Los comienzos de los artistas, y más los de aquellos que están destinados a abrir nuevos caminos en su disciplina, siempre son provocadores y polémicos. La juventud va muchas veces aparejada a esa rebeldía ante lo anterior y a unas ganas de “molestar” que, lejos de ser un problema, suelen ser un importante motor para la creatividad. Hoy nos trasladamos a 1970. Steve Reich ya tenía un nombre dentro de las vanguardias neoyorquinas y había publicado algunas composiciones que hoy en día son consideradas como hitos dentro de la música minimalista como “Come Out”, “Pendulum” o “It's Gonna Rain”. En los tres casos, como también ocurría en sus primeras exploraciones del concepto de “fase”, estábamos ante piezas en las que el concurso de la tecnología, en forma de grabaciones magnetofónicas, era imprescindible. En todo caso, Reich estaba aún muy lejos de ser un músico conocido por el gran público y sus primeros conciertos importantes no tendrían lugar en teatros o salas al uso sino en museos, lo que no deja de ser un síntoma del ambiente, un tanto “snob” en el que se desarrollaban las vanguardias culturales en la Nueva York de finales de los años sesenta.
Precisamente de dos de esos conciertos proceden las dos grabaciones que integran el disco que comentamos hoy, un disco que ni siquiera fue publicado por un sello norteamericano sino por el francés Shandar y es que, curiosamente, la repercusión en Francia de los primeros minimalistas fue mayor que en su país natal. Recordemos que Terry Riley ofrecía conciertos y grababa con frecuencia en París o que el estreno de la seminal ópera de Philip Glass, “Einstein on the Beach”, tuvo lugar en el festival de Avignon. En aquellos años iniciales del movimiento no era extraño que los distintos músicos participasen en las grabaciones de sus compañeros de generación e incluso que hubiera intérpretes que formaran parte a la vez de las bandas de apoyo de más de uno de estos compositores. Algo así ocurre en los registros incluidos en el disco que comentamos. La primera pieza está grabada en el museo Guggenheim de Nueva York y la interpretan, Jon Gibson a las maracas y Steve Chambers, Art Murphy, Philip Glass y el propio Steve Reich, todos ellos ejecutando sendos órganos Farfisa. En la segunda, grabada unos meses después en el museo de la Universidad de Berkeley repiten todos ellos salvo Glass, ocupando Jon Gibson su plaza al teclado.
“Four Organs” - La primera de las composiciones tiene un esquema sencillo. Gibson ejecuta un ritmo muy básico con las maracas y mientras tanto, los cuatro organistas ejecutan un acorde al unísono. Con cada repetición, los organistas van “deconstruyendo” el acorde tocando partes del mismo y, a la vez, alargándolo en el tiempo hasta crear una sensación que el propio Reich definió como “música a cámara lenta”. El resultado es una obra agresiva que generó mucha polémica en su día con algún sonoro altercado entre el público en sus primeras interpretaciones. Pese a ello, es una pieza que se ha tocado en directo con cierta regularidad y que también conoce varias grabaciones discográficas a cargo de diferentes ejecutantes.
“Phase Patterns” - No ocurre lo mismo con la segunda pieza del programa que, en cierto modo, es una olvidada dentro de la obra de Reich lo que es extraño porque es de las primeras composiciones que explora el concepto de “fase”. En sus comienzos en la música, Steve Reich se vio muy atraído por la percusión. De hecho, y aunque hoy nos suene raro, empezó como batería de jazz. De ahí, quizá, el atrevido planteamiento percusivo de esta pieza en la los teclados son “martilleados” por los intérpretes de una forma más rítmica que melódica. En “Phase Patterns” los intérpretes se dividen en dos parejas. La primera comienza a interpretar al unísono un patrón muy sencillo pero conforme se va repitiendo, uno de los dos intérpretes va “separando” su ejecución de la del otro tocando a una velocidad ligeramente distinta de modo que poco a poco, ambas lineas divergen para encontrarse de nuevo muchas repeticiones después. Los dos músicos restantes se incorporan más tarde “doblando” a los anteriores por lo que la maraña de sonidos resultante, llena de patrones nuevos, es realmente fascinante.
Reich es considerado por muchos críticos como el compositor más importante de las últimas décadas, por encima de compañeros de generación como Glass o Terry Riley. Tiene una ventaja frente a ellos y es que, en comparación, su obra es mucho más corta y está grabada prácticamente en su totalidad por lo que es mucho más sencillo hacerse con ella. Por esa misma razón, merece la pena acercarse también a sus obras más de escucha más dura como podría ser el caso de las dos que incluye el disco que comentamos hoy. Afortunadamente, y pese a su escasa difusión en su día, el disco ha sido reeditado en CD en varias ocasiones y incluso en vinilo recientemente así que la dificultad para encontrarlo no sirve de excusa esta vez.
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