lunes, 29 de enero de 2018

Metheny / Mehldau - Quartet (2007)



Pocos son los aficionados a alguna actividad que no han soñado en algún momento con ver reunidas a varias de sus figuras más destacadas para construir algo juntas. Son contados los momentos en los que eso llega a suceder y podemos ver en la misma película a Robert de Niro y Al Pacino o jugar un partido de baloncesto a “Magic” Johnson junto con Michael Jordan. En la música, que es un mundo más colaborativo a priori, se dan de cuando en cuando estas conjunciones entre estrellas por lo que dentro de este contexto un disco como el que hoy comentamos no tiene mucho de extraordinario. Sí lo es el hecho de que el resultado sea tan bueno.

En el “jazz” contemporáneo hay dos figuras que han destacado sobre las demás y son dos artistas con muchas cosas en común. Ambos han grabado en solitario, ambos tienen o han tenido su propia formación más o menos estable y ambos han mostrado un importante grado de apertura hacia otras músicas así como una gran predisposición a colaborar con artistas muy diferentes entre sí. Así, mientras uno de ellos no tiene ningún complejo en interpretar piezas de Pink Floyd, Radiohead, Jeff Buckley o Philip Glass, el otro ha grabado junto a artistas como David Bowie, Steve Reich o Enrique Morente. Lejos de ser un dato menor, esta apertura explica muy bien por qué la colaboración entre ambos es tan satisfactoria.

No vamos a descubrir ahora a Pat Metheny y a Brad Mehldau porque, entre otras cosas, ambos han aparecido ya en varias ocasiones en el blog. Se trata hoy de hablar de su primera colaboración que tuvo lugar en diciembre de 1995 cuando Metheny y los integrantes del Brad Mehldau Trio se juntaron para grabar un par de sesiones en Nueva York a sugerencia de los directivos de Nonesuch para quienes juntar a sus dos mayores estrellas en el mundo del “jazz” en una grabación suponía una promesa de ventas y atención mediática.

Las dos jornadas de grabación dieron como resultado un gran número de piezas. Algunas eran dúos entre Metheny y Mehldau y otras cuartetos con la participación de Larry Grenadier al bajo y Jeff Ballard a la batería. Desde el punto de vista de la composición iba a ser el guitarrista el que más temas aportaría a las grabaciones que, como no podía ser de otra forma, aparecerían publicadas en disco poco después aunque no de la forma más lógica, al menos a primera vista. En 2006, Nonesuch iba a editar un trabajo titulado “Metheny / Mehldau” que se presentaba como una colección de dúos procedentes de las sesiones citadas aunque, a la hora de la verdad, se incluyeron un par de piezas interpretadas por los cuatro músicos. Pocos meses más tarde saldría un nuevo disco con el resto del material que es el que hoy comentamos. Pese a que el título parecía indicar lo contrario, hasta cuatro de los cortes del trabajo eran dúos y sólo los siete restantes encajaban con la aparente descripción del mismo que ofrecía el título: “Metheny / Mehldau: Quartet”. ¿Habría sido más natural ordenar el material de otra forma y separar en discos distintos las piezas interpretadas mano a mano por las dos figuras y el resto? Quizá. El hecho es que ambos trabajos son como son y hoy nos centraremos en el segundo de ellos.

Brad Mehldau y Pat Metheny


“A Night Away” - El primer corte del disco es el único firmado por los dos artistas y es una verdadera joya. Los primeros instantes tienen todo el sabor de la música de Metheny con la especial propulsión que le aporta la sección rítmica de la banda de Mehldau en la que destaca muy especialmente la batería de Ballard. En la segunda parte de la pieza es el pianista el que toma las riendas y lo hace de forma soberbia hasta llegar a un final compartido por ambos que mantiene el gran nivel del tema.




“The Sound of Water” - La segunda pieza, firmada por Metheny, es un precioso dúo entre su guitarra de 42 cuerdas y el piano de Mehldau. Una composición intimista que entronca con alguno de los trabajos en solitario del guitarrista aparecidos en los últimos años con un enfoque principalmente acústico.

“Fear and Trembling” - Escuchamos ya el primero de los temas de Mehldau. No se trata de una pieza nueva ya que había aparecido en “House on Hill”, disco de una formación anterior del Brad Mehdau Trio con Jorge Rossy a la batería. Metheny enarbola la guitarra eléctrica para darle un filo muy especial a la composición que exprime muy bien las cualidades de Grenadier y Ballard.

