Mientras escribíamos la anterior entrada del blog, dedicada a Bill Douglas, nos dábamos cuenta de las similitudes que existen entre las carreras del músico canadiense y el protagonista de la reseña de hoy, un viejo conocido de los lectores. No pensamos tanto en el estilo como en la evolución de ambos desde una formación clásica con incursiones en el jazz hacia la música “new age”, género éste en el que los dos se hicieron un nombre gracias a la publicación de trabajos magníficos.
La diferencia más relevante es que, si bien de la obra de Douglas anterior a su salto a la fama no tenemos noticia al margen de alguna reseña perdida de alguna pieza de cuyo rastro poco más hemos sabido (de grabaciones, por supuesto, ni hablamos), en el caso de Sevag sí existe una ventana hacia ese pasado desconocido no hace tanto tiempo.
Hablamos tiempo atrás de un disco en el que aparecían sus primeros experimentos electrónicos, fechados entre 1983 y 1990 pero no era ese el único tipo de música que Sevag compuso en aquellos años. Antes de eso había tocado en bandas de rock y jazz junto a algunos de los más importantes músicos de Noruega, muchos de los cuales le acompañarían después en sus más importantes trabajos. En 1984, buscando una orientación para su carrera, tomó la decisión de aislarse durante unos meses en Triora, un pequeño pueblo medieval de menos de 500 habitantes situado en el norte de Italia. Allí escribió un cuarteto de cuerda que marcó de forma clara la dirección a tomar en lo sucesivo. Los años siguientes fueron de gran experimentación llegando a componer una pieza electrónica cuya ejecución abarcaría 312836848952048476111942888886103770498 años. No, no se nos ha quedado la mano sobre el teclado del ordenador: esa es la duración exacta de una composición que no entró en el libro Guinness de los récords porque no había forma de asegurar que el aparato encargado de interpretarla tuviera suficiente vida útil para hacerlo. La mayor parte de esas obras aparecieron en el disco al que nos referíamos antes: “Private Collection: Electronic Landscapes 1983-1990”. En esos años dio forma al que sería su gran proyecto; “Close Your Eyes and See”, disco grabado en su propio estudio en 1989. Durante la composición del mismo, Sevag escribió otra obra de cámara en la forma de un quinteto de viento.
Tanto el cuarteto de cuerda de 1984 como el quinteto de viento de 1987 forman parte de “Early Works”, el primer volumen de la colección denominada por Oystein Sevag, “European Roots” que apareció en 2000 sin que hasta el día de hoy hayamos podido disfrutar de ninguna de las secuelas anticipadas por el propio indicativo del número de volumen. Los músicos que interpretan el cuarteto “Triora” son María Sevag (violín), Miriam Rudloph (violín), Beatrix Hülsemann (viola) y Ute Petersilge (violonchelo). El quinteto de viento lo ejecutan: Gro Sandvik (flauta), Steinar Hannevold (oboe), Lars Kristian Brynildsen (clarinete), Ilene Chanon (trompa) y Per Hannevold (fagot).
Imagen de las calles de Triora. |
“TRIORA”
“I. Allegro deciso” - Cuenta Sevag cómo para él era muy difícil integrarse en la música de su tiempo cuando sus referentes eran clásicos, especialmente Beethoven, lo que, a la hora de plantearse escribir un cuarteto de cuerda es una referencia más que ambiciosa. A la hora de la verdad, lo cierto es que la composición del músico noruego no es especialmente nostálgica de tiempos pasados y está teñida de un sonido absolutamente contemporáneo. El primer movimiento muestra motivos muy bellos pero no está exento de una tensión muy acorde con la modernidad y tiene un acerado sentido dramático.
“II. Tranquillo” - Mucho más reposado es el segundo movimiento de la obra, con temas en los que creemos ver una raíz folclórica muy presente lo que, al menos por ese lado, lo emparenta con otro gran maestro del cuarteto de cuerda como fue Bartok. Sevag se revela aquí como un compositor extraordinariamente dotado que podría haber construido una carrera muy sólida dentro de la música académica de habérselo propuesto.
“III. Scherzo” - Nuestro movimiento favorito de la obra es este tercero en el que nos parece encontrar influencias de maestros como Bernard Hermann, especialmente en el uso de los violines para crear atmósferas llenas de tensión que son maravillosamente aprovechadas por viola y violonchelo (especialmente por éste último) para dibujar inquietantes espirales melódicas que le dan a la obra una componente cinematográfica muy importante.
“IV. Molto tranquillo” - A modo de interludio, el cuarto movimiento de la obra no rebaja un ápice el sentido dramático de los anteriores mientras nos conduce hacia el desenlace. La música es gélida como corresponde al origen del compositor y nos recuerda en algún momento a otros autores de procedencia igualmente nórdica como Arvo Pärt o Erkki Sven Tüür.
“V. Presto” - La conclusión del cuarteto vuelve a evocar en nosotros imágenes de cine. Atmósferas sonoras de pantallas en blanco y negro, escenas no demasiado iluminadas y todo ello, sencillamente con el uso de un temas musical muy sencillo pero también muy poderoso.
“THE LYRICAL JOKE IN THE SECRET GARDEN WHEN THE LEAVES ARE FALLING”
“I. In the Lyrical Joke” - Desde el primer momento, Sevag enfoca esta obra como una broma musical pero lo cierto es que no nos lo parece en ningún momento. Los ritmos de este primer movimiento tienen una cierta raíz minimalista, si por tal entendemos la forma de manejar los instrumentos de viento de compositores como Wim Mertens, Michael Nyman o Jean Philippe Goude (especialmente de éste último). Cierto es que hay un aire desenfadado en toda la pieza pero eso, lejos de quitarle seriedad, la hace mucho más atractiva a nuestros oídos.
“II. In the Secret Garden” - El segundo movimiento es más reposado y en él apreciamos un finísimo sentido melódico que ya destacaba en el Sevag “electrónico” que conocíamos pero que no es tan fácil de desplegar en un formato como este sin caer en el uso de temas intencionadamente pegadizos y de engañoso atractivo. Estamos ante una joyita que podría haber quedado en el olvido y que justifica la validez de un proyecto como el que representa este disco.
“III. When the Leaves Are Falling” - El cierre de la obra es extraordinario. Una fiesta de ritmo y melodía sin apenas descanso con elementos minimalistas magistralmente utilizados como las bases sobre las que edificar una sólida propuesta musical. Como ocurre en otros momentos del disco, nos parece apreciar elementos folclóricos como parte de algunas melodías lo que revelaría un profundo respeto del artista noruego por sus raíces, algo que siempre nos ha parecido intuir en otras de sus obras.
No podemos negar que fue toda una sorpresa para nosotros escuchar estas dos obras de Sevag años atrás. Teníamos al noruego por un músico muy competente, capaz de crear piezas extraordinarias como ese clásico de su género que es “Horizon” y de grabar grandes discos en estilos tan diferentes como el “ambient” o incluso el jazz pero desconocíamos por completo su faceta clásica. Ni por asomo pensamos que dentro de ese ámbito, Sevag hubiera escrito obras de la categoría de las incluidas en el disco que hoy hemos comentado así que la conclusión, casi inevitable habida cuenta de lo dicho anteriormente es que estamos ante un músico de gran categoría, cuyos méritos no quedan circunscritos a un género concreto sino que van más allá de clasificaciones.
No es habitual encontrar este tipo de artistas de los que sólo podemos lamentarnos por lo relativamente escaso de su producción discográfica y es que cada uno de sus trabajos nos deja con más ganas de escuchar los siguientes. Seguro que los que conozcáis a Sevag y no hayáis tenido la oportunidad de escuchar este disco, os vais a llevar una grata sorpresa si cae en vuestras manos. Estamos convencidos.
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