propias mitologías de las que surgen arquetipos que se personifican en figuras en todas las disciplinas de mismo. Uno de ellos, muy romántico y bastante común (aunque quizá no tanto como se piensa) es el del artista pobre cuya obra apenas le permite vivir de ella en el mejor de los casos y al que la fama le llega de modo póstumo.
El tópico tiene un reverso paradójico. Existen casos de artistas de muchas disciplinas cuya situación es la contraria: tienen una existencia acomodada, extremadamente acomodada en alguna ocasión y, por ello, su talento no es tomado en serio o es directamente menospreciado. Toda una corriente de pensamiento que atribuye al sufrimiento y las mentes atribuladas una mayor relación con la sensibilidad y la creatividad alimenta estas opiniones saciando el apetito de quienes las sostienen de modo que no se paran a comprobar si realmente están ante caprichos de personas potentadas con mucho tiempo libre o ante obras de arte con mayúsculas.
Algo así ocurre con el compositor del que hoy vamos a hablar. Giacinto Scelsi, Conde de Ayala Valva, nacido en 1905, tuvo pronto inquietudes artísticas centradas fundamentalmente en la música y en la poesía. Cuando su familia se trasladó a Roma, comenzó a estudiar con un discípulo de Arnold Schönberg y la posición de su familia hizo que tuviera contacto frecuente con las figuras intelectuales más relevantes de su época (fue muy amigo de Jean Cocteau o Virginia Woolf). Ya en aquella época comenzó a componer con nula repercusión pese a lo cual, su interés en la música no hizo más que aumentar. Organizó conciertos en Italia en los que por primera vez se escuchaban en aquel país obras de Hindemith, Stravinsky o Prokofiev hasta que el régimen de Mussolini prohibió la representación de músicas de determinada procedencia. Desencantado, se estableció en Suiza donde pasó componiendo todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial. De regreso a Italia, diseñó su particular método compositivo que consistía en improvisaciones que grababa en cinta magnetofónica para, posteriormente, transcribirlas para distintos instrumentos y formaciones, muchas veces con la ayuda de sus alumnos. En esa etapa conoció y tuteló a compositores norteamericanos como Alvin Curran, además de colaborar con John Cage o Morton Feldman.
Scelsi falleció en 1988 y hasta mediados de esa década, la mayor parte de su obra ni siquiera se había llegado a estrenar. Su “descubrimiento” posterior asombró a buena parte de la crítica por cuanto en su obra se encontraban ya buena parte de las aportaciones de Ligeti y otros como forma de huida del serialismo imperante pero con varios años de antelación. Igual que en el caso del compositor húngaro, para el que el cine (la banda sonora de “2001, A Space Odyssey”, de Kubrick) sirvió como elemento de propagación de su obra, en los últimos años la música de Scelsi ha podido llegar a públicos mucho más amplios (probablemente desconociendo lo que oían) gracias a Martin Scorsese quien incluyó algunas piezas del compositor italiano en la banda sonora de “Shutter Island”, a la postre, un impresionante catálogo de música contemporánea.
La selección de piezas de cámara que hoy recomendamos ha sido publicada recientemente por el sello Brilliant Classics lo que hace que sea al mismo tiempo, fácil de encontrar y que tenga un precio que descarta cualquier excusa. El disco se centra en obras en las que la flauta (sola o acompañada) es el instrumento protagonista. Los intérpretes son: Claudia Giottoli (flauta), Raffaele D'Aniello (piano), Paolo Puliti (oboe), Leonardo Ramadori (percusión) y Natalia Benedetti (clarinete).
Castillo en el que vivió Scelsi en sus primeros años. |
“Hyxos” - La selección comienza con una obra en tres movimientos de 1955 escrita pata flauta y percusión. El tercer movimiento es una imagen especular del primero, juego relativamente habitual en la historia de la música. Las melodías son de una gran belleza y la presencia del gong y el cencerro le den un punto de exotismo buscado conscientemente por el autor.
