Si hay una banda en el
ámbito del rock progresivo que ha hecho del cambio constante de
miembros casi una bandera de su estilo, esa es Yes. Es cierto que hay
otras bandas en las que la formación ha ido cambiando, incluso de
modos más radicales (pensamos en King Crimson) pero es que en toda
la trayectoria de Yes no es posible hallar tres discos de estudio
consecutivos en los que se mantenga la misma alineación.
Tras completar los que quizá
son los dos mejores discos de la banda (“Close to the Edge” y
“Fragile”) el batería y miembro fundador, Bill Bruford, decidió
tomar otro camino y dejó su sitio en la banda a Alan White. Con esa
formación la banda grabó el controvertido “Tales from Topographic
Oceans” que supuso el adiós de uno de sus miembros más
carismáticos: el teclista Rick Wakeman tras terminar la gira que
sucedió a la publicación del disco. Las discrepancias con el resto
de la banda sobre el rumbo a seguir y el éxito de sus primeros
discos en solitario movieron a Rick a bajarse del barco poco antes de
comenzar las sesiones de grabación del nuevo trabajo. Evidentemente,
Yes necesitaba reclutar cuanto antes a un nuevo teclista y una de las
primeras opciones (la que más visos de cristalizar parecía tener)
era nada más y nada menos que la del griego Vangelis, amigo personal
de Jon Anderson desde un par de años antes. Vangelis y el resto del
grupo ensayaron durante unas semanas pero finalmente el antiguo
miembro de Aphrodite's Child rehusó la invitación, en parte porque
acababa de dejar un grupo y lo último que quería era entrar en otro
y por otro lado, porque su carrera en solitario estaba a punto de
experimentar un gran salto al firmar con la discográfica RCA.
El elegido para sustituir a
Wakeman fue el teclista suizo Patrick Moraz, antiguo miembro de
Refugee, especie de secuela de The Nice en la que Moraz ocupaba el
lugar de Keith Emerson acompañando a Lee Jackson y Brian Davison,
acompañantes del teclista en aquella banda. Moraz era un virtuoso
del teclado con un estilo más orientado al jazz que su predecesor en
Yes cuya ausencia consiguió suplir con absoluta maestría.
Prácticamente toda la
inspiración para el disco surgió de “jam sessions” entre los
cinco miembros de la banda que se mostraron absolutamente
compenetrados a pesar del poco tiempo de ensayo que tuvieron junto a
Moraz. La mayor parte del trabajo gira alrededor del concepto de la
guerra y es que se da la circunstancia de que tanto el teclista como
Jon Anderson habían leído “Guerra y Paz” de Tolstoy en aquellas
fechas y pasaron largos ratos discutiendo acerca de la novela. El
primer tema del disco, que ocupa toda la “cara a” del LP es, de
hecho, la musicalización de una gran batalla con su preludio, su
carga, sus canciones de victoria y su himno de esperanza final.
Tenemos, por tanto, a una
banda ya consagrada con la necesaria inyección de savia nueva y un
proyecto en el que todos los músicos están implicados al cien por
cien, sin fisuras ni dudas como ocurría, por ejemplo, con Wakeman en
el disco anterior. Se reunen en el estudio privado del bajista de la
banda: Jon Anderson (voz), Steve Howe (guitarras y coros), Patrick
Moraz (teclados), Chris Squire (bajo y coros) y Alan White (batería)
para grabar “Relayer”. En nuestra opinión, uno de los grandes
discos de Yes.
Yes con Patrick Moraz (de pie a la derecha de la foto) |
“The Gates of Delirium”
- Comenza el tema con una cacofonía de teclados rota sólo por la
guitarra de un Steve Howe en estado de gracia en todo el disco. El
primer apunte de melodía que surge de las cuerdas es reforzado por
el bajo de Squire mientras las percusiones comienzan a tomar
posiciones. Escuchamos un primer coro de aire marcial que conduce a
los soldados a la batalla anunciada por un interludio electrónico
justo antes de la primera intervención de Jon Anderson. Tenemos por
tanto a todos los contendientes en el campo de batalla cuando Howe
interpreta el que será motivo central de la pieza. Instantes
después, una fanfarria de guitarra anuncia las primeras hostilidades
a la vez que los sintetizadores dibujan trazos inimaginables, lejos
de virtosismos innecesarios. Asistimos después a un impresionante
pasaje que combina lo mejor de la parte instrumental de la banda con
un gran Jon Anderson poco antes de adentrarnos en el corazón de la
larga suite con los teclados de Moraz dibujando auténticos himnos
mientras Howe, convertido en un titán, se debate en en centro de la
batalla asestando mandobles por doquier y derribando hipotéticos
enemigos a golpe de guitarra. Muchos consideran esta pieza como la
que contiene los mejores momentos del guitarrista en la discografía
de Yes y, si no lo es, desde luego está en disposición de pelearle
el honor a cualquier otra. Entramos entonces en un aparente caos de
percusiones, sonidos metálicos desgarrados y ritmo desenfrenado
impulsado todo ello por el bajo de Chris Squire quien reivindica su
cuota de protagonismo con una fuerza desbordante. Una auténtica
locura desde todos los puntos de vista en la que escuchamos a Yes en
estado puro. Cerrando la sección, suena un nuevo motivo arrebatador
procedente de los sintetizadores de Moraz dando pie a Howe para
replicar y engrandecer si cabe la melodía en sucesivas repeticiones.
