sábado, 31 de julio de 2021

Jean Michel Jarre - Amazonia (2021)



El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado es uno de los artistas más reconocidos en su profesión y no solo por el propio valor estético de su obra sino también por el profundo humanismo que destila cada una de sus imágenes. Embajador de Buena Voluntad de UNICEF, ha ganado algunos de los premios más prestigiosos, no solo de su campo sino también otros más generalistas como el Príncipe de Asturias de las Artes. Desde que abandonó la agencia Magnum, se dedicó a proyectos muy personales que suelen reflejarse en libros y exposiciones itinerantes. Sus temas son sociales y medioambientales y es en este último aspecto en el que se centra su última obra: “Amazonia”. Está compuesta por doscientas fotografías tomadas a lo largo de un periodo de siete años y son una protesta contra la deforestación y un alegato a favor del modo de vida indígena. Salgado conoce bien la amazonía en la que ha desaparecido durante meses en varias ocasiones para convivir con las tribus locales. Afirma que probablemente sea la única persona no nativa que ha estado en todos los poblados de la tribu Zo'é, por poner un ejemplo.


Las fotografías que componen “Amazonia” están expuestas desde el 20 de mayo de este 2021 hasta el 31 de octubre en la Philharmonie de París y más tarde lo estarán en otras ciudades como Roma o Londres. Se da la circunstancia de que una de las exposiciones recientes celebradas en la institución parisina se centró en la historia de la música electrónica. Tuvo lugar en 2019 y una de las personas que más aportó al evento fue Jean Michel Jarre, quien cedió parte de los sintetizadores y aparatos de su estudio privado para ilustrar la evolución de los instrumentos electrónicos y la moderna concepción de los estudios de grabación. Aquella fue la primera colaboración entre Jarre y la Philharmonie y también el inicio de una serie de proyectos entre ambos. En aquel momento se anunció la celebración de un concierto muy especial en el que Jarre tocaría acompañado de (o acompañando al) software “EON”. Una aplicación de música generativa que el propio Jarre había desarrollado junto con un equipo de programadores expertos en inteligencia artificial. La pandemia de COVID hizo que el evento, programado para octubre de 2020 se cancelase pero eso no fué óbice para que los responsables de la institución parisina decidieron encargar a Jarre un proyecto más: la composición de una banda sonora para la exposición de Salgado. Al músico le faltó tiempo para aceptar y enseguida se puso manos a la obra.

Salgado, su esposa y editora Lelia Wanick y Jean Michel Jarre durante la presentación de la exposición.


El enfoque de “Amazonia” en su vertiente musical estaba muy claro. Jarre había hecho ya inmersiones en músicas de determinadas zonas geográficas y las había integrado en su propia obra. Pensamos en composiciones como “Fishing Junks at Sunset” de sus “Concerts in China” o “Calypso” de “Waiting for Cousteau”. Sin embargo en este caso no quería hacer nada parecido. La música que acompañaría a la exposición de Salgado iba a ser completamente diferente. Jarre partiría de los fondos fonográficos del Museo de Etnografía de Ginebra en donde se recogen alrededor de cuarenta horas de sonidos grabados en la amazonía en las últimas décadas, algunos de los cuales fueron aportaciones de viejos colaboradores del propio Jarre como Xabier Bellenger o el técnico de sonido Denis Vanzetto. Hay sonidos naturales, animales, canciones de las tribus indígenas, etc. Jarre sencillamente los dispone a lo largo de los algo más de 50 minutos de duración de la obra y los acompaña de forma sutil con fondos sonoros y patrones rítmicos nada invasivos consiguiendo lo que pretende: sumergir al oyente en el ambiente de la selva amazónica sin distraerle más de lo necesario. La audición es, en realidad, una experiencia inmersiva que debe funcionar de maravilla en el contexto de la exposición y que no lo hace nada mal privada del entorno de las fotografías de Salgado, sobre todo en la versión en sonido binaural especialmente mezclada por Jarre para ser disfrutada con auriculares y que está disponible como descarga digital.




