jueves, 19 de noviembre de 2015

Vangelis - Mythodea (2001)



En el año 1993, Vangelis se encontraba a medio camino entre dos de sus proyectos más reconocidos a nivel popular y también por parte de la crítica musical. Aún saboreaba las mieles del éxito de una de sus bandas sonoras más aclamadas, la de la película de Ridley Scott “1492, Conquest of Paradise” y preparaba ya el lanzamiento más esperado de su larga carrera: la edición, por fín tras tantos años, de la música de “Blade Runner”.

Cualquiera pensaría que todo el tiempo del compositor estaría dedicado a ese esfuerzo pero no era así. Es conocido el desdén de Vangelis por todo lo relacionado con el mundo discográfico así como su escaso interés por publicar su música. El griego, sin embargo, vive dedicado a ella al 100% y la cantidad de obras grabadas de las que dispone en sus archivos supera con creces a las que han sido publicadas en algún momento. No obstante, de vez en cuando acepta algún proyecto que supone cierta exposición pública a pesar de ser bastante reacio, por norma, a ese tipo de situaciones. Eso fue lo que ocurrió en 1993 cuando recibió la propuesta de realizar un concierto benéfico en el Odeon de Herodes Atticus, en plena Acrópolis ateniense. Desde que en 1988 concibió el sistema “direct” mediante el cual, Vangelis podía grabar de forma inmediata cualquier idea que le pasara por la cabeza, su forma de concebir la composición musical cambió hasta el punto de que prácticamente toda su obra desde entonces está basada en la improvisación. No es de extrañar entonces que, como él mismo indica, compusiera “Mythodea” en apenas una hora. La obra, cuyo título juego con los conceptos de “mito” y “oda” sería interpretada por el propio Vangelis acompañado de dos arpistas, dos cantantes, un coro y una sección de percusión el 13 de julio de 1993.

La obra quedó como una más de una larga serie de composiciones del autor que han sido interpretadas en alguna ocasión sin llegar a ser publicadas nunca en forma de disco como la música de “Frankenstein” para ballet o el oratorio “Antígona” y ahí seguiría de no ser por el interés mostrado en ella por Peter Gelb. El actual director de la Metropolitan Opera de Nueva York era por aquel entonces el presidente de Sony Classical Records, sello al que quiso dar un giro a partir de su nombramiento en 1995 mediante la publicación de una serie de obras ajenas al repertorio estrictamente clásico además de estimular el lanzamiento de trabajos en los que estrellas de la clásica y el pop compartían repertorios de ambos mundos. En el año 2000, Sony Classical añadió a su nómina de artistas a Vangelis y, para su debut, el músico griego le envió una serie de grabaciones entre las que se encontraba el concierto de presentación de “Mythodea” de 1993. Gelb decidió que esa sería la obra escogida y preparó con el compositor una nueva versión en la que participaría una gran orquesta además de algunas voces de renombre del catálogo de Sony.

Como parte de la campaña promocional del disco, Gelb alcanzó un acuerdo con la NASA mediante el cual “Mythodea” sería la música oficial de la misión de la Mars Odyssey en 2001. Todo ello culminaría con un nuevo concierto de presentación de la obra en su nueva versión expandida con algunos pasajes musicales nuevos además de la participación de la orquesta. Los arreglos fueron realizados por Blake Neely, quien ha realizado tareas similares para otros compositores como Hans Zimmer o James Newton Howard. Además de la London Metropolitan Orchestra, el Coro de la Ópera Nacional de Grecia y de dos grupos de percusión griegos, en el disco participarían dos de las estrellas del sello Sony Classical en aquel entonces: las sopranos Kathleen Battle y Jessye Norman. El disco fue terminado y poco después tuvo lugar el concierto de estreno en el Templo de Zeus Olímpico, cercano a la Plaza Syntagma y estuvo rodeado de cierta polémica por el dinero invertido y el uso de monumentos históricos para fines particulares.

Imagen del concierto de 2001.


“Introduction” - Comienza el trabajo con un prólogo atmosférico de lento desarrollo en el que se suceden sonidos electrónicos sin llegar a tomar forma. Llega a hacerse demasiado largo y nos parece del todo prescindible.