“Suite” - La segunda obra, escrita en 1953 es un dúo de flauta y clarinete en cuatro movimientos de corta duración. Es una composición muy dinámica en la que ambos instrumentos se alternan en la ejecución de la melodía que se desarrolla de forma normal cambiando de timbre con cada cambio de instrumento. Las indicaciones de tiempo no parecen del todo precisas puesto que el tercer movimiento, marcado como “prestissimo” es el más tranquilo de toda la obra.
“Quays” - Pieza breve para solista de 1954. En ella Scelsi explora la esencia del sonido mediante una serie de técnicas de ejecución y el uso de los microtonos. En las notas del disco se incluye una cita que describe bien la forma de pensar de su autor: “no tenemos ni idea de lo que hay en un sonido. Puede contener contrapunto, desplazamientos tímbricos, armónicos que producen distintos efectos que no sólo proceden del sonido en sí pero que pertenecen a su misma esencia; existen movimientos divergentes y concéntricos. Eso es lo que hace grande a un sonido, lo que le hace parte del cosmos, incluso cuando un sonido es ínfimo lo contiene todo”.
“Rucke di Guck” - La siguiente composición es otro dueto, ahora para flauta piccolo y oboe terminado en 1957. Consta de 3 movimientos. El extraño título es la onomatopeya utilizada por Hans Christian Andersen en su adaptación de “La Cenicienta” para describir el sonido de las palomas cuando tratan de advertir al príncipe de la identidad de una de las candidatas a propietarias del zapato perdido.
“Ko-Lho” - Una de las dos obras del disco que no fue escrita en la década de los 50 es esta pieza en dos movimientos de 1976. Otra vez flauta y clarinete llegan a fundirse como si se tratase de un único instrumento en una composición complejísima en la que Scelsi disecciona la tonalidad convencional en fragmentos microscópicos mediante alteraciones casi imperceptibles de los timbres y los ritmos. Como todas las piezas del disco, es una obra tras cuya escucha atenta la fascinación del oyente aumenta un poco más.
“Tetratkys” - La obra central de la grabación, al menos por su duración, es esta composición de 1959 que permaneció perdida hasta 2007, año en el que el manuscrito fue encontrado entre los fondos de la Fundación Scelsi en Roma. Su segundo movimiento, de hecho, se tenía por una obra independiente titulada “Pwyll” hasta el hallazgo de la obra completa. Es una obra de difícil interpretación por cuanto el flautista tiene que ejecutar durante mucho tiempo notas extremadamente altas. De hecho, la propia intérprete indica que es probable que determinadas partes no fueran concebidas para flauta sino para violín. Scelsi componía en aquella época con un “claviolin”, también conocido como “ondiola”, un órgano eléctrico concebido principalmente con usos recreativos. El músico italiano, sin embargo, improvisaba y grababa con ese teclado las piezas que luego transcribía para los instrumentos que consideraba oportunos. El registro tonal de la “ondiola” era realmente más cercano al del violín que al de la flauta pero, en todo caso, todo son especulaciones.
“Krishna e Rada” - Cerrando el disco tenemos la pieza más moderna del mismo, fechada en 1986. Surgida como una improvisación entre el compositor (al piano) y la flautista Carine Levine, Scelsi juega con los timbres de ambos instrumentos, muy lejanos en todos los sentidos, como una contraposición de lo masculino y lo femenino (de ahí el título).
Scelsi abrazó la práctica totalidad de los géneros en su obra lo que, junto con el hecho de que hasta hace muy poco tiempo, ha sido un gran desconocido, hace que el adentrarse en su producción sea una aventura que promete grandes recompensas al oyente porque no siempre se tiene la oportunidad de acercarse a un gran compositor sin conocer apenas nada de lo que ha escrito. Todo es territorio virgen y a descubrir. Una suerte para todos nosotros, sin duda.
NOTA.- Desgraciadamente no hemos encontrado ninguna de las obras en las versiones del disco por lo que las que aparecen en los vídeos corresponden a diferentes intérpretes y grabaciones.
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