La versión en CD de “Amazonia” está dividida en nueve partes aunque, de hecho, se trata de un todo continuo en el que resulta complicado encontrar una separación real en términos musicales. La primera parte es una de las pocas en las que encontramos algún atisbo de melodía, concretamente en unos breves acordes que se repiten unas pocas veces al comenzar la reproducción. Una melodía breve de teclado que surge de entre los cantos indígenas y los sonidos acuosos del entorno que es una excepción en el desarrollo del trabajo. El resto de la aportación de Jarre es sutil. Profundas notas estáticas, retazos  sueltos aquí y allá, esbozos de percusiones que son abortados al poco de empezar, etc. Hay algún segmento que nos recuerda a los extraños pasajes dibujados por “EON”, la app de la que hablábamos algo más arriba, y que forman breves armazones rítmicos que ayudan a estructurar los diversos tramos musicales de la obra pero todo es efímero. Ninguna melodía llega a cuajar antes de disolverse y dar paso a la siguiente. A veces un ritmo se sostiene un poco más como ocurre en los primeros instantes de la mayoría de las partes del trabajo pero nunca dura demasiado. Solo el conocedor en profundidad de la obra de Jarre reconocerá algunos sonidos y patrones familiares pero lo hará en muy contadas ocasiones. Con todo, la escucha es una experiencia muy interesante y alejada de otras obras similares. El disco, a nuestro juicio, va mejorando con los minutos y la segunda mitad del mismo nos resulta mucho más atractiva que la primera. La parte 6 tiene un extraño aire “oxigenado” en el inicio y la 7 nos muestra la mejor integración entre ritmos electrónicos y cantos indígenas de todo el trabajo con unas cuerdas finales que son puro Jarre. Sin embargo, si nos tenemos que quedar con un fragmento concreto, optamos por el que cierra el disco. La parte 9 de “Amazonia” llega a emocionarnos con su percusión persistente, cuerdas repetitivas que recuerdan a “Ethnicolor II” del disco “Zoolook” y, especialmente, ese tramo final que llega tras los sonidos de la tormenta y en el que los samples vocales replican las cuerdas anteriores poniendo un broche extraordinario al trabajo.




“Amazonia” es un disco distinto. No por tratarse de música destinada a ser oída mientras se hace otra cosa (asistir a una exposición en este caso) porque ese es un terreno que Jarre ha pisado ya en muchas ocasiones. Baste recordar que la pieza larga de “Waiting for Cousteau”, antes de formar parte del disco, fue la música de ambiente que sonaba durante una exposición fotográfica sobre los grandes conciertos de Jarre. El propio “Music for Supermarkets” era en origen música destinada a sonar de fondo en una galería de arte y otros trabajos como “Geometry of Love” o el prácticamente desconocido “Interior Music” cumplían funciones similares aunque en otras circunstancias y espacios. La diferencia entre “Amazonia” y todos estos otros trabajos es notable ya que estos, en mayor o menor medida y con la única excepción de “Interior Music”, funcionan perfectamente por sí solos como obras musicales. En cambio, la música de Jarre para Salgado es diferente ya que cumple con una función inmersiva. No nos ayuda a integrarnos en un recinto expositivo: nos traslada al ambiente del Amazonas. Ahí es donde radica su mérito y también donde encontramos el mayor “pero” para el oyente habitual de Jean Michel Jarre que no va a encontrar aquí el tipo de música que le ha hecho célebre por más que toda la obra tenga su sello muy presente en todos los detalles. No hay temas pegadizos, himnos electrónicos ni pirotecnia sonora en “Amazonia” pero ahí radica su encanto y el desafío para el oyente. Os animamos a aceptar el reto y hacer este viaje a lo más profundo de la selva con los auriculares puestos.




martes, 20 de julio de 2021

Scott McGill / Michael Manring / Vic Stevens - Addition by Subtraction (2001)



Aprovechando que Michael Manring volvió a aparecer en el blog en la entrada anterior de la mano de Michael Hedges, vamos a acercarnos hoy a otra de sus múltiples colaboraciones en trabajos de otros artistas. En sus primeros años, el bajista se dedicó principalmente al jazz instrumental y a las vertientes de este que se desarrollaron bajo el paraguas comercial de la música “new age” pero conforme esa moda fue remitiendo, el músico norteamericano expandió su paleta sonora hacia otros estilos como el rock progresivo, el metal o la fusión. Ya hablamos hace mucho tiempo de alguno de esos trabajos como sus discos con la banda Attention Deficit y hoy lo vamos a hacer de otro de corte similar aunque, como ocurre en la mayoría de las colaboraciones de Manring, su papel no es el principal.


