En una
reciente entrada del blog hicimos un breve repaso de una serie de
años en los que Vangelis realizó varias obras que no salieron a la
luz hasta un tiempo después. Hoy, continuando con esa etapa de la
carrera del músico griego, nos centramos en un disco que sí fue
publicado en su momento; una de esas cada vez más escasas obras que
Vangelis grabó con el propósito de ser publicadas de modo
inmediato. Esto, que en cualquier otro artista sería lo más común,
en éste compositor es una excepción, especialmente en las últimas
décadas hasta el punto de que, pese a estar grabado en 1995, en
estos veinte años transcurridos desde entonces, sólo ha aparecido
un disco más de estudio de Vangelis (excluyendo reediciones, bandas
sonoras y proyectos no estrictamente discográficos).
“Voices”
iba a ser un trabajo tremendamente irregular. Desconcertante a
primera vista por el propio título que anticipaba alguna novedad,
confirmada luego al ver los nombres de varios vocalistas que
aparecerían en el disco. No es que Vangelis no hubiera realizado
canciones en el pasado. Evidentemente, sus muchas colaboraciones con
Jon Anderson, Demis Roussos o Irene Papas desmentirían
inmediatamente cualquier afirmación en ese sentido pero lo cierto es
que sus discos en solitario, los que firma con su propio nombre,
apenas tenían piezas cantadas desde el lejanísimo “Earth” de
1973.
Hay un
punto más a analizar en el que siempre insistimos mucho cuando
hablamos de Vangelis, en especial del más reciente. Hablamos de un
músico que no tiene una especial motivación para publicar su obra
pero que, sin embargo, compone y graba música constantemente.
Teniendo esto en cuenta, y una vez que decide publicar un disco ¿qué
enfoque escoge? ¿publica lo mejor de lo que ha grabado recientemente
o compone una serie de piezas expresamente para el trabajo? Y si la
respuesta es la segunda opción ¿qué criterio sigue? ¿busca el
favor del público? ¿utiliza aquellos recursos que mejores réditos
le han dado anteriormente?. En “Voices” hay algo de eso último
como veremos a continuación. Aparecen en el CD como invitados
especiales: Stina Nordenstam, Caroline Lavelle y Paul Young además
del coro de la Athens Opera Company.
Stina Nordenstam, una de las vocalistas invitadas del disco. |
“Voices”
- Abre el disco una pieza que, a nuestro juicio, encierra una clara
intención comercial. Un intento por repetir la fórmula de la banda
sonora de “1492, Conquest of Paradise” utilizando coros
bombásticos junto con las secuencias electrónicas tan bien le han
funcionado siempre, una percusión poderosa en la que no faltaban las
campanas tubulares y, como remate, sonido de gaitas en un momento en
el que la música celta estaba de moda. Por si esto fuera poco, la
melodía, cargada de épica, recordaba, siquiera vagamente, al himno
no oficial de Escocia, “Flower of Scotland”. En resumen, una
pieza con todos los ingredientes para convertirse en clásica que no
pasó, en nuestra opinión, de un intento muy tramposo de repetir
viejos éxitos.
“Echoes”
- Una serie de ritmos sintéticos próximos al Vangelis de discos
como “The City” van sonando como fondo mientras que la melodía
central del tema anterior se repite como motivo principal de este. La
intervenciones del coro son más próximas a las de “Mask”, el
disco de 1985 en el que, ciertamente, esta pieza tendría mejor
encaje. El tema, de más de ocho minutos de duración, se hace
demasiado largo en muchos momentos y hace que el oyente esté más
pendiente de su final que de disfrutarlo como probablemente desearía.
“Come to
Me” - Caroline Lavelle es la primera invitada en aparecer en el
disco y lo hace en su doble faceta de vocalista y violonchelista.
Comenzó colaborando con grupos de música celta pero pronto comenzó
a alternar con otro tipo de artistas como Peter Gabriel o Massive
Attack, aunque es junto a Loreena McKennitt como ha grabado la mayor
parte de los discos en los que interviene. La pieza está basada en
una sencilla melodía interpretada por Vangelis a los teclados,
simulando un arpa. Lavelle canta un inspiradísimo motivo que nos
reconcilia de inmediato con el músico griego tras un comienzo de
disco algo decepcionante. La mayor proximidad estilística de la
pieza con otras obras de su autor de la misma época como “El
Greco” nos reafirma en lo acertado de ese camino frente al más
nostálgico que representaría el tema inicial del disco.
“P.S.” - Escuchamos ahora una miniatura, probablemente improvisada, en la que Vangelis hace gala de su habilidad como creador de melodías. Aunque insiste en algún momento con el “leitmotiv” de los dos primeros cortes, encontramos su presencia aquí mucho más acertada.
“Ask the
Mountains” - La cantante sueca Stina Nordenstam es la siguiente en
aparecer y lo hace con una maravillosa interpretación en la que su
particular estilo (algunos la han comparado con Björk) enriquece la
melodía de Vangelis hasta convertirla en nuestra pieza favorita de
todo el disco. Con un canto delicado, fragil, casi silábico, la
vocalista se basta por si sola para llevar el peso de la composición
con el único apoyo de una sencilla base rítmica y una bonita linea
de bajo. En la parte final, Vangelis reclama algo de espacio al piano
para cerrar una canción muy original y de una belleza única.
“Prelude” - Otra de las grandes piezas del disco es este preludio en el que el compositor se descuelga con una maravilla interpretada al piano (con sutiles acompañamientos electrónicos) que podría ser lo mejor que nunca ha escrito (es un decir en un músico que decidió no aprender solfeo) para ese instrumento en toda su carrera.
“Losing Sleep (Still, My Heart)” - Sin solución de continuidad nos encontramos en medio de la siguiente canción con Paul Young, la estrella del pop de los ochenta cuya voz (bastante tratada aquí) se encarga de ejecutar una canción melancólica que no desmerece en cuanto a calidad a las otras dos que hemos oído anteriormente con vocalistas invitados. El esquema en esta ocasión nos vuelve a remitir a algúna pieza del pasado de Vangelis, especialmente a “Message” del disco de 1988 “Direct” con la que comparte muchas características pese a ser aquel un tema instrumental.
“Messages”
- No hay que confundir este tema con el que acabamos de citar de 1988
porque no tienen absolutamente nada que ver. De hecho, creemos que
éste es uno de los momentos más bajos del disco. Un ritmo constante
a base de “samples” de percusión combinados con voces humanas,
excesivamente monótono, hace de base para la aparición de una
melodía inocente y desprovista de toda profundidad. Volvemos a oir
coros que no terminan de ir a ninguna parte y, como ocurría con
“Echoes”, la sensación de que el tema es interminablemente largo
no ayuda en absoluto a disfrutarlo. De hecho, no llega a los ocho
minutos pero todo lo que tenía que decir lo había hecho en los dos
primeros.
“Dream in
an Open Place” - El cierre del disco nos deja un major sabor de
boca que el corte anterior pero no llega a maravillarnos. Es una
tranquila melodía de corte ambiental que en algún momento quiere
parecerse a los pasajes cósmicos de “Heaven and Hell” que
acompañaron las imágenes de la serie “Cosmos” de Carl Sagan
pero cualquier comparación con aquella obra maestra hace un flaco
favor a esta pieza. Agradable sin mas pero de un músico como
Vangelis siempre esperamos lo mejor.
Nuestra
impresión acerca de “Voices” no fue demasiado buena en su
momento y hoy, dos décadas después, sigue siendo parecida. Hay tres
buenas canciones (alguna excelente) y un magnífico tema instrumental
pero el resto del material no está a la altura del nombre de su
autor. Se diría que Vangelis busca gustar de un modo consciente y
eso hace que el resultado se resienta en exceso (un detalle interesante es que todos los vocalistas invitados habían "fichado" recientemente por Warner en la fecha de la grabación del disco). Con todo, merece la
pena acercarse de vez en cuando a obras de un autor como el griego
porque siempre hay algún detalle interesante que hace de la
experiencia algo placentero.
Interesante reseña Shooter! Yo lo hubiera puesto en mejor lugar pero inevitablemente estoy de acuerdo contigo en muchos puntos.
ResponderEliminarEl primer corte, a pesar de que me gusta mucho, no deja de repetir la fórmula de piezas pasadas, y Echoes tal vez sea lo más prescendible de todo el disco.
En cuanto a los temas vocales, dentro de mis músicos de cabecera, Vangelis es una excepción. A grandes rasgos podemos decir que su obra más importante es instrumental, pero se da la circunstrancia de que también me gustan sus temas vocales. Como bien indicas, entro otros antecedentes, ya teníamos el dúo Jon & Vangelis, cuyos discos me parecen de lo más destacado de toda su obra. En Come To Me y Ask The Mountains el griego firma a mi juicio dos de sus piezas más destacadas. En cambio, de Losing Sleep sólo destacaría la melodía del estribillo que Vangelis saca con sus sintetizadores.
Siguiento con las piezas pianísticas, de nuevo nos encontramos con un tema muy llamativo (Prelude) y otro que repite esquemas (Dream In A Open Place, que casi parece un desarrollo de First Approach del disco Direct).
En definitiva, un álbum con ciertos altibajos pero que en líneas generales yo calificaría de notable, con momentos que pueden contentar tanto al neófito como al seguidor de toda la vida.
El apunte que haces en el tercer párrafo planteando qué enfoque escoge Vangelis a la hora de publicar su obra, daría para una entrada aparte. Apostaría a que hay mucha música de tremenda calidad que no tiene publicada oficialmente y que daría para una jugosa y amplia colección de discos. No pediría que publicase todo lo que tiene grabado sin establecer ningún filtro, pero no entiendo por qué no puede darnos el capricho de ir seleccionando cuidadosamente dicha parte de su obra, arreglarla si fuera preciso e ir publicándola con cierta periodicidad más allá de los dos "previously unreleased" que a lo sumo suelen aparecer en sus recopilatorios.
Saludos,
David.
P.D.: Con la entrada del Mythodea has conseguido lo que yo nunca fui capaz de hacer en 15 años. Hace una semana que no saco el Mythodea del reproductor. Pensaba que nunca iba a reconciliarme con esa obra. Gracias no sólo por mostrarnos nuevas músicas, sino por redescubrirnos de vez en cuando obras que, por el motivo que sea, nunca le prestamos la atención merecida.