“Movement 1” - No hemos escuchado nunca la versión original de 1993 de la obra pero sabiendo que hubo añadidos de cara a su publicación en este disco, queremos pensar que el primer movimiento de la obra de 2001 fue uno de ellos. ¿La razón? el trabajo original no tenía ninguna relación con el espacio y mucho menos aún con el planeta Marte. Sin embargo, el ritmo de esta pieza nos parece un guiño nada casual al “Mars” de Gustav Holst, perteneciente a su célebre obra “The Planets”. Sobre ese fondo bélico escuchamos los inconfundibles sintetizadores del compositor griego dibujando un paisaje épico a más no poder con un magnífico duelo entre las secciones masculina y femenina del coro, en la linea de los mejores momentos de obras como “Heaven and Hell”, “Mask” o la más reciente “1492, Conquest of Paradise”. Las cuerdas, por su parte, apuntan más hacia el citado “Mask” que a cualquiera de los otros ejemplos. Un comienzo sensacional que recupera al mejor Vangelis y que está muy por encima, en nuestra opinión, de cualquier otra cosa publicada por el músico en todos aquellos años en discos como “Voices” u “Oceanic”.




“Movement 2” - La solemnidad de las percusiones abre el siguiente tema, repentinamente reflexivo y con una imponente presencia del coro masculino que interpreta una melodía de influencia bizantina. Escuchando el disco en 2001, cualquier oyente se remitiría a “El Greco”, publicado en 1998 pero escrito más tarde que Mythodea (las primeras versiones de ambas obras son de 1995 y 1993 respectivamente). La pieza se vuelve contemplativa por momentos pero siempre hay sitio para esos espectaculares “in crescendo” del compositor griego que terminan erizando el vello al más pintado.

“Movement 3” - La mirada hacia la música tradicional griega se completa con este tercer movimiento en el que la electrónica de Vangelis se disfraza de psalterios y cítaras para interpretar una melodía de gran belleza y sabor antiguo. Intervienen por primera vez las dos sopranos invitadas junto con las arpistas para crear un momento maravilloso y lleno de sensibilidad.

“Movement 4” - Una flauta sintética marca el comienzo de la siguiente sección que es también la más extensa de todo el trabajo. De nuevo las voces de Kathleen Battle y Jessye Norman se baten en un duetto muy inspirado con el coro y los sintetizadores (ahora sí) como testigos privilegiados. La orquesta conduce la acción de un modo casi inapreciable hasta la segunda aparición de la flauta, esta vez como transición hacia un fragmento muy diferente, menos brillante al que pone fin ¿quién si no? la flauta de nuevo que nos hace transitar hacia otra sección coral con las arpas siempre presentes y unas cuerdas que son reflejo del Vangelis más popular, el de “Chariots of Fire”. Evoluciona muy rápido entonces la pieza hacia un momento de mayor intensidad y brillantez sinfónica; uno de los instantes más logrados del disco que culmina en un largo pasaje de percusiones que hacen temblar toda la escena.

“Movement 5” - La orquesta toma el relevo de los sintetizadores para proporcionar a Jessye Norman la oportunidad de ejecutar lo que podríamos llamar un “aria” muy contenida y con momentos de gran delicadeza antes de verse “sepultada” por el coro de camino a un fragmento tremendamente poderoso con los timbales marcando un ritmo constante y el coro retando a la cantante a darlo todo en rotundas notas agudas ejecutadas a la perfección. Un lamento emotivo que, a nuestro juicio, deja pequeños intentos anteriores del músico por hacer algo similar (pensamos en “Glorianna” del disco “Direct”, por ejemplo).

“Movement 6” - El sexto movimiento de la obra comienza con sonidos familiares al oído del seguidor de Vangelis, son timbres y atmósferas propias de bandas sonoras como “Antarctica” o “The Bounty” que desembocan en una nueva canción que vuelve a traer a nuestra memoria el tema anteriormente citado de “Direct”. El coro entona una melodía que se encuentra entre las mejores del disco aunque su corta duración hace que no se la aprecie convenientemente hasta que no se le han dado unas cuantas escuchas al trabajo.

“Movement 7” - Tras el momento más intimista, Vangelis vuelve a terrenos grandilocuentes en los que se alterna la emoción y la contención cuando esperamos un desenlace poderoso que no termina de llegar. Se diría que estamos en una serie de movimientos cuyo único fin es el de llevarnos hacia un final glorioso. Escuchamos aquí claramente lo mejor del Vangelis sinfónico de “Heaven and Hell” y la larga “suite” de la “cara b” de “Chariots of Fire” pero siempre encaminado a lo que vendrá después: al gran momento de la obra.

“Movement 8” - Flautas, percusiones y alguna voz abren esta nueva transición que bien podría formar parte del corte anterior, dadas sus similitudes formales. Un pequeño receso nos regala algún apunte de melodía que no tardaremos mucho en escuchar desarrollada y convertida en la joya de la corona, la culminación de “Mythodea” que llega en el penúltimo movimiento.

“Movement 9” - No puedes tener a dos divas como Kathleen Battle y Jessye Norman a tu disposición sin aprovecharlas para que interpreten un pasaje a su altura y Vangelis, acostumbrado a tratar con otras grandes de la ópera como Montserrat Caballé, no decepciona y escribe (es un decir, siendo el griego un músico que ignora los rudimentos del solfeo) un duetto memorable, una melodía gloriosa que justifica sobradamente todo lo demás.




