A veces, el hecho
de que en un estilo concreto de cualquier modalidad musical surjan dos o tres
figuras de gran talla tiene el inconveniente de ensombrecer otros nombres que
atesoran méritos indiscutibles por su cuenta. En el caso de la artista que hoy
nos acompaña, sus inquietudes multidisciplinares tampoco facilitaron que hoy
sea especialmente conocida por destacar en uno de los campos que ha
frecuentado. Por último, y aunque muchas veces preferimos pensar que no es así,
que Meredith Monk haya sido una mujer en un mundo de hombres puede haber
disminuido el impacto de su obra.
Monk ha dividido
su obra en todos los campos del arte a su alcance. Comenzó como bailarina, lo
que le llevó pronto a coreografiar sus propios montajes pero no se iba a quedar
ahí. La artista ha compuesto música, cantándola ella misma en la mayoría de los
casos, ha dirigido cine, teatro... parafraseando a Terencio y su célebre
adagio, bien podríamos decir que Meredith Monk “es artista; nada artístico le
es ajeno”.
Por algún motivo,
su obra no ha tenido la trascendencia que creemos justa y eso a pesar de ser
alguien reivindicado por figuras como Philip Glass (quien siempre se ha
sorprendido de lo poco conocida que es para el gran público), Wim Mertens (que
la introdujo al público europeo a finales de los setenta, organizando y
presentando conciertos suyos) o Peter Greenaway (el cineasta le dedicó un
capítulo de su documental “Four American Composers” en el que Monk compartía
protagonismo con Robert Ashley, John Cage y Philip Glass).
La obra musical
de Monk, por otra parte, no tiene por qué ser menos accesible que la de muchos
de sus contemporáneos. Gran admiradora de Erik Satie, Frederic Mompou y Bela
Bartok (especialmente su “Mikrokosmos”) y con raíces comunes con la corriente
minimalista, la mayoría de sus composiciones son para piano y voz,
especialmente a partir de 1972, año en el que “redescubrió” el instrumento tras
un tiempo componiendo sólo para voz, con acompañamientos ocasionales de cuerdas
o de órgano. En cualquier caso, la principal seña de identidad de su música
(tanto como lo serían sus características largas trenzas en el aspecto visual)
se encuentra en su garganta: la voz de Meredith es extraordinaria y abarca un
rango tonal amplísimo, algo que explota sin complejos en sus discos y
conciertos. La mayor parte de su obra grabada ha aparecido en el sello ECM y a
él pertenece su última grabación titulada “Piano Songs”. En ella, los pianistas
Bruce Brubaker y Ursula Oppens repasan varias piezas de todas las épocas del
repertorio de Monk. La mayoría de ellas fueron escritas para dos pianos (y
dedicadas a dos de los intérpretes clásicos de la Steve Reich Ensemble como
eran Nurit Tilles y Edmund Niemann.
Meredith Monk contemplando la ejecución de sus piezas por Oppens y Brubaker. |
“Obsolete Objects” – La primera pieza del disco es una
composición de 1996 para dos pianos de la que no nos consta grabación previa
alguna. En ella, Monk explora el lado más declaradamente minimalista de su
producción. Mientras uno de los intérpretes imprime un frenético ritmo a su
parte, el otro ejecuta rápidas ráfagas melódicas de corta duración.
“Ellis Island” – En 1981, la compositora rodó “Ellis
Island”, película de aire documental para cuya banda sonora creó esta piezas. Tiene
varias similitudes con la anterior pero está narrada a una velocidad mucho más
pausada. Aunque no conocemos ninguna grabación de la propia artista con la
obra, sí la habíamos escuchado antes a cargo de Jeroen Van Veen en una de sus
cajas dedicadas a la música minimalista.
“Folkdance” – Composición de 1996 que añade a los pianos un
elemento percusivo a cargo de los intérpretes en forma de golpes sobre el
propio armazón del instrumento y palmas, además de puntuales exclamaciones
vocales destinadas a reforzar el ritmo. La pieza es una sólida muestra del
estilo de Meredith, insistente de un modo admirable con una serie de escuetas
melodías que van evolucionando e interaccionando entre ellas hasta formar un
todo robusto.
“Urban March (shadow)” – Escuchamos a continuación una de las piezas más recientes del disco a pesar de contar ya con más de 10 años de antigüedad (fue escrita en 2001). Apareció en su momento en el disco “Mercy” en versión para piano, sintetizador y voces. La interpretación que oímos aquí se estructura alrededor de un grupo de cuatro ocho notas que se repiten una y otra vez mientras crecen enroscándose alrededor de esa melodía una serie de variaciones muy conseguidas.
“Tower” – Una breve pieza del año 1971 es lo siguiente que
escuchamos. Inédita hasta hace poco, cuando fue publicada en el disco “Begginings”
del sello propiedad de John Zorn, Tzadik, se trata de un ejercicio de estilo en
el que el ritmo y la repetición cobran toda la importancia que se resta al
desarrollo melódico.
“Paris” – De un año después es la siguiente composición y,
al igual que la anterior, permanecía inédita hasta su aparición en el “Begginings”.
Es la primera pieza para piano solo que escuchamos en esta colección y la
interpretación corre por cuenta de Ursula Oppens. Se abre aquí Monk a otras
influencias, entre ellas, un cierto aire jazzístico y algunas serie de giros melódicos
que podrían parecer estridentes dentro del conjunto y que, quizá, encuentren en
John Cage a su padre espiritual.
“Railroad (travel song)” – Si antes era Ursula la que
ejecutaba una pieza para piano solo, ahora lo hace su “partenaire” en la
grabación, Ed Brubaker. El tema, de 1981, no había sido grabado antes si no
estamos errados y es una exploración más por terrenos cercanos a un minimalismo
que empezaba a mirar hacia formas más asequibles. Buena parte de la obra de
Gavin Bryars, por poner un ejemplo, estaría en una linea similar a la de esta
composición.
“Parlour Games” – Volvemos a los dos pianos aunque seguimos
con piezas inéditas, en este caso, con una escrita en 1988. Seguidores como
somos desde hace tiempo de la música de la artista norteamericana, ésta nos ha
parecido la obra más atractiva de todo el disco, coincidiendo con la de mayor
duración. Aunque la estructura es similar a la muchas otras, con uno de los
pianos encargándose del armazón rítmico y el otro ejecutando el tema y
variaciones correspondiente, encontramos que el desarrollo más largo permite a
Monk alcanzar momentos de gran belleza que en piezas más breves apenas llegamos
a intuir. Escuchando composiciones como esta es cuando apreciamos la importante
influencia de Meredith en artistas como Wim Mertens.
“St. Petersburg Waltz” – Vuelve Ursula Oppens a encargase en
solitario de las teclas para interpretar esta composición de 1993 que ya
apareciera en el disco “Volcano Songs” de Monk interpretada entonces por Nurit
Tilles. La pieza, conservando todo el estilo de la artista, transpira
influencias clasicistas que probablemente tengan que ver con el San Petersburgo
del título. El lado más íntimo y sincero de Meredith aparece en esta pieza del
modo más desnudo posible.
“Window in 7’s” – Y, como ocurría anteriormente, a un tema
interpretado por Ursula en solitario le sucede otro con Bruce Brubaker como único
intérprete. En esta ocasiónse trata de una pieza de 1986 aparecida en el que es
nuestro disco favorito de Meredith Monk: “Do You Be”. Una vez más, la pianista
Nurit Tilles era la intérprete en aquella ocasión aunque tenemos que señalar
que Brubaker está a la altura.
“Totentanz” – La pieza más reciente de todo el trabajo es
esta danza para dos pianos escrita en 2006 y recogida en el disco “Impermanence”
en una versión muy diferente para grupo y voces. La adaptación e interpretación
que escuchamos aquí es magnífica y logra que la traslación no pierda demasiado
frente al original, resaltando detalles que podían pasar inadvertidos en aquel.
“Phantom Waltz” – Cierra el disco una pieza lenta de 1989
que también permanecía inédita hasta su grabación por parte de Jeroen Van Veen
en su “Minimal Piano Collection Vol.X-XX). Pausa y reflexión para concluir un
muy buen trabajo que sirve, a nuestro juicio, como introducción perfecta a la
música de una de las artistas más notables de las últimas décadas.
A raiz del último comentario destacamos lo que es al mismo
tiempo una fortaleza y una debilidad del disco para el oyente que no esté
familiarizado con la obra de Meredith Monk: la ausencia de su voz. La ventaja
es que aquel que no conozca a la artista no se encontrará aquí con un elemento
tan sorprendente y original como la forma de cantar de Meredith que, si bien es
fascinante, puede chocar y hasta retraer al oyente novato evitando que siga
profundizando en la obra de la artista. Por otra parte, gracias a ello quizá
disfrute de una música que le puede llegar a interesar lo suficiente para seguir
profundizando sin complejos en el resto de obras de Monk. Siendo esto cierto,
también lo es el hecho de que una antología como esta, sin la voz de Meredith
Monk pierde buena parte de su esencia y el oyente no deja de escuchar una
versión “mutilada” de la compositora. Con todo, el disco nos parece magnífico y
muy recomendable para los lectores del blog, familiarizados ya con este tipo de
propuestas artísticas. El disco puede adquirirse en los siguiente enlaces:
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Nos despedimos con la parte dedicada a Meredith Monk del documental de Peter Greenaway, "Four American Composers":amazon.es
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