jueves, 28 de diciembre de 2017

Lisa Gerrard & Pieter Bourke - Duality (1998)



La relación personal entre Brendan Perry y Lisa Gerrard fue siempre muy tensa como fruto del choque de dos personalidades muy fuertes. Esto terminó por poner fin a la carrera del dúo a mediados de los noventa aunque luego comprobamos que no fue una separación definitiva. Antes de que aquello sucediera, Lisa Gerrard había publicado un disco en solitario en el que, en cierto modo, el lugar que Perry ocupaba en Dead Can Dance iba a ser para el músico australiano Pieter Bourke. Bourke procedía de la banda Snog, un grupo de música industrial al que perteneció durante un par de años. También fue parte de Soma, banda más centrada en el ambient con quienes publicó un par de trabajos muy interesantes.

Antes de esos dos bandas, Bourke había formado parte de Eden y probablemente fuera esta etapa la que llamó la atención de Lisa Gerrard. La banda fue calificada en algún momento como unos imitadores de Dead Can Dance e incluso en su segundo disco llegaron a grabar la canción de Tim Buckley “I'm Stretched on Your Grave” que formaba parte habitual del repertorio en directo de Brendan Perry y Lisa Gerrard en aquellos años. Lisa reclutó a Bourke para sus propios directos llegando a participar también en la gira de “Spiritchaser”, el disco de despedida de la primera etapa de Dead Can Dance. La idea de Lisa era que Bourke formase parte de su siguiente disco en solitario como instrumentista, algo que ya había hecho en su primer trabajo titulado “The Mirror Pool” pero su aportación e implicación fue tal que ambos acabaron firmandolo como dúo. De hecho, son ellos quienes tocan la práctica totalidad de los instrumentos que escuchamos en “Duality”, que era el nombre que iba a recibir el nuevo trabajo.

Lisa Gerrard y Pieter Bourke en una imagen promocional.


“Shadow Magnet” - La música de “Duality” no encierra ninguna sorpresa para el seguidor de Dead Can Dance que se puede identificar con ella desde el primer momento. El album se abre con un lamento de Lisa Gerrard envuelto de un sedoso sonido de cuerdas. Tras la introducción entran los sonidos étnicos en forma de percusiones e instrumentos de viento que nos guían a través de una preciosa secuencia rítmica digna de los mejores momentos del dúo con Brendan Perry.




“Tempest” - El disco continúa con este tema en el que las percusiones tienen un peso fundamental ya que prácticamente son el único acompañamiento a la voz de Lisa. En eso tiene mucho que ver la participación del iraní Madjid Khaladj, maestro de todo tipo de instrumentos de percusión de aquel país, que figura además de como intérprete, como co-autor de la pieza.

“Forest Veil” - El siguiente corte se abre con una mezcla de “samples” de sonidos étnicos a la manera de grups como Deep Forest Sin embargo, la aparición de Lisa interpretando una extraordinaria polifonía vocal en la que aprovecha lo amplio de su registro nos lleva enseguida a su terreno.

“The Comforter” - Ese mismo tipo de juego de voces está en la base del siguiente corte del disco, una de esas maravillosas piezas en las que la artista australiana se muestra desnuda cantando sin ningún tipo de acompañamiento y con la única ayuda de la tecnología para combinar las diferentes voces que ejecuta en el tema.

“The Unfolding” - Y si los dos temas anteriores partían de una idea similar, en éste esa idea es llevada a una duración mayor y a un arreglo sobrecogedor. Una de las canciones más profundas y bellas de todo el disco sin lugar a dudas. Un lamento que nos llama desde una época remota y nos toca en lo más profundo. La segunda mitad de la pieza, con la irrupción de los sintetizadores es de una belleza pocas veces alcanzada. Una joya

“Pilgrimage of Lost Children” - Como si de una marcha fúnebre se tratase, un ritmo cadencioso va acompañando a una letanía angustiosa a tres voces. De nuevo, la atmósfera que sólo Lisa Gerrard sabe crear con su voz nos envuelve a lo largo de toda la pieza sin darnos opción de escapar.