“Movement 10” - Después de la belleza incomparable del movimiento anterior, no se nos ocurre una forma adecuada de poner fin a “Mythodea”. Por ello, el recurso de retomar el rotundo tema del primer movimiento parece acertado. Con su nada velada referencia a Holst, además, cierra el trabajo recordando la misión a Marte de la NASA que sirvió como excusa para el espectáculo.


Somos conscientes de que muchos aficionados a la música de Vangelis se muestran desconcertados cuando no directamente descontentos con la faceta, llamemosle clásica, que el compositor comienza a explorar a mediados de los noventa con trabajos en los que los sintetizadores son un instrumento más y no los protagonistas absolutos de la música. Ese Vangelis alejado de secuenciadores y cajas de ritmos y, a decir de muchos, pretencioso, que trata de ocupar un lugar del que no es digno, nos parece, sin embargo, fascinante. Diríamos más aún: creemos que es el camino más acertado para un músico que se ha situado voluntariamente al margen del mercado y del que sospechamos que guarda muchas obras de estas características en sus estudios de las que nunca sabremos nada. A sabiendas de que no es una opinión general, proclamamos nuestra admiración por el Vangelis de “El Greco” y “Mythodea” por encima de cualquier otra obra que hayamos escuchado del músico en los últimos 25 años. En todo caso, nunca está de más revisar esta obra de vez en cuando.

Nos despedimos con un fragmento del cuarto movimiento de la obra extraído del concierto de 2001:

7 comentarios:

  1. Lo compré el primer día en que salió a la venta y en su primera escucha me dejó planchado. Me explico: empezaba de la mejor manera posible, con un movimiento 1 espectacular a la altura de otras piezas "épicas" como Conquest Of Paradise, pero a medida que iban pasando los minutos cada vez se me hacía más tediosa su escucha, haciendo que todas las espectativas del primer movimiento cayeran al vacío.

    Con el tiempo le he dado más oportunidades, aunque lamentablemente reconozco que es un trabajo con el que nunca me he llegado a reconciliar. El disco en líneas generales es demasiado solemne, a pesar de todo el potente arsenal orquestal y coral, con algunos momentos de gran belleza que van y vienen casi sin esperarlo, casi por sopresa, y que luego es difícil recordar su ubicación. Si tuviera que destacar algo más allá del movimiento uno, sin duda serían el movimiento sexto y el noveno, de hecho para mi gusto en ese tramo la obra empieza a subir bastante.

    Nadie se atrevería a decir que Mythodea es un mal disco, pero discrepo en que esta línea tan púramente neoclásica sea la mejor trayectoria musical que hubiera podido adoptar Vangelis. Particularmente lo veía más y mejor asentado en la "electrónica/new-age" que practicó a principios y mediados de los 90, en discos como Voices, The City u Oceanic, y que volvió a recuperar para el tercer disco de Blade Runner Trilogy. En cualquier caso, ya se hecha de menos un nuevo disco de Vangelis.

    Saludos!

    David de Fairlight Jarre ;)

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  2. "Oceanic" me parece uno de los discos más flojos de Vangelis aunque tampoco me convencen algunas obras de su vertiente "neoclásica" como la BSO de "Alexander". En cambio, me maravillan otros discos recientes como la BSO de "El Greco" (no confundir con el disco titulado igual) o el tercer disco de Blade Runner que citas.

    Saludos y gracias por la aportación.

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  3. Oceanic es flojo, estoy de acuerdo, pero me refería a ese tipo de electrónica que solía practicar Vangelis y que desde entonces, salvo en contadas ocasiones, ha abandonado. De lo que no cabe duda es que en prácticamente todos los discos de Vangelis, sean del estilo que sean, podemos entontrar temas memorables. Ya que mencionaste la BSO de "El Greco", la primera parte (esa especie de Hymn coral) y la parte12, me parecen fabulosas.

    Saludos de nuevo!

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  4. Disco IMPRESIONANTE que guardaré SIEMPRE en lo más PROFUNDO de mi alma. APABULLANTE, DELICADO, INSPIRADO, BRUTAL... Para mí representa un viaje en barco
    VANGELIS, no nos faltes jamás

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  5. A veces resulta mejor ignorar trabajos pasados para apreciar en toda su esencia este álbum tan espléndido, tan pleno, tan elevador. Es de hace tiempo ya pero resulta siendo parte de la historia de la música

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  6. Vangelis en el Olimpo, esta es una obra apoteósica que inicia con la fascinante mitología griega y termina con la trascendencia de una sonda espacial, con que la humanidad se juega su perpetuidad en el universo. Grande Vangelis.

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