Termina la batalla con un etéreo pasaje electrónico roto por una
bellísima melodía de guitarra en la que Howe hace magia una vez más
antes de dar paso a Jon Anderson para que ponga la rúbrica a uno de
los fragmentos más bellos de la discografía de Yes, que saldría
publicado en single de forma independiente bajo el título de “Soon”.
Nos cuesta mucho encontrar un cierre tan emotivo para una suite de
estas características y sólo encontramos un sucesor de similar
altura en “So Long Ago, So Clear”, la maravilla que el propio
Anderson cantaba para cerrar la primera parte del “Heaven and Hell”
de Vangelis un poco después.
“Sound Chaser” - Patrick Moraz toma las riendas junto a Alan White en el comienzo de la pieza construyendo una magnífica pieza de jazz-rock que sorprendió a muchos de los seguidores de la banda. Cuando entran el resto de elementos, la música vuelve a circular por cauces más propios del rock progresivo pero en determinados momentos, todos los músicos terminan por ceder a su lado más jazzístico. Squire arranca ritmos trepidantes a su bajo antes de ceder los trastos a Howe que se atreve con un solo extraordinario que, en algunos momentos suena algo aflamencado. El acompañamiento de Moraz, sutil, es de una gran delicadeza y termina por llevarnos hasta una breve intervención de Anderson justo antes del cierre con un regreso al tema inicial y al jazz-rock en un final de ritmo creciente que se frena de modo súbito para volver a acelerar antes de que Moraz tome los teclados de nuevo para ejecutar un excelente solo final.
“To Be Over” - La parte
más emocional de Howe surge en los minutos iniciales del tema en los
que escuchamos el peculiar sonido electrificado de un sitar jugando
con los sonidos electrónicos procedentes de los teclados de Moraz.
Tras la introducción entramos en la parte más convencional de la
mano de Anderson, quien interpreta una tranquila balada alejada de
los sobresaltos del resto del disco. Hay, por supuesto, espacio para
algunas buenas intervenciones (protagonizadas principalmente por
Steve Howe) pero en comparación con los dos cortes anteriores, nos
dejan con ganas de más.
Tiempo después de la
publicación del disco, Rick Wakeman afirmó que no le había gustado
nada y que Yes había perdido el rumbo con ese acercamiento al
jazz-rock que no tenía mucho que ver con lo que habían hecho antes.
La responsabilidad del cambio hay que achacársela con toda
probabilidad a Patrick Moraz y quizá fuera eso lo que motivaba las
palabras de Wakeman, algo resentidas y, en nuestra opinión,
equivocadas. Moraz no volvió a grabar con la banda (sí participó
en la gira posterior) y en el siguiente disco, Wakeman volvía a
ocupar su puesto tras los teclados y, efectivamente, todo rastro de
jazz-rock desapareció. Habrá tiempo de hablar de ese trabajo en el
que Yes, siempre en nuestra opinión, dan un paso atrás pero siempre
nos quedaremos con la incógnita de lo que habría sucedido de
profundizar en la línea apuntada en “Relayer”, quizá el último
gran disco de la banda.
Mención aparte merece la maravillosa portada de Roger Dean, quizá la mejor de las que realizó para Yes en sus años dorados. Para despedirnos, os dejamos con una versión de "Sound Chaser" en directo:
Ciertamente, un buen disco de Yes, no sé si el mejor, pero con la grata sorpresa de un Patrick Moraz perfectamente ensamblado con el resto del grupo, lo que se percibe no sólo en la grabación sonora, sino incluso en la grabación en VHS (luego DVD) del concierto que dieron en el Queens Park Rangers Stadium (se comercializó como "The Gates of Q.P.R.", creo), con temas, además, en cuya creación él no había participado.
ResponderEliminarEn cualquier caso, es curioso cómo son las cosas: Moraz con Yes me gusta, pero nunca he podido adentrarme en su carrera en solitario porque lo poco que le escuché no me enganchó.
Un saludo desde Canarias.