Los primeros pasos de Opeth como banda fueron tortuosos. En sus primeros días, el vocalista del grupo se presentó ante el resto junto con Mikael Akerfeld, bajista y también cantante en los ensayos presentandole como nuevo integrante de la formación, La discusión que se produjo a continuación fue de tal calibre que David Isberg (el lider hasta aquel momento) y Akerfeld de quedaron como únicos integrantes ante la desbandada general de los demás miembros.
Tras múltiples entradas, salidas y reentradas de distintos músicos, Opeth comenzó a tomar forma. A priori, no parecían destinados a ser más que una de tantas bandas de death metal que poblaban el panorama del norte de Europa en aquellos años pero tenían algo diferente que llamaba la atención. Al margen de los clásicos recursos del género, no tenían problemas en incorporar guitarras acústicas, piano o en dejar de lado en ocasiones los horrendos cantos guturales que eran una especie de marca de la casa en los grupos de esa corriente. Con guiños nada habituales a la música folclórica o al rock progresivo, el particular sonido de la banda fue ganando adeptos y empezó a traspasar las fornteras de su Suecia natal llamando la atención de otros músicos, entre ellos (cómo no, direis algunos) de Steven Wilson, líder de Porcupine Tree y habitual en el blog. De la mano de nuestro viejo conocido, Opeth lanzó su “Blackwater Park”, disco que les hizo populares en Europa y que propició las primeras actuaciones multitudinarias en el continente pero lo más importante para nosotros es que inició una interesante colaboración entre la banda y Wilson que terminaría desembocando en el disco del que hablamos hoy.
Haremos ahora un salto de casi diez años hasta 2010. Wilson prepara su “Grace for Drowning”, ya comentado aquí hace un tiempo y ultima las mezclas del próximo disco de Opeth, con participación destacada de nuestro músico en el sonido final. Comienzan entonces a oirse los primeros rumores sobre una colaboración discográfica entre Mikael Akerfeld y Steven Wilson que estarían comenzando a reunir una especie de superbanda de metal progresivo. El abandono en las mismas fechas de Dream Theater por parte de su batería Mike Portnoy, abonó las especulaciones y la imaginación de los fans comenzó a sumar uno mas uno mas uno llegando a la conclusión de que el resultado, tres, era tan matemáticamente exacto como indiscutible. Las habladurías llegaron a tal punto que Akerfeld tuvo que hacer unas declaraciones en una entrevista en septiembre de 2010 indicando que no había ningún fundamento para hablar de Portnoy como participante en “Storm Corrosion” que era el nombre bajo el que estaban organizando sus nuevas ideas el propio Wilson y Akerfeld: “Siendo honestos, no hay mucho espacio para baterías en el trabajo que estamos haciendo. He hablado con Mike (Portnoy) para aclararselo y le pareció bien. El también está muy ocupado y estoy seguro de que haremos algo juntos en el futuro”. Preguntado Wilson recientemente sobre el particular, su respuesta es meridianamente clara: “La cuestión es que yo llevo preparando este proyecto con Mikael durante años, años y años. Mike Portnoy escuchó algo al respecto y dijo: hey, yo quiero participar. Magnífico, pensamos, es un gran batería y todo eso pero cuando nos juntamos y empezamos a trabajar en el disco nos dimos cuenta de que no necesitabamos a Portnoy. Ibamos a tener muchas cuerdas, maderas y voces pero las partes de batería eran realmente escasas. Si hubieramos hecho un disco de metal progresivo Mike habría sido el indicado pero lo que queríamos hacer no tenía nada que ver con eso.”
El dúo en una imagen promocional. |
Conforme pasaba el tiempo, las expectativas de los aficionados eran sólo comparables a la incertidumbre sobre el estilo del disco, habida cuenta de los antecedentes de ambos músicos y de declaraciones como la de Wilson en twitter: “no espereis nada de metal en esta ocasión”.
Lo cierto es que, aunque las fechas de lanzamiento de “Grace for Drowning” de Wilson, “Heritage” de Opeth y “Storm Corrosion” fueron convenientemente espaciadas, la grabación de los mismos se produjo de forma casi simultanea y es que el tercero de ellos, el llamado “Storm Corrosion” se cocinó a fuego lento durante más de un año, entre marzo de 2010 y septiembre de 2011. Entretanto, en enero y febrero de 2011 se grababa “Heritage” y entre enero de 2010 y junio de 2011, “Grace for Drowning”. Por ello, Wilson se ha referido recientemente a los tres discos como una especie de trilogía de la que “Storm Corrosion” sería el cierre por el momento. Intervienen en el disco: Steven Wilson (teclados, voces), Mikael Akerfeld (guitarras, voces), Gavin Harrison (batería, percusión), Ben Castle (vientos) y la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart.
“Drag Ropes” – Comienza el trabajo con una sección de cuerda muy oscura e inquietante a cargo de la London Session Orchestra bajo la dirección de Dave Stewart, lo que conecta directamente el disco con “Grace for Drowning” en el que también participan los mismos músicos. No ayudan a tranquilizarnos las primeras palabras cantadas por Akerfeld: “amigo mío, llegó la hora de pagar por tus pecados: tu sufrimiento empieza aquí”. Unas tenues notas de piano repartidas aquí y allá ayudan a la transición hacia otra sección, con predominio de guitarras acústicas y algunos sonidos electrónicos como preludio a unas interesantes armonías vocales que van in crescendo hasta convertirse en la parte principal de la pieza en su segmento central tras el que nos abandonan para dejar paso a las guitarras de Akerfeld. Hay un extraño aire folk en toda la composición que parece querer abrirse paso entre la oscuridad general. El segmento final parece dar una cierta esperanza con unas cuerdas más luminosas que las del principio aunque la repetición del texto inicial nos saca de nuestra ilusión antes de poner fin a la pieza.
“Storm Corrosion” – Una lejana melodía de flauta nos transporta poco a poco hacia un bello pasaje de guitarras acústicas en un comienzo decididamente folk. Es entonces cuando Akerfeld comienza a cantar en el más delicado de sus registros mientras cambia su guitarra acústica por la eléctrica para esbozar unos punteos que, en este contexto, nos recuerdan de forma inevitable al sonido del mejor Mike Oldfield. Composiciones como esta supondrán una sorpresa absoluta para los seguidores de las respectivas carreras de Wilson y Akerfeld pero son un soplo de aire fresco de una calidad indiscutible. Poco a poco se marchita la tonada inicial y entramos en una parte final mucho más inquietante, con cuerdas afiladas, sonando como sirenas en la lejanía. El mismo efecto de la música de Ligeti que Kubrick hiciera suya en la banda sonora de “2001, Una Odisea en el Espacio” es que nos encontramos en este fragmento que se disuelve como se de una interferencia de otro tiempo se hubiera tratado, antes de cerrar la pieza de nuevo con un formato acústico de guitarra, piano y flautas con un punto bucólico con reminiscencias de los Pink Floyd de “More”, por poner un ejemplo conocido.
“Hag” – Wilson ya demostró en su reciente “Grace for Drowning” que es único a la hora de crear atmósferas depresivas y perturbadoras con muy pocos elementos. Un mellotrón, unas guitarras y unas notas de piano le bastan para construir otro de sus complicados edificios llenos de largos pasillos tras cada curva parece estar esperando algo aterrador. Probablemente estamos ante el tema con más puntos en común con el primer disco de la supuesta trilogía: el citado “Grace for Drowning”. Cerca del final, la cosa gana en dureza entrando en uno de los pocos fragmentos remotamente heavys del disco con la batería de Gavin Harrison aprovechando los pocos segundos que se le conceden en unos pocos compases que podríamos calificar de metal-jazz si algo así pudiese existir.
“Happy” – Como si de una prolongación del corte anterior se tratase, comienza la canción más breve del disco, que no renuncia por ello a las señas de identidad de todo el trabajo. Guitarras acústicas, extraños efectos sonoros y una sensación general de opresión. A mitad de la pieza, sin embargo, entramos en una serie de juegos vocales que dan algo de luz a los instantes finales, en los que volvemos a disfrutar de la guitarra de Akerfeld en su faceta más delicada antes de entrar de lleno en el único instrumental del disco.
“Lock Howl” – Con un leve sonido de sintetizadores vamos adentrandonos en la composición hasta que entramos en una sección rítmica con un bajo continuo, una batería en pleno calentamiento y todos los instrumentos añadiendose poco a poco a la banda incrementando la intensidad del momento. Los arreglos orquestales de Dave Steward encajan como un guante hasta la ruptura central en la que el batir de palmas acompaña a una nueva melodía que parte en dos la pieza. Regresamos entonces al ritmo inicial con la incorporación de un nuevo elemento en forma de vibráfono que repite la melodía principal doblado por guitarras, piano y con el acompañamiento en la parte final del mellotron. Toda la pieza tiene un aire tenso, como de preludio de algo más grande que puede estallar en cualquier instante pero consigue contener toda esa energía hasta su conclusión, dando paso al cierre del disco.
“Ljudet Innan” – Con una introducción vocal en falsete comienza la última canción del trabajo. Los consabidos fondos de mellotron tan Crimsonianos (y también del gusto tanto de Wilson en Porcupine Tree y en solitario como de Akerfeld en los Opeth más recientes) se desarrollan sin prisa alguna durante varios minutos con aportaciones puntuales de las guitarras. La batería se va incorporando casi sin darnos cuenta, como quien se pone a nuestra altura durante un paseo y comienza una conversación. Unos ligeros esbozos de guitarra preceden a Akerfeld cantando sus últimas letras del disco en un final que encajaría perfectamente con esas imágenes clásicas de película antigua en la que dos personas se alejan hacia el horizonte a ritmo pausado, hasta convertirse en un puntito a lo lejos, posiblemente manteniendo la imaginaria conversación intrascendente a la que nos referíamos antes.
Tras el lanzamiento del disco, ambos músicos dejaron claro que no habrá gira ni conciertos de Storm Corrosion e incluso, que no tienen nada planeado más allá de este disco. Akerfeld sigue centrado en Opeth y seguir la pista de todos los proyectos en los que está envuelto es una tarea agotadora. En las últimas semanas han surgido noticias acerca de Blackfield, en los que se daba al grupo como finiquitado. También ha habido declaraciones de Wilson sobre Porcupine Tree en las que afirma que, por el momento, el grupo está en una etapa de inactividad indefinida. Como quiera que tampoco No-Man parece ser un proyecto muy activo, nos quedan sus dos aventuras solitarias: Bass Communion, de la que no hemos hablado aún en el blog y sus trabajos bajo su propio nombre.
La acogida de “Storm Corrosion” ha sido muy desigual. A pesar de las advertencias de ambos músicos, buena parte de los fans esperaban una mezcla de Opeth y Porcupine Tree y, evidentemente, el resultado no tiene nada que ver ni con unos ni con otros. Por ello, un sector de los aficionados han reaccionado con frialdad y lo mismo se puede decir de parte de la crítica. Otro grupo, advertido, esperaba un trabajo de estas características y sus opiniones han sido más favorables. Por nuestra parte, con “Storm Corrosion” nos ocurrió lo mismo que con “Grace for Drowning”. Las primeras escuchas nos dejaron más bien indiferentes pero poco a poco ambos trabajos han ganado muchos enteros a nuestros oídos. No creemos que éste disco de Akerfeld y Wilson llegue a los niveles de excelencia de aquel pero nos parece un trabajo notable. Para abrir boca os dejamos con el sensacional videoclip de presentación del disco tras los habituales enlaces para su compra.
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