martes, 30 de agosto de 2016

Brian Eno - My Squelchy Life (1991)



Discos perdidos: Toda una categoría en la que muchos artistas de prestigio han dejado algún registro buscado durante años por los fans y que, en el mejor de los casos, veía la luz como lanzamiento pirata de dudosa calidad sonora. Son abundantes los ejemplos de discos que fueron grabados en su momento, publicitados e incluso enviados a las emisoras de radio en formato promocional pero que a última hora no fueron publicados por las más variadas razones.

Centrándonos exclusivamente en las músicas que suelen aparecer en el blog y sin necesidad de pensar demasiado en ello se nos vienen a la cabeza decenas de ejemplos que van desde “Toy” de David Bowie hasta el “Black Album” de Prince. Títulos como “Experimental 2001” de Jean Michel Jarre, “The Sicilan Defense” del Alan Parsons Project, “Household Objects” de Pink Floyd, “Neu! 4” de Neu!, o “Smile” de The Beach Boys también entrarían en una lista que podríamos alargar hasta configurar varias entradas dedicadas exclusivamente a ese tema.

Afortunadamente para los más melómanos, en los últimos años estamos asistiendo a una oleada de reediciones de material clásico de muchos artistas con lanzamientos lujosos llenos de extras entre los que, en muchas ocasiones, se cuelan algunas de estas grabaciones perdidas, ya sea en su totalidad o de modo parcial (de hecho, en la lista anterior hay títulos que ya han sido publicados de forma oficial).

Uno de los discos que cumplía todos los requisitos para figurar en esta lista de grabaciones “perdidas” era “My Squelchy Life” de Brian Eno. En 1991 todo estaba preparado para su publicación. Se enviaron ejemplares promocionales a la prensa e incluso llegaron a aparecer reseñas en algún medio escrito. Lo que ocurrió fue que Eno se encontraba en un momento especialmente creativo y no dejaba de pensar en cosas nuevas. En un momento determinado, alguien de la discográfica le comentó que septiembre (la fecha planeada inicialmente para la publicación de “My Squelchy Life”) era una mala época para la venta de discos y que, probablemente, sería mucho más interesante lanzar el disco en febrero del año siguiente. Eno se mostró de acuerdo pero indicó que, si tenía que ser en febrero no habría problema aunque entonces el disco no sería “My Squelchy Life” sino otro distinto en el que ya estaba trabajando en aquel momento. Así, en febrero de 1992, apaceció “Nerve Net”, un disco diferente en el que aparecía parte del material de “My Squelchy Life” pero que, visto en conjunto, tenía poco que ver con aquel.

La larga espera de los seguidores de Eno, mitigada en parte con la existencia de grabaciones piratas del disco, terminaría en 2014 con la reedición de cuatro discos del músico pertenecientes a los primeros años noventa. Todos ellos contenían abundante material adicional y en la edición correspondiente a “Nerve Net”, el CD adicional contenía, por primera vez en forma íntegra y como lanzamiento oficial, el disco “My Squelchy Life”. ¿Qué se iba a encontrar ahí el oyente? Pues nada menos que el regreso de Eno en solitario al formato de canciones “pop” (siendo laxos con el uso del término) al que ya había retornado poco antes en compañía de John Cale con “Wrong Way Up”. Ni siquiera en la reciente reedición oficial del disco aparecen los créditos completos del mismo por lo que desconocemos los músicos que intervienen en él. Nombres como el de Robert Fripp si figuran en los créditos de alguno de los cortes del disco que luego formaron parte de "Nerve Net" pero creemos que o merece la pena aportar un listado incompleto.

“I Fall Up” - El primer corte del disco recordaba de inmediato a esa joya que Eno grabó con David Byrne años antes: “My Life in the Bush of Ghosts”. La conjunción de bajo, guitarras y percusiones es una herencia directa de aquel seminal trabajo. Juntos componen un cadencioso ritmo que sirve como base para la intervención del propio Eno como vocalista en un tema que también podría encajar en los discos que nuestro artista produjo para Talking Heads.

