En el año
1993, Vangelis se encontraba a medio camino entre dos de sus
proyectos más reconocidos a nivel popular y también por parte de la
crítica musical. Aún saboreaba las mieles del éxito de una de sus
bandas sonoras más aclamadas, la de la película de Ridley Scott
“1492, Conquest of Paradise” y preparaba ya el lanzamiento más
esperado de su larga carrera: la edición, por fín tras tantos años,
de la música de “Blade Runner”.
Cualquiera
pensaría que todo el tiempo del compositor estaría dedicado a ese
esfuerzo pero no era así. Es conocido el desdén de Vangelis por
todo lo relacionado con el mundo discográfico así como su escaso
interés por publicar su música. El griego, sin embargo, vive
dedicado a ella al 100% y la cantidad de obras grabadas de las que
dispone en sus archivos supera con creces a las que han sido
publicadas en algún momento. No obstante, de vez en cuando acepta
algún proyecto que supone cierta exposición pública a pesar de ser
bastante reacio, por norma, a ese tipo de situaciones. Eso fue lo que
ocurrió en 1993 cuando recibió la propuesta de realizar un
concierto benéfico en el Odeon de Herodes Atticus, en plena
Acrópolis ateniense. Desde que en 1988 concibió el sistema “direct”
mediante el cual, Vangelis podía grabar de forma inmediata cualquier
idea que le pasara por la cabeza, su forma de concebir la composición
musical cambió hasta el punto de que prácticamente toda su obra
desde entonces está basada en la improvisación. No es de extrañar
entonces que, como él mismo indica, compusiera “Mythodea” en
apenas una hora. La obra, cuyo título juego con los conceptos de
“mito” y “oda” sería interpretada por el propio Vangelis
acompañado de dos arpistas, dos cantantes, un coro y una sección de
percusión el 13 de julio de 1993.
La obra
quedó como una más de una larga serie de composiciones del autor
que han sido interpretadas en alguna ocasión sin llegar a ser
publicadas nunca en forma de disco como la música de “Frankenstein”
para ballet o el oratorio “Antígona” y ahí seguiría de no ser
por el interés mostrado en ella por Peter Gelb. El actual director
de la Metropolitan Opera de Nueva York era por aquel entonces el
presidente de Sony Classical Records, sello al que quiso dar un giro
a partir de su nombramiento en 1995 mediante la publicación de una
serie de obras ajenas al repertorio estrictamente clásico además de
estimular el lanzamiento de trabajos en los que estrellas de la
clásica y el pop compartían repertorios de ambos mundos. En el año
2000, Sony Classical añadió a su nómina de artistas a Vangelis y,
para su debut, el músico griego le envió una serie de grabaciones
entre las que se encontraba el concierto de presentación de
“Mythodea” de 1993. Gelb decidió que esa sería la obra escogida
y preparó con el compositor una nueva versión en la que
participaría una gran orquesta además de algunas voces de renombre
del catálogo de Sony.
Como parte
de la campaña promocional del disco, Gelb alcanzó un acuerdo con la
NASA mediante el cual “Mythodea” sería la música oficial de la
misión de la Mars Odyssey en 2001. Todo ello culminaría con un
nuevo concierto de presentación de la obra en su nueva versión
expandida con algunos pasajes musicales nuevos además de la
participación de la orquesta. Los arreglos fueron realizados por
Blake Neely, quien ha realizado tareas similares para otros
compositores como Hans Zimmer o James Newton Howard. Además de la
London Metropolitan Orchestra, el Coro de la Ópera Nacional de
Grecia y de dos grupos de percusión griegos, en el disco
participarían dos de las estrellas del sello Sony Classical en aquel
entonces: las sopranos Kathleen Battle y Jessye Norman. El disco fue
terminado y poco después tuvo lugar el concierto de estreno en el
Templo de Zeus Olímpico, cercano a la Plaza Syntagma y estuvo
rodeado de cierta polémica por el dinero invertido y el uso de
monumentos históricos para fines particulares.
Imagen del concierto de 2001. |
“Introduction”
- Comienza el trabajo con un prólogo atmosférico de lento
desarrollo en el que se suceden sonidos electrónicos sin llegar a
tomar forma. Llega a hacerse demasiado largo y nos parece del todo
prescindible.
