sábado, 30 de marzo de 2013

Simeon Ten Holt - Solo Piano Music Vol.I-V (2013)




Pocos días después de recibir la noticia del fallecimiento de Simeon Ten Holt nos llegó otra mucho más placentera: el anuncio por parte del sello Brilliant Classics de la publicación de una nueva caja dedicada a la música del compositor holandés. La primera reacción fue la de pensar en alguna reedición oportunista de obras ya publicadas por el sello para aprovechar la presencia en los medios del músico pero ese pensamiento era tremendamente injusto.

De hecho, Brilliant es uno de los sellos que mayor atención le dedicó en vida a la obra de este interesantísimo músico, incluyendo entre sus lanzamientos una edición de sus obras completas para piano múltiple. Si a ello añadimos que el intérprete de los cinco discos de que consta la caja es Jeroen Van Veen y que éste es, probablemente, el músico que más ha hecho por difundir la obra de Ten Holt, dedicándole decenas de grabaciones y que las fechas de grabación de los discos se situaban entre septiembre y octubre de 2012, un tiempo antes del fallecimiento del compositor tenemos que descartar por completo el interés por sacar beneficio del fallecimiento del artista.

Ten Holt llevaba muchos años retirado de la composición (su última obra, una pieza breve para violín data de 1999) y es, precisamente en esta época cuando su música ha sido grabada en más ocasiones. Su escritura potencia al máximo la libertad del intérprete. El músico sencillamente distribuye una serie de patrones melódicos y un orden en el que deben ser interpretados. El tempo y el número de repeticiones de cada patrón queda a la libre disposición del ejecutante y así tenemos versiones de una misma obra que pueden ocupar desde unos 40 minutos hasta varias horas. La mayor parte de la producción de Ten Holt está concebida para piano (aunque hay piezas orquestales, de cámara y para otros instrumentos solistas) y dentro de este instrumento, es habitual que se utilicen formaciones de varios pianos simultáneos (normalmente dos y cuatro). No obstante, hay varias piezas en el repertorio del compositor escritas para un único pianista y es en ellas en las que se centra el lanzamiento que hoy comentaremos.

Clásica imagen de Ten Holt con su característico "look" monacal.

El primer disco de la caja está dedicado a la composición más popular de Ten Holt, su “Canto Ostinato”, escrito entre 1976 y 1979. Originalmente se concibió para varios teclados sin precisar su número (su estreno, por ejemplo, fue interpretado por una formación de tres pianos y órgano) aunque la mayor parte de las versiones grabadas lo han sido en la modalidad de piano dúo. Más raro es escuchar “Canto Ostinato” a cargo de un sólo intérprete y eso es lo que nos propone Van Veen en esta grabación. Ya hemos hablado de la obra en ocasiones anteriores por lo que no vamos a incidir demasiado en ella. Simplemente comentaremos que la duración es bastante discreta (alrededor de una hora y veinte minutos) para lo que suele ser habitual y que la interpretación de Van Veen es tan acertada como es habitual en un intérprete que ha debido tocar la pieza en cientos de ocasiones. En cualquiera de los formatos en que hemos tenido la oportunidad de escuchar esta pieza, y han sido unos cuantos, nos parece igualmente maravillosa. Si no la conocéis, no dejéis pasar esta ocasión.

El segundo CD nos ayuda a ampliar nuestra visión de la música de Ten Holt, precisamente antes y después de “Canto Ostinato”. Encontramos en él dos obras. La primera de ellas, “Natalon in E” fue la escrita por el músico tras concluir su obra maestra y le ocupó parte de 1979 y 1980. Como ya apuntamos en su momento, en cierto modo se trata de una especie de cambio radical con respecto a las técnicas compositivas e la pieza precedente ya que se trata de una pieza mucho más restrictiva para el intérprete, más convencional en su ejecución y con un sonido mucho más clásico. Podría parecer que Ten Holt nos dice: “hey, sé escribir música al modo ortodoxo y esto es la prueba de ello”. Los oídos menos entrenados en la escucha de las largas piezas minimalistas de nuestro músico encontrarán en su “Natalon” un pequeño oasis en el que descansar durante unos minutos. La segunda de las piezas del disco es uno de los dos estrenos de la caja que conocen aquí su primera versión grabada. Se trata de “Aforisme II”. Entre 1972 y 1974, Ten Holt pasó una etapa de intensa experimentación en la que se incluyeron varias piezas electrónicas en las que jugaba con cintas y sonidos procesados de todo tipo. Se grabaron seis de estos “aforismos” pero los registros no han llegado hasta nuestros días en muy buenas condiciones. Bajo la supervisión del propio Ten Holt, Jeroen Van Veen realizó una trascripción al piano del segundo aforismo (que originalmente partía de una improvisación con este instrumento). El interés de esta pieza de breve duración es que en ella se encuentra el germen de las progresiones tonales y los acordes que poco después se convertirían en “Canto Ostinato”.

El tritono es un intervalo musical que fue prohibido expresamente en la edad media. El siniestro sonido que produce un tritono fue calificado por la iglesia de diabólico y su uso fue evitado durante mucho tiempo. De hecho, se le conocía como “diabolus in musica”. Ten Holt se burla en cierto modo de esta “prohibición” utilizando tritonos  en varias de sus obras a las que tituló “danzas diabólicas”. El tercer disco de la caja está dedicado a la segunda de ellas, escrita en 1986. En principio, no había ninguna intención por parte del músico de crear una “serie” de composiciones con esta temática pero mientras improvisaba una tarde sobre un tema concreto, le pareció mucho más “diabólico” que la primera pieza que había escrito años atrás y que había titulado “danza diabólica” a secas. Por ello, decidió titularla del mismo modo y comenzar una serie numerada al modo de los “nocturnos” de otros compositores. Ten Holt describe la segunda de las danzas como “Algo a lo que sus manos se agarraban pero que su mente no sabía descifrar. Escogió creer a sus manos”. Musicalmente, esta “Solo Devil’s Dance II” y la siguiente comparten características con las obras más populares del músico para varios pianos aunque todas las danzas están escritas para piano sólo.



El cuarto disco de la caja nos ofrece dos danzas más de la serie anteriormente citada, en concreto la tercera, escrita en 1990 y la primera, de 1959. “Solo Devil’s Dance III” se diría una auténtica continuación de la anterior y profundiza en su estilo particular justo antes de romper aparentemente con su estilo y escribir su “Palimpsest” para septeto de cuerdas. Por el contrario, la primera de las “danzas diabólicas” es una de las composiciones más antiguas que hemos podido escuchar en disco de las escritas por su autor y pertenece a un periodo en el que Ten Holt experimentaba con distintas técnicas compositivas, alternando piezas atonales y tonales en lo que llamaba “la idea diagonal” (incluso combinaba ambos mundos en la misma pieza). Por todo ello, el oyente encontrará en esta obra una música bastante diferente de la acostumbrada en el compositor.

Cerrando la caja tenemos uno de los puntos de mayor interés de la misma en forma de estreno mundial: “Eadem Sed Aliter”. Escrita en 1995, es una pieza de gran dificultad para el intérprete por la complicación que supone alcanzar todas las teclas en algunos momentos al estar separadas, casi al límite del alcance de una mano normal. El título en latín es muy explicativo de lo que vamos a escuchar: “lo mismo pero de otra forma”. Completando el disco aparece la cuarta de las “danzas diabólicas” que es también la pieza más moderna de toda la caja (data de 1998) y una de las últimas escritas por su autor.

La obra de Simeon Ten Holt es amplia pero no de una extensión tan grande que deba retraer a un lector interesado en introducirse en ella. De hecho, entre la caja que hoy hemos comentado y la también citada más arriba “Complete Multiple Piano Works”, ambas publicadas por Brilliant Classics, cualquier melómano tendría la parte más interesante de la producción del compositor holandés por un precio realmente bajo (recordemos que entre ambas serían 16 discos). Os dejamos un par de enlaces en los que adquirir “Solo Piano Music Vol.I-V” esperando que el título sea un anticipo de futuros volumenes:


jueves, 28 de marzo de 2013

Pink Floyd - Animals (1977)




Con la perspectiva del tiempo tenemos la tentación de catalogar el disco “Animals” de Pink Floyd como de absoluta rareza. Sin duda, esto es algo que pondría a muchos seguidores del grupo en guardia ya que no son pocos los que opinan que éste es el mejor trabajo nunca publicado por la banda británica lo que nos obliga a matizar convenientemente la afirmación anterior.

Hay un cierto consenso acerca de cuál es la etapa más brillante del grupo que suele señalar sin muchas dudas los años comprendidos entre 1973 (“The Dark Side of the Moon”) y 1979 (“The Wall”). Entre los dos extremos se sitúan “Wish You Were Here”, publicado en 1974, y “Animals”, en 1977. No es casualidad que cuando hace poco tiempo se reeditó una vez más toda la discografía de Pink Floyd, los tres únicos discos que conocieron una versión lujosa en grandes cajas llenas de extras y de la memorabilia más “friki” (con canicas y bufandas incluidas) perteneciesen a este periodo. ¿Tres discos? Pero nosotros habíamos citado cuatro. Efectivamente, el único “excluido” del tratamiento privilegiado de sus compañeros fue “Animals”. ¿Qué fue lo que le condenó a esta marginación? Posiblemente no fueron criterios cualitativos sino comerciales y es que el disco que hoy nos ocupa carecía del gancho de los anteriores por adolecer de canciones estrella, de esas que nunca faltaban en los conciertos de la banda en los años posteriores.

