sábado, 31 de diciembre de 2022

Jean Michel Jarre - Oxymore (hommage to Pierre Henry) (2022)



El ambicioso proyecto que fue “Electronica” tuvo a Jean Michel Jarre ocupado durante muchos años antes de ver la luz en dos volúmenes que aparecieron en 2015 y 2016. Aquellos dos discos sirvieron para reflotar una carrera que parecía casi terminada tras muchos años de silencio discográfico protagonizados por algún recopilatorio, refritos de “Oxygene” y giras con sabor a despedida por la elección de un repertorio lleno de viejos “hits” y escasas novedades. Tal fue el efecto de “Electronica” que el músico francés entró a partir de ahí en una época de creatividad casi inédita en su carrera volviendo a ritmos de publicación de prácticamente un disco por año que no se recordaban ni siquiera en sus mejores épocas.


De forma paralela, el músico seguía manteniendo abierta la posibilidad de nuevos volúmenes de “Electronica” dejándose ver con otros artistas y llegando a afirmar que lo veía como un proyecto paralelo a tener en cuenta en el futuro. Había una variable a tener en cuenta y es que, a pesar de lo bien que salió aquello en muchos sentidos, no todas las colaboraciones llegaron a buen puerto por uno u otro motivo. Una de las que habrían sido más especiales era la que pudo haber juntado al alumno Jarre con uno de sus maestros en sus inicios musicales: Pierre Henry. Hablamos de una de las figuras claves en el desarrollo de la música electroacústica y padre de la “música concreta”, con el que Jarre contaba para uno de los cortes de “Electronica”. Desgraciadamente la delicada salud de Henry no o hizo posible y su fallecimiento en 2017 terminaba con toda opción de colaboración entre ambos. Sin embargo, su viuda hizo llegar algunas grabaciones de sus archivos a Jarre por si quería hacer algo con ellas. Ahí es donde comienza este proyecto, con Jean Michel trabajando en una nueva obra inspirada en conceptos de su época de estudiante y combinando las técnicas de entonces con la tecnología más avanzada de nuestros días. Partiendo de esa premisa surge “Oxymore”, una obra en la que, como suele pasar con Jarre, se juntan muchas ideas. Por un lado, el músico profundiza en el sonido binaural que ya exploró en “Amazonia” y por otro en la realidad virtual como nueva forma de asistir a espectáculos innovadores siguiendo la estela de “shows” recientes como su concierto virtual en Notre Dame. “Oxymore” se estreno en tres conciertos virtuales que Jarre ofreció desde la Maison de la Radio et de la Musique de París a finales de enero de 2022. Mientras el músico interpretaba desde allí la obra, los asistentes se encontraban en “Oxyville”, una ciudad virtual diseñada por el ruso Pavel Pavlyukov con claras influencias arquitectónicas del brutalismo soviético desarrollado entre 1945 y 1970 (periodo que, casualmente, coincide con los primeros años del Groupe des Recherches Musicales y su precedente, el Groupe de Recherche de Musique Concrete” a los que perteneció Henry). Cada corte del disco se correspondía con un entorno visual diferente del que los asistentes podían disfrutar a través de cascos de realidad virtual o directamente en la pantalla de su ordenador.


Cartel anunciador de los conciertos de presentación de "Oxymore"


“Agora” - La introducción del trabajo es un breve corte en el que, entre distintos efectos sonoros escuchamos repetidamente el nombre de Pierre Henry junto con algunos fragmentos del propio compositor hablando de su visión de la creación sonora. Todo ello tratado de forma electrónica al estilo del viejo “Zoolook” para conformar un inicio que bien podría haber formado parte del siguiente corte en lugar de aparecer por separado.


“Oxymore” - El segundo tema del disco es un ejemplo de mezcla entre la música concreta (es decir, procedente de objetos normales, no pensados para hacer música con ellos) y la electrónica más avanzada. En la primer parte escuchamos varias secuencias típicas del “sonido Jarre” acompañadas de percusiones y voces modificadas de mil y una formas pasando en la segunda mitad a una pieza más estructurada en torno a un ritmo constante. Un perfecto calentamiento para lo que se nos viene encima.