“Movement
1” - No hemos escuchado nunca la versión original de 1993 de la
obra pero sabiendo que hubo añadidos de cara a su publicación en
este disco, queremos pensar que el primer movimiento de la obra de
2001 fue uno de ellos. ¿La razón? el trabajo original no tenía
ninguna relación con el espacio y mucho menos aún con el planeta
Marte. Sin embargo, el ritmo de esta pieza nos parece un guiño nada
casual al “Mars” de Gustav Holst, perteneciente a su célebre
obra “The Planets”. Sobre ese fondo bélico escuchamos los
inconfundibles sintetizadores del compositor griego dibujando un
paisaje épico a más no poder con un magnífico duelo entre las
secciones masculina y femenina del coro, en la linea de los mejores
momentos de obras como “Heaven and Hell”, “Mask” o la más
reciente “1492, Conquest of Paradise”. Las cuerdas, por su parte,
apuntan más hacia el citado “Mask” que a cualquiera de los otros
ejemplos. Un comienzo sensacional que recupera al mejor Vangelis y
que está muy por encima, en nuestra opinión, de cualquier otra cosa
publicada por el músico en todos aquellos años en discos como
“Voices” u “Oceanic”.
“Movement 2” - La solemnidad de las percusiones abre el siguiente tema, repentinamente reflexivo y con una imponente presencia del coro masculino que interpreta una melodía de influencia bizantina. Escuchando el disco en 2001, cualquier oyente se remitiría a “El Greco”, publicado en 1998 pero escrito más tarde que Mythodea (las primeras versiones de ambas obras son de 1995 y 1993 respectivamente). La pieza se vuelve contemplativa por momentos pero siempre hay sitio para esos espectaculares “in crescendo” del compositor griego que terminan erizando el vello al más pintado.
“Movement
3” - La mirada hacia la música tradicional griega se completa con
este tercer movimiento en el que la electrónica de Vangelis se
disfraza de psalterios y cítaras para interpretar una melodía de
gran belleza y sabor antiguo. Intervienen por primera vez las dos
sopranos invitadas junto con las arpistas para crear un momento
maravilloso y lleno de sensibilidad.
“Movement
4” - Una flauta sintética marca el comienzo de la siguiente
sección que es también la más extensa de todo el trabajo. De nuevo
las voces de Kathleen Battle y Jessye Norman se baten en un duetto
muy inspirado con el coro y los sintetizadores (ahora sí) como
testigos privilegiados. La orquesta conduce la acción de un modo
casi inapreciable hasta la segunda aparición de la flauta, esta vez
como transición hacia un fragmento muy diferente, menos brillante al
que pone fin ¿quién si no? la flauta de nuevo que nos hace
transitar hacia otra sección coral con las arpas siempre presentes y
unas cuerdas que son reflejo del Vangelis más popular, el de
“Chariots of Fire”. Evoluciona muy rápido entonces la pieza
hacia un momento de mayor intensidad y brillantez sinfónica; uno de
los instantes más logrados del disco que culmina en un largo pasaje
de percusiones que hacen temblar toda la escena.
“Movement
5” - La orquesta toma el relevo de los sintetizadores para
proporcionar a Jessye Norman la oportunidad de ejecutar lo que
podríamos llamar un “aria” muy contenida y con momentos de gran
delicadeza antes de verse “sepultada” por el coro de camino a un
fragmento tremendamente poderoso con los timbales marcando un ritmo
constante y el coro retando a la cantante a darlo todo en rotundas
notas agudas ejecutadas a la perfección. Un lamento emotivo que, a
nuestro juicio, deja pequeños intentos anteriores del músico por
hacer algo similar (pensamos en “Glorianna” del disco “Direct”,
por ejemplo).
“Movement
6” - El sexto movimiento de la obra comienza con sonidos familiares
al oído del seguidor de Vangelis, son timbres y atmósferas propias
de bandas sonoras como “Antarctica” o “The Bounty” que
desembocan en una nueva canción que vuelve a traer a nuestra memoria
el tema anteriormente citado de “Direct”. El coro entona una
melodía que se encuentra entre las mejores del disco aunque su corta
duración hace que no se la aprecie convenientemente hasta que no se
le han dado unas cuantas escuchas al trabajo.
“Movement
7” - Tras el momento más intimista, Vangelis vuelve a terrenos
grandilocuentes en los que se alterna la emoción y la contención
cuando esperamos un desenlace poderoso que no termina de llegar. Se
diría que estamos en una serie de movimientos cuyo único fin es el
de llevarnos hacia un final glorioso. Escuchamos aquí claramente lo
mejor del Vangelis sinfónico de “Heaven and Hell” y la larga
“suite” de la “cara b” de “Chariots of Fire” pero siempre
encaminado a lo que vendrá después: al gran momento de la obra.
“Movement
8” - Flautas, percusiones y alguna voz abren esta nueva transición
que bien podría formar parte del corte anterior, dadas sus
similitudes formales. Un pequeño receso nos regala algún apunte de
melodía que no tardaremos mucho en escuchar desarrollada y
convertida en la joya de la corona, la culminación de “Mythodea”
que llega en el penúltimo movimiento.
“Movement
9” - No puedes tener a dos divas como Kathleen Battle y Jessye
Norman a tu disposición sin aprovecharlas para que interpreten un
pasaje a su altura y Vangelis, acostumbrado a tratar con otras
grandes de la ópera como Montserrat Caballé, no decepciona y
escribe (es un decir, siendo el griego un músico que ignora los
rudimentos del solfeo) un duetto memorable, una melodía gloriosa que
justifica sobradamente todo lo demás.