Los meses anteriores a la publicación del disco fueron algo movidos en el seno de Pink Floyd, con distintos asuntos personales que “distrajeron” a varios de sus miembros quienes, cuando quisieron reaccionar, se dieron cuenta de que Roger Waters se había instalado en el trono del cuarteto y no pensaba ceder ni un ápice en su nuevo rol. Sabemos que, en el fondo, el bueno de Waters siempre se ha atribuido casi todo el mérito del éxito de Pink Floyd por lo que, desde su punto de vista, la situación previa a “Animals” era ni más ni menos que la evolución natural de las cosas. Sucedió que Rick Wright no estuvo muy implicado durante la grabación y, de hecho, fue el primer disco en el que no aparece acreditado como autor de ningún tema. Gilmour, por su parte, acababa de ser padre por lo que tampoco Pink Floyd estaban en el número uno de su lista de preocupaciones. Esta afirmación se puso de manifiesto con una especie de conspiración entre Waters y Nick Mason que llegaron a hacer una mezcla de uno de los cortes del disco en el que eliminaban un sólo de Gilmour, reemplazándolo por otro interpretado por Snowy White, guitarrista que luego participaría en la gira de “The Wall” así como en discos en solitario de los miembros de la banda. Finalmente se respetó el trabajo de Gilmour pero existe la grabación alternativa.. Al margen de eso, se dio otra circunstancia de no poca importancia. Con “Wish You Were Here”, vencía un contrato del grupo con su discográfica en función del cual, tenían libre acceso y disposición de los estudios de grabación por el tiempo que considerasen necesario. A partir de entonces, las horas de estudio serían de pago con lo que había dos opciones: o renunciar al viejo modo de hacer las cosas, es decir, juntarse en el lugar de grabación y experimentar allí durante días para ver qué surge, dado el excesivo coste del alquiler de las instalaciones o bien, montarse un estudio propio. La alternativa escogida fue la segunda y durante todo el año 1975 y parte de 1976, el grupo construyó su propio estudio en Britannia Row y fue ahí donde tuvo lugar la grabación del nuevo trabajo.

El tema del disco tenía un fuerte componente social, algo casi obligado en la convulsa Inglaterra de finales de los setenta con una situación económica y política que había llevado a un gran descontento, especialmente entre los jóvenes. La guerra fría estaba de plena actualidad y muchos vieron en la situación tintes orwellianos (¿qué habrían dicho hoy en día? Nos permitimos comentar...). A su modo, Waters adapta la novela “Animal Farm” del escritor británico para hacer un retrato metafórico de la sociedad británica dividiéndola entre los cerdos (representando a la clase dominante, autoritaria e idiota a partes iguales), los perros (el brazo armado de los anteriores, obedientes y disciplinados) y las ovejas (el resto de la gente, sumisos y adocenados). Donde Orwell criticaba el régimen comunista de Stalin como una traición a sus ideales, Waters retuerce el argumento y lo transforma en un ataque al capitalismo.

Imagen de uno de los conciertos de la gira que siguió a "Animals".


“Pigs on the Wing 1” – El comienzo del disco no tiene mucho que ver con lo que viene después ya que se trata de una balada muy breve con guitarra acústica que recuerda algo a la música del grupo de años anteriores, como la que formó parte de las bandas sonoras de “Zabriskie Point” o “More”.

“Dogs” – El tema más largo del disco, y el único firmado por Waters y Gilmour (aunque el guitarrista afirma que es en un 90% de su autoría) es, además, la pieza central de toda la obra. Comienza con unos rasgueos de guitarra que hacen las veces de sección rítmica (homenajeada años después por Steven Wilson en el último disco de Porcupine Tree). No tardan en aparecer los primeros teclados de Wright que se alejan de los sintetizadores de pasados discos para volver a los clásicos órganos eléctricos recuperando un sonido más añejo. Tras la introducción entramos en una sección algo más reposada en la que la combinación de guitarra y teclados recuerda vagamente al clásico “Shine on You Crazy Diamond” pero también a los King Crimson de sus primeros años en algún guiño melódico. Aparecen también algunas estructuras rítmicas con guiños a la música disco que luego se harían más evidentes en “The Wall”. Hacia la mitad del tema aparece un largo pasaje electrónico con varios efectos de sonido (especialmente ladridos de perros, como corresponde al título) que nos hace revivir los mejores momentos de los años psicodélicos de la banda mezclados con los experimentos más recientes del disco “Wish You Were Here”. Si bien es cierto que la aportación creativa de Rick Wright en “Animals” es muy inferior a la habitual, no lo es menos que su interpretación en estos pasajes está a la altura de las mejores que hizo con la banda. Cerrando la pieza, se recupera el tema inicial de la misma con una energía redoblada al aparecer ya la banda en pleno, con un monumental solo de Gilmour, el trepidante bajo de Waters y la batería de Mason más presente que en los minutos anteriores. La coda final del disco es un anticipo del estilo que adoptará la música de Waters en años posteriores, especialmente en su último disco con Pink Floyd: “The Final Cut”. “Dogs”, sin embargo, fue una revisión de un tema compuesto un tiempo antes y que parecía destinado a formar parte de “Wish You Were Here” bajo el título de “You’ve Got to Be Crazy” y como tal fue interpretado en varios conciertos aunque, evidentemente, en una versión algo distinta a la aparecida en “Animals”.

“Pigs (Three Different Ones)” – Un juego de efectos vocales imitando sonidos de un cerdo con los teclados de Wright y distintas guitarras sirve como presentación de la siguiente canción, muy similar en ritmo y sonidos a “Have a Cigar” del anterior trabajo de la banda. De nuevo, la aportación como intérprete de Wright a los teclados le da un valor añadido insustituible a una pieza magnífica que contiene en sus algo más de diez minutos de duración toda la esencia de Pink Floyd en sus años más populares. No se sabe de forma fehaciente a qué tres “cerdos” se alude en el título, con excepción de Mary Whitehouse, activista muy popular en aquellos años, de ideas ultraconservadoras e iniciadora de varias campañas de “limpieza” moral en la corrupta sociedad británica, invadida (siempre desde su punto de vista) por la pornografía, la homosexualidad y la blasfemia. Según algunas versiones, los otros dos “cerdos” serían: la entonces líder (lideresa, dirían algunas seguidoras del personaje) de la oposición conservadora en el Reino Unido, Margaret Thatcher y los presidentes de las grandes corporaciones, sin personalizar en ninguno en concreto.

“Sheep” – La última pieza larga del disco se inicia con un sonido que tiene mucho de jazzistico pero también importantes reminiscencias de los discos del Alan Parsons Project, lo que no es de extrañar puesto que la canción procede de unos años antes, al igual que “Dogs” y se interpretó en los conciertos del año 74 bajo el título de “Raving and Drooling”. Recordemos que el grupo trabajó junto a Alan Parsons en 1972 y 1973 durante la grabación de “The Dark Side of the Moon” y es más que posible que algo de la forma de trabajar del ingeniero entrase a formar parte del “modus operandi” de la banda en aquellos tiempos. Como curiosidad, el bajo en “Sheep” (también en “Pigs”) no fue interpretado por Waters como era habitual sino por David Gilmour. La última parte de la canción nos muestra una serie de agresivos “riffs” de guitarra a cargo del propio Gilmour no demasiado habituales en la música de Pink Floyd pero que sirven para poner un poderoso cierre al tema y, prácticamente, al disco.



“Pigs on the Wing 2” – Y decimos esto porque el punto final lo pone de nuevo Roger Waters con la guitarra acústica con la segunda parte de la canción con la que empezaba el trabajo, un tema de amor dedicado a su pareja en aquellos años y que supone un importante contraste con el resto del disco cuya historia queda enmarcada de este modo entre dos baladas ajenas en cierto modo al meollo de la cuestión.

A pesar de su indudable valor artístico, por algún motivo “Animals” no ha sido nunca uno de los discos más populares de Pink Floyd si pensamos en el gran público. Sin embargo, siempre ha gozado de un puesto de privilegio en las preferencias de los seguidores más fieles de la banda. Resulta curioso comprobar cómo, a pesar de ser una de las formaciones a las que siempre se alude cuando se habla del rock progresivo como corriente, la mayoría de los discos de Pink Floyd no parecen ajustarse a los tópicos del género (especialmente en la etapa 1972-1980), como son: larguísimas suites que ocupan en muchos casos caras enteras de los discos, extensos desarrollos instrumentales con abundantes momentos para el lucimiento personal de los intérpretes, etc. Desde este punto de vista, podríamos considerar “Animals” como el disco más progresivo de Pink Floyd sin miedo a equivocarnos demasiado. Contrasta este hecho con el otro que comentábamos al abrir la reseña: que sea éste el único no publicado en formato de lujo en las recientes reediciones de los cuatro que integrarían esa hipotética edad de oro del grupo.

