En muchas ocasiones, la discografía oficial de un artista no corresponde exactamente con lo que éste suele aceptar como tal, hasta el punto de que no son pocos los casos en los que discos completos e incluso años enteros de trabajo suelen ser omitidos de las reediciones de los catálogos y de los discos recopilatorios. Estos LP adquieren la categoría de legendarios entre los seguidores y, al menos antes de la era de internet, se convertían en codiciados objetos de coleccionista.
Lo cierto es que bucear en los inicios discográficos de grupos hoy consagrados lleva en muchas ocasiones a la sorpresa al comprobar que lo que grababan en sus comienzos tiene poco que ver con la música que les hizo famosos aunque en el caso del grupo del que hablamos hoy, existe un claro condicionante: la tecnológía. Era inevitable que los artistas que comenzaron a experimentar con instrumentos electrónicos en los años sesenta evolucionasen de un modo vertiginoso de modo paralelo a como lo hacían los aparatos observándose saltos estilísticos inmensos entre discos publicados con apenas meses de distancia entre ellos.
Este hecho por sí solo no justificaría que un grupo renegase de un determinado disco como tampoco lo haría el hecho de que la formación de los primeros años no fuese exactamente la misma con la que luego llegaron a la fama. En el caso de Kraftwerk, parece claro que de cara al gran público, su carrera comenzó con la publicación de “Autobahn” en 1974, idea que ellos mismos refuerzan cuando publican la caja “The Catalogue” en 2009 dejando fuera sus discos anteriores a aquel (Ralf Hütter habló de una segunda caja recogiendo esa primera etapa pero nada se ha vuelto a saber de aquella idea.
La cuestión es que Kraftwerk habían lanzado tres trabajos antes de de “Autobahn” (cuatro, si añadimos a la lista “Tone Float”, publicado bajo el nombre de Organisation). Hablaremos hoy del segundo de ellos, titulado, sencillamente, “Kraftwerk 2”, y cuya portada mostraba un cono de señalización de los que se utilizan habitualmente en las carreteras cuando están en obras. En este caso es de color verde y blanco, en contraposición a la portada del primer disco en la que ese mismo cono aparecía en con el rojo en lugar del verde. En aquel momento, Kraftwerk habían quedado reducidos a dúo prescindiendo de los distintos baterías que les habían acompañado en las primeras grabaciones siendo los únicos miembros Ralf Hütter y Florian Schneider. El primero se encargaba de los teclados (piano y órganos eléctricos principalmente), el bajo, el xilofón y la armónica, además de la programación de una primitiva caja de ritmos. El segundo tocaba la flauta, el violín, las guitarras y el xilófono además de encargarse de todo tipo de efectos electrónicos. Efectivamente, en los primeros trabajos de Krafwerk no hay sintetizadores, algo normal si tenemos en cuenta que estamos en 1972 y aún no son de uso común.
Florian Schneider y Ralf Hütter. |
“Klingklang” - Como muchos discos de la época, “Kraftwerk 2” se divide entre una “cara a” ocupada por un solo tema de larga duración y una “cara b” con varias piezas más cortas. “Klingklang” es una suite muy interesante que comienza con unos bonitos juegos de percusiones directamente emparentados con lo que se hacía en aquel entonces en los círculos más vanguardistas de las músicas, digamos, académicas. A continuación escuchamos un ritmo monótono marca de la casa (“Autobahn” se construirá sobre ritmos similares, más adelante) sobre el que van apareciendo los distintos instrumentos. Las flautas cobran gran importancia aquí pero también el bajo y el piano contribuyen de un modo fundamental a la pieza, sumándose a la maquinaria rítmica dela banda. Esta base sonora es manipulada mediante cintas magnetofónicas, en ocasiones para duplicar instrumentos, en otras para acelerar o ralentizar el “tempo” de la grabación y en algún otro caso para crear nuevos timbres a partir de los sonidos acústicos. En la segunda parte de la pieza desaparece la caja de ritmos y es una percusión metronómica la que nos conduce hacia el final del segmento entre capas de sonido electrificado (suenan “drones” de órgano de fondo) y notas de flauta que parecen respiraciones. El último tramo incorpora guitarras eléctricas y sería un claro ejemplo de lo que se dio en llamar “krautrock” en su momento.