“Neon Lips” - El siguiente corte es una verdadera locura. Parte de una secuencia sencilla a la que se le suman diferentes efectos percusivos y vocales que desembocan en una parte rítmica con trazas de melodías electrónicas que nos recuerdan a alguno de los mejores momentos de discos clásicos como el mismísimo “Equinoxe”. Luego nos dejamos llevar por un ritmo rápido rodeado de sonidos y samples en la línea de lo que fueron “Oxygene 15” y “Oxygene 15” en la entrega más reciente de la trilogía. En el cierre escuchamos un curioso (e irritante) sonidillo que interpreta una molesta letanía que nos evoca la sensación de estar escuchando a alguien que habla sin parar mientras le vamos ignorando esperando que se canse. Es un final que nos recuerda a un fragmento similar del “Psyche Rock” de Henry por lo que no es descartable que sea un pequeño homenaje.


“Sonic Land” - Una de las composiciones más cercanas al espíritu de la obra de Henry, con una nota pulsante que se repite una y otra vez y distintos efectos sonoros que van apareciendo en segundo plano. Llegamos a una serie de compases repetitivos a modo de pizzicatti y a continuación pasamos a un tramo más propio del Jarre experimental (pensamos en cosas como “Chronologie 7”). Los pads utilizados también nos recuerdan a ese mismo disco del lejano 1993 y, de repente, comienza un verdadero muestrario de patrones rítmicos en el que parece que Jarre va probando con los diferentes “presets” de la máquina sin terminar de decidirse por uno concreto. Curiosamente con ello logra un gran dinamismo en una pieza que no deja respiro alguno en toda su extensión. En el tramo final parece adivinarse el uso de un sample de una de las primeras grabaciones de Jarre: “Erosmachine”.




“Animal Genesis” - Sin ser de nuestras favoritas, es este uno de los cortes más curiosos del trabajo. Dominado por una especie de “tic tac” de un reloj durante toda la primera parte, escuchamos todo tipo de ruidos acompañando una percusión monótona y aleteos de paloma que ya utilizó el músico en “AERO” (2004). Toda la secuencia nos recuerda enormemente a lo que sonaba en la cuarta temporada de la serie “Stranger Things” durante (y que nos perdone el lector para el que esto suponga un spoiler) la destrucción de Hawkins. Lo más sorprendente es que justo después empieza una secuencia electrónica típicamente ochentera que podría pertenecer sin problema a la banda sonora de la popular serie. Para los suspicaces, el episodio en cuestión se emitió varios meses después del concierto en el que se estrenaba “Oxymore” con lo que todo esto no pasa de ser una divertida coincidencia. El tema concluye con lo que nos parece un guiño melódico a la “Carmina Burana” de Carl Orff tras el que termina poco a poco la pieza.


“Synthy Sisters” - Uno de los cortes más breves del disco es este travieso tema en el que el protagonismo se lo llevan los samples vocales en continuo diálogo entre sí. El tono infantil de los mismos nos provoca una sonrisa antes de llegar a la explosión de ritmo que se produce en la parte central. Probablemente lo más cercano al espíritu de “Zoolook” que Jarre haya hecho desde aquel disco.


“Sex in the Machine” - Llegamos a la pieza más potente desde un punto de vista sonoro de todo el disco. Dominada por una percusión espectacular en su parte central, Jarre llega a recuperar algún sonido utilizado en el desafortunado “Teo & Tea” y a juntarlo con guiños (una vez más) al “Psyche Rock” de Henry para componer un tema absolutamente espectacular, más melódico de lo que es el resto del disco y muy cercano a experimentos del pasado como “Moon Machine”. Por muchas cosas, nuestra pieza favorita de “Oxymore”




“Zeitgeist” - Continuamos en el fragmento más enérgico del trabajo con un corte industrial en el que volvemos a escuchar la voz de Pierre Henry intercalada en distintos momentos de la pieza que, en determinados momentos, quizá por tener un patrón rítmico y una estructura similar, nos recuerda mucho al tema central de “Teo & Tea” pero esta vez mucho mejor hecho y con un trabajo de producción a años luz de aquel.