“Movement 10” - Después de la belleza incomparable del movimiento anterior, no se nos ocurre una forma adecuada de poner fin a “Mythodea”. Por ello, el recurso de retomar el rotundo tema del primer movimiento parece acertado. Con su nada velada referencia a Holst, además, cierra el trabajo recordando la misión a Marte de la NASA que sirvió como excusa para el espectáculo.
Somos
conscientes de que muchos aficionados a la música de Vangelis se
muestran desconcertados cuando no directamente descontentos con la
faceta, llamemosle clásica, que el compositor comienza a explorar a
mediados de los noventa con trabajos en los que los sintetizadores
son un instrumento más y no los protagonistas absolutos de la
música. Ese Vangelis alejado de secuenciadores y cajas de ritmos y,
a decir de muchos, pretencioso, que trata de ocupar un lugar del que
no es digno, nos parece, sin embargo, fascinante. Diríamos más aún:
creemos que es el camino más acertado para un músico que se ha
situado voluntariamente al margen del mercado y del que sospechamos
que guarda muchas obras de estas características en sus estudios de
las que nunca sabremos nada. A sabiendas de que no es una opinión
general, proclamamos nuestra admiración por el Vangelis de “El
Greco” y “Mythodea” por encima de cualquier otra obra que
hayamos escuchado del músico en los últimos 25 años. En todo caso,
nunca está de más revisar esta obra de vez en cuando.
Nos despedimos con un fragmento del cuarto movimiento de la obra extraído del concierto de 2001:
Lo compré el primer día en que salió a la venta y en su primera escucha me dejó planchado. Me explico: empezaba de la mejor manera posible, con un movimiento 1 espectacular a la altura de otras piezas "épicas" como Conquest Of Paradise, pero a medida que iban pasando los minutos cada vez se me hacía más tediosa su escucha, haciendo que todas las espectativas del primer movimiento cayeran al vacío.
ResponderEliminarCon el tiempo le he dado más oportunidades, aunque lamentablemente reconozco que es un trabajo con el que nunca me he llegado a reconciliar. El disco en líneas generales es demasiado solemne, a pesar de todo el potente arsenal orquestal y coral, con algunos momentos de gran belleza que van y vienen casi sin esperarlo, casi por sopresa, y que luego es difícil recordar su ubicación. Si tuviera que destacar algo más allá del movimiento uno, sin duda serían el movimiento sexto y el noveno, de hecho para mi gusto en ese tramo la obra empieza a subir bastante.
Nadie se atrevería a decir que Mythodea es un mal disco, pero discrepo en que esta línea tan púramente neoclásica sea la mejor trayectoria musical que hubiera podido adoptar Vangelis. Particularmente lo veía más y mejor asentado en la "electrónica/new-age" que practicó a principios y mediados de los 90, en discos como Voices, The City u Oceanic, y que volvió a recuperar para el tercer disco de Blade Runner Trilogy. En cualquier caso, ya se hecha de menos un nuevo disco de Vangelis.
Saludos!
David de Fairlight Jarre ;)
"Oceanic" me parece uno de los discos más flojos de Vangelis aunque tampoco me convencen algunas obras de su vertiente "neoclásica" como la BSO de "Alexander". En cambio, me maravillan otros discos recientes como la BSO de "El Greco" (no confundir con el disco titulado igual) o el tercer disco de Blade Runner que citas.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la aportación.
Oceanic es flojo, estoy de acuerdo, pero me refería a ese tipo de electrónica que solía practicar Vangelis y que desde entonces, salvo en contadas ocasiones, ha abandonado. De lo que no cabe duda es que en prácticamente todos los discos de Vangelis, sean del estilo que sean, podemos entontrar temas memorables. Ya que mencionaste la BSO de "El Greco", la primera parte (esa especie de Hymn coral) y la parte12, me parecen fabulosas.
ResponderEliminarSaludos de nuevo!
Disco IMPRESIONANTE que guardaré SIEMPRE en lo más PROFUNDO de mi alma. APABULLANTE, DELICADO, INSPIRADO, BRUTAL... Para mí representa un viaje en barco
ResponderEliminarVANGELIS, no nos faltes jamás
A veces resulta mejor ignorar trabajos pasados para apreciar en toda su esencia este álbum tan espléndido, tan pleno, tan elevador. Es de hace tiempo ya pero resulta siendo parte de la historia de la música
ResponderEliminarhttps://youtu.be/4YwJULCeu7M
ResponderEliminarVangelis en el Olimpo, esta es una obra apoteósica que inicia con la fascinante mitología griega y termina con la trascendencia de una sonda espacial, con que la humanidad se juega su perpetuidad en el universo. Grande Vangelis.
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