No vamos a descubrir a Pink Floyd en 2013 para ningún lector pero es posible que muchos no le hayan prestado suficiente atención a “Animals” y quieran acercarse a este trabajo. Si ese es el caso, el disco puede comprarse en cualquiera de los enlaces adjuntos:

amazon.es

fnac.es

Os dejamos con "You've Got to Be Crazy", la versión inicial de "Dogs", en directo en 1974.

sábado, 23 de marzo de 2013

Pat Metheny Group - The Road to You (1993)




Tras la publicación de “Letter from Home” en 1989, el Pat Metheny Group se encontraba en uno de sus mejores momentos de creatividad lo que se reflejaba en sus conciertos de una forma más clara que en ningún otro sitio. Su gira europea de 1991 fue una buena prueba de ello y como fruto, el guitarrista norteamericano quiso regalar a sus seguidores un excepcional registro extraído de sus conciertos en Italia y Francia. La publicación de “The Road to You” tuvo lugar en 1993, conmemorando en cierto modo el décimo aniversario del primer disco en directo de la banda, “Travels”. La referencia a éste trabajo anterior no es casual ya que el DVD correspondiente a la gira de la que hoy hablamos lleva por título, no “The Road to You” como cabría esperar sino “More Travels” emparentando ambos registros.

La banda que acompañó a Metheny en la gira estaba integrada por sus eternos acompañantes, Lyle Mays (piano y teclados) y Steve Rodby (bajo) además de por Paul Wertico (batería), Armando Marçal (percusión, timbales, congas y voz) y Pedro Aznar (voz, guitarra, percusión, saxo, steel drums, vibráfono, marimba y melódica). Este sexteto era prácticamente la misma formación (con la adición de Aznar) que quedó configurada, precisamente tras la publicación de “Travels”, disco que supuso la despedida de la banda de Dan Gottlieb y Nana Vasconcelos con lo que, en cierto modo, Metheny hace un homenaje a toda una trayectoria de 10 años del “nuevo” Pat Metheny Group que, tras “The Road to You” sufriría una nueva remodelación.

Portada del VHS (luego DVD) de la gira

“Have You Heard” – Uno de los factores que contribuyó al extraordinario éxito de la gira del Pat Metheny Group fue el gran conocimiento que tenía el público europeo de la música del grupo. En la introducción del disco podemos apreciar cómo durante unos breves instantes, los asistentes a uno de los conciertos tararean al unísono el tema “Minuano” del disco “Still Life (Talking)”. Justo a continuación comenzamos a escuchar el primer corte del disco, extraído del LP “Letter from Home”, el más representado, por otra parte, en este registro en directo. Lo primero que nos sorprende es la excepcional nitidez de la grabación que suena como si estuviera realizada en el más moderno de los estudios. La entrega del público es total y se pueden escuchar ovaciones ante la intervención de alguno de los intérpretes en momentos puntuales.



“First Circle” – Continúa el programa con la única pieza procedente del disco homónimo “First Circle”, una composición con un comienzo que mezcla sonidos brasileños (esa manera de cantar de Armando Marçal es inconfundible) con ritmos vanguardistas que deben mucho a Steve Reich (con quien Metheny llegó a colaborar en estos años). A partir de ahí encontramos ese “nuevo” sonido que caracterizó esta etapa de la banda del guitarrista norteamericano, con una importante influencia de los sonidos del cono sur pero sin caer en los tópicos del jazz latino y similares; manteniendo por el contrario toda la esencia del estilo de Metheny y su grupo, lo que es tanto como decir de Metheny y Lyle Mays. No es gratuita esta mención al pianista puesto que es suya la mejor intervención de toda la pieza, absolutamente dominada por su maestría con las teclas.

“The Road to You” – Hasta tres nuevas composiciones estrenadas en la gira forman parte del repertorio de este disco. La primera que escuchamos es, precisamente, la que le da título. Se trata de una pieza melancólica en la que Metheny y su guitarra caminan por senderos absolutamente relajados en los que no podemos evitar notar un cierto regusto a Astor Piazzolla, referente inevitable en la música de tantos artistas que han quedado hechizados por los sonidos del sur. El acompañamiento de la banda es tan sutil que pasa desapercibido por momentos y sólo alguna percusión furtiva y los sintetizadores de Mays se hacen notar en instantes determinados.

“Half Life of Absolution” – El segundo de los temas nuevos es una composición monumental que recibió varias nominaciones a distintos premios. En ella escuchamos a un Metheny más agresivo de lo habitual, con un sonido de guitarra electrificado cortante y amenazador. En estos primeros instantes, la pieza transita por caminos que tienen más puntos en común con el blues que con el jazz y, conforme va evolucionando, entra en terrenos rockeros (alguna crítica llegó a afirmar que el Pat Metheny Group se disfrazaba de King Crimson en esta pieza). Cuando la guitarra se toma un descanso, son los teclados los que toman el timón y corrigen el rumbo de la nave hacia aguas más jazzisticas a la vez que liberan al resto de instrumentos (particularmente a la batería) que propician una nueva aparición de la guitarra antes de llegar al gran final en el que Metheny saca una vena de bluesman que nunca ha explotado lo suficiente para regalarnos una melodía desgarrarada realmente brillante.



“Last Train Home” – Llega el momento de escuchar el que, probablemente, sea el tema más conocido de toda la trayectoria del Pat Metheny Group, publicado en el disco “Still Life (Talking)”. Estamos ante uno de esos casos en los que una melodía es tan poderosa que apenas necesita de aditamentos. En esta ocasión, simplemente un vivo ritmo continuo con las escobillas de Paul Wertico y unos ligeros apuntes vocales al final de la pieza (Brasil siempre presente) son el único refuerzo que acompaña a las notas más emotivas que nunca juntó Metheny sobre un pentagrama. Lo único que se puede añadir sobre la interpretación es que hace justicia a la calidad del tema.

“Better Days Ahead” – Volvemos al disco “Letter from Home” con uno de los temas más indisimuladamente brasileiros de toda la colección. En él, Metheny combina un clásico ritmo de samba con sus habituales fraseados a la guitarra. Un corte ante el que es muy complicado mantener los dos pies en reposo y que suena mejor aún que en su versión en estudio, viendose muy beneficiado por una ligera aceleración en su interpretación en concierto.

“Naked Moon” – Dicen las crónicas que tanto “The Road to You” como este “Naked Moon”, las dos baladas compuestas especialmente para la gira, fueron ambas concebidas por Metheny sin utilizar ningún instrumento en su creación: simplemente silbando. Como ocurría en la primera que ya comentamos, esta segunda pieza es otro tema de guitarra aunque en esta ocasión con mayor participación del resto de la banda. Es escuchando composiciones como ésta cuando nos damos cuenta de la enorme deuda que muchos músicos mantienen con Metheny estilísticamente hablando y pensamos, por ejemplo, en nuestro admiradísimo Lito Vitale.

“Beat 70” – El siguiente corte del disco es uno de los más festivos de los incluidos en “Letter from Home”, imbuído de ritmos latinos (calypso, básicamente), desprende una alegría contagiosa que se ve reforzada por el uso de determinados instrumentos, especialmente los “steel drums” caribeños.

“Letter from Home” – Acercandonos al final del disco nos encontramos con una de nuestras piezas favoritas del Metheny más íntimo, la sensacional “Letter from Home” que daba título a aquel disco. Por momentos, el músico se acerca a un sonido casi impresionista que nos llega a evocar alguna pieza para piano de Debussy, por citar un ejemplo. El único “pero” que se le puede poner al corte es su brevísima duración que nos deja con ganas de más.

“Third Wind” – Como preludio de la despedida, nos adentramos en terrenos más puramente jazzisticos (o al menos, tanto como puede serlo un disco del Pat Metheny Group) con otra pieza del disco “Still Life (Talking)” en la que el guitarrista se reserva alguno de sus solos más fulgurantes pero donde deja espacio para que el resto de la banda disfrute de su pequeño instante de exhibición personal de forma que podemos disfrutar en plenitud de las habilidades de Steve Rodby a los bajos y, muy especialmente, de una riquísima sección de percusión a cargo de Wertico, Marçal y Aznar que nos brindan momentos auténticamente frenéticos hasta el punto de que el público, tras terminar la pieza, se mantiene durante un tiempo tarareando la melodía principal de la misma.

“Solo from More Travels” – Cerrando el disco, tenemos una breve pieza de guitarra acústica grabada por Metheny en el estudio con la intención de que sirviera de preludio en la grabación en video que aparecería con los extractos de la gira. El tema sigue las mismas premisas de las otras composiciones escritas o silbadas expresamente para la gira salvo por el hecho de que ésta sí que está interpretada completamente en solitario por el guitarrista. Como cierre del disco, sirve para dejarnos con un sabor de boca inmejorable.

En muchos sentidos, la etapa que va desde 1983 hasta 1993 (la recogida en este CD) es la más popular del Pat Metheny Group en cuanto a aceptación por parte del público en general. Como suele ocurrir, para la crítica más purista, son unos años no demasiado apreciados en los que se suele acusar al músico de cierta “blandura” y de acercarse a planteamientos muy de moda en aquellos años (new age, world music, etc.) a costa de renunciar a su estilo particular. No compartimos esa opinión sino que, al contrario, creemos que a lo largo de estos años, Metheny fue encontrando un nuevo estilo propio que, por otra parte, ha sido imitado por muchos otros artistas. Además, y como señalábamos en alguna entrada anterior, los que preferían la versión más clásica y purista del músico o la más vanguardista y arriesgada pudieron disfrutar de ella en varios lanzamientos publicados al margen del Pat Metheny Group con lo que tampoco deberían tener motivos de queja al respecto.