“Atem” - Lo que parece una respiración profunda (y que seguramente proceda de algún banco de osciladores) abre la segunda parte del album. Toda la pieza se construye a partir de ruido blanco organizado, como decimos, de forma que creemos estar oyendo los poderosos pulmones de alguna maquinaria industrial.
“Strom” - Continuando con la experimentación, se mezclan ahora interferencias radiofónicas con una guitarra eléctrica muy distorsionada para dar paso a una cadenciosa melodía que parece estar ejecutada directamente sobre las cuerdas de un piano, sin utilizar el teclado. Bajo, guitarra, órgano y flauta completan una escena en la que a partir del caos inicial surge una pieza bellísima a nuestro juicio, muy próxima a lo que bandas como Pink Floyd hacían en aquellos mismos momentos.
“Spule 4” - En una onda similar se desarrolla la siguiente pieza. Guitarras espaciales con un punto psicodélico que se unen al final a una serie de percusiones y efectos para dibujar una melodía distinta a todo. Se evidenciaba ya que el sonido que la banda buscaba necesitaba de otro tipo de instrumentos para poder expresarse pero como suele decirse, lo interesante del viaje no es el destino sino el trayecto en sí.
“Wellenlänge” - La pieza más larga de este tramo del disco comienza como una continuación de la anterior con la que que comparte instrumentación y espíritu. En realidad es un dúo de guitarra y bajo en el que podemos intuir la necesidad del secuenciador y la caja de ritmos para terminar de definir el característico sonido de la banda porque, en cuanto a ideas, la mayor parte de ellas ya están aquí.
“Harmonika” - El sonido más puramente electrónico queda para la última pieza del disco. En ella escuchamos una serie de manipulaciones en cinta magnetofónica del sonido procedente de una armónica. Un experimento curioso que tampoco tiene mayor trascendencia.
Con “Harmonika” se ponía fin a un disco que no tiene nada que ver con lo que el público en general conoce de Kraftwerk pero que sirve para descubrir cómo empezó todo, cómo se dio forma poco a poco a uno de los sonidos más influyentes de las últimas décadas. No son pocas las discusiones que hemos tenido en tertulias improvisadas sobre los motivos que nos llevan a escuchar discos por el simple hecho de que en la portada aparezca un nombre determinado. Ese “completismo” que en ocasiones lleva a acumular trabajos y más trabajos de algunos artistas en una especie de “síndrome de Diógenes” llevado a lo musical no puede tiene nada que ver con discos como este “Kraftwerk 2”, trabajo que creemos imprescindible para entender la evolución de todo un género, especialmente porque evidencian que los sintetizadores, secuenciadores, cajas de ritmos, etc. no fueron un divertimento que se puso de moda en un momento determinado sino que surgieron para cubrir una necesidad previa. Había multitud de artistas esperando algo así para poder plasmar las ideas que tenían en sus cabezas y que no tenían forma de realizar con los instrumentos convencionales. Evidentemente más adelante muchos otros músicos aprovecharon la comodidad de los nuevos aparatos para adaptarlos a corrientes y estilos ya existentes pero el paso importante lo dieron otros y Kraftwerk, sin duda, estarían en ese grupo de pioneros.
Mención aparte merece la presencia en el disco como ingeniero de sonido de Conny Plank, el hombre fundamental en el nacimiento del “krautrock” como género por su participación en la mayor parte de las grabaciones que dieron forma a ese estilo, incluyendo los cuatro primeros discos de Kraftwerk (también “Tone Float” de Organisation) o todos los de Neu!.
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