domingo, 14 de octubre de 2018

Duo Sonare plays Mike Oldfield's Opus One, Tubular Bells (1996)



La llegada de la música grabada durante el siglo pasado supuso una revolución en el sentido en que permitió a cualquiera acceder a obras de todas las épocas, a poseerlas, a escucharlas tantas veces como desee en la comodidad de su salón. Esa es la parte más interesante pero es que, además, permitió una distribución igualitaria entre todos los géneros. Hasta entonces, la música culta tenía más o menos garantizada su supervivencia en forma de partituras que podían reproducirse y perdurar para disfrute de las generaciones posteriores pero los géneros populares lo tenían algo más difícil ya que dependían de la transmisión oral lo que, a su vez, generaba infinitas variaciones de todas la melodías y composiciones.

Con la música grabada ocurre otra cosa que nos hace poner en duda su persistencia en el tiempo y es que los géneros surgidos en esta nueva época quedan profundamente ligados a partir de entonces al soporte y con él, a los intérpretes. Cualquier obra de Brahms tiene un valor en sí misma, independientemente de la cantidad de versiones que podamos encontrar en las tiendas de una pieza concreta. Habrá interpretaciones mejores o peores pero a partir de un cierto nivel de calidad de las mismas, nadie rechazaría una grabación concreta. En el rock esto no es igual. Las canciones de los Beatles tienen un valor indudable pero están inseparablemente ligadas a las grabaciones del propio grupo. Por muy buena que sea una interpretación alternativa por parte de otros músicos, ese nuevo registro nunca tendrá el valor del original a oidos del aficionado. Así, tenemos que las grandes obras de la música popular del último siglo son objetos únicos. “The Dark Side of the Moon” no puede ser reinterpretado. El mejor imitador imaginable no podrá ser nunca Freddie Mercury. El rock y el pop van ligados a la imagen y a la figura de las estrellas que lo interpretan y eso fomenta la incertidumbre acerca de la pervivencia de sus obras maestras en el futuro.

Sin embargo, hay un puñado de obras que parecen estar traspasando esa barrera. Hay discos pertencientes a este ámbito de la música popular y alrededores que están conociendo nuevas versiones que, sorprendentemente, parecen funcionar bien. Nos ocurrió hace unos años con la versión de Bang on a Can de un disco tan particular como “Music for Airports” de Brian Eno y nos pasó de nuevo también con el disco que traemos aquí hoy: “Tubular Bells”.

Desde el principio, la obra de debut de Oldfield se reveló como un disco diferente. Una obra rock pero con tantos elementos clásicos que parecía especialmente adecuada para sobrevivir a diferentes interpretaciones. No pasó mucho tiempo antes de que el propio Oldfield junto con David Bedford intentasen una primera adaptación orquestal con relativa fortuna. Funcionaba bien pero no llegaba a acercarse al original. Y no debía de ser tan fácil hacerlo porque el propio Oldfield “fracasó” al intentar replicar el disco con su “Tubular Bells 2003”. Sin embargo, en 1996 apareció un disco que, por su planteamiento, llamaba mucho la atención ya que pretendía ofrecer una interpretación de “Tubular Bells” al completo (versiones parciales había ya unas cuantas) a cargo de dos intérpretes de guitarra clásica: Thomas Offermann y Jens Wagner: el Duo Sonare.



La pareja llevaba ya tiempo con “Tubular Bells” en su repertorio de conciertos (concretamente con la primera parte de la obra) aunque el grueso de su producción se centraba en autores clásicos como Mozart, Albéniz, Piazzolla o Debussy con guiños ocasionales a autores más periféricos como Frank Zappa. El Duo Sonare encontró la posibilidad de grabar su versión de “Tubular Bells” gracias al sello MDG, un sello que hace de la grabación directa en lugares específicos su bandera. Sin manipulación posterior, sin reverberaciones o efectos añadidos y con una exquisita búsqueda de la calidad sonora. El resultado es es impecable. La versión que Offermann y Wagner ofrecen de la primera parte de “Tubular Bells” es extraordinaria y consiguen que, superada la sorpresa inicial, no echemos en falta ningún elemento de la partitura original. En la segunda, probablemente más compleja, escuchamos elementos que pueden desconcertar en una primera escucha como el uso de la caja de las guitarras como un instrumento de percusión en ciertos pasajes o la aparición de Ian Vance Melrose como narrador en “The Sailor's Hornpipe”, un fragmento en el original carecía de este elemento, pero en conjunto estamos ante una extraordinaria reinterpretación de un clásico que probablemente sobreviva para el público futuro gracias a adaptaciones como esta o como otras que han aparecido más recientemente para grupo de metales o para orquesta de cámara. En todo caso, esta adaptación del Duo Sonare es una magnífica oportunidad para acercarse a una versión de “Tubular Bells” diferente pero muy recomendable. A día de hoy, la pareja sigue interpretando el "Opus 1" de Oldfield en concierto así que, si tenéis la oportunidad de verlos en directo, no la desaprovechéis. Por algún motivo, no es sencillo encontrar partes de esta grabación en la red así que os dejamos con un par de extractos de "Tubular Bells" para dos guitarras clásicas en arreglo de Jens Wagner, uno de los integrantes del Duo Sonare, que los interpreta acompañado por la también guitarrista Anna Tasiemska:


 


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