En La Voz de los Vientos creemos que “The Road to You” es un magnífico resumen de una década de música a cargo de una banda magistral y que sirve por igual para deleitar al conocedor de la banda con versiones en directo más ricas si cabe que las originales y a quien busca introducirse por primera vez en el mundo musical de Metheny. Para ambos tipos de lectores dejamos los siguientes enlaces en los que adquirir el disco:


martes, 19 de marzo de 2013

Pet Shop Boys - Please (1986)




Cuando Neil Tennant y Chris Lowe se conocieron en una tienda de King’s Cross en el verano de 1981 y comenzaron a hablar sobre sus gustos musicales, nada hacía presagiar que unos años más tarde se iban a convertir en una referencia fundamental de su adorada música de baile. Su historia viene a ser la típica narración que está en el orígen de tantas y tantas bandas de todos los estilos. Dos jóvenes con inquietudes similares, comienzan a quedar, a escribir sus primeras letras, algo de música, y todo ello sin tener muy claro si la cosa va o no en serio. Neil ya había tenido alguna experiencia con un grupo propio sin demasiada fortuna y se ganaba la vida con un trabajo realmente curioso: se encargaba de adaptar los textos de la edición inglesa de los comics de superheroes de Marvel, además de ejercer como “censor” de alguno de los dibujos femeninos sugiriendo los retoques de aquellos trajes que no debían ver los niños ingleses. De ahí pasó a otras editoriales hasta terminar en la revista Smash Hits. Chris, mientras tanto, tocaba, atención, el trombón, en una banda local dedicada a estándares de baile tradicional compaginándolo con sus estudios de arquitectura.

Es un encargo de la revista Smash Hits el que sirve como punto de partida para la carrera musical del dúo profesionalmente hablando. Estamos en 1983 cuando Neil recibe el jugoso encargo de desplazarse a Nueva York para entrevistar a The Police. Artista inteligente donde los haya, decidió aprovechar el viaje al máximo y llevó una demo grabada con Chris Lowe del que sería el primer gran éxito de Pet Shop Boys (nombre definitivo de la banda una vez descartado el nombre de West End, primera idea con la que trabajó el dúo). El objetivo era reunirse con Bobby Orlando, productor de música de baile afincado en la Gran Manzana y de cuyo trabajo Chris y Neil eran admiradores. A la cita, Neil llevó una cinta con una versión primitiva de “West End Girls” que entusiasmó a Bobby quien se ofreció para producir una grabación de la canción. El resultado de las sesiones (en las que fue el propio Bobby “O” el encargado de tocar la práctica totalidad de los instrumentos) fue un maxi-single que alcanzó un éxito notable en los clubes de la costa oeste norteamericana y una cierta notoriedad en Francia y Bélgica aunque no alcanzó una gran repercusión en el Reino Unido. A pesar de esto último, el dúo llamó la atención de los directivos de Parlophone quienes les ficharon para su sello tras una importante negociación con Bobby Orlando, quien se había hecho con los derechos discográficos del dúo y no puso fácil su liberación.

El que esté libre de los ochenta, que tire la primera piedra.

 “Two Divided By Zero” – La idea alrededor del primer tema del disco habla de la imposibilidad matemática de dividir algo entre cero. A partir de ella, el protagonista trata de argumentar ante su pareja que no hay razón alguna para separarse y que por lo tanto, no pueden hacerlo. Argumenta que pueden empezar desde el principio en cualquier lugar ya que no tienen ataduras. Desde un punto de vista musical, estamos ante un medio tiempo con profusión de “samples” y sonidos electrónicos que podrían estar más depurados. Sin embargo, encontramos en ella todas las características que pronto terminarían por conformar el sonido propio de la banda.

“West End Girls” – Una de las canciones de texto más oscuro de Pet Shop Boys fue, curiosamente su primer bombazo comercial. En ella describen ambientes del Londres de comienzo de los ochenta sin quedar claro si se refieren al ambiente de las drogas, al de la prostitución o al de la delincuencia. En alguna ocasión, Neil comentó que la letra de la inspiró una película de gangsters con John Cagney como protagonista. Musicalmente, la canción es una especie de rap a la inglesa con lo que eso tenía de rompedor. La versión del disco fue completamente regrabada y contó con la producción de Stephen Hague, productor de origen norteamericano que hizo fortuna, curiosamente, con varias de las bandas estrella del tecno-pop británico a partir de 1985 (OMD, Erasure, New Order o The Communards al margen de los propios Pet Shop Boys pasaron por sus manos). Lo cierto es que, analizada con detenimiento, la canción no parece tener nada especial. Se abre con un fondo de sintetizador bastante convencional hasta que entra una línea de bajo bien construida pero nada arrebatadora a primera vista. Un ritmo en 4/4, unos pocos samples de saxo y el rapeado de Neil es todo el añadido que encontramos en el tema. Paradójicamente, todos los elementos juntos dan como resultado una canción fascinante que probablemente sea la más reconocida del grupo aunque hayan pasado 30 años desde su grabación. Además, se trata de una canción con muchas vidas: el single original de Bobby Orlando les sirvió para obtener su primer contrato serio. Más tarde, cuando el primer single del disco no triunfó como se esperaba, se recurrió de nuevo a “West End Girls” convirtiendose, ahora sí, en un éxito masivo.



“Opportunities (Let’s Make Lots of Money)” – El que fue el primer single extraído del disco nos muestra claramente alguna de las características que adornarían la carrera del grupo en los años venideros, con una letra tremendamente cínica que, inexplicablemente, algunos se tomaron en sentido literal. Fragmentos como el demoledor estribillo, “yo tengo el cerebro, tú la imagen, hagamos montones de dinero” o alguna otra “si tienes la disposición, yo te busco el crimen” hablan bien a las claras del tipo de personaje que representa el narrador. En lo musical, “Opportunities” es una de nuestras canciones favoritas de la primera etapa de la banda y, también, una de las mejor producidas de todo el disco, con los arreglos precisos de guitarra, teclados, samples, etc de los que adolecen otros cortes. El ritmo es poderoso y nos arrastra de el principio a fin en una canción intensa y memorable.



“Love Comes Quickly” – De vez en cuando, nuestro dúo se permite el lujo de escribir textos deliciosamente intrascendentes como es esta canción que básicamente desarrolla la idea del título: que el amor te llega de repente, sin avisar y en cualquier momento por más que intentes eludirlo. Muchas de las canciones de Pet Shop Boys, especialmente en sus primeros discos, responden al mismo patrón musical de esta. Comienza con una línea de bajo extremadamente pegadiza, se añade la percusión, primero muy simple (a veces sólo el bombo) y más tarde complicándose con la adición de más elementos. Uno tras otro se van incorporando todos los instrumentos hasta terminar por construir el tema completo. En “Love Comes Quickly”, Neil explota todo su registro vocal empleando habitualmente el falsetto.

“Suburbia” – La canción está inspirada en una película del mismo título de la directora Penelope Spheeris en la que se narra la vida en los suburbios de Los Ángeles (aunque podría extrapolarse a cualquier otro lugar) y muchos de los textos están extraídos casi de forma literal de escenas del film. Cuando hablábamos antes del problema con la producción de algunos cortes del disco, pensábamos especialmente en este. “Suburbia” es una gran canción, con un pegadizo “riff” de teclado que se ha convertido en un clásico pero no por la versión de “Please” sino por la regrabación posterior que apareció como single, mucho más elaborada y compleja. Se cuenta que la canción se terminó a toda prisa para su inclusión en el disco de modo que el resultado no fue nada satisfactorio y que sólo un tiempo después se pudo completar el tema con el aspecto que Chris y Neil le quisieron dar desde el principio.

“Opportunities (reprise)” – No son muy habituales este tipo de rarezas en la discografía de Pet Shop Boys pero cuesta encontrarle una explicación a este brevísimo corte instrumental que no aporta gran cosa al disco y que suena como una especie de introducción al tema del que toma el título, quizá en previsión de su inclusión en los conciertos.

“Tonight is Forever” – Un texto extraño en el que el protagonista trata de seducir a su acompañante a la vez que lo amenaza con que si cede, puede que se arrepienta en el futuro porque, si se enamoran, puede ser para siempre. Nos encontramos ante uno de los temas más rápidos del disco, con una percusión realmente acelerada y un estribillo muy potente. Resulta muy curiosa la comparación entre esta versión y la que años después realizó el propio dúo para su inclusión en el disco “Results” de Liza Minelli en el cual adopta la apariencia de una balada lánguida y decadente, completamente distinta a la que aquí podemos escuchar.

“Violence” – Continuamos con una canción sobre la violencia y las justificaciones que se suelen esgrimir para disculparla, presidida por el famoso adagio que reza: “la violencia sólo genera más violencia”. No es esta una canción que haya calado especialmente entre el seguidor de la banda y entendemos que haya sido así ya que no nos parece especialmente inspirada, lo que nos lleva a una cuestión recurrente cuando se habla de Pet Shop Boys como es la extraordinaria calidad de muchas de las “caras-b” de sus singles, manifiestamente superiores en algunos casos a varios de los cortes que terminan por formar parte de los discos “grandes”.

“I Want a Lover” – Nos encontramos ante una canción tremendamente directa en la que el narrador busca compañía para una noche en un club nocturno. Nada de emborracharse como de costumbre o meterse en alguna pelea sino a alguien con quien volver a casa y de quien despedirse por la mañana (“I don’t want another drink of fight, I want a lover” o “Put your arms around me, it doesn’t mean you love me, just that you want me and you need my company”). Completando la visión que dábamos en el corte anterior sobre las “caras-b”, hay otra similar y es la presencia de potenciales “singles” de éxito en todos los discos que terminan por ser relegados a pesar de su indudable potencial. “I Want a Lover” sería, sin duda, uno de esos casos. Una canción que podría haber llegado muy alto en las listas pero que no tuvo la oportunidad.

“Later Tonight” – El tema de la homosexualidad no estuvo presente de modo explícito en las canciones de Pet Shop Boys en sus primeros años. De hecho, ninguno de los integrantes del dúo había declarado su condición en aquel momento (Neil lo hizo muchos años después). Sin embargo, el propio Tennant se sorprende de que una de sus canciones más abiertamente “gays” si es que se puede emplear ese calificativo para una canción, no fuera “descubierta” en su momento. “Later Tonight” habla de un chico enamorado de otro que no le presta la menor atención. Es una canción realmente desesperada. Los arreglos van acordes con el tema y es que se limitan a unos acordes de piano sobre los que Neil canta y que fueron grabados en vivo en el estudio, sin apenas retoques. Más tarde, se añadió un fondo electrónico muy similar al que en discos futuros, ya con mayor presupuesto, interpretaban diferentes secciones de cuerda. Una balada no demasiado apreciada pero que creemos que tiene su interés.

“Why Don’t We Live Together?” – En varias de las canciones del disco se juega con la idea de relaciones ocasionales, sin compromiso, y esto se confronta con otros casos en los que uno de los protagonistas busca una relación estable que el otro no quiere. Tenemos aquí una variante más: una pareja que no está enamorada pero que se plantea vivir juntos para ver si surge algo. Todo ello aliñado con las habituales ambigüedades de los textos del grupo “puede que no te quiera todo el tiempo y que a ti no te importe demasiado pero si vivimos juntos puede que tengamos algo en común, siempre que te atrevas” o “¿por qué no vivimos juntos? Con todo el amor que tenemos y también el que ocultamos”. Para cerrar el disco, nuestro dúo escoge otra canción pegadiza con ritmos muy propios de la época en la que se grabó el disco. No se cuenta entre nuestras canciones favoritas del grupo pero cumple como tema de cierra.

Ya hemos comentado en alguna ocasión cómo Pet Shop Boys llegaron en un momento en que el tecno-pop y la new wave gozaban aún de gran popularidad pero empezaban a mostrar signos de agotamiento. Muchas de las bandas consideradas abanderadas de esos estilo ya habían dado lo mejor de sí (pensamos en Yazoo, Softcell, Ultravox o The Human League) y otras que empezaban su andadura como Erasure o Propaganda no llegaron a tener una continuidad temporal o artística suficientemente relevante. Vista de esta forma, la apuesta de Lowe y Tennant era más arriesgada de lo que parecía aunque en algún momento pudiera haberse visto como oportunista. Lo cierto es que, en cualquier caso, acertaron y como prueba de ello tenemos sus treinta años de carrera, que es un balance que muy pocos pueden presentar y menos aún pueden hacerlo con un disco publicado en los últimos meses y uno más anunciado para dentro de tres más. De momento aparcamos por un tiempo al dúo (probablemente hasta el lanzamiento de “Electric” allá por junio) no sin antes dejaros los habituales enlaces para la adquisición de “Please”, un raro título que Neil, siempre bromista, justificó como un intento por mejorar la educación y las buenas costumbres de sus seguidores, quienes se verían obligados a pedir “por favor” el disco del grupo en las tiendas.



Nos despedimos con el video-clip de "Suburbia" en la versión del single, muy superior a la del disco:


viernes, 15 de marzo de 2013

Aranis - Made in Belgium (2012)



Toca hablar hoy de un grupo nuevo en el blog, lo cual siempre es refrescante. En los últimos años se ha extendido el uso de una curiosa etiqueta, especialmente en los círculos de seguidores del rock más vanguardista, como es la de “rock de cámara”. No es fácil dar una definición suficientemente precisa de ese estilo ya que dentro del mismo se engloban artistas del más diverso pelaje. Muchos relacionan el “rock de cámara” con otra etiqueta igualmente resbaladiza como es la del “rock en oposición” aunque las diferencias, si se enumeran, podrían superar ampliamente el número de los parecidos. En cualquier caso, ambos términos han sido empleados para definir la música de los belgas Aranis.

El grupo surge en Amberes, donde varios músicos de conservatorio se juntan para hacer algo diferente. La lista de influencias que aparece en su página web nos muestra bien a las claras lo heterodoxo de su mundo musical apareciendo en ella nombres tan estilísticamente alejados como Univers Zero, Astor Piazzolla, John Zorn, Sigur Ros, Radiohead, Keith Jarrett, Stravinsky, Bartok, John Cage, Philip Glass, Simeon Ten Holt, Wim Mertens o Arvo Pärt por citar sólo un puñado de propuestas.

Centrándonos en Aranis, su música tendría muchos puntos en común con la de algunos artistas habituales en el blog como serían Yann Tiersen o Jean Philippe Goude, es decir, melodías con un punto minimalista, un importante sustrato rock como elemento cohesivo de la mezcla e instrumentaciones clásicas, fundamentalmente acústicas. Su formación actual es la siguiente: Liesbeth Lambrecht (violín y viola), Marjolein Cools (acordeón), Stijn Denys (guitarra), Ward De Vleeschhouwer (piano) y Joris Vanvinckenroye (contrabajo). En el disco del que hoy vamos a hablar, el último publicado por el grupo, aparecen en temas concretos Jana Arns (flauta y voz, además de integrante del grupo desde sus inicios), Trey Gunn (touch guitar) y Pierre Chevalier (pianista de Univers Zero). Aunque lo habitual es que Aranis interpreten fundamentalmente música propia, en “Made in Belgium” hacen lo que el título parece anunciar: tocar música de compositores belgas, entre los que, lógicamente, se cuentan los propios miembros del grupo.

Aranis. Poco más que añadir.

“Nonchalance” – Abre el disco una extraordinaria pieza de Jan Kuijken miembro de Louise Avenue. La composición comienza con un poderoso ritmo de cello al que se incorporan acordeón y flautas casi de inmediato. Es el piano el que repite la frase rítmica a continuación antes de volver a la secuencia inicial. Siguiendo el mismo esquema continúa la pieza un interludio de contrabajo, piano y flauta con aire de tango que precede a un segmento final con el violín como protagonista. El tema no da ni un respiro al oyente y termina como empezó, con una vuelta a los compases del comienzo.



“Le Feu” – A continuación escuchamos una obra del violinista Wouter Vandenabeele, miembro de diversas formaciones belgas. Curiosamente seguimos con aires de tango con influencia minimalista. El contrabajo es el principal elemento rítmico y no sólo, como cabría esperar, a través de sus cuerdas sino llegando a ser percutido en determinados momentos.  La composición tiene una gran riqueza rítmica y combina distintos ambientes de forma magistral, pasando de momentos de una tensión casi cinematográfica con paisajes más reflexivos que remontan el vuelo con agilidad para meternos en espirales desenfrenadas de la mano del acordeón hasta desembocar en fragmentos absolutamente “piazzollianos”.

“Inara” – El pianista Ward De Vleeschhouwer es quien tiene el honor de mostrarnos la primera composición propia de un miembro del grupo de las que aparecen en el disco. Si la expresión “rock de cámara” tiene algún sentido es por piezas como esta que, bajo una apariencia clásica, esconden una verdadera alma rockera que se muestra especialmente en la primera parte con protagonismo de la guitarra y que vuelve a quedar de manifiesto tras un breve interludio en la parte central.

“Gentlemen of Leisure” – Quizá la figura belga más conocida fuera del ámbito de su país, al menos en estos tipos de música, sea la de Wim Mertens, conocido de sobra de los lectores del blog. No podía faltar, por tanto, en un disco centrado en compositores de ese país y es, además, el único representado por partida doble. Tanto su “Gentlemen of Leisure” como el segundo tema que aparece en “Made in Belgium” han sido comentados ya por aquí por lo que lo único que podemos señalar es que la versión de Aranis es magnífica y muy fiel al original.

“Where is Grommit?” – El contrabajista Arne Van Dongen es el autor de la siguiente pieza de la colección, una misteriosa composición que se abre con una nota grave de cello sostenida de modo prolongado cuyo estatismo sólo se ve interrumpido por unas lúgubres notas de flauta y piano. Enseguida la pieza da un giro y se adentra en terrenos propios de un folclore imaginario de un lugar mágico donde las influencias de la Europa del este, celtas, balcánicas y clásicas se mezclan como si hubiesen estado juntas toda la vida.

“Le Mar t’ Eau” – Geert Waegeman, violinista, es el siguiente nombre de la lista. Aparece con una composición muy peculiar y rítmica, basada en una especie de ostinato en tonos graves sobre el que se va añadiendo el resto de intrumentos, flauta, piano, violín (en pizzicato, principalmente) hasta conformar un intrincado tapíz con algunas reminiscencias de Roger Eno, por poner un ejemplo reconocible.

“Short Story” – Continuamos con una obra de Luc De Gezelle, que mezcla un post-minimalismo al estilo de Jean Philippe Goude con sobresaltos rítmicos propios de las vanguardias del pasado siglo en una miniatura que no llega a los dos minutos de duración.

“L1” – Joris Vanvinckenroye firma en su calidad de contrabajista de Aranis la siguiente composición del disco. Una de las características más notables de todo el trabajo es que, contrariamente a lo que suele pasar, el hecho de que una pieza la firme un instrumentista concreto no quiere decir que sea su herramienta de trabajo la que ocupe el papel protagonista. Éste es uno mas de los ejemplos de esto que decimos. Sólo en algún momento puntual es el contrabajo el instrumento destacado siendo la pieza absolutamente coral.

“Salernes” – Segunda pieza de Wim Mertens en el disco. A diferencia de la anterior, esta sí que nos muestra parte de la personalidad de Aranis en su lectura de un tema clásico de uno de nuestros compositores favoritos aunque sin perder nada de la esencia de la composición original. En nuestra opinión es una interpretación que compite en igualdad de condiciones con cualquiera de las grabadas por su autor.

“Bulgarian Flying Spirit Dances 2” – Junto a Mertens, quizá la formación más conocida de Bélgica sea Univers Zero. Daniel Denis, uno de sus integrantes es quien nos deja aquí un tema propio que es un fiel reflejo de su título: una pieza de influencia búlgara que pasaría sin problemas por una composición perteneciente al folclore de aquel país, llena de ritmo y movimiento a lo largo de la cual los miembros de Aranis hacen gala de su destreza interpretativa, fuera de toda duda.

“Viaggio fra due fini” – El momento más cercano a la música contemporánea más vanguardista nos lo ofrece este tema escrito por el guitarrista Dick van der Harst, especialmente en su primera mitad en la que podemos escuchar elementos propios de la música de Messiaen o Ligeti. Mediado el tema, entramos en una sucesión de ritmos desencadenados con cierto aire folclórico y un trasfondo cercano a determinadas obras de John Cage. Una composición, en suma, tan interesante como el resto de la selección realizada por Aranis para el que es su quinto disco de estudio.

“Ersatz” – Cerrando la serie, encontramos la contribución de Roger Trigaux, miembro de Present. En cierto modo, se trata de una pieza de las mismas características de la anterior, con formas vanguardistas cercanas a la clásica más contemporánea y espíritu rock. Más o menos lo que se entiende que debería ofrecernos un grupo bajo la etiqueta de “rock de cámara”.

No vamos a ocultar que llegamos a Aranis a través de este disco y atraídos por la presencia de Wim Mertens entre los músicos cuyas obras se interpretan aquí. La sorpresa vino al descubrir una escena belga mucho más rica y desconocida para nosotros hasta entonces (aunque en los comentarios del disco, se dice que esta escena es mucho más célebre fuera de las fronteras de la propia Bélgica que en el extranjero). El hecho de descubrir en la música de Aranis muchos de los rasgos comunes a varios de nuestros músicos favoritos ha encendido todas las alarmas y nos disponemos a aventurarnos en el resto de su aún corta discografía. Si lo que encontramos en ella nos agrada tanto como este “Made in Belgium”, no tengáis duda de que volverán a aparecer por aquí. Por el momento, si queréis darles una oportunidad, el disco está disponible en los enlaces de costumbre:



Podeis escuchar fragmentos del disco en bandcamp.com

domingo, 10 de marzo de 2013

Pet Shop Boys - Behaviour (1990)



Cuando escribimos la última entrada dedicada a Pet Shop Boys teníamos la intención de que esta de hoy y una próxima aparecieran en los días siguientes pero por distintas circunstancias lo hemos ido posponiendo hasta ahora, momento que aprovechamos para comentar el que, para muchos, fue el primer disco “serio” del dúo o, al menos, el disco que marca su madurez tanto musicalmente hablando como en cuanto a los textos. Nosotros siempre discrepamos de esa visión, no tanto por que no considerásemos “Behaviour” como un paso adelante en la trayectoria del grupo sino porque ya creíamos que “Actually” había supuesto un salto cualitativo notable.

Si repasamos la cronología de la banda británica, nos encontramos con que entre ambos discos habían sucedido varias cosas reseñables: la primera, el enorme éxito del single “Always on My Mind” en el que el dúo pone patas arriba la balada clásica de Elvis y la transforma en un tema “revientapistas”. La segunda, la aparición de un disco de remezclas con algún tema inédito titulado “Introspective” y, por último, la colaboración del dúo con la estrella del cine y del musical Liza Minelli en un disco que supuso la vuelta al primer plano de la diva durante un tiempo (obviamos otros trabajos como las canciones que Tennant y Lowe escribieron para otra gente, particularmente el éxito “I’m Not Scared” con el que se dio a conocer “Eighth Wonder”, la banda de Pasty Kensit). Tampoco es anecdótico el hecho de que por esas fechas, Pet Shop Boys dieran sus primeros conciertos en Asia y el Reino Unido.

Como es habitual en Tennant y Lowe, para el nuevo disco buscaron un nuevo productor que les ayudase a dar un enfoque diferente al trabajo. Según se supo después, ninguno de los dos estaba demasiado satisfecho con el sonido de los sintetizadores digitales y quisieron cambiar por un sonido analógico trabajando con aparatos antiguos. Quizá de ahí surgió la idea de colaborar con el músico alemán Harold Faltermeyer (autor de parte de la música de Top Gun y, especialmente, del conocidísimo “Axel F” de la banda sonora de “Superdetective en Holywood”), quien se encargaría de la producción de casi todo el disco. “Behaviour” apareció en octubre de 1990 por lo que nos sorprende la cita de Neil Tennant en la que afirma que para su grabación les inspiró especialmente el disco “Violator” de Depeche Mode que apareció apenas siete meses antes.

Como ocurre con todos los discos de Pet Shop Boys, sus canciones tienen más de una lectura posible. En “Behaviour” hay una sombra que planea sobre todos los textos, más allá de que nos cuenten las clásicas historias del pop universal y es el SIDA, enfermedad que ocupaba todos los titulares en la época en la que apareció el disco y que tocó de cerca a los integrantes del dúo en muchos momentos.



“Being Boring” – Uno de los textos más inspirados de la carrera de Neil Tennant, nos habla de cómo llegó de joven a Londres en compañía de un amigo y de cómo las vidas de ambos tomaron caminos separados. La frase que escuchó al llegar a la estación (siempre, según la letra de la canción) “someone said: if you’re not careful you’ll have nothing left and nothing to care for” es premonitoria. Chris Dowell, que era el nombre del amigo de Neil, falleció vícitima de SIDA en aquellos añós. El título de la canción parte de una cita de Zelda Fitzgerald (“someone’s wife, a famous writer in the 1920’s”), esposa de Scott Fitzgerald en la que afirma que ella “negaba estar aburrida, principalmente porque ella no se aburría nunca”. La canción ya muestra lo diferente que iba a ser el disco de los anteriores en cuanto a los aspectos musicales desde los primeros instantes en los que escuchamos esas guitarras con efectos disco y un ritmo continuo como una especie de drum’n’bass ralentizado. A pesar del regreso a los sintes antiguos, hay muchos samples de fondo y sospechamos que sólo los bajos han sido creados a la vieja usanza.



“This Must Be the Place I’ve Waited Years to Leave” – Tenemos aquí otro ejemplo de multiples lecturas. Aparentemente, esta sería otra canción en la linea de “It’s a Sin” en la que Neil recuerda como en un sueño su educación católica y los problemas que le creó. El protagonista revive aquellos momentos en que se levantaba por las mañanas y asistía a las ceremonias religiosas en una especie de acto inconsciente (de ahí el confuso título: “este debe ser el sitio que quise abandonar durante tantos años”). Existen varias referencias rusas en la canción, sin embargo, que abren otra posible interpretación como un sample sacado de una grabación de la segunda sinfonía de Shostakovich en el que una voz grita: ¡Lenin! y especialmente un discurso que apenas es audible en los instantes finales del tema en el que el fiscal soviético Andrei Vyshinsky arenga al jurado durante la Gran Purga del 36 sugieren un paralelismo entre la opresiva educación católica de la juventud del cantante y el régimen soviético de los años 30. En lo musical, tenemos que destacar la presencia del guitarrista Johnny Marr, de The Smiths que aparecerá en algún tema más. También aparece Angelo Badalamenti como autor de los arreglos orquestales de una pieza extraordinaria con un poderoso fondo electrónico que se cuenta entre las mejores que nunca ha escrito la banda.

“To Face the Truth” – Continúa el disco con una canción de temática más clásica en la que el protagonista se muestra abatido por la ausencia de la persona amada negándose a “afrontar la verdad”. Ni el texto ni la música, con arreglos y melodías demasiado encasilladas en el sonido que por aquel entonces tenían muchos artistas de música soul y, por qué no decirlo, los lamentables Milli Vanilli, aquel infausto producto ideado por Frank Farian, personaje de infame recuerdo.

“How Can You Expect to Be Taken Seriously?” – Otro de los temas habituales en la discografía de Pet Shop Boys es la crítica al mundo del rock y el pop en general y a cómo las estrellas son encumbradas hasta el punto de convertirse en referencia para mucha gente y de hablar (y pontificar) sobre temas de los que no saben mucho más de lo que han leído en la revista de moda. Versos como “You’re an intellectual giant, an authority, to preach an teach the whole world about ecology” son suficientemente contundentes. Se especuló mucho sobre a quién iba dirigida la canción y muchos apuntaron a Bono (la canción en su versión single estaba acompañada por una sorprendente reinterpretación de un clásico de U2), Sting o Phil Collins (quien había editado recientemente su disco “...But Seriously”. Neil comentó en muchas ocasiones que no se referían a nadie en particular pero las malas lenguas aseguran que la letra fue inspirada por la cantante de Transvision Vamp, Wendy James. La canción por lo demás, es otra pegadiza melodía con un poderoso estribillo reforzado por un riff de guitarra justo al final. De no ser por ese detalle, el sonido continuaría la senda de discos anteriores.

“Only the Wind” – Nos encontramos ante la visión de Pet Shop Boys de una tragedia cotidiana con un fondo mucho más dramático. Nos habla de algo que está causando graves daños (sólo el viento, en el título) pero que es ocultado y a lo que se le quita importancia. Es algo que sucede de puertas para adentro pero que es negado cuando alguien de fuera pregunta: “there’s nobody crying, that was yesterday, inside we’re all smiling, everything’s okay”. Hoy en día hay una mayor conciencia de la gravedad de la violencia doméstica pero no recordamos que en 1990 ese tema fuera tenido en cuenta del mismo modo y fue entonces cuando el dúo lo denunció con una balada tremendamente emotiva que pasó muy desapercibida en su momento, como si fuera algo que todos sabíamos que pasaba pero sobre lo que no convenía hablar. Irónico, sin duda. La balada parte de premisas similares a “To Face the Truth”, especialmente en la parte rítmica y tiene un arreglo muy simple con una producción austera. Apenas la caja de ritmo y un teclado haciendo las veces de piano. Existen algunos sonidos electrónicos de fondo muy sutiles, samples de trompeta y los clásicos “golpes de orquesta” ochenteros pero en dosis muy ajustadas. También tenemos algunas partes orquestales reales escritas de nuevo por Badalamenti pero apenas se hacen notar.

“My October Symphony” – La reflexión sobre el arte o más concretamente la labor del artista, sus fuentes de inspiración o sus motivaciones han sido tratadas a menudo por el grupo en sus discos. Esta es una de las más curiosas. Sabido es el interés de Tennant por la cultura soviética y en esta ocasión adopta el rol de un compositor que tiene que afrontar el hecho de que ha caído el Muro de Berlín cambiando por completo su entorno, las percepciones de los demás de su obra y su propia visión de las cosas. Esto sucede mientras está terminando una sinfonía sobre la Revolución de Octubre “shall I rewrite or revise my October Symphony? Or, as an indication, change the dedication from Revolution to Revelation?”. ¿Debo reescribir mi obra?, ¿revisarla? ¿O, simplemente, cambiar la dedicatoria? Desde un punto de vista formal, estamos ante una canción muy similar en casi todos los aspectos a la que abría el disco, “Being Boring”, con algunos detalles diferenciales como la aportación del Balanescu Quartet interpretando algunas melodías encargadas por el grupo a su líder, Alexander Balanescu, con la indicación de que fuera algo que recordase ligeramente a Shostakovich.

“So Hard” – Atendiendo a las temáticas de muchas de las canciones de Pet Shop Boys corremos el riesgo de olvidar que, ante todo, estamos hablando de un grupo de pop con el punto de frivolidad (léase sin intención peyorativa) que eso supone. El tema que sirvió como primer single del nuevo disco va en esa línea y nos habla de una pareja cuya relación está plagada de infidelidades mutuas, que, por mucho que lo intenten, no consiguen dejar de hacerse daño aunque tampoco se deciden a romper. Una de las maneras más originales de reflejarlo aparece en uno de los versos en el que cantan: “si los dos decidimos dejar de fumar porque es perjudicial, ¿de quién son estas cerillas?”. Como corresponde a todo single de lanzamiento de un disco, el tema es un auténtico cañonazo, si se nos permite la expresión y tiene una factura perfecta siendo de los pocos en los que un efecto tan sobre-explotado como el sample de “golpe de orquesta” propio de los ochenta, sigue sonando bien.



“Nervously” – Continuando con los temas más o menos tópicos en el pop, la siguiente canción del disco habla de la timidez, casi adolescente, que se siente cuando se está junto a una persona hacia la que empieza a surgir cierta atracción. Con todo, el tema es de agradable escucha con unos arreglos electrónicos que reflejan una cierta influencia de los clásicos del género, con una secuencia continua de fondo, “pads” atmosféricos y algunas guitarras por aquí y por allá que terminan por componer una balada muy elegante.

“The End of the World” – Comenta Neil que esta canción fue un intento (claramente fallido, en nuestra opinión) de acercarse al sonido de Depeche Mode en “Enjoy the Silence”, especialmente con el uso de la guitarra. Los textos son suficientemente ambiguos como para permitir múltiples interpretaciones. En apariencia se trataría de una canción que habla de cómo en determinados momentos una decepción (principalmente de tipo amoroso) puede parecer el fin del mundo (y volvemos así a un punto de vista casi adolescente, lo que contrasta con la proclamada madurez del album). Una lectura algo más detenida sugiere que lo que podría ser el fin del mundo del título sería un embarazo no deseado “It’s just a boy or a girl, it’s not the end of the world” e incluso, yendo un poco más allá, se trataría de esa situación pero desde el punto de vista de los padres de el/la joven que han cometido el desliz. En cualquier caso, se treta de una canción pop muy comercial y pegadiza con un potencial muy alto que, por algún motivo, nunca llegó a alcanzar el éxito que presagiaba (ni siquiera fue single) y una de las más claramente reconocible como obra del dúo ya que reúne todos sus recursos habituales en cuanto al ritmo, las líneas de bajo etc. incorporando algunos detalles house en determinados momentos.

“Jealousy” – Cerrando el disco tenemos, nada menos, que la primera canción que escribieron juntos Neil y Chris cuando empezaban a plantearse la creación de Pet Shop Boys. Por algún motivo no fue grabada para su primer disco y se descartó a última hora su inclusión en “Actually” cuyo título inicial iba a ser, precisamente, “Jealousy”. Se trata de una canción sobre los celos que con el tiempo se ha convertido en una de las más notables de las escritas por el dúo, formando parte habitualmente del repertorio de sus conciertos. En los primeros instantes nos recuerda de forma inevitable a otras baladas del dúo, sin ir más lejos, a la magnífica “King’s Cross” pero creemos que llega a superarla ya que la melodía central, repetida en varias ocasiones a lo largo del tema, es, sencillamente, arrebatadora y los arreglos orquestales, con su preciosa progresión habrían sido acreedores del empleo de unas cuerdas y unos metales reales como de hecho tienen otros temas del disco. Ese es el único “pero” que le encontramos a una canción de esas que marcan la trayectoria de un grupo.



Como decíamos en la introducción, la crítica acogió “Behaviour” como el trabajo que convertía a los Pet Shop Boys en un grupo serio más allá de la clásica formación pop con varios éxitos en su haber. Ya hemos hablado en muchas ocasiones de la visión absolutamente desmitificadora que tienen los miembros del dúo sobre ellos mismos y hay una interesante anécdota al respecto. Alguien comentó que el salto a la madurez de la banda tenía varios síntomas claros como el hecho de que, en varios temas, los estribillos estaban escritos en una clave diferente del resto de la canción, mostrando así una complejidad mayor y un mayor esfuerzo compositivo. Neil Tennant argumentaba que, en realidad eso fue algo que hicieron tratando de imitar al trío de productores británicos Stock, Aitken & Waterman, responsables de grandes éxitos en la época de artistas como Bananarama, Jason Donovan, Rick Astley o Kylie Minogue. SAW, que es como aparecían acreditados en ocasiones, utilizaban varios “trucos” musicales muy efectivos a la hora de crear “hits” y ese era uno de los más notables. Si nos creemos al bromista de Neil, resulta que lo que los críticos creían un signo de madurez no era sino el intento de imitar a los más populares autores de éxitos pop de consumo rápido pero no olvidemos que Tennant fue crítico antes que músico y quizá esto forme parte de su habitual maestría como entrevistado (no en vano es uno de los artistas más interesantes que hemos conocido cuando se pone ante la metaforica pluma de un entrevistador).

“Behaviour” es un disco que se puede encontrar sin demasiadas dificultades a buen precio. Os dejamos algunos enlaces en los que podéis adquirirlo:


lunes, 4 de marzo de 2013

Mike Oldfield - Exposed (1980)



Puede sonar raro pero lo cierto es que hasta hace poco tiempo, sólo existía un disco en directo publicado por Mike Oldfield. Ignoramos los motivos pero no será ni por falta de giras (el músico hizo varias, especialmente a comienzos de los ochenta) ni de acogida comercial del posible lanzamiento (“Exposed” agotó pronto la primera edición).

Ya comentamos en alguna ocasión cómo a finales de los años setenta, Oldfield experimentó un importante cambio convirtiéndose en una persona mucho más abierta y expansiva. Quizá por ello, el lanzamiento de “Incantations” se vio secundado por la primera gran gira del músico por varios países europeos. Siempre que hablamos de grandes giras de figuras del rock progresivo nos encontramos una serie de lugares comunes que se repiten en el caso del tour de Oldfield y compañía: éxito absoluto en términos artísticos, llenos casi continuos y descalabro económico como resultado final de todo el invento. Cuesta creer que todos los managers y promotores de conciertos de la época tuvieran problemas con las matemáticas más básicas pero si hemos de fiarnos de las leyendas, todos y cada uno de los grandes del progresivo se dieron algún batacazo económico tras conciertos o giras en los que se agotaban los billetes. La lista es larga y abarca desde Rick Wakeman y su concierto en una pista de hielo con ocasión del lanzamiento de su disco sobre los mitos artúricos en 1975 hasta la deficitaria gira de Pink Floyd centrada en “The Wall”. Raro es el grupo que no cuente con una gira ruinosa en su haber.

Sea como fuere, Oldfield no reparó en gastos para la gira buscando siempre conseguir un sonido lo más cercano al del disco sin recurrir a partes pregrabadas como empezaba a ser habitual en los conciertos de la época. De este modo, se reunió una banda formada por el propio Oldfield (bajo, guitarras), Nico Ramsden (bajo, guitarras), Phil Beer (guitarra y voces), Pierre Moerlen (batería, percusiones), Mike Frye (percusión), Benoit Moerlen (percusión), David Bedford (percusión), Ringo McDonough (bodhran), Pete Lemer (teclados), Tim Cross (teclados), Maddy Prior (voz) además de una sección de cuerda de 18 músicos, un coro de 16 cantantes (habituales colaboradores de David Bedford), cuatro trompetistas y dos flautistas. El repertorio iba a estar centrado en “Incantations” y se completaría con la interpretación íntegra, ¿cómo no? De “Tubular Bells”. De regalo, el single “Guilty” aparecido en las fechas previas al comienzo de la gira que dio inicio en Madrid, continuó en Barcelona y de ahí partió hacia Bélgica, Francia, Holanda y Alemania (si hacemos caso a las notas de la edición en CD del disco del año 2000) aunque también pasaría por Dinamarca y el Reino Unido. Sospechamos que el hecho de que no se mencionen estos dos últimos países puede tener que ver con que no se utilizara ninguno de los conciertos celebrados en ellos para la confección del doble LP.


Escena de uno de los conciertos de la gira.

“Incantations (Parts 1 & 2)” – Por algún motivo, en el disco se decidió “unir” estas dos partes así como las dos siguientes en sendas piezas únicas, en lugar de respetar su separación original. Como suele ser común en los discos en directo, las versiones en ellos incluidas son extractos editados de los conciertos originales, habitualmente de mucha menor duración. Así, nos encontramos las dos primeras partes de “Incantations” reducidas a una longitud apenas superior a los 25 minutos en contraste con los casi 40 del original. Sin embargo, la grabación no se resiente y es que la versión ofrecida por Oldfield y su banda de un disco tan complicado de trasladar al directo, es extremadamente fiel a la vez que incorpora hallazgos notables, especialmente en forma de arreglos de piano al final de una primera parte, por todo lo demás, muy dinámica y con un ritmo mucho más vivo que el disco original. Lo que en los primeros minutos suena como una versión “acelerada”, termina por mostrarse como una revisión muy acertada. La segunda parte de “Incantations” vuelve al ritmo reposado de un disco al que respeta enormemente aunque incorpora alguna novedad brillante como las cuerdas que acompañan a la luminosa progresión de la flauta que aparece en la parte central. Los últimos instantes del corte nos muestran la magnífica voz de Maddy Prior interpretando la preciosa canción con la que concluye el primero de los discos que componían “Incantations” y la primera cara de este doble disco que era “Exposed”.

“Incantations (Parts 3 & 4)” – Si se le puede poner algún “pero” a la versión en directo de “Incantations”, tendríamos que situarlo justo en la que es, a nuestro juicio, la parte más brillante del disco original: la fanfarria que abre la “parte 3”. En su revisión en directo pierde buena parte de la energía que mostraba en el disco y el sonido de piano eléctrico utilizado en la gira no le hace ningún favor. Hecho este comentario, lo cierto es que a partir de ese instante, la cosa gana muchos enteros y los arreglos de la siguiente sección se cuentan entre los más interesantes de todo el disco con una guitarra mucho más dura y momentos que se acercan al rock duro, destacando la intervención de Moerlen a la batería, justo antes de llegar a la sección de cuerda que anticipa su paso al vibráfono, instrumento en el que el malogrado Moerlen era un consumado maestro, para hacer una breve intervención, preludio de lo que llegará después. Oldfield decide aquí hacer un salto eliminando de “Exposed” una de las secciones más largas del disco original con buen criterio ya que podría resultar algo pesada en directo por las continuas repeticiones y su aire minimalista para pasar directamente a la parte final de “Incantations”, la más hipnótica y hechizante (valga la redundancia) de todo el disco y aquella en la que el vibráfono tiene un papel más destacado marcando un ritmo continuo sobre el que bajo, guitarra y demás instrumentos preparan el canto final a cargo del coro.

“Tubular Bells (part 1)” – La gran sorpresa de los conciertos iba a ser la interpretación de “Tubular Bells” por lo de rompedora y original que tenía la nueva versión del clásico. El inicio era todo lo convencional y ajustado a la versión conocida por todos que podía esperarse pero enseguida escuchamos unos primeros arabescos de guitarra que nos ponen sobre aviso de que algo distinto estaba a punto de pasar. Y así era, la aparición de la batería y el bajo acompañándonos durante varios minutos con un ritmo casi funk con gotas de música disco anticipaban esta novedad. Los violines y la flauta se encargarían del segmento melódico que sigue a la introducción, lo que no es anecdótico si tenemos en cuenta que ninguno de esos instrumentos aparecía en el disco de 1973. La siguiente etapa tiene muchos más elementos rockeros que el original y la conjunción de guitarra y batería no tiene mucho que envidiar a los momentos más clásicos del rock progresivo, género al que esta adaptación al directo se acerca más si cabe que cualquiera de las revisiones anteriores o posteriores del disco. Desde aquí hasta los momentos finales, no hay muchas novedades pero llegando al final de esta parte encontramos los momentos más memorables del disco con unos arreglos absolutamente fastuosos y la banda tocando mejor que nunca. A falta de narrador que introduzca los distintos instrumentos, tenemos un guitarra absolutamente funky marcando un ritmo continuo como el que suele acompañar a la presentación de los músicos en un concierto pero sin una voz que haga las veces de maestro de ceremonias. A partir de ahí, tenemos un final apoteósico con los metales y las percusiones acompañando la aparición estelar de las campanas tubulares.

“Tubular Bells (part 2)” – La segunda parte de “Tubular Bells” es recortada de forma dramática de manera que comienza en la conocida parte del “hombre de las cavernas”. Sin embargo, igual que los minutos finales de la parte anterior revelaban la ausencia de narrador, aquí tampoco habría troglodita alguno. La sorpresa es que, para suplirlo, Oldfield recurre al bonito arreglo que Bedford hizo de ese fragmento concreto para la versión orquestal de “Tubular Bells” y que era uno de los momentos más destacados de aquella adaptación. Tras este fragmento, tenemos una larga pieza rock muy diferente de lo que sonaba en el disco del 73 pero que merece mucho la pena. Cerrando este breve fragmento en el que se condensa la cara B de “Tubular Bells” tenemos una encantadora versión de “The Sailor’s Hornpipe” con las tradicionales cucharas irlandesas como percusión y desenfrenados solos de violín en un acertado final. Podeis ver un fragmento del concierto de Londres, distinto del recogido en el doble CD.



“Guilty” – El último corte de “Exposed” es la versión en directo de “Guilty”, el single discotequero que apareció poco antes del inicio de la gira y que se revela perfecto para que los músicos puedan explayarse a sus anchas. Una vez más, Pierre Moerlen da una auténtica lección al vibráfono y el propio Oldfield se guarda un buen sólo de guitarra cerca del final, que llega enlazando la rítmica pieza con la melodía del final de la cara B de “Tubular Bells” a ritmo disco poniendo un simpático broche final al trabajo.

“Exposed” fue durante mucho tiempo el único disco en directo publicado por Oldfield. Muchos años después se publicó un segundo con el concierto del milenio en Berlín pero desde un punto de vista artístico, no hay comparación posible entre ambos. También existe un DVD con el mismo título de “Exposed” con la diferencia de que el contenido no procedía de distintos momentos de la gira del 79 sino que recogía un concierto concreto. Los incondicionales de Oldfield deberían tenerlo en sus estanterías al igual que el doble CD. Para ponerles las cosas más fáciles, dejamos los siguientes enlaces:




"Guilty" en directo en el Wembley Conference Center, 1979.