“Don't Wait” - Continuando con las cortesías mutuas, es Mehldau el que se encarga de abrir una nueva pieza de Metheny en la que este vuelve a la guitarra acústica. Continúa en la linea reposada del dúo anterior mientras profundiza en una de esas melodías tan redondas que caracterizaron los años de Metheny posteriores a su salida del sello ECM. Tras un comienzo tranquilo asistimos a fases más intensas en las que el ritmo sube ligeramente aunque no por demasiado tiempo. Todo para llegar a un final delicioso que podría haber formado parte de los mejores trabajos de un sello como Windham Hill en los años ochenta.




“Towards the Light” - El siguiente tema entra de lleno en los territorios habituales del Pat Metheny Group, algo a lo que ayuda mucho el uso de la guitarra-sintetizador de Pat que aporta una sonoridad muy particular que es parte de la identidad de su banda. La pieza es un tiempo medio con cierto toque latino, terreno en el que el guitarrista se encuentra como pez en el agua y en el que el trío de Mehldau demuestra una gran competencia.

“Long Before” - Volvemos al formato de dúo con un “blues” lento que sirve como excusa para que ambos intérpretes inicien un distendido diálogo al que quizá le falte un punto de vitalidad para mantener el altísimo nivel general del disco.

“En la Tierra que no Olvida” - De nuevo tenemos influencias latinas en un complicado tema con ritmo de 5/4 en el que Jeff Ballard nos ofrece una verdadera exhibición de facultades frente a la cual la actuación de sus compañeros parece terrenal. Una de las mejores piezas de todo el disco, especialmente de las interpretadas por el cuarteto en pleno.

“Santa Cruz Slacker” - En el tramo final del trabajo encontramos dos temas consecutivos escritos por Brad Mehldau, pese a lo cual, el primero de ellos enlaza a la perfección con el anterior, escrito por Metheny. También es aquí el descomunal trabajo de Ballard lo más destacable (el del dúo Ballard / Grenadier, en realidad) hasta el punto de eclipsar por momentos al de las estrellas principales de la grabación.

“Secret Beach” - La última pieza del disco escrita por Mehldau es una lenta balada con un punto cinematográfico, en especial en la primera parte con la guitarra como protagonista. Es una de las piezas más convencionales del disco y también de las más versátiles como prueba el hecho de que Mehldau la incorporó después a su repertorio en directo e incluso la grabó con su trío.

“Silent Movie” - La última pieza para cuarteto del disco opta por un tono bajo y sin florituras. Un tema muy clásico, ideal para que todos los intérpretes tiren de oficio y saber hacer aunque nos deja con la sensación de que podría haber dado más de sí.

“Martha's Theme” - En 1996, Metheny compuso la banda sonora de la película italiana “Passagio per il Paradiso” de la que escuchamos aquí uno de sus temas centrales. Es una pieza muy breve que en esta versión de piano y guitarra suena encantadora, sin desmerecer la original, más electrónica.

Juntar a Brad Mehldau y Pat Metheny era un sueño para muchos aficionados al jazz pero una cosa es crear una gran expectativa y otra muy diferente satisfacerla. Pues bien, tanto con el primer disco titulado “Metheny / Mehldau” como con este segundo, creemos que el reto está superado con creces y que los seguidores de ambos artistas no encontrarán motivo alguno de queja al respecto. No sabemos si en algún momento volverán a coincidir en un estudio por lo que debemos disfrutar de ambos trabajos como testimonios de un encuentro único.

Como despedida, os dejamos con una versión en directo de "The Sound of Water" en el Festival de Jazz de San Sebastian de 2007.


 

lunes, 22 de enero de 2018

Komputer - Market Led (2002)



Cuenta la leyenda que, en sus inicios, Ian Anderson y sus compañeros cambiaban de nombre tras cada actuación en los locales de su zona para que los propietarios no les reconocieran y así poder tocar de nuevo. Según esa historia, se quedaron con el nombre de Jethro Tull porque fue el primero con el que les volvieron a llamar para repetir actuación. No es este el único caso, ni mucho menos, de banda de nombre cambiante, cosa que es muy normal, especialmente en los inicios. Algo más raro es lo que sucedió con la formación que os traemos hoy al blog. David Baker y Simon Leonard fueron uno de tantos dúos de tecno-pop que surgieron en Inglaterra a caballo entre los años setenta y los ochenta. Tras entregar unas “demos” a Daniel Miller firmaron por el sello Mute lo que venía a ser por aquel entonces como llegar al olimpo del género ya que ahí era donde publicaban bandas como Depeche Mode o Yazoo.

Por aquel entonces se hacían llamar I Start Counting y llegaron a grabar varios singles y elepés que, pese a tener una factura muy similar a los de los mencionados Depeche Mode, nunca llegaron a los niveles de éxito de aquellos. A finales de los ochenta, y viendo que después de tres discos publicados el proyecto no terminaba de levantar el vuelo decidieron afrontar un cambio de estilo que vino acompañado del cambio de nombre. Fortran 5 fue el escogido y bajo esa denominación llegaron a grabar otros tres trabajos que pasaron tan desapercibidos como los anteriores.

No podemos afirmar que llegasen a triunfar de forma masiva tras su tercer bautizo pero lo cierto es que el regreso del dúo en 1997 fue el que nos hizo conocer su música y lo hizo de la forma más insospechada. Pese a su estatus de banda de culto, la obra de Kraftwerk no se encontraba en aquellos años en un momento especialmente alto de popularidad. Quedaba muy atrás su último disco de estudio y faltaría aún un poco para la reivindicación masiva que les iba a devolver a la actualidad tiempo después. Lo que hicieron Baker y Leonard fue grabar un disco que puede ser visto como un homenaje, una copia, un plagio e incluso una parodia al cuarteto de Düsseldorf. El nombre adoptado también remitía en cierto modo a la banda alemana, especialmente por el cambio en la inicial de la palabra: Komputer (con “k”). Practicamente cada una de las canciones del disco podría considerarse un tributo a otra de Kraftwerk lo que proponía al oyente un curioso juego de adivinanzas.

Sin embargo no vamos a hablar hoy de ese trabajo sino del siguiente que apareció en 2002 con el título de “Market Led”. Muchos esperaban (esperábamos) una especie de segunda parte de “The World of Tomorrow” (el disco anterior) pero lo cierto es que el nuevo no tenía nada que ver con aquel sino que iba un paso más adelante. La música de Kraftwerk influyó a un montón de bandas en los años noventa y en alguna ocasión hemos hablado aquí de Orbital como de sus principales herederos, siquiera en espíritu, pero hubo más como Autechre, Matmos o Aphex Twin. Por ese lado sí que encontramos una cierta continuidad en este “Market Led” que puede ser visto como un homenaje a los sucesores de Kraftwerk.

Komputer en directo.


“Gaps” - El disco comienza con un ritmo sincopado cuajado de “glitches” y efectos sonoros de todo tipo y durante unos instantes asistimos a una continua adición de nuevos elementos a la mezcla. Apenas hay elementos melódicos salvo un esbozo de linea de bajo que se repite constantemente. Un tema muy experimental que nos pone sobre aviso ya de lo que nos espera en el resto del disco.

“Stringer” - El segundo corte tiene como principal diferencia la presencia de un ritmo continuo de fondo sobre el que se construye una pieza que nos recuerda mucho a los primeros trabajos de Orbital, tanto en cuanto a su construcción como en el campo de los sonidos utilizados. En todo caso no es un tema demasiado elaborado y tampoco tiene una gran evolución al margen de ligeras variaciones en el motivo central y del empleo de nuevos efectos. El último tercio de la pieza elimina todo rasgo de melodía y se centra en una serie de juegos rítmicos muy esquemáticos para volver, ya cerca del final, a los timbres y melodías del comienzo.

“Mum” - Con algo más de trabajo alrededor, todo lo que suena en esta pieza podría haber conformado un tema mucho más interesante. Tiene timbres muy atractivos y los combina muy bien con células rítmicas sencillas pero enlazadas de un modo muy acertado. Unos fondos electrónicos o alguna secuencia rítmica le habrían venido muy bien a una composición con mucho potencial no del todo aprovechado.

“Kompaktor” - El primer minuto de la pieza es puro Kraftwerk hasta el punto de que lo que suena parecen “samples” y ritmos sacados de “Boing Boom Tchak”, el tema que abría el disco “Electric Cafe” de los de Düsseldorf. El problema es que, más allá de eso, “Kompaktor” no nos ofrece demasiado.

“Diary” - Regresamos a los sonidos clásicos de Orbital y a sus característicos ritmos sincopados. El tema, como ocurre con varios de sus predecesores en el trabajo, se construye a partir de una continua incorporación de elementos sobre una mezcla que se repite una y otra vez. Desde el punto de vista de la producción nos resulta un trabajo notable pero echamos en falta algo más de contenido.

“Keep Rocking” - Mucho más dinámico es el siguiente corte hecho a base de samples de todo tipo combinados formando ritmos tremendamente adictivos. Un trabajo con raíces en discos pioneros como “Zoolook” de Jean Michel Jarre y que probablemente haya influido a artistas como Cristo Tapia de Veer para su banda sonora de la serie “Utopia” que ya comentamos aquí en su momento. Probablemente sea nuestro tema favorito de todo el disco.

“Joanna” - Salvando las distancias, que son inmensas, este corte comienza con una sucesión de sonidos en una cadencia muy pegadiza que nos recuerdan a “Ethnicolor II” del citado “Zoolook” de Jarre pero enseguida sufre un giro muy acusado con la aparición de una secuencia electrónica que emula a la del clásico de Kraftwerk, “Autobahn”. Todos los sonidos empleados nos remiten de una u otra forma a ese disco aunque no se trata de un calco tan claro como los que los miembros de Komputer hicieron en su primer trabajo.

“Chirpy” - Una serie de trinos electrónicos nos reciben en el inicio del corte que cierra el disco. Tras ellos, un ritmo vertiginoso al que se añaden efectos electrónicos para conformar una pegadiza pista bailable de gran sencillez pero tremendamente contagiosa. Cerca del ecuador de la misma vuelven las referencias a Orbital o Aphex Twin que elevan el tono del tema para terminar el disco en lo más alto.

Tenemos que confesar que no somos precisamente experto en las corrientes electrónicas de música de baile de los años noventa más allá de conocer algunos de los discos mejor considerados por los especialistas y parte de la discografía de varios de los artistas más relevantes. Por ello, quizá encontremos aquí más similitudes con una banda como Orbital, a la que conocemos bien, y se nos escapen otras influencias, quizá más evidentes para aquellos más metidos en el género. “Market Led” no es un mal disco pero creemos que está muy lejos de aquellos trabajos en los que se inspira. Mientras que “The World of Tomorrow” era un disco que podríamos recomendar a cualquier seguidor de Kraftwerk, se nos haría complicado hacer lo propio con este a un aficionado a la IDM (Intelligent Dance Music) porque no creemos que aporte demasiado al género. Lo más destacado, en nuestra opinión, es la parte final del trabajo, especialmente los tres últimos cortes que rayan a un nivel muy superior al resto.

Hoy en día son muy abundantes las bandas-homenaje a grandes artistas y grupos del pasado aunque la gran mayoría de ellas se limitan a realizar versiones de aquellos y no tanto a componer imitando sus estilos. Komputer, a falta de desarrollar una personalidad propia, sí que han sabido detectar los elementos más característicos de alguno de los artistas más representativos de la música electrónica y se las han arreglado para darles forma consiguiendo crear homenajes más que dignos en muchos casos. Dentro de esa idea, “Market Led”, pese a ser un trabajo irregular y muy inferior a su precedente “The World of Tomorrow”, no deja de tener interés, razón por la cual hemos decidido traerlo al blog. Esperamos que lo disfrutéis.

 


 Os dejamos con un video en el que se recoge una "peculiar" actuación del dúo:

 

domingo, 14 de enero de 2018

Radiohead - A Moon Shaped Pool (2016)



La tarea de “cerrar” un disco por parte de un artista no siempre es sencilla. Pensemos en el modelo habitual en el que un músico o grupo se plantean publicar nuevo material. Lo normal es que exista un trabajo previo consistente en un puñado de composiciones de entre las cuales se escogen las más interesantes, se seleccionan los arreglos más adecuados y, eventualmente se graban. Parte del material terminará descartándose y el resto pasará a formar parte de un flamante nuevo disco.

No parece muy complicado en principio pero hay varias trampas en el camino. En muchos casos, los artistas tienen entre manos grandes canciones que no terminan de funcionar por más vueltas que les den y terminan en un cajón a la espera de un momento mejor. Algo así pasó con varios de los temas del disco que hoy comentaremos. Fueron escritos tiempo atrás (en algún caso, mucho tiempo) y no terminaron de convencer a sus autores no en una sino en varias ocasiones hasta el punto de que fueron incorporados a las sesiones de grabación de hasta tres discos diferentes separados por varios años no consiguiendo en ninguno de los casos dar con la tecla. Y es raro. Es raro porque los miembros de Radiohead no se caracterizan precisamente por ser estrechos de miras y en su ya larga trayectoria han tocado suficientes palos como para que, siquiera por casualidad, alguna de esas canciones terminase por funcionar.

En 2016 iba a aparecer por fin un nuevo disco de la banda de Thom Yorke que, a la postre, iba a ser uno de los más complicados por muchas circunstancias. Por un lado, costó bastante poner en marcha los engranajes del grupo tras un tiempo en el que varios de sus componentes habían estado centrados en proyectos propios y los que no, participaron de alguna forma en los de sus compañeros como es el caso de Colin Greenwood que trabajó en el segundo disco de Yorke en solitario. Philip Selway también iba a lanzar un trabajo propio y Thom Yorke lanzó el ya citado disco propio además de poner en marcha la superbanda Atoms for Peace que, a la postre, estaba formada por músicos que ya habían acompañado al cantante en la gira de su primer trabajo. Pese a todo, quizá el más activo de todos fue Jonny Greenwood, muy implicado en su faceta como autor de bandas sonoras y como compositor de corte clásico.

A la dificultad de volver a retomar las inercias de la banda se sumaron varias circunstancias más que influyeron en el calendario de creación y grabación del disco que hoy comentamos. En ese periodo el productor Nigel Godrich sufrió la muerte de su padre, Thom Yorke se divorció y todo el trabajo en el disco tuvo que interrumpirse cuando la banda recibió el encargo de crear la canción central de la banda sonora de “Spectre”, a día de hoy, aún la última entrega de la saga de James Bond. La repercusión de todos los films del agente secreto es tal que el tema principal de cada entrega termina por ser uno de los éxitos del año en todas las listas. Un repaso a los artistas que han contribuido con sus canciones a la saga nos descubre nombres como los de Shirley Bassey, Tom Jones, Nancy Sinatra, Paul McCartney, Duran Duran, A-Ha, U2, Tina Turner, Madonna, Sheryll Crow, Garbage, Alicia Keys o Adele así que la posibilidad de formar parte de la franquicia no era una cuestión menor. Los miembros de Radiohead se pusieron manos a la obra para grabar “Spectre” aunque al final el tema fue descartado lo que provocó los lamentos de Godrich por la interupción que supuso en la creación del disco y toda la energía que se invirtió en la canción para nada.

Superada la interrupción se retomaron las sesiones de grabación y unos meses más tarde cristalizaron en un disco. El nuevo trabajo de Radiohead iba a llevar el título de “A Moon Shaped Pool” y en él se iba a producir un cambio de estilo notable en cuanto a los arreglos del que creemos que era responsable, en gran medida, Jonny Greenwood y sus recientes escarceos con la música orquestal. El disco iba a contar con la presencia de la London Contemporary Orchestra and Choir, quienes ya habían grabado la banda sonora de “The Master” compuesta por el propio Greenwood. En discos anteriores como “Amnesiac” o  “In Rainbows” ya habíamos escuchado secciones de cuerda y coros pero nunca con tanta presencia como aquí.

Los miembros de Radiohead. No son sus fotos del DNI (esperamos).


“Burn the Witch” - La canción que abría el disco y que sirvió como adelanto promocional del mismo no era precisamente nueva. Fue compuesta alrededor de 1999 y se grabó en las sesiones de hasta tres discos diferentes de la banda siendo siempre descartada hasta esta ocasión. El comienzo es enérgico con una combinación de violines, percusión y bajo que da como resultado un sonido realmente extraño. Hasta Yorke canta de un modo más contenido que de costumbre. Superada la introducción las cuerdas empiezan a sonar más limpias y empiezan a ganar presencia otros instrumentos como el bajo. Una canción sorprendente pero que gana mucho con las sucesivas escuchas.




“Daydreaming” - La electrónica en clave ambient abre el siguiente corte en un comienzo en el que paulatinamente reclama atención el piano con una serie de acordes minimalistas. El sonido es difuso y nos recuerda al del Harold Budd que colaboró con Brian Eno o a artistas más recientes como Nils Frahm. La producción es exquisita y el uso de efectos electrónicos y “sampleados” vocales, muy sutil. Una pequeña joya.