“Crystal Garden” - Años atrás, Jarre se metió en el negocio de la alta fidelidad lanzando una línea de aparatos de audio de alta gama entre los que destacaba el Aerosystem One: un sistema de altavoces adaptado a los productos de Apple (iPod y iPhone principalmente). Dentro de esa gama existía un modelo de edición muy limitada que contaba con un diseño en cristal a cargo de la prestigiosa compañía Lalique. Para la promoción se hicieron distintos reportajes en vídeo con una banda sonora exclusiva e inédita de Jarre. El músico recupera ahora parte de esa música en la introducción de esta pieza en la que, como vemos, la referencia al cristal del título no es casual. La segunda parte del corte está dominada por un ritmo que se nos antoja muy similar (aunque algo ralentizado) al que Jarre creaba en 1970 para el antes mencionado “Erosmachine”, lo que tendría sentido dada la temática del disco. Por lo demás, el tema es un descanso para coger fuerzas antes del tramo final del disco que es de los que dejan exhausto al mas pintado.


“Brutalism” - El el final del disco encontramos los dos temas que, a día de hoy, han aparecido como “singles” del disco con sus correspondientes remezclas. El primero de ellos, calificado como “bomba tecno” en sus notas de prensa promocionales, es precisamente eso: una pieza de música tecno, con una atmósfera pesada y densa que juega con un ritmo en medio tiempo y unos sintetizadores que repiten constantemente una melodía corta e inquietante. Para quien espere al Jarre melódico y amable de los años ochenta será una decepción. Para los que busquen una versión actualizada de su música se parecerá mucho a lo que esperan. Nuestra opinión es que estamos ante una versión muy satisfactoria de un músico que en 2022 no ha querido quedarse en la nostalgia como bien podría haber hecho tras sus discos de 2016 y 2018 recordando tiempos pasados.


“Epica” - Cerrando el trabajo tenemos una frenética pieza en la que los ritmos a base de samples vocales nos abruman ya desde el comienzo. De ahí en adelante la cosa se convierte en una verdadera locura. ¿El “Zoolook” del siglo XXI? Si no lo es, se parece mucho a lo que debería ser un disco así. La pieza sube y sube de identidad hasta llegar a un final apoteósico acompañado de una línea de bajo que, por algún motivo, nos recuerda al “Thriller” de Michael Jackson.


Hay un par de detalles que nos hacen pensar que Jarre nos tiene reservada una vuelta de tuerca y de ahí nuestra introducción con tantas referencias a “Electronica”. En su momento, el primer volumen de ese trabajo tenía un formato peculiar en lo que se refiere a la caja de la edición en CD y es que se abría al revés que un disco normal. Esto tenía explicación porque el diseño del segundo volumen, aparecido meses después, encajaba en el primero formando ambos una caja más grande como combinación de ambas. Pues bien, ese mismo esquema se repite en “Oxymore” que también se abre “al revés”. Si a eso unimos que Jarre ha anunciado que los diferentes singles del disco van a ser “prolongados” por otros artistas (ojo, evita conscientemente la palabra remix y la sustituye por “toma 2”, “extensión” o “continuacion”), no es descabellado creer que en un plazo no demasiado largo tendremos un nuevo “Electronica” en el que se incluyan las “revisiones” que de diferentes partes de “Oxymore” ya han hecho artistas como Martin Gore, Deathpact, Brian Eno o French79. Probablemente junto con algunas más anunciadas por Jarre en las últimas semanas y en un formato que encaje con el CD ya publicado.


Volviendo a “Oxymore”, lo cierto es que ha sido una gran sorpresa para nosotros. Aún teniendo un nivel elevado, sus trabajos de la última etapa siempre tenían un “pero”. “Electrónica” era un proyecto de colaboraciones, “Oxygene 3” y “Equinoxe Infinity” aprovechaban el tirón de la nostalgia y “Amazonia” no dejaba de ser un soporte musical para una obra visual. Todos ellos eran, en todo caso, discos difíciles de analizar sin recurrir a la comparación con sus referentes directos (en el caso de “Oxygene” o “Equinoxe”) o con la obra de los diferentes colaboradores (en “Electronica”). “Oxymore”, en cambio, retoma el camino en que Jarre se encontraba cuando grabó “Teo & Tea” planteando un disco conceptual (como era aquel) y con una historia relacionada con la realidad virtual (al igual que entonces). Además, hay varios guiños sonoros a “Teo & Tea” en “Oxymore” como ya hemos comentado y no estamos seguros de que sean involuntarios. En cualquier caso, el resultado es infinitamente superior.


