Si hay dos palabras que se han colado en todas las conversaciones de cualquier ámbito en los últimos años, y que estarán aún más presentes en los siguientes, esas son: “inteligencia artificial”. A estas alturas pocos niegan ya que estamos ante un salto tecnológico que va a transformarlo todo como sólo lo hacen las grandes revoluciones y cada vez vemos más pruebas de ello en los campos más variopintos.
Hace poco más de dos años se puso en linea un software que generaba música de acuerdo con los gustos del oyente. Hoy la página (http://mubert.com) no funciona en linea pero existe en forma de app. Lo que allí se alojaba era una “máquina” que estaba continuamente creando música en varios estilos diferentes. Dos oyentes que se conectasen al mismo tiempo escucharían piezas distintas ya que la inteligencia iría creándolas en función de sus gustos, infiriéndolos del tiempo que pasaba conectado a un tipo de música, de lo que sonaba cuando decidió quitarlo la última vez, etc. Más recientemente, Google presentó “Magenta”, una poderosa inteligencia artificial centrada en crear música aprendiendo de todos los patrones que va “escuchando”. Sony tiene su “Flow Machine”, IBM su “Watson Beat” y Amper Music con su software figura ya como compositor y productor del disco de la estrella norteamericana Taryn Southern “I AM AI”. También existe ya una empresa como AIVA (Artificial Intelligence Virtual Artist) que compone bandas sonoras para anuncios, videojuegos y trailers de cine con cierto éxito.
Dentro de poco no podremos distinguir ya si una pieza musical está creada o no por un artista humano aunque la inteligencia artificial no deja de ser una herramienta que puede ser aprovechada también para crear. Algo así es “Stratus”, un software creado por Ólafur Arnalds junto con Halldór Eldjárn. A grandes rasgos, “Stratus” lo que hace es controlar dos pianolas para que toquen una serie de notas que la máquina genera a partir de las que el propio Ólafur toca en su piano. Esto supone que el músico puede empezar a improvisar una pieza y esta iría evolucionando, no sólo en función de sus propias ideas sino de la respuesta de “Stratus” a su propuesta. La mayor o menor complejidad, el ritmo y demás parámetros de la música de la A.I. pueden ser escogidos previamente por Ólafur pero, como ha declarado en alguna ocasión “la máquina siempre termina por sorprenderle”.
“Stratus” es la principal novedad del último disco de Ólafur que comentaremos hoy en el blog: “Re:member”. En él, además de Ólafur, que toca el piano y los sintetizadores, intervienen los miembros de la London Recording Orchestra, un cuarteto de cuerda ya habitual en los trabajos del músico islandés integrado por Viktor Orri Árnalds y Björk Óskardóttir (violines), Karl Pestka (viola) y Unnur Jónsdóttir (violonchelo), el batería Magnús Trygvason Eliassen, el cantante inglés SOHN, Matthias B. Nardeau y Peter Tompkins (oboes), Grimur Helgason y Baldvin Ingvar Tryggvason (clarinetes) y Bryndis Bórsdóttir (fagot).
Ólafur Arnalds |
“Re:member” - El disco comienza de una forma delicadísima con unas sencillas notas de piano, casi con unos apuntes, a los que sigue un breve interludio de cuerdas. A partir de es momento, vemos como funciona “Stratus”: Ólafur presenta la melodía central incrementando el ritmo y el software le responde creando una red cristalina de sonidos de piano que van siento transformados de forma electrónica. Entran entonces los ritmos programados y la batería para completar el cuadro de esta pieza, una excelente muestra de la forma que tiene el compositor de mezclar instrumentos clásicos con tecnología y ritmos actuales.
“Unfold” - La única participación de SOHN en el disco se produce en esta canción. Aunque el piano sigue jugueteando por ahí, son las cuerdas las que mandan en el comienzo con el apoyo del reducido grupo de maderas que juega también un papel fundamental. El vocalista hace su aparición en el tramo final con su voz de contratenor desdoblada en varias voces por obra y gracia de la tecnología.
“Saman” - La siguiente pieza es un extraordinario tema de piano, muy inspirado y evocador, en el que el único elemento discordante lo aportan los efectos electrónicos que “ensucian” deliberadamente el sonido para darle un aire extrañamente melancólico.
“Brot” - Del piano pasamos a la orquesta de cuerdas en un interludio ambiental que no tiene un gran desarrollo pero nos sirve como introducción para la siguiente pieza.
“Inconsist” - Continuamos con las cuerdas pero ahora con el acompañamiento de los pianos que crean una especie de lluvia fina que todo lo empapa. Un ritmo electrónico aparece y es la señal para que el cuarteto de cuerda se separe de la orquesta y se una alegremente al juego.
“They Sink” - La siguiente pieza es otra transición ambiental para piano y cuarteto de cuerda sin mucha historia. Elementos mínimos y poca evolución para trasladarnos al siguiente corte.
“Ypsilon” - Aquí la cosa ya comienza de modo distinto. Una serie de “pads” electrónicos nos dan la bienvenida y dejan paso al piano y los ritmos programados, por momentos, sonando en tempos diferentes. Un experimento curioso que se difumina en una larga nota sostenida.
“Partial” - Esa misma nota es la que enlaza con la siguiente etapa del disco. En ella recuperamos uno de los temas anteriores pero esta vez interpretado con sintetizadores a la vieja usanza, formando una secuencia rítmica en el estilo de la Escuela de Berlín setentera pero combinada con un moderno arreglo orquestal que convierte a este tema en uno de nuestros favoritos.
“Momentary” - Volvemos al piano solo en una variación del tema central del disco de corte intimista. Una preciosidad en la linea de lo que suele hacer su autor cuando le da por ponerse más personal.
“Undir” - Regresa Ólafur a las mismas premisas de “Inconsist” con la orquesta, su piano y los dos impulsados por “Stratus” unidos a los ritmos electrónicos. Casi podríamos hablar de nuevo de una variación de aquel tema sólo que en este caso las similitudes son mayores por lo que casi deberíamos pensar en una nueva versión.
“Ekki hugsa” - El tema más jovial de todo el disco es esta preciosidad que parte de una contagiosa melodía de piano multiplicada por mil por “Stratus” a la que se une el cuarteto de cuerda en un estilo que algunos han querido comparar con el de la añorada Penguin Cafe Orchestra. El título, que podría traducirse como “no pensar en nada” es una perfecta invitación a dejarse llevar por la música y olvidarse de todo por un rato.
“Nyepi” - Cierra el disco este corte para piano, sintetizadores y dúo de violines. Otro corte meditativo y frágil marca de la casa. Un final de lo más adecuado para un trabajo que, para buena parte de la crítica, confirma la magnífica trayectoria ascendente de Ólafur Arnalds entre los artistas de su generación.
Las nuevas tecnologías siempre han despertado recelos y el ámbito de la música no ha estado al margen de esa tendencia. El pianoforte sonaba desagradable a muchos de los oídos de su época. El órgano fue considerado un artilugio inexpresivo al principio y poco después fue considerado “la voz de Dios”. La electrificación de los primeros instrumentos como la guitarra o el piano fue despreciada por los intérpretes más veteranos y los sintetizadores poco menos que fueron tomados como juguetes de feria. Hoy, todos y cada uno de esos adelantos están perfectamente asumidos e integrados en su música por los creadores actuales como lo estará el uso de la inteligencia artificial en un futuro no demasiado lejano y, como siempre ocurre, quienes reinarán entonces serán los primeros en asumir este hecho y en ponerse a trabajar con ella como una herramienta más a su disposición. Ólafur Arnalds ya lo está haciendo y, por poner sólo un ejemplo más, Jean Michel Jarre ha dejado caer en alguna entrevista reciente que en una de las piezas de su siguiente disco ha tenido un papel muy importante una de estas inteligencias artificiales.
Para despedirnos, os dejamos con un par de videos en los que Ólafur Arnalds explica el funcionamiento de “Stratus”:
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