“The Harness” - La segunda canción del trabajo tiene una mayor contundencia, al menos en el comienzo y es también algo más convencional en lo melódico. El esquema obedece a un formato más o menos clásico con su estrofa, su estribillo, sus “solos” instrumentales etc. pero el sello de Eno es inconfundible y no sólo por su voz.

“My Squelchy Life” - El siguiente corte es uno de los que formaron parte de “Nerve Net” cuando ese trabajo ocupó el lugar del que hoy comentamos como nuevo lanzamiento de Eno. Se trata de un instrumental magnífico, tenso, en el que el músico aprovecha los ritmos sincopados para construir un ambiente inquietante reforzado por los sonidos de sintetizador y algunas voces procesadas de fondo. Sin llegar al nivel de complejidad del citado “My Life in the Bush of Ghosts”, el espíritu de aquel disco está muy presente de nuevo en esta pieza.

“Tutti Forgetti” - Si el corte anterior era inquietante, este es angustioso en grado sumo. Sobre un ritmo frenético en el que destaca un espectacular juego de percusiones, una voz recita con un tono dramático cómo lo ha olvidado absolutamente todo, desde sus amigos y su perro hasta su risa o las cosas que le gustan. Es difícil permanecer impasible durante su escucha y, quizá por ello, con el siguiente tema, Eno decide desintoxicarnos un poco.

“Stiff” - Decimos eso porque lo siguiente es una preciosa canción, optimista y vital que, en cierto modo, recuerda a los entonces recientes discos de U2 con Eno como productor. Las guitarras, el órgano y las percusiones del comienzo inciden en esa idea aunque el tratamiento posterior es algo distinto. De hecho, la batería que marca el ritmo central nos parece procesada de algún modo (quizá reproduciendola de modo invertido o algún efecto similar). En cualquier caso, es este uno de los grandes temas del disco.

“Some Words” - Con este tema volvemos a la cara más experimental y electrónica de Eno, quien reviste una magnífica balada con capas y capas de sonidos sintéticos hasta conseguir una producción impecable que vuelve a traernos a la cabeza a U2 en lo relativo al desarrollo melódico. La coda instrumental con la que concluye el tema es una verdadera preciosidad en la que la música electrónica más etérea se da la mano con el minimalismo con gran acierto.

“Juju Space Jazz” - Jazz espacial es una de las pocas definiciones que encajan bien con esta pieza. En ella escuchamos un ritmo desigual, extraño, sobre el que se repite una melodía bastante sencilla. Poco después llegamos a un interludio lleno de efectos sonoros, loops y voces procesadas que aumenta si cabe nuestro asombro. El tema central volverá a sonar una y otra vez hasta el final. No es una de nuestras piezas favoritas del disco a pesar de ser una de las pocas escogidas para formar parte, en una versión algo más reducida, de “Nerve Net”.

“Under” - Otra preciosa canción de ritmo cadencioso que nos revela a un Eno que habría sido perfectamente capaz de desarrollar una carrera llena de éxitos dentro del pop más comercial de haberselo propuesto. Evidentemente, aquí no se limita a presentar una pieza más o menos bonita con una instrumentación y unos arreglos convencionales sino que toda ella tiene la impronta de una de las mentes más relevantes del mundo de la música de las últimas décadas. Sin atrevernos a afirmar que haya sido de forma consciente, lo cierto es que la melodía central de “Under” nos recuerda mucho a la de “Here”, canción que Pet Shop Boys publicaron unos años más tarde.

“Everybody's Mother” - Volvemos a encontrarnos aquí con la cara más experimental de Eno. Es este un corte electrónico, ambiental y con un toque casi cinematográfico en el que una voz distorsionada recita un texto con aire tenebroso. Más adelante, la voz se convierte en un coro  y el recitado en una especie de salmodía ceremonial. Poco a poco, sin embargo, el tono de la pieza va tornándose algo más luminoso hasta que el propio Eno comienza a cantar en un final verdaderamente brillante.

“Little Apricot” - Rompiendo por completo con la estética del disco, aparece aquí un instrumental de piano en clave ambiental, siguiendo la linea de anteriores trabajos de Eno junto con Harold Budd aunque con un menor peso de los tratamientos electrónicos. Casi una anécdota dentro del trabajo.

“Over” - Como conclusión, el músico británico nos deja otra exquisita balada. Un tema que podría pasar por una canción “country” con otro tratamiento pero que aquí, con el glamuroso envoltorio sonoro de Eno se convierte en una delicia que podría haberse convertido en un clásico en la voz del “crooner” de moda.

La faceta como compositor de canciones no es la que más atención ha recibido por nuestra parte dentro de la producción musical de Brian Eno pero no por ello la consideramos menor. Es el problema que tiene un músico de tan amplio espectro, que hace que abarcar todos los estilos que ha ido tocando, sea una tarea a afrontar con un planteamiento temporal que, por fueza ha de ser extenso. En cualquier caso, las próximas entradas del blog van a tener a Eno como protagonista para seguir profundizando en su obra.

En el siguiente enlace se pueden escuchar extractos de todos los cortes del disco. Los doce primeros corresponden a "Nerve Net" y los once restantes a "My Squelchy Life", publicado como "bonus" en la reciente reedición del primero.

www.junodownload.com


martes, 23 de agosto de 2016

Tim Fain Plays Philip Glass Partita for Solo Violin (2015)



Existe una tendencia en los compositores a asociarse en momentos determinados con intérpretes concretos para los que componen piezas con regularidad. En los últimos años de la trayectoria de Philip Glass, en los que, como es bien sabido, se ha entregado casi por completo a las formas e instrumentos clásicos, hay varios instrumentistas que han ocupado este rol.

Uno de los más destacados de este grupo es el violinista Tim Fain, una de las revelaciones del violín de los últimos años que úne en su repertorio habitual a clásicos como Beethoven o Tchaikovski con compositores contemporáneos (el propio Glass, Nico Muhly, Max Richter...) e incluso a estrellas del rock o la música electrónica como Iggy Pop o James Blake. Fain empezó a interpretar a Glass años atrás participando en grabaciones como la de “The Book of Longing” o el “Sextet for Stings” (en ésta última como miembro de los Glass Chamber Players). La relación entre músico e intérprete fue estrechándose hasta que en 2011, Glass escribió su “Partita for Solo Violin” para Fain. La obra se estrenó en un concierto en el Templo de Dendur, situado dentro del Museo Metropolitano de Nueva York al que fue transportado piedra por piedra en 1965 como donación al mismo del Gobierno Egipcio. El concierto fue retransmitido en su momento vía internet alcanzando cierta repercusión en el ámbito clásico pero no fue hasta el año pasado que vio la luz en forma de CD, cómo no, dentro del sello Orange Mountain Music.

La grabación recoge, además de la “Partita” otras tres piezas para violín solo extraídas de la amplísima producción de Glass a lo largo de su carrera. Todas ellas, claro está, son interpretadas por Tim Fain.

Violinista y compositor en los instantes previos a una actuación.


La “Partita” está dividida en siete movimientos que incluyen una obertura, dos “canciones”, dos “danzas” y una “chacona” dividida en dos partes. Como ya ocurría en otras piezas para instrumentos solistas del repertorio reciente de Glass (pensamos en “Orbit” para violonchelo o en su reciente “Sarabande in Common Time” para violín), la música tiene una extraña mezcolanza de estilos entre el clásico minimalismo del compositor norteamericano y la música barroca (la elección del término “partita”, tan habitual en la obra de J.S.Bach, por ejemplo, no puede ser casual). Esta relación entre el barroco y el minimalismo ya ha sido revelada, entre otros, por el propio Steve Reich y está siendo muy explotada por las discográficas con discos que combinan obras de ambos periodos con muy buen gusto y excelentes resultados. En la obra que nos ocupa hay un claro equilibrio entre las dos, digamos, tendencias: la obertura o la primera primera parte de la chacona, por ejemplo, son más barrocas pero las dos danzas o la segunda canción son inconfundiblemente “glassianas”. Mención aparte merece la interpretación de Fain: apasionada cuando así lo requiere la pieza y meticulosa y afilada en los momentos más tensos de la partitura. De toda la obra, nos quedamos con el extenso último movimiento, la segunda parte de la “chacona” que es, en sí misma, un resumen de las virtudes de toda la “Partita”.




La segunda obra del programa es la primera que Fain incluyó en su repertorio habitual y, de hecho, ya la grabo para otro disco aparecido en el sello Naxos hace unos años. Se trata de el segundo “Knee Play” de la ópera “Einstein on the Beach”, pieza capital en la producción de Glass. Es esta pieza un auténtico desafío para cualquier intérprete dada la vertiginosa ejecución que requiere por parte del mismo y Fain, muy acostumbrado ya a ella, la defiende con brillantez.




Continúa el disco con un fragmento de “Book of Longing”, el ciclo de canciones que Glass escribió poniendo música a los versos de Leonard Cohen años atrás. En la grabación original de la obra ya participaba Fain al violín por lo que tampoco esta partitura le resulta desconocida. La pieza, de muy corta duración, es de una gran belleza y no exenta de complejidad.

Cerrando el disco, escuchamos los interludios del segundo concierto para violín de Glass. Como ya hemos comentado en el blog, el concierto, subtitulado “The American Four Seasons” consta de cuatro movimientos dedicados a cada una de las estaciones del año pero el compositor quiso complementarlo con una introducción y tres canciones para violín solo que se intercalaban en la obra. La idea inicial era que formasen parte del concierto pero también que funcionasen de forma independiente como parte del repertorio solista de aquellos violinistas intereasados. Fain aprovecha la ocasión para tomar esas piezas y poner con ellas un broche adecuado al disco.

La habitual resistencia del oyente de música clásica a la hora de enfrentarse con el repertorio más reciente, justificada en muchos casos por la complejidad formal de la música académica de buena parte del siglo XX, no debería ser una excusa para evitar la obra más reciente de Glass. Discos como el que hoy comentamos pueden ser disfrutados sin problema incluso por los oyentes más “conservadores” estilísticamente hablando.

Os dejamos con los dos artistas hablando de su colaboración:

 

jueves, 18 de agosto de 2016

Wim Mertens en el Teatro CASYC de Santander.



Se está convirtiendo ya en una saludable costumbre que todos los veranos, los responsables de la UIMP incluyan en el programa de actividades culturales un recital de alguno de los compositores contemporaneos más próximos la corriente minimalista. Tras las visitas en años recientes de Michael Nyman y Philip Glass, le tocó el turno anoche a Wim Mertens en su versión más reducida de piano y voz.

La excusa era la presentación de su último trabajo, ya comentado en el blog, que lleva por título “What Are We, Locks, to Do?”. Los que hemos tenido la ocasión de asistir a varios conciertos del músico belga sabemos que cuando hablamos de la presentación de un disco, no vamos a limitarnos a escuchar unas pocas piezas del mismo acompañadas de los temas más populares del repertorio del compositor y el concierto celebrado anoche en el Teatro CASYC de Santander no fue una excepción.

Mertens defendió con brillantez la práctica totalidad del nuevo disco en la primera parte del recital, en la que incluyó, si la memoria no nos falla, una composición inédita. Pese a que el nuevo trabajo de Mertens no se encuentra entre nuestros favoritos de su amplia trayectoria, tenemos que reconocer que su versión en directo nos encantó, llegando a entusiasmarnos en muchos momentos. El belga ofrece una gran ejecución de los mejores momentos del disco y consigue revitalizar aquellos que no terminaban de convencernos en el registro discográfico. Además, tanto al piano como a la voz, encontramos un Mertens más brillante que en las últimas ocasiones en que habíamos asistido a una actuación suya.



Los más familiarizados con el músico sabrán que sus conciertos tienden a ser breves; en ocasiones limitados a la ejecución del disco que toque presentar y de unos pocos bises a continuación. Ayer parecía que iba a ser igual pero tenemos la impresión de que el entusiasmo del público hizo que Mertens se alargase un poco más de lo habitual llegando a ofrecer hasta tres tandas de bises. La primera, incluyó versiones para piano solo de piezas de su anterior “Charaktersketch” y de otros trabajos recientes (creemos que también sonó una pieza nueva). No fue hasta la segunda que escuchamos algún clásico como “No Testament”, tema que jamás habíamos escuchado con piano y voz (aunque, a priori, parezca difícil de adaptar sin las flautas y, especialmente, sin la percusión que es la auténtica protagonista de la composición) o “Struggle for Pleasure”. Cuando parecía que ya no iba a volver al escenario, el fervor del público hizo que el músico retornase para regalarnos las últimas piezas, incluyendo el que quizá sea su tema más popular: “Close Cover”.

Aunque en ningún momento se dirigió al público, vimos a un Mertens distendido y muy cómodo que ofreció un recital de gran altura en todos los sentidos y que, pese a lo arriesgado del repertorio (apenas con tres composiciones más o menos conocidas en todo el concierto), dejó un gran sabor de boca en la mayoría de los asistentes. Sólo esperamos que el éxito del concierto (con el cartel de “no hay billetes” colgado desde hacía varios días), haga que no tengamos que esperar otros trece años hasta que Mertens vuelva a visitar Santander, ciudad que no disfrutaba de su presencia desde 1993 en la gira del disco “Shot and Echo”.

martes, 16 de agosto de 2016

Nicolas Godin - Contrepoint (2015)



Johann Sebastian Bach no solo es una de las más grandes figuras de la historia de la música universal en todos los sentidos sin que también es, con toda probabilidad, una de las más influyentes. Nadie discute aquí la genialidad de Mozart, Beethoven o cualquier otro gran nombre que cada lector pueda sugerir pero nos atrevemos a afirmar que, sin entrar en comparaciones entre la obra en sí de cualquiera de ellos, la influencia de la de Bach en los compositores posteriores a su época no resiste comparación alguna.

Uno de los aspectos en los que es más evidente esta huella lo encontramos en la variedad de géneros musicales en los que, de una u otra forma, está presente el músico alemán. Claro ejemplo, y de los más recientes, lo encontramos en el disco que hoy traemos al blog.

Conocimos a Nicolas Godin como la mitad del dúo francés de música electrónica, AIR, una de las formaciones más interesantes aparecidas en las últimas décadas. Según él mismo indica en las notas del trabajo que comentamos, llegó un punto en que se cansó de la música porque sentía que no era lo más importante en su vida. Para reengancharse decidió volver a los comienzos, regresar al piano y a las obras con las que dio sus primeros pasos. La inspiración fue un documental sobre el pianista Glenn Gould, quizá la máxima expresión de la genialidad aplicada a la interpretación (en el sentido más amplio) de una partitura. Con ese estado de ánimo, volvió a contactar con el profesor con el que dio sus primeros pasos como estudiante de música y a trabajar con lo que él mismo describe como “el libro de instrucciones de la música occidental”: “el clave bien temperado” de Johann Sebastian Bach.

Godin había perdido práctica para interpretar a este nivel y le dedicó muchas horas a la recuperación de la destreza necesaria para ejecutar dignamente esa y otras obras. Durante el proceso surgió la idea de realizar un disco dedicado a Bach. Un disco en el que el músico pudiera explorar a fondo algunas partituras del genio y llevarlas a su terreno del mismo modo que tantos otros hicieron en su momento. No se trataba de ser fiel a las interpretaciones convencionales de la música de Bach sino a su espíritu. Como hizo Gould. Como hizo Wendy Carlos (cuyo “Switched on Bach” era considerado por el propio pianista como uno de los discos más grandes de su tiempo). ¿Bach à la AIR? Algo así.

En la grabación participan, además de Nicolas Godin (guitarra, bajo, teclados, piano, voz): Vincent Taurelle (teclados, batería), Marcelo Camelo (guitarra, voz), Remi Sciuto (flauta, saxo), Renald Villoteau (tuba), Conan Mockasin (guitarra), una pequeña sección de cuerda y un grupo vocal.

Nicolas Godin.


“Orca” - Un sonido electrónico interpreta una breve fanfarria interrumpida con una serie de acordes de guitarra eléctrica y una sección de cuerda que nos recuerda los mejores momentos de la Penguin Cafe Orchestra. Es a partir de ahí cuando Bach se hace reconocible en forma de fuga a base de instrumentos eléctricos ejecutados de forma impecable, con un uso intensivo de distorsiones de todo tipo.




“Widerstehe Doch der Sünde” - El segundo corte del disco es puro AIR. Las percusiones y arreglos son reconocibles de inmediato por cualquier seguidor de la banda, muy especialmente por los familiarizados con su últimos discos. Es sorprendente lo bien que se filtran las inmortales melodías del genio alemán entre los recursos sonoros diseñados por Godin para la ocasión. El piano, concretamente, es precioso y sólo algún pasaje coral nos resulta algo fuera de lugar. La parte final, completamente diferente sigue, sin embargo, teniendo muy presente el espíritu de AIR en su versión más oscura.




“Club Nine” - Una batería claramente jazzística nos prepara para una continuación de piano muy cercana al inmortal “Take Five” de Dave Brubeck, influencia señalada por Godin en los comentarios del disco como una de las más importantes a la hora de afrontar el disco. La pieza es deliciosa y no acusa en ningún momento los defectos propios de la adaptaciones de clásicos a otro formato.




“Clara” - La presencia del vocalista brasileño Marcelo Camelo y la especial sonoridad del idioma portugués en su versión del otro lado del atlántico contribuyen decisivamente a que esta exquisita adaptación de las “variaciones Goldberg” a la “bossa nova” sea toda una delicia. Las cuerdas, el clásico sonido del Rhodes y los ritmos cadenciosos convierten la canción en una de nuestras favoritas del álbum.

“Glenn” - El pianista Glenn Gould es, como ya dijimos, la principal inspiración del disco y en este corte tiene su homenaje más directo. La pieza tiene un aire “retro” encantador, tanto en lo referido a los timbres como en la parte de los arreglos. Las cuerdas, actúan como soporte y es la electrónica más añeja la que lleva todo el peso junto con breves pero imprescindibles intervenciones de la tuba. En el segmento final escuchamos la voz de propio Gould sacada de una entrevista.

“Quei Due” - El escritor Alessandro Baricco, quien ya colaboró con AIR en el pasado, es el encargado de escribir la letra de una canción en la que se une la melancolía de la canción francesa de los años sesenta (pese a estar cantada en italiano) con una sensualidad muy ligada siempre a los trabajos de Godin en su dúo con Benoit Dunckel. La segunda parte del tema tiene algunos elementos épicos que sirven de transición hacia un precioso final en el que las cuerdas van ganando presencia.

“Bach Off” - Los ritmos y la utilización de la marimba nos remiten inmediatamente a África en una propuesta que mezcla el minimalismo de Steve Reich con las texturas electrónicas de bandas como Boards of Canada. Cuando suena el saxo no podemos evitar acordarnos de Fela Kuti. En el segundo tramo, la energía de las percusiones nos acerca a los últimos AIR, los que musicalizaron el “Viaje a la Luna” de Melies. El contraste entre la fuerza del bajo y los timbales y la delicadeza del clavicordio o el piano es maravilloso. En nuestra opinión, es el gran candidato a ser considerado el mejor tema de todo el trabajo.

“Elfe Man” - El cierre adopta la forma de una canción de cuna con sonidos de cajita de música al comienzo y sonoridades más etéreas y angelicales más adelante. Es inevitable pensar en el Danny Elfman de las bandas sonoras de Tim Burton como referencia, no sólo por el juego de palabras con el título de la pieza sino porque el compositor es mencionado por Godin en las notas del disco entre una larga lista de músicos suyo trabajo le ha servido como inspiración.




Salvo un par de piezas (adaptadas de una cantata y de las “variaciones Goldberg”), el resto son todos preludios y fugas del extensísimo repertorio “bachiano”. Sin embargo, el resultado final del disco es un trabajo absolutamente fiel al sonido y al espíritu de la música de AIR, pese a la ausencia aquí del segundo integrante del grupo. Los seguidores de la banda disfrutarán con “Contrepoint” pero no tienen por qué ser los únicos. La música de Bach está presente, claro, pero en muchos momentos podemos llegar a olvidarlo gracias a la forma en que Godin la integra en su propia creación. Desde ese punto de vista, el disco es todo un acierto ya que no se trata de realizar versiones fieles pero innovadoras en cuanto al sonido como hizo Wendy Carlos sino de auténticas adaptaciones a un universo musical diferente. “Contrepoint” es uno de los trabajos que más nos ha sorprendido de los aparecidos el pasado año 2015 y eso ya es mucho en una época en la que sorprender es muy difícil.

jueves, 4 de agosto de 2016

Brian Eno - Thursday Afternoon (1985)




No es su faceta más conocida pero lo cierto es que los intereses artísticos de Brian Eno desde sus inicios estaban divididos entre la música y la pintura y, de hecho, cursó estudios simultáneamente en ambas disciplinas. No es raro en una mente tan poliédrica como la suya que terminase poniendo los medios necesarios para hacer que ambas materias confluyesen a menudo en su obra.

A mediados de los años ochenta, como ya es sabido, Eno definió los puntos básicos de lo que desde entonces conoceríamos como “ambient”: una música concebida para acompañar sin necesidad de prestarle toda nuestra atención durante todo el tiempo; una experiencia sonora que sirva para rellenar huecos sin distraer al oyente. No tardó mucho en ampliar los horizontes de esa idea acompañando su música de imágenes o, al menos, de posibles imágenes “imaginadas” (valga la redundancia) por el oyente. Así surgieron discos como “Music for Films” y sus dos secuelas, en los que Eno diseñó una serie de paisajes sonoros que puso a disposición de algunos directores de cine por si tenían a bien utilizarlos para acompañar sus películas.

En 1984, Brian Eno llevó un poco más allá el concepto musical de “ambient” para acercarlo a la fotografía y al vídeo. Diseñó una serie de “vídeo-pinturas” junto con la actriz y fotógrafa Christine Alcino. En ellas contemplamos a Christine en largos planos distorsionados con técnicas de edición de vídeo durante casi una hora y media siguiendo una idea similar a la que el propio artista había empleado en sus trabajos musicales. Se trataba, por lo tanto, de una película a la que el espectador podía echar un vistazo de vez en cuando mientras estaba ocupado en cualquier otra actividad. Las imágenes iban acompañadas, claro está, de una banda sonora compuesta e interpretada por el propio Brian Eno. Si hablamos hace un rato de una concepción ambiental de fotografía y vídeo es precisamente porque cuesta distinguirlos aquí dado el estatismo de la película, apenas cambiante en cada una de las siete “vídeo-pinturas” que la integran.

La banda sonora de la obra aparecería en 1985 en formato del disco compacto regrabada convenientemente para acomodar su duración a la del disco. En muchos aspectos, podríamos considerar este “Thursday Afternoon” como el disco de música “ambient” definitivo. Se trata de una pieza extremadamente sencilla consistente en un fondo sonoro electrónico apenas cambiante sobre el que evoluciona de modo parsimonioso una escueta melodía de piano. Se diría que es una extensión de la primera de las cuatro composiciones de “Ambient 1: Music for Airports” ya que comparte con aquella muchos aspectos. Tras la publicación de “Thursday Afternoon” Eno abandonó por un tiempo la música “ambient”, al menos en sus discos en solitario, centrándose en trabajos de colaboración o compartidos con otros artistas de su círculo más próximo como su hermano Roger, Daniel Lanois o Michael Brook (quienes de uno u otro modo también participan en “Thursday Afternoon”). Más adelante, sin embargo, volvió a grabar trabajos en una linea similar.

Poco más podemos decir. Si os animáis a haceros con el disco tenéis por delante una hora de música ambiental en estado puro. Sin matices. Si, además, queréis probar la experiencia de ver la “video-pintura” completa con la banda sonora completa, lo podéis hacer a continuación siempre y cuando los responsables de youtube no retiren el vídeo por las (ejem) escandalosas escenas de desnudos protagonizadas por la modelo. No es un comentario gratuito. En varias ocasiones estas imágenes ha sido retiradas de la plataforma o clasificadas como “sensibles” para determinado público.

¿Se os ocurre un plan mejor para un jueves por la tarde?