“Decks Dark” - Sin salir de las atmósferas electrónicas, un sencillo ritmo programado marca la diferencia con el corte anterior. El piano pasa a un plano más importante con unos sencillos arpegios que nos llevan al tema central, ya con la batería y las guitarras incorporadas a la mezcla. El coro femenino comienza a sonar sumergiéndonos en un ambiente realmente onírico durante unos instantes. Es uno de los temas más “convencionales” del disco si es que el término es aplicable a una banda como Radiohead.

“Desert Island Disk” - Cambio de rumbo con la aparición de las guitarras acústicas en un comienzo que no tiene mucho que ver con lo que habíamos escuchado hasta ahora. Poco a poco van apareciendo arreglos electrónicos, sin embargo, que pronto nos llevan a un terreno más cercano al que ya conocíamos.

“Ful Stop” - Uno de los cortes ya estrenados que sonó en el tour de “The King of Limbs”. Se trata de una canción con clara influencia “krautrock” como se ve desde el comienzo con un ritmo electrónico constante ocupando todo el tema. La linea de bajo es también repetitiva y es en las texturas electrónicas donde se dibujan los brochazos melódicos. Yorke canta de forma escueta lo que parecen frases sueltas antes de repetir obsesivamente un único verso: “Truth Will Mess You Up”. De las canciones más interesantes del trabajo en nuestra opinión.

“Glass Eyes” - Con unas notas distorsionadas de piano se abre la siguiente balada. Yorke se ve arropado por las cuerdas en un sofisticado arreglo instrumental que quizá habría sido merecedor de un desarrollo algo mayor pero si hay algo en este disco que lo diferencia de otros de la banda es la concreción de los temas y la huida de cualquier elemento superfluo.

“Identikit” - Otra de las canciones estrenadas en la gira del disco anterior. Lo más interesante en esta ocasión son los juegos vocales que se sostienen en medio de un entramado rítmico con ocasional presencia de sintetizadores analógicos deliberadamente sucios, al estilo de los Depeche Mode de la última época.

“The Numbers” - Apreciamos un cierto aire “retro” en la siguiente canción, con un regusto a los Pink Floyd de los años sesenta o, quizá más precisamente, a bandas modernas que recrean aquellos sonidos como AIR, especialmente en cuanto empieza a sonar el bajo combinado con la guitarra acústica y el piano. Los coros femeninos y las cuerdas, tan cinematográficas, inciden en ese parecido con el dúo francés. Con todo, es esta otra de las canciones que nos han llamado más la atención.

“Present Tense” - Es dificil hacer un tema con ritmo de “bossanova” (algo acelerado, eso sí) y que siga sonando por los cuatro costados a Radiohead pero, superada la perplejidad inicial, la banda lo consigue con la mayor naturalidad. Los coros y los arreglos de órgano no terminan de convencernos y parecen más acordes con una película veraniega de los años sesenta que con un disco de Radiohead pero tenemos la sensación de que esta canción ganará con el tiempo.

“Tinker Taylor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief” - Otra clásica balada de la banda con un Thom Yorke en su registro habitual respaldado, o eso nos parece, por el uso de “auto-tune” en algún momento. El acompañamiento es sencillo el principio (Fender Rhodes y platillos) y va enriqueciendose conforme avanza la canción con mención especial, una vez más, para el bajo y las cuerdas que se apropian de la sección final en una coda realmente brillante.

“True Love Waits” - Cierra el disco una canción que, pese a no haber formado parte de ningún disco de estudio, era una de las favoritas de los fans ya que procedía de la época de “The Bends” y había sido interpretada en directo en muchas ocasiones. Formó parte en 2001 del EP “I Might Be Wrong: Live Recordings”. Se trata de una balada que aquí se presenta con arreglos de piano, de nuevo muy cercanos al “ambient” y que funciona realmente bien.

De todos los giros estilísticos que han experimentado desde sus inicios, el de “A Moon Shaped Pool” quizá sea el más conservador o, dicho de otro modo, el menos traumático desde un punto de vista formal. También puede ser visto como un buen resumen de todo su trabajo anterior ya que encontramos en él trazas de todos sus discos anteriores o, al menos desde “OK Computer” en adelante. En nuestra opinión, los arreglos de cuerda, principal novedad del trabajo, funcionan muy bien y hacen las veces del pegamento que sostiene la estructura del disco y le dota de una gran coherencia. Es un disco, además, que tiene una rara característica que ya hemos dejado caer anteriormente: mejora con las escuchas, algo nada común y que suele distinguir a los buenos trabajos del resto. Por ello, quizá, hemos tardado tanto en comentarlo aquí, error que no queríamos dejar pasar más tiempo sin subsanar.

Nos despedimos con una versión en directo de uno de los cortes del disco:

 

domingo, 7 de enero de 2018

Philip Glass - Music for the Crucible (2016)



Hace ya un tiempo que venimos hablando en el blog del giro que está experimentando la música de Philip Glass hacia formas clasicistas, cada vez con mayor presencia de obras de cámara o de piezas para instrumentos solistas o dúos. Esto no quiere decir que haya abandonado otras formas de expresión pero es cierto que en los últimos tiempos, este tipo de formaciones han protagonizado una parte muy importante de su producción.

La mayor parte de los ejempos de esta orientación se encuentran en obras de concierto pero hoy nos vamos a centrar en una pieza creada para el teatro. Concretamente, para la representación de “El Crisol” de Arthur Miller que fue estrenada en marzo de 2016 en una nueva producción para el teatro Walter Kerr, en Broadway. “El Crisol”, “The Crucible” en el original, es una obra en la que Miller relataba los acontecimientos ocurridos en Massachusetts a finales del S.XVII alrededor de los juicios de Salem en los que se condenó a morir en la hoguera a varias mujeres acusadas de brujería. Miller publicó su obra de teatro en 1953 utilizando aquellos sucesos para criticar otra “caza de brujas” más actual: la ocurrida bajo la doctrina del “macartismo” en la primera mitad de los años 50 en los Estados Unidos.

Glass compuso varias piezas para la obra de las que sólo una parte (aproximadamente la mitad) pasó a formar parte de las representaciones. Junto a ellas, el músico adaptó varios himnos religiosos protestantes que sonarían en distintos momentos de la trama. Afortunadamente, para la publicación del disco que hoy comentamos, desde Orange Mountain Music han optado por incluir todas las nuevas composiciones, sonasen o no en el montaje teatral y por prescindir de los temas tradicionales.

La música de “The Crucible” está escrita para violín y violonchelo aunque en algunas partes Glass prescinde del violín y opta por el “cello” sólo. Los intérpretes en su versión discográfica son Miranda Cuckson (violín) y Jeffrey Zeigler (violonchelo), a quien ya hemos escuchado anteriormente interpretando al compositor norteamericano.

Primera edición de "El Crisol" de Arthur Miller


El disco está dividido en 20 cortes sin título específico más allá de un número de entrada y, en algunos casos, una letra. Ya en el primero de ellos, nombrado como “Cue 1A” encontramos el estilo del Glass más reciente de obras como su “Partita para Violin” y sus “Poemas para Violonchelo Solo”. Con un tono romántico y meditativo disfrutamos de la cara más íntima del músico que pasa a ser más lírica en la segunda parte del tema (“Cue 1B”) con el violín como solista y el chelo, pellizcado, haciendo las veces de soporte rítmico. Una preciosidad. En una linea similar transcurren el resto de piezas del disco que no siguen un orden lineal si atendemos a su numeración ya que la pista “11A” suena después de la 12 y no existe una “Cue 13”, por ejemplo. Además, en la parte final del disco, tras escuchar la “Cue 14B”, suenan la 1C, la 5B o la 9B. Hay algunas pistas que inevitablemente nos remiten a partes bien conocidas de la obra “glassiana”. Así la “Cue 4” tiene similitudes con alguno de los cuartetos de cuerda del músico. Otras, como la brevísima “Cue 6” con un ritmo muy vivo, nos hacen recordar a sus bandas sonoras de principio de la década pasada. Existen también pasajes para la reflexión como los nombrados “Cue 7A y 7B” para violonchelo solo, de una gran profundidad. La melodía, con un inequívoco tono “neo-barroco” reina en la “Cue 8” que es, junto con la “14B”, uno de los momentos más bellos de una obra que tiene también espacio para la tensión como la “Cue 12” y toques muy contemporáneos en la “Cue 11A”.

Presentación de la obra en los premios "Tony":


Probablemente la música de Glass para “El Crisol” vaya a quedar en el olvido oculta por su ya bastante extensa producción de concierto de los últimos años. Sería una verdadera lástima porque hay piezas muy notables aquí que merecerían mejor suerte. Si estáis entre aquellos que están disfrutando con el Glass “neoclásico”, no os perdáis esta obra. No os defraudará.

 Os dejamos un breve trailer de la obra: