Tenemos hoy en el
blog a otro de esos músicos para quienes las fronteras entre estilos son apenas
un obstáculo nominal. Un artista que ha trabajado en el mundo de la música
contemporánea de la mano de algunos de los más grandes músicos de éste siglo y
del pasado pero que no ha hecho ascos a acercarse al rock, a la electrónica y a
subgéneros tan específicos como el “noise” o la música industrial. Un personaje
de esos que nos gusta encontrar, en suma.
Ulrich Krieger es
un saxofonista alemán afincado en California. Desde el principio estuvo
interesado en el lado más experimental de la música, tanto de la clásica como
del rock o el jazz. En el ámbito académico, pronto se vio atraído por la figura
de John Cage a cuya música dedicó gran parte de sus primeros discos. Sin
embargo, eso no impidió que se interesase por otro tipo de sonoridades
aprovechando sus investigaciones sobre el sonido del saxofón, con distintos
tipos de amplificación que le permiten obtener timbres sorprendentes. Fuera de
los círculos de la música clásica, Krieger ha colaborado con artistas tan
diversos como Phill Niblock, Merzbow, Zeitkratzer o Art Zoyd. Además, en su
doble faceta de compositor e intérprete ha recibido encargos para escribir
obras para otros y también ha comisionado algunas obras a otros artistas aunque
quizá su obra más conocida sea una adaptación que obliga a redefinir el
significado de la palabra “reto”. El 1975, Lou Reed publicó lo que para muchos
es una de las mayores extravagancias de la historia del rock: el disco “Metal Machine
Music” consistente en una hora de distorsiones a base de guitarras eléctricas y
diversas retroalimentaciones. Para muchos aquello fue un antecedente del
“noise” como corriente pero lo cierto es que no hacía sino aplicar técnicas que
sus compañeros en la Velvet Underground, John Cale y Angus Maclisse habían
experimentado en el Theatre of Eternal Music de La Monte Young. El encargo que
recibió Krieger fue el de transcribir aquella informe masa sonora, nada menos
que al formato de orquesta.
Por inverosímil
que pudiera parecer, el saxofonista salió airoso de la experiencia y un tiempo
después formó junto con el propio Lou Reed y el teclista y bajista Sarth
Calhoun el Metal Machine Trio, formación dedicada a las músicas más radicales
en los alrededores del free rock, el free jazz y la electrónica.
En solitario,
Krieger publico varios volúmenes dedicados a John Cage, como ya hemos dicho,
incluyendo el titulado “Walls of Sound”. No es a ese lanzamiento sino a su
segunda parte al que vamos a prestar hoy nuestra atención. “Walls of
Sound II – Early American Minimalism” apareció en 2004 y en él, nuestro músico
se sumergió en varias obras seminales del estilo que iba a cambiar la cara de
la música culta en las últimas décadas del pasado siglo.
Las obras escogidas pertenecen a los periodos iniciales de
las carreras de los que están considerados como los padres del minimalismo, el
eterno triunvirato formado por Philip Glass, Steve Reich y Terry Riley. Son
obras nada asequibles en un principio en las que se encuentran en toda su
crudeza la mayor parte de los postulados que darían forma al movimiento en
aquellos años. Krieger las ejecuta todas a los saxofones con la ayuda de
efectos electrónicos en forma de “delays” y retroalimentaciones.
El saxofonista y compositor Ulrich Krieger. |
“Music in Fifths” – Abre el disco la adaptación de Krieger
de una de las primeras obras de Philip Glass. En la versión original, Glass
utilizaba un órgano eléctrico y dos saxofones. Krieger toca aquí saxo soprano,
saxo alto, dos saxos tenor y dos saxos bajo, todos ellos interpretados con la
técnica de la respiración circular mediante la cual el intérprete no tiene
necesidad de dejar de tocar para tomar aire puesto que inspira continuamente a
través de la nariz mientras expulsa el aire a través de la boca. La pieza en sí
es fascinante por lo que supuso de desafío en el momento de su composición. Uno
de los mandamientos innegociables de Nadia Boulanger, instructora de Glass en
París, era que no se debían utilizar los intervalo de quinta. El compositor
elaboró esta pieza en respuesta a ese axioma a partir de una melodía muy simple
de ocho notas a las que acompañan diferentes líneas melódicas, todas ellas en
quintas paralelas a la principal. La interpretación de Krieger es soberbia.
“Pendulum Music” – La segunda pieza es una de las obras conceptuales más interesantes de Steve Reich. Ligeti tuvo una idea similar con su concierto para 100 metrónomos en el que todo lo que se oía era el sonido de esos aparatos en una cacofonía de complicada escucha. La obra de Reich consiste en lo siguiente: se sitúa un número determinado de micrófonos (típicamente cuatro, aunque aquí son ocho) colgando de una cuerda. Bajo ellos, en el suelo, se encuentran una serie de altavoces que recogen el sonido de los mismos. Se “lanzan” los micrófonos que comienzan un movimiento pendular durante el cual, recogen el sonido y lo envían a los emisores. Cada vez que coincide la emisión del sonido con el paso del micrófono por las proximidades del altavoz, se incorporan nuevos sonidos a la grabación que acaba mostrando un efecto de fase típico en Reich y, finalmente, conformando una especie de “drone”. Cuando el movimiento va frenándose, lo hace también el sonido y la pieza concluye.
“Dorian Reeds” – La siguiente pieza se encuentra entre las más complejas de la primera etapa de Terry Riley y está elaborada a partir de dos tipos de patrones, uno de notas breves interpretadas con gran velocidad y otro de notas mucho más largas que se mantienen durante espacios de tiempo mayores. A partir de ahí y con una serie de “delays” electrónicos se construye una atmósfera absolutamente hipnótica que recuerda a la de la obra maestra de su autor escrita en el mismo año: “In C”. En el disco que hoy comentamos es, con mucho, la pieza más extensa.
“1+1” – Es difícil encontrar una pieza más “minimalista” que
esta si atendemos a lo reducido de los medios que intervienen en su ejecución.
Se trata de un sencillo golpear de nudillos sobre una mesa, ejecutando distintos
patrones rítmicos aditivos. Philip Glass compuso la obra en 1968, completamente
influido por los ritmos indios que le fascinaban en aquellos momentos en los
que estaba empezando a colaborar con Ravi Shankar.
“Reed Phase” – Tras sus múltiples experimentos con cintas
para estudiar los efectos sonoros de la “fase” o progresiva “desincronización”
entre varios sonidos ejecutándose desde un comienzo al unísono, Steve Reich dio
el paso de intentar hacer lo mismo con instrumentos reales. Esta pieza de 1967
fue la primera de sus distintas “fases” y fue concebida para instrumentos de
viento (en el caso del disco, tres saxos soprano). En opinión del propio
Krieger, es en esta pieza en la que mejor se logra el efecto de fase de todas
las que integran la serie dentro de la producción de su autor.
Hay decenas de discos que pretenden ofrecer una visión
amplia del minimalismo como movimiento musical pero muy pocos se atreven a
centrarse en las obras más crudas del género, aquellas que no ofrecen ninguna
concesión al oyente más allá de una clara elección: “lo tomas o lo dejas”. Este
trabajo de Ulrich Krieger es uno de ellos y creemos que esa valentía debe tener
su recompensa, razón por la cual lo recomendamos hoy aquí. El disco está
disponible en los enlaces habituales y ofrece al oyente la visión más pura de
los comienzos de un género transformador cuyos efectos han empapado todo tipo
de géneros musicales en los últimos años:
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