“The Human Game” - La siguiente canción es una de las pocas que utiliza un idioma real (el inglés) en todo el disco. También es la que más se ajusta a los cánones de canción tradicional desde un punto de vista formal. De hecho, si hubiera que escoger un tema como “single” del disco sería este, en especial por su segunda parte que es en la que aparece el texto y un ritmo electrónico que se combina perfectamente con los instrumentos tradicionales. Quizá sea el tema de todo el disco en el que más se aprecia la aportación de Pieter Bourke como un elemento distinto de los que Lisa traía de su etapa en Dead Can Dance.




“The Circulation of Shadows” - Un tenue pulso instrumental es el asidero al que se agarra la voz de Lisa para sostener este lúgubre lamento que sólo puede proceder de los lugares prohibidos que todas las culturas han tenido en algún momento. El tema es breve lo que lo le resta un ápice de belleza.

“Sacrifice” - Llegados a este punto nos encontramos con la que es nuestra pieza favorita del disco. Una composición que lo tiene todo, desde nuestro punto de vista: una melodía bellísima, arreglos maravillosos y a una Lisa Gerrard en estado de gracia para cantar como nadie más podría hacerlo. La sutileza del piano en su aparición final es sólo una muestra de lo delicado de toda la canción. No es de extrañar que Michael Mann la utilizase para “El Dilema” convirtiéndola así en uno de los temas más conocidos de Lisa.




“Nadir (Synchronicity)” - El cierre del disco es mucho más animado con una danza de clara inspiración tradicional y una fuerte componente rítmica. Situada en este momento del trabajo resulta un poco anticlimática porque rompe la atmósfera creada por “Sacrifice”.

Curiosamente el disco hizo más por la popularidad de Lisa Gerrard que toda su carrera previa como miembro de Dead Can Dance. Un par de cortes del mismo, “Tempest” y el mencionado “Sacrifice”, formaron parte de la banda sonora de “The Insider” (“el dilema” en España) y el dúo Bourke/Gerrard compuso unas cuantas piezas más para la película. También se intentó utilizar parte del disco como banda sonora de determinadas escenas de “Gladiator” un año después, algo que no pudo llevarse a cabo finalmente por problemas legales entre discográficas. A cambio, Lisa Gerrard “arregló” alguna de las piezas para poder incorporarlas a la película. La música de “Gladiator”, firmada por Lisa y Hans Zimmer hizo que la fama de la artista aumentase y desde ese momento, tanto sus bandas sonoras como sus colaboraciones con otros músicos han sido abundantes.

La primera impresión que nos llevamos cuando escuchamos este disco en su momento fue que dentro de Dead Can Dance, la aportación de Lisa y Brendan era muy fácilmente distinguible, algo que confirmamos cuando un año más tarde apareció el primer disco de Brendan Perry en solitario. Ya en “The Mirror Pool”, el primer disco de Lisa en solitario, quedaba muy clara cuál era su aportación al grupo y qué temas eran responsabilidad suya y cuáles de su compañero. La diferencia es que ahora, la instrumentación es más rica que en aquel trabajo y el sonido tiene una entidad mucho más notable aunque sin perder nada de la esencia de la música de la artista e incorporando una aportación muy importante como es la de Pieter Bourke. “Duality” es un trabajo magnífico, a la altura de los mejores de Dead Can Dance y eso es mucho decir.

Nos despedimos con el dúo en directo. Pese a la mala calidad de imagen merece la pena:

 

lunes, 18 de diciembre de 2017

Francisco Ruiz-Ruiz de León - Poemas de locura, amor y muerte (2017)



Música y poesía han ido de la mano desde el inicio de los tiempos. La tradición oral se sirvió de la melodía y de otros elementos rítmicos como la rima para facilitar la memorización y transmisión del conocimiento y de las historias que merecía la pena recordar convirtiéndolas en canciones.

Hoy queremos hablar aquí de un disco diferente a los que habitualmente nos acompañan. Es diferente porque no se trata estrictamente de un disco de música sino de uno de poesía. Un disco en el que el intérprete no toca ningún instrumento al uso sino que se vale de su propia voz para dar vida a una colección de textos inmortales que han existido desde su creación en el papel pero que no siempre han tenido la oportunidad de encarnarse a través de la voz de un rapsoda excepcional.

El trabajo nos llega desde Luscinia Discos y recoge quince poemas en lengua castellana en la voz de Francisco Ruiz-Ruiz de León, Premio Nacional de Declamación y ganador de varios certámenes en esa modalidad a lo largo de los últimos años. Su forma de interpretar la poesía es emocionante como pocas y consigue algo realmente difícil: que textos que todos conocemos desde pequeños nos suenen completamente nuevos y nos toquen como nunca antes lo habían hecho. Es todo un desafío grabar un disco de poesía hoy en día y por ello el trabajo de la gente de Luscinia es mucho más valioso. Además, han sabido conjuntar en varios de los poemas la voz de Francisco con un acompañamiento musical extraordinario y nada invasivo. Un acompañamiento sutil que convive con el recitado realzando los momentos más interesantes y conviviendo con la voz de una forma ejemplar. Son composiciones muy relacionadas con los poemas en muchos casos e incluso escritas por autores coetáneos a los propios poetas.

Cartel anunciador de uno de los recitales poéticos de Francisco.


Abre la colección de poemas “Barcarola” de Pablo Neruda. Ahí descubrimos la intensidad y la pasión que destila Francisco Ruiz-Ruiz de León al vivir, que no leer, cada verso. La poesía puede leerse en silencio pero uno descubre lo que se pierde al hacerlo así cuando escucha el entusiasmo de un intérprete superlativo. Luis Cernuda es el siguiente en aparecer con su “Te Quiero” que suena aquí con el acompañamiento musical del piano de Carlos Izquierdo, viejo conocido del blog, que aporta una serie escueta de notas que complementan a la perfección al texto. El único poeta que aparece representado con dos obras es León Felipe. La primera de ellas es su “El poeta y el filósofo”, texto que nuestro rapsoda declama con el ritmo justo, con tono narrativo cuando el verso lo requiere y con arrebato en los momentos en que la poesía lo demanda. La pieza más larga del disco es “Los motivos del lobo” de Rubén Darío, una conocida fábula realzada en momentos muy puntuales por la música de José Ojeda, una verdadera banda sonora que se adapta perfectamente a la narración en todo momento. Federico García Lorca es el siguiente autor que aparece en la recopilación con el acompañamiento musical de una taranta anónima. Francisco Ruiz-Ruiz de León nos da un verdadero recital de interpretación que, a buen seguro, habría entusiasmado al poeta.




Nos asomamos al presente con Leopoldo María Panero y su siempre impresionante escritura, reflejo de una biografía más atractiva que cualquier obra de ficción. “Ma mère” es el poema escogido que da paso a “Ausencia”, composición del propio Francisco Ruiz-Ruiz defendida de forma exquisita por el rapsoda. El tercer poema de un autor de nuestros días es “Respuesta” de José Hierro que se nos presenta con el acompañamiento musical de “La Danse des Voyageurs” del disco “Ciel de Lucioles” de Carlos Izquierdo.

De los autores más cercanos en el tiempo saltamos a dos obras clásicas de esas que cualquier estudiante se encuentra en varias ocasiones en sus lecciones de literatura. La primera es la “Canción del Pirata” de José de Espronceda con un fondo musical de su contemporáneo Robert Schumann. Quizá sea en piezas como ésta, que todos hemos leído y escuchado en cientos de ocasiones en voz de los más diversos narradores, en las que mejor apreciamos la maestría de Francisco. Lo mismo podemos afirmar de los “Monólogos de Segismundo” de Calderón de la Barca, que es el siguiente corte de la colección.

El último bloque de poemas nos ofrece obras de autores a caballo entre el S.XIX y el XX comenzando por el cubano Emilio Ballagas y su “Nocturno y Elegía”. Quizá el autor menos conocido de la selección aunque esto no rebaja en nada ni la calidad del poema ni la interpretación de nuestro artista. Mucho más célebre es el “Retrato” de Antonio Machado que escuchamos aquí con Francisco Tárrega y su “Lágrima” como acompañante musical. Tras él volvemos a escuchar a León Felipe y su “Qué Lástima” con “Equilibrio” de Carlos Izquierdo como fondo musical. Un breve poema del mexicano Amado Nervo, “Mi Secreto”, nos traslada hasta el final: “El último amor” de Vicente Aleixandre.

Sabemos que la propuesta de hoy es muy distinta de lo habitual pero creemos que un disco como éste tiene perfecta cabida en el blog por cuanto que la poesía puede ser, en determinados  momentos, tan musical como cualquier melodía. Ahí es donde entra Francisco Ruiz-Ruiz de León capaz de hacer magia con la palabra y en dotar de vida a unos textos inmortales con la dificultad añadida que ello conlleva. La experiencia es fascinante y nos hace desear que no se quede aquí y surja en el futuro una continuación de este trabajo recreando otras obras maestras de la lengua castellana. Uno de los recuerdos más marcados de nuestra infancia fue, precisamente, un disco en el que una voz de la que hoy desconocemos el dueño recitaba la “Elegía” de Miguel Hernández con un desgarro que aún hoy nos duele. Aquel LP sonó incontables veces en casa de nuestros padres y consiguió dejarnos una huella muy profunda. Por ello creemos que este “Poemas de locura, amor y muerte” de Francisco Ruiz-Ruiz de León puede causar un efecto similar al oyente y hacerle amar la poesía, no ya leída, sino también recitada.

El disco viene acompañado de un libreto de 40 páginas en el que se incluyen todos los poemas así como una serie de ilustraciones a cargo del propio Francisco. Como todos los del sello, puede encontrarse en la página de Luscinia Discos.

Como despedida, os dejamos a Francisco interpretando en vivo a León Felipe con un acompañamiento musical diferente del que tiene en el disco.


 

domingo, 10 de diciembre de 2017

Michael Nyman - After Extra Time (1996)



El deporte en general y el fútbol en particular no se han llevado bien con la alta cultura. Han sido vistos por intelectuales de todas las épocas como una forma de vulgarización del pueblo, un hobby alienante que sustituía en cierto modo otros espectáculos del pasado como el circo o las ejecuciones públicas: en suma, una actividad “menor” destinada a los sectores menos cultivados de la población. “El fútbol es popular porque la estupidez es popular” dijo Borges mientras que Unamuno lo calificó de “epidemia peor que el cólera”. Kipling, Orwell o Umberto Eco también criticaron el fútbol en algún momento.

Cierto es que ha habido pensadores, especialmente en los últimos tiempos, que se han declarado seguidores del fútbol de uno u otro modo. Albert Camus fue uno de ellos y también Javier Marías, Nabokov o Mario Benedetti si nos quedamos con el mundo de las letras. Además, el filósofo Heidegger fue un gran aficionado y admirador de Franz Beckenbauer. ¿y en la música? Son conocidos los ejemplos de Elton John (seguidor del Watford) o Noel Gallagher (del Manchester City) pero no tantos aficionados sabrán que Michael Nyman es un hincha más del Queen's Park Rangers. El compositor británico llegó a recibir el encargo en 2005 de escribir una pieza para acompañar la salida al campo de los jugadores en los partidos que el club juega como local en Loftus Road pero no era esa la primera pieza relacionada con el fútbol que escribiría Nyman.

En 1985 el músico ya había dedicado su composición “Memorial” a las víctimas de los incidentes producidos en el estadio de Heysel durante la final de la Copa de Europa de aquel año aunque en aquel caso lo que sucedió es que una composición en la que estaba trabajando el músico previamente cobró un nuevo significado movido por la vergüenza que le provocó el comportamiento de sus compatriotas. Fue en 1991 cuando Nyman escribió su primera pieza relacionada con el club de sus amores: la banda sonora de un documental en el que se reflejaban los mejores momentos del Queen's Park Rangers en la década de los setenta, centrado especialmente en la figura de uno de sus jugadores más representativos: Stan Bowles. El fútbol estuvo también directamente relacionado con “AET”, iniciales de “After Extra Time” que es la anotación que suele acompañar al resultado de un partido resuelto en la prórroga. Se trata de una pieza que Nyman compuso con ocasión de la Eurocopa de Naciones de 1996 disputada en Inglaterra.

El disco que hoy comentamos recoge estas tres primeras grabaciones “futboleras” del músico inglés y fue publicado en 1996. Comoquiera que cada una de ellas procede de etapas diferentes, los músicos que participan en ellas son también distintos.



La primera de las piezas del programa es “After Extra Time”, la más futbolera en su estructura ya que el propio Nyman habla de dos equipos diferentes en la instrumentación: uno formado por flautas saxos, viola y violonchelo y el otro por trompeta, trompa, trombón y violines. Cada uno de los “equipos” tiene su propio material melódico (“riffs”) así que, de modo humorístico, Nyman lo plantea como un Riff Athletic vs Riff Rangers. Abre las hostilidades la trompeta con una breve fanfarria muy característica del estilo de su autor. La melodía es replicada y desarrollada por la trompa y los violines mientras comienza la réplica por parte del otro equipo quedando ambos bandos enzarzados en un combate típicamente “nymanesco” que recordará a los seguidores del músico alguno de los momentos más brillantes de la versión más rítmica del compositor, aquella que ese escuchaba en algunas de sus “Water Dances” o en “MGV”. El piano empieza a actuar como el motor de ese ritmo trepidante y alrededor de él, toda la Michael Nyman Band funcionando a pleno rendimiento. Como curiosidad, señalar que, aunque en la información del disco se indica que éste consta de tres cortes, uno por cada una de las obras incluidas, no es así en absoluto y esta primera composición consta de 16 cortes sin título, todos ellos claramente diferenciados entre sí por el cambio de material melódico, tan brusco como habitual en la obra del músico inglés.

Extracto de la pieza:
 

La segunda obra en orden de aparición es “The Final Score”, la música para el documental de 1991. La estructura es completamente diferente a la de la pieza anterior puesto que aquí toda la banda rema en la misma dirección pero el componente de energía, ritmo y velocidad sigue muy presente. Toda la obra se construye a partir de un motivo muy sencillo a partir del cual van apareciendo pequeños temas realmente interesantes. El segundo de los cortes (aunque en el libreto figure como uno sólo, la obra tiene nueve en realidad) es muy ejemplificador el respecto puesto que empieza con el piano y las cuerdas a toda velocidad para frenarse de repente y ofrecernos un precioso interludio de violines antes de volver al tema principal. En “The Final Score” escuchamos algunas de las mejores partes de música para cuerda que ha escrito nunca Nyman aunque quedan algo dispersas entre la sucesión de melodías que aparecen continuamente.

El cierre del disco lo pone “Memorial”, la espectacular pieza que Nyman dedicó a las víctimas de Heysel. La composición se estrenó en un festival dedicado a Henry Purcell celebrado en Rouen, Francia. El acto central lo protagonizaba la representación de “King Arthur” dirigida por Sir John Eliot Gardiner pero en la misma jornada iba a escucharse por primera vez la pieza de Nyman, cuya participación en el festival vino motivada por las revisiones de la obra de Purcell que hizo en la banda sonora de “El Contrato del Dibujante”. De hecho, en “Memorial” vuelve a repetir truco partiendo de una linea melódica del propio Purcell para componer la pieza. La calidad de la misma hizo que el propio Peter Greenaway le pidiera a Nyman incluirla como parte de la banda sonora de “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” poco después. Probablemente es una de las piezas más conocidas de Nyman y lo es con todo merecimiento.




“After Extra Time” se publicó en uno de los momentos de mayor popularidad de Nyman y encajaba perfectamente con la música que hacía entonces pese a que dos de las piezas eran anteriores. No estamos seguros, sin embargo, de que alcanzase unas ventas demasiado elevadas. De hecho el propio Nyman solía decir que lo que le daba de comer y le permitía componer después la música que quería eran las bandas sonoras. Por nuestra parte, siempre hemos considerado sus trabajos ajenos al cine como los más interesantes de su obra (excluyendo las colaboraciones con Greenaway, capitales en la trayectoria del músico) por lo que recomendamos la escucha de este disco a todos los que busquen a un Nyman menos “domesticado”.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Genesis - Selling England By the Pound (1973)



Es posible que de todas los grandes nombres que a todos nos vienen a la cabeza cuando hablamos de rock progresivo la banda que más tardó en triunfar de una forma clara fuera Genesis. Sus primeros discos obtuvieron un éxito discreto y, pese a que “Foxtrot” obtuvo muy buenas críticas y la gira posterior fue muy exitosa, entre los integrantes de la banda había dudas acerca del futuro. Incluso llegaron a pensar que Phil Collins estaba planteándose dejar el grupo para probar suerte con otra formación (había ofrecido algunos conciertos junto con Peter Banks, el antiguo guitarrista de Yes por aquel entonces).

Tampoco en la discográfica debían tener las cosas muy claras ya que les dieron un ultimátum y una fecha límite para entregar un nuevo disco apenas un año después de la publicación del anterior. Los conciertos habían ocupado casi todo el tiempo de la banda con lo que apenas habían compuesto material nuevo lo que les ponía en un serio aprieto. Dada la situación, los cinco miembros de la banda decidieron recluirse en una casa que alquilaron ex profeso para componer y poner en común todas las nuevas ideas que les permitieran dar a luz otro disco. No sabemos si por la presión del sello, por el entendimiento definitiva de cinco grandes músicos conjuntados a la perfección tras varios discos y giras o por la necesidad de dar el paso adelante definitivo: el hecho es que de las sesiones de grabación posteriores surgiría uno de los grandes discos de la banda y también del rock progresivo como género. Quizá la obra definitiva de Genesis habida cuenta de lo que sucedería después.

La formación era la más recordada del grupo, compuesta por Peter Gabriel (voz, flauta, oboe y percusiones), Tony Banks (teclados y guitarra), Steve Hackett (guitarras). Michael Rutherford (bajo, guitarra y sitar) y Phil Collins (batería, percusiones y coros).

La puesta en escena de Genesis siempre era espectacular.


“Dancing With the Moonlit Knight” - La voz desnuda de Gabriel entonando unos versos con aire folclórica (podría pasar por una canción tradicional escocesa en esos primeros instantes) nos da la bienvenida. A partir de ahí asistimos a un juego de sutilezas que no parará durante los siguientes cincuenta minutos. Primero es el piano y más tarde la guitarra pero los detalles son inacabables. Unas notas de mellotron por aquí, guitarras por allá, la batería abriéndose hueco y tras todo ello una gloriosa explosión instrumental con Hackett y Banks rayando a una altura inimaginable. Hay tiempo para escuchar retazos de “hard rock”, solemnes recitados, cambios de ritmo constantes... hasta un final pastoril con la guitarra acústica y la flauta de Gabriel en un dúo delicadísimo. Una joya que no es sino el anticipo de lo que llegará después.




“I Know What I Like (In Your Wardrobe)” - Esta vez son los sintetizadores los que abren una pieza en la que Gabriel opta por el recitado en los primeros instantes antes de la entrada del resto de la banda. Lo hace con aire psicodélico (el sitar de Rutherford no está ahí porque sí) y no tarda mucho en llegar el estribillo acompañado de inocentes coros de aire “hippie”. La canción fue el único single del disco, probablemente por ser la más directa y una de las que tiene un desarrollo más conciso de todo el trabajo.

“Firth of Fifth” - Es el turno ahora del piano con el que Banks hace una introducción de gran talla y con un cierto aire clasicista. Abruptamente entra el órgano Hammond, la batería y la voz de Gabriel preparándonos con las siguientes estrofas para el desarrollo habitual del grupo. Éste llega tras una leve pausa en la que Collins hace un gran ejercicio de sutileza con las baquetas sobre un fondo de mellotron. Un interludio de piano da paso a la flauta que nos regala un pasaje realmente bello con la ayuda del bajo. Vuelve el piano a dirigir las operaciones que desembocan en un solo de sintetizador alrededor del cual todos los instrumentos suben un punto su intensidad adoptando un tono épico del que no nos despegaremos hasta el final de la pieza. El tema había sido compuesto por Banks tiempo atrás pero fue descartado en su momento hasta su re-elaboración para este trabajo.

“More Fool Me” - Phil Collins deja la batería en esta ocasión para ser el vocalista principal de esta balada acústica que es el tema que menos encaja con el resto del trabajo, no sólo por el cambio de cantante sino por la instrumentación, apenas compuesta por guitarras.

“The Battle of Epping Forest” - Un ritmo marcial a base de redobles de tambor y notas de guitarra acompaña a una melodía de flauta en la introducción de otro tema cargado de fuerza. A partir de ahí las operaciones son dirigidas por Banks desde los teclados, reyes absolutos de la pieza y fieles escoltas de la voz de Gabriel. Nítidas lineas de sintetizador aparecen por doquier en alguno de los mejores momentos que este instrumento dio al rock progresivo. La segunda parte del tema nos muestra la cara más versátil del cantante, combinando los fragmentos recitados con la interpretación de diferentes personajes de la batalla a la que se refiere el título. En el tramo final escuchamos a Banks interpretar el ARP Pro Soloist (flamante sintetizador que supuso un importante avance en la época, especialmente para su interpretación en directo) al más puro estilo de Wendy Carlos en sus versiones de Bach, con lineas clasicistas que dan paso al poderoso final del tema.




“After the Ordeal” - Llegamos así a esta pieza instrumental con elementos “folkies” y un alto grado de virtuosismo tanto por parte de Hackett a la guitarra como de Banks al piano. La segunda mitad del tema, en la que aparece una limpia melodía de guitarra eléctrica nos parece algo más floja por convencional aunque cumple a la perfección su papel para llevarnos hacia la última gran “suite” del trabajo.

“The Cinema Show” - La primera parte del tema es una preciosa balada con aire infantil en la que asistimos a una preciosa conjunción de las voces de Gabriel y Collins con el acompañamiento de la guitarra de 12 cuerdas que juega con interminables arpegios que inevitablemente remiten a los minimalistas norteamericanos en un pasaje que, cuando se suma la flauta, se nos antoja un anticipo de algunas ideas que podemos encontrar en los discos del mismísimo Mike Oldfield de los años posteriores. La segunda mitad está construida alrededor de un espectacular solo de sintetizador de Banks que demuestra que para emocionar a un oyente, aunque hagas rock progresivo, no es necesario interpretar 17 notas por segundo.

“Aisle of Plenty” - En el último tema la guitarra recoge las últimas notas de los teclados del anterior y las hace suyas para introducir una breve coda a cargo de Gabriel en la que retoma el tema central de “The Cinema Show” con pequeñas referencias a otros motivos del disco. Un cierre muy breve y elegante para un disco espectacular.

Para muchos seguidores de Genesis, “Selling England By the Pound” es el gran disco de la banda. No somos ajenos al hecho de que tras éste, llegó “The Lamb Lies Down on Broadway”, una obra monumental en todos los sentidos pero en el que se da una circunstancia diferencial: sin llegar al protagonismo de Roger Waters en “The Wall”, “The Lamb...” es un trabajo en el que el peso de Peter Gabriel es mayor que el del resto de la banda. Por ello es posible que “Selling England By the Pound” sea un disco más representativo del funcionamiento de Genesis como una banda de cinco integrantes. En todo caso sería una cuestión de matices que sólo hablaría en favor de un grupo que ocupa un lugar muy destacado en la historia del rock.

Así sonaban en directo: