jueves, 22 de febrero de 2018

Terry Riley - The Palmian Chord Ryddle (2017)



Entre los compositores “minimalistas” encontramos una característica común, especialmente en sus inicios: la utilización de formaciones instrumentales muy poco convencionales y, en general, una cierta huida de los conjuntos más habituales en la música clásica. Con el tiempo muchos de ellos han corregido esa tendencia (Philip Glass tiene ya una obra para orquesta o grupos de cámara tan extensa o más que la escrita para su propio “ensemble”) y han terminado por escribir piezas dentro de la convención académica.

Es complicado encontrar obras orquestales en la trayectoria de Terry Riley quien, por otra parte, nunca tuvo reparos en trabajar con cuartetos de cuerda. Sin embargo, en los últimos tiempos el compositor californiano parece buscar una reconciliación con la orquesta y ha compuesto varias piezas centradas en ese formato y en sus variantes con distintos solistas. En 1991 ya comenzó a escribir un concierto para orquesta y cuarteto de cuerda del que no hemos vuelto a saber nada pero no fue hasta 2007 que volvió a componer para orquesta con un triple concierto para dos guitarras y violín. En las notas de la grabación que comentamos hoy, Riley indica que le resulta muy complicado escribir música para un instrumento concreto y que, en realidad, lo hace para un intérprete. Necesita conocer la forma de tocar de alguien para llegar a escribir un concierto basado en su instrumento y aquí es donde entra en juego el violinista Tracy Silverman. Frecuentemente nombrado como uno de los músicos más talentosos surgidos de la Juilliard School, en sus inicios se centró en el jazz y llegó a formar parte del Turtle Island String Quartet durante cuatro años en los que sustituyó a su líder David Balakrishnan. El grupo fue uno de los puntales del sello Windham Hill en su momento y hoy siguen en activo tras una refundación completa en 2015. Antes de eso, Silverman tocó su violín eléctrico en varios grupos de punk-rock en locales de baja estofa del Bowery en Manhattan hasta que sus padres le convencieron de no seguir “malgastando su talento” con esa música. El músico se especializó en el violín eléctrico de seis cuerdas que interpreta con una técnica similar a la de Ed Alleyne Johnson, artista que ya ha aparecido por aquí tiempo atrás. Ambos consiguen multiplicar el sonido de su violín hasta el infinito utilizando distintos pedales y efectos de “delay” y “loops” lo que le ha granjeado a nuestro protagonista el sobrenombre de “el cuarteto de cuerda de un solo hombre”.

Desde entonces, Silverman ha estrenado obras de John Adams o Nico Muhly y así llamó la atención de Terry Riley quien escribió “The Palmian Chord Ryddle” pensando en él. El concierto se terminó en 2011 y consta de ocho movimientos. Su primera grabación está recogida en el disco que hoy comentamos y que publica el sello Naxos con la interpretación de la Nashville Symphony dirigida por Giancarlo Guerrero.

Riley y Silverman durante los ensayos de la obra.


THE PALMIAN CHORD RYDDLE (2011)

“Starting from Here” - El título de la pieza alude a un modo, el “palmio” que trataría de imitar a los modos griegos (dórico, lidio, frigio, etc.) pero que realmente es una invención del propio Riley. Este juego con las armonías clásicas no es algo nuevo en el compositor que ya escribió piezas inspiradas en ellos (“Dorian Reeds” sería un ejemplo) aunque nunca había creado uno. La idea surge de un sueño en el que Riley se ve hablando con otros músicos del “acorde palmio” formado por las notas re-mi-fa-fa sostenido-sol sostenido-la-si-do-do sostenido. A partir de ahí se desarrolla este primer movimiento. El comienzo es muy directo con las cuerdas dando paso al violín de Silverman que ejecuta una melodía muy en la linea del Riley moderno de piezas como “Requiem for Adam” y con un toque “jazzy” muy característico.

“Iberia” - El segundo movimiento refleja la influencia de la música árabe que el músico recogió durante el tiempo que vivió en Andalucía a principios de los años sesenta aunque en el inicio enlaza con el aire jazzístico del corte anterior. Las percusiones, muy vivas nos llevan hasta la parte más “aflamencada” de la pieza con el violín y la orquesta enzarzados en una lucha de altos vuelos con la percusión como árbitro.

“Slow Drag” - Continúa la obra con esta pieza dedicada por Riley a sus padres que fueron campeones de “charleston” en su juventud. El movimiento empieza con un solo de violín en el que Silverman explora las posibilidades del violín eléctrico en un “blues” lento realmente curioso. La orquesta queda en un segundo plano cediendo el escenario al solista casi todo el tiempo.

“Towards the Clouds” - Riley despliega aquí toda la energía de la percusión de la orquesta en intervenciones sucesivas en las que cada instrumento da paso al siguiente hasta terminar todos unidos en un fuerte in crescendo al que se suma la orquesta y el piano. Es una pieza muy poderosa que da paso al violín para enfrentarle a una sección de cuerda en pie de guerra. La segunda parte del movimiento vuelve al jazz brevemente para cerrar con el violín erigiéndose en vencedor en un pasaje muy “gershwiniano” si se nos permite la expresión.

“For Maresa” - Riley vuelve a los modos griegos (esta vez a uno real como es el lidio) en este movimiento lento en el que el violín de Silverman suena como un violonchelo para jugar con las maderas durante unos instantes.

“Ghandi-Ji's Danda” - La influencia India aparece aquí en forma de danza inspirada en las del sur del país. Probablemente la pieza que requiere de un mayor virtuosismo por parte de Silverman que está a la altura. El movimiento es realmente espectacular y enlaza casi sin solución de continuidad con el siguiente.

“Wedding Music” - Riley recicla aquí otro tema, en esta ocasión, procedente de la música que escribió para la boda de su hijo Gyan. Como el anterior, es de gran vivacidad y se integra en el siguiente que funciona como una coda, algo normal si entendemos que representa la fiesta tras el enlace.

“The Afterglow” - Con esta celebración termina “The Palmian Chord Ryddle”, una gran obra que hace que merezca la pena seguir prestando atención a uno de los grandes compositores de las últimas décadas.

Silverman interpreta en solitario un fragmento de la obra:





La segunda obra del programa es otro concierto, en esta ocasión para órgano y orquesta estrenado en 2013. En 2008, Riley estrenaba “The Universal Bridge” para órgano solo en el Disney Hall de Los Ángeles. Impresionado por el espectacular instrumento de aquel recinto, pidió poder tocarlo a solas, algo que hizo durante varias noches. De aquellas improvisaciones surgió buena parte de la música que hoy forma parte de “At the Royal Majestic” convenientemente arreglada con el acompañamiento orquestal. En la grabación de Naxos, el intérprete es Todd Wilson, el organista que  estrenó el instrumento del Disney Hall.

El maravilloso órgano del Disney Hall.


“AT THE ROYAL MAJESTIC” (2013)

“Negro Hall” - Riley recicla material descartado de su ópera de 1990 “The Saint Adolf Ring”. La ópera estaba basada en la obra del poeta y dibujante suizo Adolf Wölfli quien, pese a no haber salido nunca de su país y a haber vivido en reclusión en un hospital psiquiátrico realizó dibujos de todo tipo, incluyendo varios de la comunidad negra estadounidense de los años 30. Su estilo, que recuerda en cierto modo a los “mandalas” budistas, es muy intrincado y colorista lo que se refleja en la música de Riley. Comienza con el órgano ejecutando una introducción e inmediatamente secundado por la orquesta. La combinación de ambas fuerzas es poderosísima y de ese choque se benefician otros instrumentos como las maderas o las flautas que brillan a lo largo de breves apariciones que salpican la pieza. La música es abrumadora por momentos pero siempre brillante y, aquí sí, con retazos de ese minimalismo del que Riley ha huido tanto desde los años setenta. Esto se hace notar especialmente en algunos pasajes de órgano ciertamente repetitivos. El tramo final, en el que las cuerdas dan un paso al frente es una agradable sorpresa, un remanso de paz que nos permite un breve descanso antes del segundo movimiento.

“The Lizard Tower Gang” - En este breve movimiento (considerandolo dentro de una obra en la que los otros dos rondan los quince minutos) escuchamos de todo. Las distintas secciones van entrando y saliendo del plano (con especial protagonismo para las cuerdas y la percusión) mientras surge poco a poco el órgano llenándolo todo. Los metales marcan una especie de ritmo marcial entonces que pone en guardia a los timbales y nos llevan hasta el final.

“Circling Kailash” - El título hace referencia a una peregrinación que se realiza anualmente al monte Kailash en el Tibet, donde se supone que vive la diosa hindú Shiva. Comienza con una preciosa melodía a cargo de los violonchelos que es replicada después por el órgano y los violines sucesivamente. Tras esto, se incrementa el ritmo y es el solista Todd Wilson el que toma los mandos por unos instantes. Asistimos a momentos de gran fuerza en los que la orquesta es utilizada de forma brillante por Riley lo que nos hace preguntarnos por qué no lo ha hecho con más asiduidad en el pasado. Los metales dejan hueco a los timbales, estos a las campanas tubulares, la celesta, etc. en un apabullante collage sonoro que se detiene de repente para dar paso al segmento final. En él volvemos a escuchar al órgano, brillantísimo, a lo largo de una serie de melodías que se despliegan en cascada con la ayuda de la orquesta. Una delicia.

El organista Todd Wilson nos habla de su trabajo en la obra de Riley:




Es complicado seguir la pista a Terry Riley por varios motivos. No tiene un especial interés en las grabaciones de su música aunque gran parte de su obra está publicada. Por otro lado, parece motivarle más la improvisación en directo que la propia composición convencional con partitura. De ese modo, muchas de sus creaciones sólo existen en registros sonoros de conciertos que van apareciendo con cuentagotas. En ese sentido, esta grabación de Naxos es muy valiosa por dejarnos apreciar al Riley orquestal, lo cual es poco común. Esperemos que cunda el ejemplo y vayan apareciendo discos similares para deleite de los aficionados.

jueves, 15 de febrero de 2018

Pet Shop Boys - Closer to Heaven (Original Cast Recording) (2001)



En la última entrada que dedicamos a los Pet Shop Boys hablamos de “Nightlife”, un disco que surgió de forma paralela a lo que fue el primer musical escrito por el dúo en colaboración con el dramaturgo Jonathan Harvey. Hablamos de “Closer to Heaven”, obra estrenada en 2001 en Londres y que permaneció seis meses en cartel. Desde luego, no estamos hablando de una producción de gran éxito ya que la duración media de un musical en el West End londinense suele ser superior a esa y es probable que buena parte del público asistente a las representaciones lo hiciera más por el gancho de los propios Pet Shop Boys que por el interés de la obra en sí.

Desde aquel momento, la obra ha sido representada en contadas ocasiones incluyendo una en Australia en 2005, otra en Brighton, Inglaterra, en 2009 (a cargo de una compañía “amateur”) y una más en Dallas en 2010. Más recientemente, en 2015, “Closer to Heaven” volvió a los escenarios londinenses.

El primer intento de crear en un musical por parte de Neil Tennant y Chris Lowe tuvo lugar en 1994 cuando desde la BBC les propusieron crear uno para la televisión. Ya en aquellas conversaciones se sugirió la posibilidad de que Jonathan Harvey formara parte del proyecto pero por unas cosas u otras, la idea quedó en suspenso. En un principio el dúo pensó en adaptar la novela de Graham Greene, “Brighton Rock” pero sus derechos ya habian sido vendidos y no hubo forma de conseguirlos así que pasaron al “plan B” que consistió en un libreto original del propio Harvey. La historia reune a una vieja gloria de la música de baile que ahora trabaja como animadora en un club nocturno, al dueño de ese club y a un joven artista recién llegado a la gran ciudad que es contratado allí como camarero. Ahí comienzan a desarrollarse una serie de relaciones entre el chico nuevo y la hija del empresario pero también entré él y un productor musical que le quiere como miembro de una nueva “boy band” que está preparando. A lo largo de la obra suenan algunas canciones antiguas del dúo junto con otras compuestas para la misma pero publicadas ya un par de años antes en el disco “Nightlife”.

Aunque poco a poco han ido apareciendo varias de las “demos” grabadas por el dúo con las canciones del musical, la única versión íntegra del mismo que se ha publicado recoge las voces del “casting” original por lo que tenemos aquí un disco de Pet Shop Boys cantado por otros artistas lo que no deja de ser interesante.

Imagen de una de las interpretaciones de la obra.


“My Night” - El primer tema del disco hace las veces de presentación de los personajes a través de la voz de Billie Trix, la antigua estrella del pop. Tras su presentación, cada personaje canta su propia versión del estribillo. Es una canción muy potente aunque algo más floja que la versión que los propios Pet Shop Boys grabaron en forma de “demo”. Como introducción del musical, eso sí, se nos antoja impecable.




“Something Special” - El siguiente tema sirve para hablarnos de Straight Dave, el aspirante a artista recien llegado a la ciudad. Lo hace a través de una balada interesante y más entroncada en la tradición del teatro musical que en la de la música habitual de Pet Shop Boys. El comienzo tiene un ritmo muy marcado que paulatinamente se diluye en beneficio de la interpretación de Paul Keating.

“Closer to Heaven” - El que podría ser el “tema de amor” de la obra se repite en varias ocasiones. Es una de las canciones que ya formó parte del disco “Nightlife” aunque aquí suena en una versión más lenta. El arreglo, sin embargo, nos gusta mucho y nos parece muy elegante pese al hecho de que el tema original es uno de nuestros favoritos del dúo. Los teclados, muy sobrios, realzan una melodía que tiene el handicap de que parte del texto del estribillo del tema de 1999 desaparece aquí teniendo que ser reemplazado por el piano.

“In Denial” - El dueto que en “Nightlife” protagonizaban Neil Tennant y Kylie Minogue es aquí una conversación entre el dueño del club nocturno y su hija en la que varias de las lineas del original han sido modificadas. El arreglo es muy potente y nos parece más descaradamente bailable que la versión anterior, destacando una nueva linea de bajo que parece galopar sobre la caja de ritmo dandole una energía adicional.

“Call Me Old-Fashioned” - Una de nuestras piezas favoritas de todo el musical es la protagonizada por el personaje de Bob Saunders, el que podría ser el “malo” de la obra es un personaje cínico pero con un punto encantador que se muestra con una claridad meridiana en la canción. Una gran canción que merecería una buena grabación por parte de los propios Pet Shop Boys más allá de la “demo” que circuló en su momento.




“Nine Out of Ten” - Uno de los momentos más calientes del musical llega con esta conversación llena de dobles (y hasta triples) sentidos entre Straight Dave y Shell Christian, la hija del dueño del club. Una canción absolutamente teatral y llena de complicidad entre los dos intérpretes que quizá funcione mejor dentro de la obra que de forma aislada aunque en lo musical tiene todos los “tics” de las mejores baladas de Tennant y Lowe.

“It's Just My Little Tribute to Caligula, Darling” - Llegamos a otro de nuestros momentos favoritos de la obra en el que Billie Trix hace un particular homenaje a “Caligula” la controvertida película de Tinto Brass que contó con Malcolm McDowell y Peter O'Toole como protagonistas. En cierto sentido es un anticipo de temas como “The Sodom and Gomorrah Show” que aparecerían en discos posteriores del dúo.




“Hedonism” - A modo de interludio aparece aquí una pieza instrumental de esas que Chris Lowe nos deja de vez en cuando, habitualmente en forma de “cara b” de algún single. Es un tema bailable sin mucho más recorrido con una melodía muy escueta y alguna que otra mención del título separando las secciones de la composición.

“Friendly Fire” - Espectacular balada adornada aquí con un precioso envoltorio orquestal y un gran arreglo de piano. La canción fue escrita originalmente por Neil Tennant pensando en David Bowie para interpretarla pero aquello nunca llegó a buen puerto. Al margen de esta versión, los Pet Shop Boys inclurían la suya propia poco después como “cara b” de uno de los singles de su siguiente trabajo.

“Shameless” - Una de esas canciones que inexplicablemente nunca formaron parte de un disco “grande” quedando como mero acompañamiento de “Go West” en el correspondiente single de 1994. Probablemente sea una de nuestras canciones predilectas dentro de la linea más festiva y “petarda” del dúo. Esta versión coral, pese a conservar casi todos los arreglos instrumentales y la fuerza rítmica del original, no llega a la altura de la publicada en su momento por los propios Pet Shop Boys.

“Vampires” - Otra canción que ya escuchamos en “Nightlife” aunque la versión del musical es bastante diferente, algo sobreactuada por parte de David Burt, el vocalista sobre las tablas. Quizá por ello es una de las piezas que menos nos gustan de todo el montaje teatral.

“Closer to Heaven” - La segunda aparición de la canción en el disco es, en realidad, un diálogo entre Straight Dave y su “camello” con lo que el “tema de amor” cambia aquí de signo correspondiendo su presencia con una relación homosexual, juego que es uno de los puntos centrales de la trama. Musicalmente apenas el estribillo y alguna linea de piano nos recuerdan al original siendo el resto una conversación entre los dos personajes.

“Out of My System” - La siguiente canción tiene un extraño arreglo entre el “rhythm and blues” y el “hip-hop” lo que unido a la interpretación de Stacey Roca (Shell) hace que la canción sea difícil de distinguir de cualquier éxito de la época de artistas como Beyonce y similares. Neil Tennant canta en una versión que apareció como “demo” aunque, curiosamente, el resultado no es demasiado diferente. Una canción que, quizá por lo que tiene de extraña, nos gusta mucho.

“K-Hole” - Segundo instrumental del disco que tiene tintes más dramáticos que el anterior. El título hace referencia a los efectos de la ketamina e ilustra la escena en la que muere uno de los personajes de la obra: el amante de Straight Dave. El comienzo es lúgubre y en la parte central entra un enérgico ritmo en segundo plano que le da un tono muy inquietante al tema. Muy de fondo suena la voz de Billie Trix cantando el que en la obra era el gran éxito que tuvo en 1971 y que regrabó años después a modo de “revival”. Esa canción, titulada “Run Girl Run!” no aparece en la obra original pero sí que se vendía como “CD single” en las representaciones teatrales del estreno londinense.

“For All of Us” - Otra balada de una intensidad especial por cuanto en la obra la canta el protagonista al descubrir el cadáver de Lee. Aquí aparece con un acompañamiento orquestal y sin percusiones que le viene mucho mejor que el arreglo electrónico con el que el propio Neil Tennant se rodeó en la versión del tema que Pet Shop Boys publicarían más adelante.

“Closer to Heaven” - La tercera aparición del tema central en el disco comienza con un solo de violonchelo en el que los teclados sólo aparecen como fondo. En el fondo es un canto de esperanza que comienza con un Straight Dave abatido pero que termina con el protagonista mirando al futuro y enlazando sin solución de continuidad con el último corte del disco.

“Positive Role Model” - El álbum concluye con una canción electrónica muy potente en la linea más agresiva del dúo quienes, de hecho, la grabarían posteriormente para su recopilación “Disco 3” (también fue “cara B” de un single pero sólo en Alemania). El tema incluye un popular “sample” del éxito de Barry White, “You're My First, My Last, My Everything” que se respeta en posteriores versiones.

Enumerar la cantidad de veces que los Pet Shop Boys se la han jugado con algo alejado de sus registros daría por si mismo para una entrada independiente. Ya en sus primeros años arriesgaron componiendo un disco entero para una estrella como Liza Minelli y más tarde han grabado desde una nueva banda sonora para un clásico del cine como es “El Acorazado Potemkin” hasta la música para un ballet basado en un cuento de Hans Christian Andersen pasando por una serie de piezas para acompañar una obra de teatro infantil. Es sorprendente comprobar cómo han ido saliendo airosos de prácticamente todos esos retos con la única excepción, quizá, de “Closer to Heaven”. El musical no recibió buenas críticas por lo general aunque hubo excepciones con opiniones muy favorables (en su mayoría de colegas como Elton John o Marc Almond). Sin haber asistido a ninguna representación del mismo no podemos opinar sobre el resultado final pero sí sobre la música que, en nuestra opinión, está a la altura del dúo lo cual es decir mucho. Cierto es que en la mayor parte de los temas en los que hemos escuchado una versión de los propios Pet Shop Boys nos quedamos con ella en detrimento de la del reparto teatral original pero eso no es razón para despreciar este disco.

El único “pero” que le encontramos a esta grabación es su escasa tirada inicial que hace que hoy en día sea difícil de encontrar por un precio razonable. Para despedirnos os dejamos con una de las "demos" del musical interpretada por Neil Tennant.


 

jueves, 8 de febrero de 2018

Jean Michel Jarre - Deserted Palace (1972)



El mundo de la música está lleno de recovecos donde un joven aspirante puede buscar un modo de darse a conocer y ganarse la vida. Incluso artistas hoy consagrados han tenido que pasar por todo tipo de peripecias para asomar la cabeza y publicar su música. El disco que hoy nos ocupa representa uno de esos casos en que el éxito no llegó por la vía más directa ni mucho menos y eso a pesar de que el artista tenía un ilustre progenitor cuyo apellido bien le podría haber abierto muchas puertas en la Francia de los años sesenta.

Hablamos, claro está, de Jean Michel Jarre. Hijo del gran Maurice Jarre, en su juventud tocó todos los palos: montó una banda de rock al estilo de los Shadows, estudió en el conservatorio y fue alumno del “Groupe De Recherches Musicales” de Pierre Schäffer, una de las grandes sedes de la vanguardia sonora europea del pasado siglo. Tras eso compuso música para ballets e incluso publicó un “single” de música electroacústica realmente interesante pero su repercusión estaba muy lejos de la que alcanzaría posteriormente. Fue en aquella época cuando surgió la posibilidad de grabar algunas piezas electrónicas con los escasos medios de que disponía entonces y publicarlas en forma de “librería de sonidos”. Hoy ese concepto no es tan conocido pero en aquellos años no era raro encontrar discos de efectos sonoros o con música concebida para ser usada en todo tipo de formatos, desde sintonías hasta anuncios de televisión o radio. Incluso había sellos especializados en ese tipo de discos. Iba a ser uno de ellos, el norteamericano Sam Fox Productions, el que se interesase en publicar una serie de raras piezas electrónicas creadas por Jean Michel Jarre en aquellos años con unos medios más bien escasos. Como solía indicarse en las notas que acompañaban a los LP's del sello, en ellos se podía encontrar "A most extensive and comprehensive library with limitless, versatile and flexible offering of music cues to satisfy musical needs for Television, Radio, Film, Theatre and Documentary use". En Sam Fox publicaban autores como John Cacavas (quien poco después haría la banda sonora de la serie Kojak), Syd Dale (muchas de sus piezas se utilizaban para promocionar la NFL en los Estados Unidos) o el francés Nino Narnini, autor de populares jingles electrónicos en la época y cuyos discos hoy son muy buscados.

En 1972 aparecería en el reducidísimo mercado de la “library music”, “Deserted Palace”, un disco que habría pasado sin pena ni gloria de no ser por la evolución posterior de su autor que llegó a convertirse en una estrella mundial. El disco contenía quince experimentos sonoros de los más variados estilos con un único denominador común: la utilización de sonidos electrónicos como base principal de todas las piezas. Jean Michel Jarre interpretaba el órgano Farfisa y dos sintetizadores, el EMS AKS y el VCS3 del mismo fabricante. Puntualmente toca también la batería o la guitarra en algunas piezas.

Jean Michel Jarre. Pionero también de los "micropisos".


“Poltergeist Party” - El primer corte es una melodía ligéramente tétrica que se despliega a partir de un monótono ritmo sintético. Lo interesante es la forma en que aparecen determinados elementos que más tarde serán importantes en la obra de Jarre como ciertos efectos sonoros de ruido blanco que aquí se convierten en parte del armazón rítmico del tema.

“Music Box Concerto” - Un motivo de aire clasicista a modo de cuarteto electrónico con una linea de bajo muy marcada y dos lineas melódicas centrales que harían las voces principales. Es un tema muy inocente pero con cierta gracia.

“Rain Forest Rap Session” - El siguiente corte habría sido una buena sintonía para un videojuego como los que empezaron a comercializarse en aquellos años: una melodía muy directa con un ritmo muy pegadizo, todo ello lleno de efectos sonoros procedentes del clásico VCS EMS3, un aparato del que Jarre no se ha separado en toda su carrera.

“A Love Theme for Gargoyles” - Seguimos con las influencias clásicas en una suerte de “minuet” electrónico cuyo mayor interés para el seguidor del músico puede estar en las voces graves que anticipan algunos de los timbres utilizados por Jarre más adelante en trabajos como la tercera parte de su “Oxygene” publicado en 1976.

“Bridge of Promises” - Un toque de rock sinfónico no viene mal en un disco publicado en pleno apogeo del movimiento. El órgano Farfisa pone la introducción sobre la que se desarrolla el tema central, uno de los más inspirados del disco y el primero en el que escuchamos una batería que trata de contribuir al tono épico de la composición. Nos resulta curioso el empleo en la parte final de una voz profunda que parece grabada en cinta previamente y reproducida a otra velocidad, imitando quizá los célebres “coros” del “mellotron”, uno de los artilugios más deseados en aquellos años. El tema aparecería con el título de “Black Bird” en un single de la época en una nueva regrabación que mejora con mucho a ésta.




“Exasperated Frog” - Básicamente un muestrario de sonidos y efectos sin mayor interés. Es aquí donde hay que recordar que estamos ante un disco de muestras sonoras para todo tipo de uso, que no necesariamente ha de ser musical.

“Take Me To Your Leader” - Escuchamos de nuevo la batería ejecutando un ritmo enrevesado sobre el que suena una distraída melodía y algún que otro efecto. En la parte final hay una especie de improvisación de lo que podría pretender sonar a saxofón que nos resulta curiosa.

“Deserted Palace” - Otra de las piezas de influencia barroca (la melodía es muy cercana a la segunda voz del “Preludio No.20” de “EL Clave Bien Temperado” de Bach) es este corte que anticipa al Jarre que un año más tarde pondría música a la película francesa “Les Granges Brulees”. En lo musical es una de las composiciones más rescatables del disco.

“Pogo Rock” - Una miniatura de aire rockero en la que Jarre se atreve con la guitarra con resultados muy dudosos sobre una mezcla de irritantes ritmos a base de pitidos y una linea de bajo electrónica que es lo único salvable. Con mucha imaginación podríamos ver aquí un precedente de la colaboración de Jarre con Pete Townshend en su tema “Travelator” de 2015.

“Windswept Canyon” - Abriendo la “cara b” del disco aparecía el que, con diferencia, es el corte más interesante del trabajo. Un tema que, por su gran duración (8 minutos), no parecía encajar bien en el propósito del disco como muestrario de sonidos. La pieza comienza con gran solemnidad sobre un fondo de órgano Farfisa pasado por distintos filtros (de no saber que era un Farfisa habríamos apostado por otra marca italiana como era Crumar que tenía un sonido muy similar al que aquí se oye). El órgano aporta una vibración muy particular sobre la que se despliega una melodía que está entre las más bellas del Jarre de los primeros tiempos. En la parte central asistimos a un interludio lleno de efectos sonoros, esta vez sí, combinados de forma magistral, incluyendo los clásicos efectos de ruido blanco imitando olas y viento tan característicos del sonido de discos como “Oxygene”. Este tipo de transiciones iban a ser una constante en la carrera posterior del músico, muy dado a experimentar en los segmentos centrales de muchas de sus piezas más largas. El ejemplo clásico sería su “Magnetic Fields 1” pero también otros más recientes como “Close Your Eyes” junto a los miembros de AIR.




“The Abominable Snowman” - Apenas es una secuencia de bajo que transcurre durante algo menos de un minuto pero nos resulta muy atractiva. La melodía que se incorpora por encima, sin ser nada especial, encaja bien.

“Iraqi Hitch-Hiker” - Curioso ejemplo de “proto-tecno-pop” si se nos permite la expresión. Como nos pasa con muchos de los cortes del trabajo, encontramos más interesante el armazón rítmico de la pieza, que parece muy cuidado, que la parte melódica que se diría improvisada en la mayor parte de los casos. Algo no del todo descartable si tenemos en cuenta lo escaso de los recursos con los que contaba el músico en la época y la necesidad de ahorrar material.

“Free Floating Anxiety” - Es posible que a estas alturas alguien hubiera echado en falta algo de pura experimentación sonora por parte de un músico que había estado en el GRM. Esa parte de su formación aparece aquí claramente en esta pieza electroacústica que nos resulta interesantísima y que se aleja radicalmente de la melodía para centrarse en el sonido en sí. Una pena que no tenga un desarrollo más largo.




“Synthetic Jungle” - Un tema hecho a base de ritmos y percusiones que en muchos momentos parecen vocales al estilo de Syd Barrett en el tema “Pow R Toc H” de Pink Floyd. Junto al caos sonoro oímos un par de melodías repetitivas que quieren formar una especie de “riff” rockero sin terminar de cuajar.

“Bee Factory” - Cerrando el disco encontramos esta sucesión de zumbidos sonoros de entre los cuales parece querer surgir un boceto de melodía que no tiene espacio para desarrollarse ante el inmediato final del tema.

Aunque Sam Fox Productions era una editora con sede en los Estados Unidos, los derechos para Francia del disco pertenecían a Editions Labrador, propiedad de Francis Dreyfus con quien Jarre había empezado a colaborar poco antes en calidad de letrista de alguno de sus principales artistas. De hecho, la idea de grabar “Deserted Palace” como disco de muestras y licenciarlo para un sello especializado como Sam Fox fue del propio Dreyfus. Músico y empresario mantuvieron una larga relación tremendamente fructífera para ambos pero eso ya es otra historia.

Lo que pretendíamos hoy era mostrar una versión diferente de un músico muy conocido cuyos comienzos no son tan conocidos. De hecho, “Deserted Palace” nunca ha aparecido en CD aunque si lo hicieron buena parte de sus temas en una recopilación de la que hablamos aquí hace ya un tiempo.

domingo, 4 de febrero de 2018

Vangelis - China (1979)



Pese a la enorme distancia cultural que siempre ha separado a China del resto del mundo y, particularmente, del hemisferio occidental, siempre ha habido artistas de este lado del globo muy interesados en la cultura del gigante asiático y eso ha terminado por reflejarse en algunas de sus obras más reconocidas.

Ocurrió con el compositor alemán Carlo Maria Von Weber, quien compuso a principios del S.XIX su “Obertura China” basada en material tradicional pero también con el italiano Giacomo Puccini cuya ópera “Turandot” tenia una gran influencia china (también su “Madama Butterfly” presenta rasgos propios de la música tradicional china aunque la acción se sitúe en Japón). Incluso compositores renombrados como Alexander Tcherepnin llegaron a vivir y componer en la antigua Catay. Ya en el S.XX hubo varios músicos norteamericanos muy interesados en la música China, desde Harry Partch (sus padres fueron misioneros allí) hasta Henry Cowell que la conoció en el barrio chino de San Francisco junto al que creció. Más conocido es el caso de John Cage, estudioso del “I Ching” o el de Lou Harrison, habitual asistente a todas las representaciones de ópera que se celebraban en Chinatown en su juventud.

Vangelis nunca estuvo en China pero su cultura le atrajo en un momento determinado. No fue la suya una inmersión a fondo, fruto de un estudio detallado de obras musicales y circunstancias sociales, sino algo intuitivo como todo lo que rodea el proceso de creación del músico griego. Sin embargo, siendo Vangelis como es un superdotado a la hora de aprender a interpretar un instrumento (en el sentido más amplio del término “interpretar”) y en lo tocante a entender la esencia de una música determinada (en este caso la china), el resultado de su visión del país oriental podría no ser todo lo ortodoxo que se podría esperar de otros pero nunca será decepcionante. El propio músico aclaraba en su momento que no pretendía hacer un disco de música tradicional china pero sí, al menos, de capturar su espíritu, en su opinión, cercano al de la griega. Con su propio talento y algunos conceptos básicos adquiridos en sus visitas al barrio chino de Londres, lecturas sobre taoismo o sobre la historia reciente del país, el artista compuso el que es hoy uno de sus trabajos mejor valorados.

“China” iba a ser el primer disco de estudio del músico tras terminar su contrato con RCA aunque no se puede decir que con él llegase a una nueva discográfica puesto que Polydor ya había editado alguna banda sonora suya anteriormente. Estaba reciente aún la creación de Spheric por parte del músico. Era una editorial destinada a salvaguardar los derechos de la obra del griego y a gestionar los contratos de sus futuras grabaciones, fundada para ordenar en cierta forma una producción que ya en aquel entonces tenía tintes caóticos por la cantidad de sellos, editoras, etc. que poseían los derechos de su música. El “fichaje” por Polydor no era el único indicio de que el músico se iba a tomar más en serio su carrera: el lanzamiento de “China” iba a ir acompañado por tres grandes conciertos de presentación en Londres, Bruselas y París cosa excepcional en la carrera de un artista muy poco dado a las giras y a los espectáculos en directo. Vangelis interpreta todos los instrumentos salvo el violín en una de las piezas que corre a cargo de Michel Ripoche, multi-instrumentista que ya había colaborado con el griego en el “666” de Aphrodite's Child y en un par de sesiones publicadas de forma “pirata” tiempo después. Curiosamente en esos discos Ripoche tocó el bajo y varios instrumentos de viento. Nunca el violín que sí tocó en el disco “Pin Ups” de David Bowie.

Poster promocional del disco.


“Chung Kuo” - Comienza el disco con una serie de sonidos electrónicos secuenciados que desembocan en una especie de fanfarria electrónica de aire ciertamente oriental. Entramos así en en núcleo central de la pieza marcado por una lenta serie de notas pulsantes que se repiten en bucle mientras entra la melodía central, parsimoniosa al principio y solemne en cuanto irrumpe el clásico timbre marca de la casa que Vangelis utiliza en casi todos sus trabajos de la época, procedente de su inconfundible Yamaha CS80.




“The Long March” - En la segunda pieza del disco, se retoma una de las melodías de la primera en un solo de piano que anticipa claramente al Vangelis de la banda sonora de “Chariots of Fire”, especialmente de la larga suite que ocupó la “cara B” de aquel disco. El juego de variaciones sobre el tema citado es maravilloso y nos destapa a un Vangelis soberbio, incluso sin necesidad de ornamentación electrónica.

“The Dragon” - Uno de los grandes clásicos de la discografía del músico en nuestra opinión aunque no es de los que suelen aparecer en las abundantes recopilaciones. Un espectáculo de principio a fin en el que una melodía tremendamente atractiva es ejecutada al unísono por diferentes timbrés electrónicos sobre una abrumadora linea de bajo que pronto desaparece para que sean las percusiones las que tomen el relevo como contrapunto de las cuerdas sintéticas. Es Vangelis en estado de gracia con lo que sólo queda sentarse a disfrutar de una escucha que, tenemos que confesar, en nuestro caso muchas veces se interrumpe aquí para repetir la reproducción de “The Dragon” antes de continuar con el resto del disco.

“The Plum Blossom” - De nuevo Vangelis al piano acompañado en esta ocasión del violín de Ripoche que ejecuta una vibrante melodía. En la segunda sección se añaden los sintetizadores para subrayar el papel del piano por un lado y para dar la réplica, a modo de violín sintético, al real.

“The Tao of Love” - El corte más romántico del disco está interpretado en su parte central por el propio Vangelis al koto con el acompañamiento posterior de los sintetizadores. Pese a que la melodía es muy inspirada, no termina de llamar nuestra atención.

“The Little Fete” - Vangelis se atreve con la flauta sakuhachi en la introducción de un tema cuya principal novedad es el recitado por parte de dos intérpretes chinos de un poema de Li-Bai. Siempre nos llamó la atención que el músico utilizase una traducción inglesa en lugar del texto original pero en todo caso tampoco es uno de nuestros temas favoritos del trabajo.

“Ying & Yang” - Mejora algo la cosa con el siguiente corte aunque continúa con la inspiración claramente folclórica de los últimos cortes. El músico griego, reconocido multi-instrumentista, se atreve con varios instrumentos tradicionales en la primera sección para incorporar después los sintetizadores en el espectacular segmento final. En ese tramo recuperamos al Vangelis más “espacial” y épico para cerrar un gran tema.

“Himalaya” - Llegamos al corte más largo del disco y a uno de los más descriptivos. En su comienzo no podemos evitar imaginar el viento y las inclemencias climatológicas que rodean habitualmente a las montañas que le dan título. Superada la introducción escuchamos un ritmo procesional y al compositor griego elevándose con una melodía de piano muy esquemática pero que se adapta a la perfección al ritmo cadencioso marcado por una especie de cascabeles. Un grandísimo tema de un Vangelis ambiental con muchas pistas de cuál iba a ser su evolución posterior en términos de sonido.




“Summit” - La pieza final del disco funciona como una coda llena de sonidos electrónicos muy sutiles que se nos antojan un precedente de la música de Blade Runner. Es un tema delicadísimo y atmosférico de esos que no se aprecian en su totalidad hasta después de varias escuchas.

Muchos de los seguidores de Vangelis tienen a “China” como uno de los grandes discos del músico griego y ahí es donde tenemos que mostrar una cierta discrepancia. Creemos que es un disco que contiene grandes momentos pero que es muy irregular. La parte más tradicional nos parece muy meritoria pero no nos engancha en ningún momento de modo que lo que más disfrutamos del trabajo es todo aquello que nos recuerda al Vangelis de siempre. ¿Es “China” un buen disco? Creemos que sí. ¿Es uno de los, pongamos, diez mejores de su autor? En nuestra opinión dista mucho de serlo aunque es un buen intento. Como siempre, lo mejor es que cada uno escuche y decida según su criterio.

Os dejamos con un maravilloso video con Vangelis en su estudio que enlaza "The Dragon" y "The Plum Blossom":