Las reacciones al disco han sido muy variadas, tanto por parte de los críticos como por la de los aficionados. En ambos sectores encontramos opiniones muy a favor y otras decididamente negativas. Esto nos hace comparar el disco con la que quizá sea su verdadera referencia en la discografía de Jarre: “Zoolook”. Este fue un trabajo muy desconcertante en su día pero también uno de los mejor valorados con la perspectiva del tiempo. Incluso desde un punto de vista de experimentación sonora, la mayor parte de las piezas de “Oxymore” van un poco más lejos que en el disco de 1984 en el que se veían muchas influencias contemporáneas al mismo como la de Herbie Hankock, Talking Heads o la propia Laurie Anderson. En cualquier caso, creemos que con “Oxymore” Jarre abre un nuevo camino a explorar en el que los temas tecno puramente bailables, que abundaban en muchos de sus últimos trabajos y conciertos, quedan muy bien integrados dentro de la obra y, sobre todo, están al servicio de la misma. Es recurrente la crítica en un sector de los aficionados que incide en la supuesta falta de melodías y en la opinión de que en este disco apenas se reconoce a Jarre. Respetando todas las opiniones, creemos que quienes así se expresan están demasiado centrados en el Jarre de los singles y los recopilatorios obviando que por cada “Oxygene 4”, “Magnetic Fields 2”, “Orient Express”, “Rendez-Vous 4”, “Ethnicolor” o “Chronologie 4” había un “Oxygene 5”, un “Magnetic Fields 3”, un “Night in Shanghai”, un “Wooloomooloo”, un “Tokio Kid” o un “Chronologie 7”. Piezas todas ellas muy experimentales y alejadas del Jarre que sonaba en la radio. Quizá falte la validación que solo dan los años pero no es descabellado pensar que “Oxymore” se encuentra entre los mejores discos que Jarre ha publicado en varios lustros y puede sostener la mirada a más de uno de sus discos “clásicos” sin ruborizarse. Por todo ello, nos parece muy adecuado que la última entrada del blog en este año esté dedicada a este “Oxymore”.


Mención aparte merece un importante aspecto técnico de “Oxymore” y es que, como también ocurría en “Amazonia”, la compra del disco incluye la descarga digital de su mezcla binaural. Muy recomendable si queremos disfrutar de un verdadero acercamiento inmersivo al sonido. Parece que después de un tiempo apostando por formatos como el 5.1 o el 7.1 Jarre ha tomado partido por la opción binaural. Algo lógico ya que no requiere, como los formatos mencionados, de un equipo especial para poder disfrutarla y cualquier oyente con unos buenos auriculares la tiene a su alcance. Merece la pena probarla aunque solo sea de vez en cuando. Como despedida, os dejamos un par de remevisiones de sendas piezas del disco a cargo de colaboradores tan ilustres como Martin Gore (de Depeche Mode) y Brian Eno. ¿Las disfrutaremos en CD en un próximo volumen de "Oxymore" a modo de "Electronica 3"? Solo queda esperar para saber la respuesta.






miércoles, 21 de diciembre de 2022

George Harrison - Electronic Sound (1969)



A estas alturas no vamos a discutir que la fuerza creativa de los Beatles era el dúo formado por Lennon y McCartney. Sin embargo, y en términos de estilo, los responsables de la evolución musical y del enriquecimiento sonoro de sus discos en la segunda mitad de su carrera probablemente fueron, por un lado George Martin, con sus aportaciones en cuanto a arreglos e instrumentaciones más clásicistas y George Harrison, que abrió el sonido del grupo a los sonidos de la música hindú y, en menor medida, a la electrónica. En ese último ámbito es donde tenemos que situar la rareza que traemos hoy al blog y es que, antes de la llegada de los Jean Michel Jarre, Tangerine Dream o Klaus Schulze al mundo de la música, resulta que George Harrison grabó un LP completamente electrónico y ajeno por completo a su trabajo con los Beatles en aquellos años.


Todo empezó cuando Harrison se desplazó a California para las sesiones de grabación de un trabajo de su protegido Jackie Lomax. Allí conoció al músico, experto en sintetizadores y representante de The Moog Company, Bernie Krause, quien le iba a enseñar todas las posibilidades de aquellos nuevos aparatos, particularmente de la serie 3 del famoso sintetizador. Harrison tendría problemas años más tarde a causa de una concepción relajada de los derechos de autor pero quizá su primer “desliz” en este sentido se produjera en esta época ya que el guitarrista de los Beatles grabó toda la sesión en la que Krause le enseñaba las virtudes del aparato sin su conocimiento y terminó publicándola (de forma parcial) como suya en el que sería su segundo disco en solitario que es, justamente, el que traemos hoy aquí. Hablamos de “Electronic Sound”, disco muy raro y casi olvidado con el que Harrison se convertiría en una de las primeras estrellas del rock en apuntarse a la electrónica.


“Under the Mersey Wall” - La primera cara del disco la ocupaba esta pieza que fue grabada en febrero de 1969 ya con Harrison de vuelta a Inglaterra. En ella asistimos a una sucesión de ruidos u efectos sonoros de todo tipo. Como ocurría en muchas de las composiciones del género en este estadio tan temprano, la obra se compone de pequeñas células en las que se intuyen esbozos de melodía, breves intentos rítmicos, ruido blanco... un muestrario de timbres sin demasiada organización que se alternan con momentos de silencio. La escucha puede tener interés para aquellos aficionados al sonido electrónico y casi como curiosidad arqueológica ya que incluso discos aparentemente similares en su concepción como podía ser el “Beaubourg” de Vangelis resultan mucho más musicales en su rareza. Con todo, hay momentos interesantes, especialmente en la segunda mitad de la pieza en la que escuchamos sonidos más sostenidos y consistentes que dan apoyo a todo el caos que se desarrolla por encima de ellos.


“No Time or Space” - Esta es la pieza extraida de la demostración que Krause hizo en su día y que Harrison grabó durante su viaje a California. En realidad parece ser que el Beatle quiso incluir el nombre de Krause en la portada del disco pero éste se negó cuando todo el diseño estaba terminado por lo que su nombre fue tapado con pintura (algunos afirman que aún se puede leer fijándose bien). En todo caso, en los créditos de la reedición de 2014 del disco, quien figura como autor es George Harrison apareciendo Krause acreditado solo como asistente. La pieza comienza con una serie de “golpes” de ruido blanco que se suceden en diferentes patrones antes de convertirse en diferentes “vientos” que soplan creando un ambiente ciertamente inquietante. A partir de ahí llega una fase más caótica con el sintetizador intentando encontrar un timbre apto para desarrollar una melodía pero desistiendo enseguida para enfrascarse en raras divagaciones con un punto de fortuna en algunos fragmentos, aunque finalmente desesperantes en la mayoría de ellos. Dentro de la línea experimental de toda la composición, tenemos que reconocer que el burbujeante sector que se desarrolla a partir del minuto 12 más o menos es realmente bueno y nos permite ver el disco como algo más que una extravagancia por parte de un artista consagrado que busca epatar a un público más “intelectual” (con énfasis en las comillas) que el que le sigue habitualmente.




El disco en sí, quizá no tenga un gran valor ya que toda la experimentación que en él se encuentra carece de dirección pero tiene su interés por lo que representa y porque explica un poco la introducción posterior de sonidos electrónicos en la última etapa de la carrera de loa Beatles. En cualquier caso, hay muchos artistas posteriores que lo reivindican (Tom Rowlands, de los Chemical Brothers, afirma que tiene el disco colgado en la pared de su estudio como fuente de inspiración y en su disco “Dig Your Own Hole” hay samples del de Harrison). “Electronic Sound” fue la segunda y última referencia del sello Zapple Records, una subsidiaria de Apple Records (el sello de los Beatles) que tuvo una vida efímera y que nació para dar salida a trabajos experimentales de todo tipo de artistas. Si sois aficionados al sonido de los primeros sintetizadores, este disco cubrirá vuestras necesidades. Si, por el contrario, lo que os atrae de él es el nombre de Harrison, dadle una escucha antes porque puede no ser exactamente lo que esperáis.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Brad Mehldau - Jacob's Ladder (2022)




No queremos terminar el año sin reseñar uno de los discos más interesantes que han aparecido en este 2022. Su autor es un viejo conocido ya en el blog y en esta ocasión hemos querido traerlo en una de sus facetas que más nos gusta: la del artista que bucea en composiciones ajenas y las hace suyas integrandolas en temas propios en un proceso tan meritorio como desafiante para el oyente. Por edad, podríamos pensar que Brad Mehldau llegó un poco tarde al desarrollo del rock progresivo como género e incluso también a sus años de mayor esplendor (recordemos que el pianista nació en 1970). Sin embargo, él mismo afirma que lo descubrió antes que el jazz y que, incluso, llegó a éste por influencia de los viejos dinosaurios del progresivo y su búsqueda constante de nuevos límites. Hemos escuchado en trabajos anteriores alguna versión de Pink Floyd, por poner un ejemplo pero nunca un acercamiento al rock progresivo como el que se produce en “Jacob's Ladder”. Al margen de este enfoque estilístico, Mehldau repite de alguna forma temática bíblica tras su “Finding Gabriel” de unos años atrás. Aquí se centra en la visión que tuvo Jacob en un sueño de una escalera por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo y la desarrolla en una curiosa obra conceptual que incorpora adaptaciones de cuatro bandas clásicas (unas más que otras) del progresivo.


Para la grabación, Mehldau reúne un amplio grupo de músicos aunque los que tienen una mayor presencia son el batería Mark Guiliana y la cantante Becca Stevens, quedando el resto para participaciones puntuales en alguna de las piezas. La nómina la completan Luca Van Den Bossche, Tobías Bader, Safia McKinney-Askeur, Damien Mehldau, Fleurine Verloop y Cecile McLorint Salvent (voces), John Davis (programaciones), Joel Frahm (saxos), Lavinia Meijer (arpa), Motomi Igrashi-de Jong (lira da gamba), Chris Thile (mandolina y voz), Pedro Martins (guitarra y voz), Timothy Hill (bajo), Joris Roelofs (clarinete) y Paul Pouwer (bombo)


“Maybe As His Skies Are Wide” - El disco se abre con un tema que alude en su título a un verso de “Tom Sawyer” de la banda canadiense Rush. Mehldau parte de elementos de esa canción para desarrollar una pieza algo diferente en la que destaca la particular forma de entender la batería de Marc Guiliana así como la infantil voz de Luca Van Den Bossche.


“Herr Und Knecht” - El segundo corte es un verdadero homenaje al rock progresivo con Mehldau tocando todo tipo de sintetizadores mientras Tobias Bader lee fragmentos de la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel, todo ello aderezado con un enfermizo solo de saxo a cargo de Joel Frahm. Una pieza que combina rock progresivo, free jazz y hasta ramalazos de hard rock y que encuentra sus antecedentes más cercanos en el magnífico “Taming the Dragon” de Mehldau y Guiliana de años atrás.


“(Entr'acte) Glam Perfume” - De repente nos encontramos una exquisita pieza de piano de aire impresionista a cargo de Mehldau. Una joya que según avanza incorpora algún toque de sintetizador, voces (maravillosa Becca Stevens) y un giro hacia una suerte de jazz afrancesado al que se incorporan en el tramo final el arpa de Lavinia Meijer y unos nostálgicos chasquidos emulando un viejo gramófono.




“Cogs in Cogs” - Entramos en la primera suite del disco, basada en la canción “Cogs in Cogs” de Gentle Giant. El primer movimiento, “Dance”, es una creación de Mehldau que toma algún elemento de la pieza original y nos ofrece una clase magistral de cómo se tocan todo tipo de teclados clásicos, desde el Fender Rhodes hasta el órgano Hammond pasando por el piano y varios sintetizadores analógicos. El segundo movimiento, “Song”, es una versión más o menos fiel de la canción original con Becca Stevens como cantante. Cierra la suite “Double Fugue” que es justamente eso: una fuga creada por Mehldau a partir de una de las melodías de la pieza de la banda británica. La interpretación, ejecutada en un Moog modular acompañado de un Oberheim OB-6 recuerda, por fuerza, a las grabaciones de Wendy Carlos de la obra de Bach aunque aquí Mehldau está mucho más contenido.




“Tom Sawyer” - Sin solución de continuidad enlazamos con la versión del pianista del clásico de Rush apuntado en la obertura del disco. La voz principal la lleva ahora Chris Thile con Luca Van Den Bossche cantando el verso de la misma. De todo el tema nos quedamos con el magnífico desarrollo instrumental de la parte central que es una verdadera locura. 




“Vou Correndo te Encontrar / Racecar” - La siguiente pieza es una extraña fusión entre dos composiciones diferentes que se integran de una forma que no parecía posible a priori. El intérprete es el cantante y guitarrista brasileño Pedro Martins que nos lleva por esos caminos que tanto hemos transitado de la mano de Pat Metheny e incorpora a ellos una canción de la banda norteamericana de metal progresivo, Periphery. Una mezcla que pasa inadvertida y en la que un oyente no avisado, probablemente no encontrará la diferencia entre las dos composiciones.


“Jacob's Ladder” - La segunda “suite” del CD está basada en la canción homónima de Rush. La introducción, “Liturgy”, es muy breve y apenas consta de una serie de lecturas de un fragmento del Génesis. Enseguida entramos en “Song”, la muy particular versión de Mehldau y compañía del tema de los canadienses en la que el pianista convierte un tema eminentemente épico en una rara pieza electrónica cuajada de toques de jazz al piano. Un muy raro enfoque que, extrañamente, funciona. El cierre, “Ladder”, es una pieza propia de Mehldau que empieza en un tono muy minimalista (en cualquier momento alguien podría empezar a cantar “Koyaanisqatsi”, si se nos permite la broma) y continúa en ese aire misterioso mezclando pasajes bíblicos con improvisaciones de saxo.


“Heaven” - La última gran suite del disco consta de cuatro partes enlazadas. La primera, “All Once” con una gran intervención en plan diva del jazz de Cecile McLorin Salvant. La segunda y la tercera, “Life Seeker” y “Würm” son sendas versiones de dos partes de “Starship Trooper”, de Yes. En la primera, Mehldau opta por un toque electrónico/espacial similar al empleado en la anterior versión de “Tom Sawyer” con un muy acertado arreglo de arpa que acompaña a la perfección a la pieza. En la segunda versión, fiel en lo que se refiere a la parte de guitarra, el músico no tarda en llevar la pieza a un terreno de fusión cercano a sus experimentos con Guiliana. La última parte, “Epilogue: It Was a Dream But I Carry It Still” es un tranquilo tema de piano que va evolucionando a partir de los últimos compases de la pieza de Yes en un lento discurrir acompañado de la batería.




Poco podemos decir del Brad Mehldau pianista de jazz. Es uno de los más grandes y así se le viene reconociendo desde hace muchos años. Por eso mismo queremos destacar esta otra faceta: la del artista que homenajea a aquellos que le han hecho llegar a donde está, y no hablamos necesariamente de músicos de su mismo estilo sino de campos diferentes. En ese terreno, Mehldau es ejemplar y nos ha regalado ya un puñado de discos en los que se mete en estilos ajenos, en principio. Desde el homenaje a los minimalistas que fue “Modern Music” hasta este reconocimiento a los grandes del rock progresivo pasando por sus juegos con el barroco en “After Bach”, el pianista no ha tenido reparos a la hora de salirse de lo que se espera de él y eso es un valor muy importante en un artista. En cualquier caso, los seguidores de su faceta clásica jazzística no tienen por qué preocuparse porque sigue publicando discos en esa línea (alguno recién salido del horno). De momento, os recomendamos este divertimento en forma de tributo al rock progresivo que nos parece uno de los mejores discos aparecidos en este 2022, como decíamos al comienzo.