El protagonista del disco que traemos hoy es el guitarrista Scott McGill, otro habitual secundario en cuya experiencia encontramos participaciones como músico de apoyo en directo de gente como Jimmy Page o los Beach Boys o trabajos en estudio con decenas de estrellas del jazz y el rock. A finales de los noventa formó parte de un par de bandas que no terminaron de funcionar pero en las que contactó con artistas similares que acabarían dando forma a varios proyectos más. El trabajo que nos ocupa ahora es “Addition by Subtraction” firmado por el trío que forman McGill, Manring y el batería de Allan Holdsworth, Vic Stevens. Fue el disco de de debut del grupo que más adelante grabaría un par de trabajos más, no tan interesantes como este, a nuestro juicio. Además de ellos tres, en el disco participa también nada menos que Jordan Rudess, el teclista de Dream Theater, invitado estelar en un trabajo más que interesante.



“Zimparty” - Comienza la cosa con una serie de acordes sucios de guitarra que rompen en un riff agresivo subrayado por el bajo. Mientras tanto, la batería aparece primero improvisando una suerte de introducción y luego ayudando al desarrollo con un ritmo más convencional. Bajo y guitarra interpretan melodías al unísono en gran parte de la introducción hasta que Manring se suelta un poco y nos regala el primer solo a modo de calentamiento. Los ritmos empiezan a complicarse y es el turno de McGill que empieza a coger velocidad y a soltar los dedos y cerrar una magnífica presentación para el disco.


“We Are Not Amused” - El segundo corte sigue esa línea de rock fusión del primero y en él Manring y Stevens nos deleitan con una gran intervención inicial interrumpida por la guitarra de McGill en una onda más progresiva. Se incorpora entonces el teclado de Jordan Rudess acompañando primero con un sonido de piano ligeramente artificial y más tarde con un solo electrónico más en la línea de lo que suele hacer con Liquid Tension Experiment. El tramo final es un solo de batería sostenido en un ostinato de guitarra eléctrica que ofrece a Stevens la base perfecta para dar rienda suelta a sus ideas.




“KVB Liar” - La siguiente pieza cambia el tono y se disfraza de balada clásica en el comienzo. A partir de unos acordes básicos de guitarra entra la sección rítmica haciendo de las suyas durante unos compases antes de dar paso a un potente solo de guitarra de tintes "blueseros". El problema que suelen tener los discos en los que hay tantos instrumentistas superlativos es la tendencia al exhibicionismo y aquí hay algo de eso.


“The Execution of Veil” - Primero de los dos cortes del disco de una duración inferior al minuto. En este caso es una pieza de corte ambiental protagonizada casi en solitario por el bajo de Manring.


“The Voyage of St.Brennan – Abbot of Clonfert” - Regresa aquí el trío a la fusión con mayor protagonismo de la guitarra acústica, casi inédita hasta este momento. Una pieza veloz con un desarrollo muy interesante que bien podría haber funcionado como single si este tipo de discos requiriesen alguno. 


“Silé” - Lo más parecido a lo que Manring hacía en Windham Hill sería este relajado corte de aire jazzístico. Los tres músicos están aquí muy comedidos y nos regalan una composición verdaderamente bonita que demuestra que no todo es músculo y que cuando se ponen, saben sacar su lado sensible.




“Addition By Subtraction” - Es un tópico pero que aquí es absolutamente cierto: el corte anterior era la calma que precedía a la tempestad, al menos en el comienzo. El tema comienza con una guitarra agresiva, cercana al metal progresivo que luego se combina con tramos más jazzísticos, especialmente cuando Manring toma el mando. Pese a todo se impone el lado rockero en uno de los mejores cortes del disco.


“Vicodin Shuffle” - Nuevo cambio de tono en el disco que se lanza ahora hacia territorios algo más oscuros en los primeros minutos de la pieza. Como referencia nos recuerda a los trabajos iniciales de Terje Rypdal en ECM. Un jazz ambiental, complejo y sin concesiones, perfectamente estructurado y ejecutado por tres superdotados. El único “pero”: que terminen la pieza con un facilón fundido.


“Euzkadi” - Es ya tan tópico que preferiríamos no mencionarlo pero no nos queda otro remedio. La imagen de España por ahí fuera es la que es y gracias a eso podemos escuchar una pieza de corte aflamencado bajo el poco apropiado título de “Euzkadi”. Un dueto de guitarra y bajo acústicos no especialmente inspirado aunque brillantemente ejecutado.


“Conflict Resolution” - Se agradece que el trío regrese a la fusión que es un terreno más adecuado a su talento. Si no es la mejor pieza del trabajo, sí es una de las que podría pelear por serlo contra cualquier otra. Volvemos a escuchar a Rudess y con él, el ahora cuarteto despliega todas sus virtudes en una composición en la que escuchamos de todo con un aire latino que planea por ahí durante todo el tema. Brillante.




“Purging Mendel's Beasts” - Comenzamos con una introducción claramente atmosférica. Guitarras etéreas con notas interminables y efectos a lo Robert Fripp y apuntes del bajo en una línea similar pero eso es solo el comienzo. De forma casi inadvertida aparece la batería y la pieza comienza a ganar altura y velocidad por momentos, sin llegar a un clímax que parecía asomar a cada nuevo compás. Diálogos guitarra-bajo en un tono muy experimental se van sucediendo con un Manring tremendo que lidera todo el tramo final. 


“In-A-Gadda DaVinci” - Sigue el disco con una pieza similar en su esquema a la que abría el trabajo: bajo y guitarra al unísono para luego separarse en sus respectivos solos apoyados puntualmente en su antagonista. La diferencia la marca la aportación de Rudess al teclado con sus característicos e hiper-veloces solos en el tramo central del tema. Virtusismo extremo al servicio de un muy buen tema que no se resiente demasiado por los excesos interpretativos del cuarteto.


“Four Fields” - Casi terminando el disco llega esta preciosidad en la que Manring despliega una lenta melodía al bajo sobre unos acordes de guitarra repetitivos. Todo es delicado, incluso la batería que acompaña a la perfección durante todo el corte.


“Post Hocto-Proct” - La conclusión es una auténtica locura en la que los tres músicos se desmelenan durante la friolera de 32 segundos. Con Manring puntuando al bajo, guitarra y batería se lanzan en una carrera ten frenética como breve que pone un extraño punto y final al trabajo.



Tenemos un problema con este tipo de discos en los que se mezclan diferentes estilos por parte de grandes instrumentistas y es que en buena parte de los casos adolecen de cierta falta de concreción. Echamos en falta una idea general que conduzca toda esa música que estos artistas son capaces de generar. Ocurre algo parecido a lo que decía años atrás un conocido eslogan de una marca de neumáticos: “la potencia sin control no sirve de nada”. No queremos decir que sean malos trabajos pero sí que lo tienen más difícil para generar ese poso en el oyente que le haga regresar al disco una y otra vez. Falta ese punto de enganche que haga “clic” en la persona que lo escucha y quizá por eso estas propuestas nunca llegan a ser populares, salvo en cierto grupo de aficionados más fanáticos, o bien del género en sí mismo o bien de alguno de los artistas que participan en la grabación (nosotros mismos hemos llegado hasta aquí gracias a Michael Manring). Con todo, “Addition by Subtraction” es un disco muy disfrutable si espaciamos lo suficiente las sucesivas escuchas. Aunque la calidad del vídeo no es la mejor, merece la pena echarle un vistazo al trío en directo:




sábado, 10 de julio de 2021

Michael Hedges - Breakfast in the Field (1981)



El “fichaje” de Michael Hedges por Windham Hill ayudó a consolidar el sello como la referencia que luego fue en el campo de las nuevas músicas o, como se solía decir entonces, la música “new age”. Es cierto que su fundador, William Ackerman, ya había publicado varios discos notables y que la gran estrella del sello, George Winston, ya había debutado con el excelente “Autumn” pero la calidad de Hedges y su extraordinaria capacidad como intérprete dieron un salto da calidad a la propuesta de la discográfica. No era fácil puesto que en Windham Hill había ya extraordinarios guitarristas como el propio Ackerman o Alex de Grassi pero Hedges estaba en otro nivel.


Como ya hemos comentado en otras ocasiones, Windham Hill funcionaba casi como una familia y era habitual que sus artistas colaborasen en los discos de sus compañeros. Así ocurrió en el caso del debut de Michael Hedges que se vería arropado por el piano de George Winston en uno de los cortes del disco. A efectos históricos tampoco podemos dejar de mencionar que “Breakfast in the Field”, a la postre el disco del que hablamos hoy, fue también la primera grabación en la que participó el extraordinario bajista Michael Manring, íntimo amigo de Hedges, quien desarrollaría a partir de ahí una maravillosa carrera en el sello y fuera de él. La grabación es cruda, sin retoques de estudio y hecha en una grabadora de dos pistas lo cual, lejos de suponer una merma de calidad es justo lo contrario y nos permite apreciar de la mejor de las maneras la extraordinaria categoría de Hedges como guitarrista. En el momento de la grabación, Hedges acababa de ser padre lo que aparece reflejado en varios de los títulos de las piezas del disco. Su esposa, la arpista y flautista Mindy Ronsenfeld aún no participaría en el disco aunque sí lo haría en los posteriores.


Michael Hedges


“Layover” - Desde el comienzo del tema nos damos cuenta de que estamos ante un guitarrista diferente que le sabe sacar a su instrumento unos sonidos muy distintos del resto. Su particular repertorio técnico es abrumador y combina todo tipo de recursos, desde el “tapping” hasta la percusión sobre la caja en determinados momentos. Este primer corte es una exhibición de recursos que nos pone sobre aviso de lo que vendrá después.


“The Happy Couple” - Mucho más tranquilo que el corte anterior, el el siguiente tema Hedges opta por aires folclóricos de los que surge una melodía sencilla que, sin embargo, se va imbricando con la base rítmica alcanzando momentos bellísimos.


“Eleven Small Roaches” - Mucho más directa es la siguiente pieza que nos recibe directamente con el tema central que se repite un par de veces antes de entrar en un segmento más ambiental, lleno de arpegios tras el que el guitarrista recapitula y vuelve al motivo principal. Impecable.




“The Funky Avocado” - El título no engaña, al menos la parte del “funky” y es que Hedges se marca un magnífico dúo con el bajo de Michael Manring que combina “jazz”, “funk” y hasta amagos de “charleston”. Una excelente pieza en la que la complicidad entre los músicos es notable. Eso sí, desconocemos cual fue la participación del aguacate aquí.


“Baby Toes” - Segunda colaboración con Manring, esta vez en un tono más reposado y con mayor participación del bajista que aquí muestra con más claridad el potencial de su forma de tocar que en el tema anterior había quedado menos expuesta.


“Breakfast in the Field” - El corte que da título al disco es, de nuevo, una balada intimista en la que el silencio ocupa tanto espacio como las notas. Hedges extrae sonidos a la guitarra que parecen proceder de un arpa en determinados momentos. Excelente.


“Two Days Old” - Recobramos a Manring para esta composición que es una de nuestras preferidas del disco, además de la más larga. Hedges ocupa todo el primer plano y el bajista se limita a resaltar algunos fragmentos con intervenciones puntuales y a mantener breves diálogos en otras ocasiones. No exageramos si afirmamos que el sonido de un sello como Windham Hill empezó a tomar forma en piezas como esta.




“Peg Leg Speed King” - Tras un comienzo tranquilo que parece un calentamiento, Hedges se lanza cuesta abajo y sin frenos desarrollando una melodía con una innegable base folk en la que todas sus habilidades quedan al descubierto. Es clara la influencia de artistas como Leo Kottke, guitarrista (y ocasional cantante) admirado por Hedges desde que empezó a tocar.


“The Unexpected Visitor” - Transcurre el disco con tranquilidad al llegar aquí donde nos encontramos con otro precioso tema “folkie” que mezcla los tiempos lentos con otros más animados.


“Silent Anticipations” - El comienzo de la pieza nos recuerda a la inicial “Layover” especialmente en la parte que ambas tienen de exploración sonora. Más adelante empieza el contraste con el uso más agresivo de la guitarra por parte de Hedges, incluyendo alguna parte de percusión. Otra gran pieza con más tensión que el resto del trabajo, lo que siempre está bien.


“Lenono” - Cierra el disco la pieza en la que aparece George Winston al piano. Lo hace en la segunda mitad de la misma en lo que parece ser una escenificación simbólica de la bienvenida del Windham Hill al guitarrista. Destacamos la breve aparición de Michael Manring al final esbozando al bajo la melodía del “Imagine” de John Lennon.





Es difícil saber hasta dónde habría llegado Michael Hedges de no haber fallecido en un accidente de tráfico con apenas 43 años de edad y un puñado de discos publicados. Es evidente que se trataba de un guitarrista con un don pero también que cuando falleció en 1997 la música “new age” (nos guste o no, esa era la categoría en la que acababan sus discos en las tiendas) no gozaba ya de la popularidad que tuvo apenas unos meses antes, especialmente en las variantes más acústicas de las que se nutría el sello Windham Hill. Su último disco, “Oracle” recibió el Grammy como mejor disco “new age” del año por delante de figuras como Vangelis, Paul Winter o Mike Oldfield, aunque fuera ya a título póstumo. Cabe suponer en todo caso que su carrera habría continuado por una senda muy similar a los años anteriores. Sea como fuere, su estreno con este “Breakfast in the Field” que hemos comentado hoy merece mucho la pena, en especial para los amantes de la guitarra acústica. Nos despedimos con un vídeo en el que podemos ver cómo se las gastaba en directo el bueno de Michael: