viernes, 30 de agosto de 2024

Camel - Music Inspired by the Snow Goose (1975)



Cuando pensamos en rock progresivo, enseguida nos viene a la mente una especie de “núcleo duro” del género formado por bandas como Genesis, Yes, King Crimson o Pink Floyd por mencionar solo un puñado de las formaciones más conocidas. Sin embargo, en todo estilo musical existen grupos que se encuentran en un segundo plano pero que tienen también un nutrido grupo de fans y llegaron a alcanzar un prestigio importante que hace que hoy en día sigan siendo recordados y su música reivindicada de tanto en tanto.


Ese es el caso de Camel, banda británica que vivió una gran época en los años setenta y que, tras diversas etapas de mayor o menor actividad, sigue funcionando a día de hoy. El origen de Camel hay que buscarlo en 1971 cuando tres de los que serían sus futuros miembros se presentaron a una audición para el cantante Phillip Goodhand-Tait. Allí coincidirían y pasarían a formar parte de la banda del vocalista, el guitarrista Andy Latimer, el batería Andy Ward y el bajista Doug Ferguson quienes llegarían a grabar un disco junto a Phillip. La experiencia fue bien y los tres músicos decidieron establecerse como banda independiente para lo cual buscaron un teclista que les ayudase a configurar un sonido acorde con los tiempos. Recordemos que estamos en el apogeo del rock progresivo y en una época en la que los teclados eran tan importantes como las guitarras eléctricas en el imaginario popular. Como se hacía entonces y se siguió haciendo durante mucho tiempo antes de la llegada de internet, pusieron un anuncio en la revista Melody Maker buscando ese último componente y uno de los que respondió fue el teclista de Shotgun Express, Peter Bardens. El caso de Shotgun Expres fue curioso. Se trata de una banda que no tuvo demasiado éxito pero por la que pasaron muchos músicos que luego fueron extremadamente populares como Mick Fleetwood y Peter Green (que luego formarían Fleetwood Mac), Rod Stewart o Phil Sawyer, además del propio Bardens.


Tras un discreto primer disco, Camel irrumpió en la escena con el magnífico “Mirage”, uno de los discos que siempre aparecen en las listas de los mejores trabajos del rock progresivo. Entre las partes más recordadas de ese trabajo se encontraba una suite basada en “El Señor de los Anillos” y para el siguiente disco, los miembros del cuarteto buscaron de nuevo la inspiración en la literatura lo que les iba a generar algún que otro problema. La novela escogida para la ocasión era “The Snow Goose”, de Paul Gallico pero el escritor puso muchas objeciones al respecto por lo que la banda optó por no utilizar sus textos (el disco sería casi por completo instrumental) y cambiar el título inicial, “The Snow Goose” por el de “Music Inspired by The Snow Goose” para evitar cualquier consecuencia legal. Desde Decca apostaron fuerte por el disco y no escatimaron en gastos contando con la presencia de la London Symphony Orchestra en la grabación. Los arreglos, por cierto, corrieron por cuenta de David Bedford quien se encontraba en un momento de gran efervescencia musical con sus colaboraciones con Mike Oldfield así como con su propia carrera discográfica.


Al contrario que en “Mirage”, dividido en cinco piezas con un par de ellas de larga duración siguiendo los cánones del rock progresivo, “Music Inspired by The Snow Goose” constaría de 16 piezas relativamente breves, lo que no afectaría a la fluidez de la obra ni a su unidad temática. La historia comienza con “The Great Marsh” en la que los graznidos de las aves nos dejan con teclados, guitarra y voces dibujando una introducción en el sentido clásico del término que culmina con la entrada de la batería y la orquesta, ligeramente edulcorada para nuestro gusto. La flauta de Latimer introduce “Rhayader” y su tema central en un estilo que, por algún motivo, siempre nos ha recordado al de la banda Mannheim Steamroller que daba sus primeros pasos en la misma época. Con “Rhayader Goes to Town” entramos en terrenos más épicos con los sintetizadores dando la entrada a la banda en pleno en un estallido rockero muy inspirado lleno de cambios de ritmo (y hasta de género, incorporando blues o jazz) y juegos melódicos en los que los teclados son protagonistas absolutos con aportaciones puntuales de guitarra y bajo.




 “Sanctuary” y “Fritha” son dos temas muy breves, el primero a base de guitarra acústica y eléctrica y el segundo que suma el sintetizador a la mezcla. Llegamos de este modo a “The Snow Goose”, tema central de la obra con la melodía principal a cargo de la guitarra eléctrica y el órgano Hammond aportando todos los fondos sobre los que descansa. Sin solución de continuidad comienza “Friendship”, una especie de entreacto a cargo de la sección de maderas de la orquesta, muy divertido y que sirve para enlazar con “Migration”, regreso al rock progresivo puro con Latimer tarareando en falsete un nuevo motivo con el apoyo sucesivo de guitarras y teclados. Con “Rhayader Alone” se recupera uno de los leitmoviv de la obra que da paso a “Flight of the Snow Goose”, el tema más electrónico cuyo comienzo podrían haber firmado tanto Tangerine Dream como Terry Riley.




Después de un comienzo interesantísimo, la pieza rompe en un desarrollo épico en el que recupera otra de las melodías recurrentes del trabajo con una guitarra en plan Oldfield que siempre nos ha gustado mucho y que empalma con “Preparation”. Ahí es de nuevo la flauta la que aportan un giro folclórico que va muy bien con el concepto de la obra antes de entrar en un segmento verdaderamente inquietante con los teclados en “ostinato” y una voz que nos llena de desasosiego. Con “Dunkirk” vuelve la épica progresiva, especialmente con la gran aportación de un bajo y una sección de metales de los que sospechamos que Alan Parsons tomó buena nota para sus discos. Algunos de los mejores momentos de la obra se encuentran aquí.



 “Epitaph” vuelve sobre melodías anteriores con un toque más oscuro, potenciado por las campanas del comienzo y algunos sintetizadores para dejarnos con el segmento final que empieza con el romántico piano de “Fritha Alone”, continúa con “La Princesse Perdue” que suma la orquesta a lo que fue minutos atrás “Rhayader” para poner punto final al trabajo con “The Great Marsh” cerrando el círculo.


A la hora de hablar de nuestros discos favoritos de Camel, tenemos que confesar que “Music Inspired by The Snow Goose” estaría en nuestras preferencias por detrás de su predecesor (“Mirage”) y también del que le seguiría un año más tarde (“Moonmadness”), trabajos ambos que tendremos que traer por aquí en algún momento. Quizá no obra en su favor la rareza de ser un disco  prácticamente instrumental, cosa nada común en los grandes grupos del progresivo en aquellos años y sí más habitual en los solistas. En todo caso, Camel fue una gran banda que ha sabido seguir en activo hasta hoy en día con los cambios lógicos de personal y alguna interrupción, cosa que no todos sus contemporáneos pueden decir.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Sufjan Stevens - Javelin (2023)



Las primeras apariciones en el blog de Sufjan Stevens fueron con trabajos, o bien electrónicos (y colaborativos) o de piano solo y lo cierto es que, aunque el músico norteamericano destaca en muchas facetas, el formato que le llevó a la fama en su día con discos como “Illinois” o “Carrie and Lowell” tiene más que ver con el trabajo tradicional de cantautor pese a la sofisticación de Stevens en todo lo que hace. Con “Javelin”, el músico regresa a esa versión suya y lo hace con gran acierto recogiendo críticas extraordinariamente favorables.


En lo personal, el disco nace en las circunstancias más difíciles ya que se creó en un periodo en el que Stevens tuvo que afrontar la muerte de su pareja, Evans Richardson, fallecido con apenas 43 años y, además de eso, el síndrome de Guillain-Barré, una extraña enfermedad autoinmune que afecta al movimiento de las extremidades y que requiere de una larga recuperación y re-aprendizaje para volver a andar y realizar las tareas habituales. Desconocemos cómo influyeron estas circunstancias en el propio proceso de grabación del disco ya que Stevens aparece en los créditos, como es habitual en él, interpretando todos los instrumentos (guitarras, piano, batería, sintetizadores...) además de cantando así que suponemos que la mayor parte del mismo se grabó antes de la enfermedad. Sólo su amigo Bryce Dessner aparece acreditado a la guitarra en uno de los cortes del trabajo además de las vocalistas invitadas (Hanna Cohen, Megan Lui, Nedelle Torrisi, Adrienne Maree Brown y Pauline de Lassus) que colaboran en diferentes canciones.


“Goodbye Evergreen” - El comienzo del disco recuerda al Stevens más íntimo de discos como “Seven Swans”, con el artista cantando en su versión más vulnerable acompañado únicamente del piano y algunos coros pero esa tranquilidad se rompe enseguida con la entrada de las percusiones y la aparición de fantásticas armonías vocales y una subida de intensidad que nos recuerda los momentos más épicos de “Planetarium”, especialmente en el pasaje instrumental que llega después y con el que prácticamente concluye la pieza con delicados sonidos de flauta que se dirían procedentes de un Mellotron.




“A Running Start” - Repetimos esquema con la guitarra en lugar del piano en la introducción con una canción más rápida que la anterior pero igualmente inspirada. Los coros femeninos de dan una apariencia mágica, como de cuento, resaltada por algunas percusiones y la propia flauta. Un sueño del que no queremos despertar, especialmente cuando Sufjan nos introduce en esos complejos juegos vocales que sólo él domina con esta maestría.


“Will Anybody Ever Love Me?” - Insiste Stevens en buscar comienzos desnudos, con escaso acompañamiento instrumental para su voz y en ir complicándolos gradualmente según avanza el tema. En este caso los arreglos se acercan más al minimalismo pero el punto fuerte siguen siendo las melodías, sencillas pero igualmente arrebatadoras.


“Everything that Rises” - Nos maravilla la pasión por el detalle de Stevens, que no tiene ningún problema en meter una parte de orquesta o un sonido concreto durante apenas un par de segundos si considera que con eso mejora la canción. Su producción es exquisita en general incluso en canciones como esta en la que el tema no progresa demasiado desde el comienzo al final. Sin ser precisamente la mejor pieza del disco, tiene unos coros en los que merece la pena perderse durante un largo rato aunque quizá nos sobren las percusiones de la parte final.


“Genuflecting Ghost” - La veloz guitarra del comienzo nos envuelve de optimismo en un precioso tema “folkie” con esa particular mezcla de tono infantil e inocente con toques incluso progresivos. Sonará a locura pero hay detalles aquí que nos recuerdan al Oldfield de “Ommadawn” en algunos momentos.


“My Little Red Fox” - Quizá una de nuestras canciones favoritas del disco, en la que se pone de manifiesto en todo su esplendor la forma de construir melodías de Sufjan, con progresiones interminables combinadas con interrupciones que no son sino invitaciones al diálogo entre las diferentes voces. Una joya de principio a fin, con unos arreglos electrónicos y corales llenos de sutilezas y un final absolutamente maravilloso digno de la mejor Julia Holter.


“So You Are Tired” - Unos teclados de aire jazzístico nos reciben en los primeros instantes de otra canción exquisita. Un tiempo medio en el que luego aparecen las guitarras y los coros para llevarnos de nuevo a un viaje por el universo de Stevens en el que encontramos todo aquello que nos encanta de él.


“Javelin (To Have and to Hold)” - La canción que da título al disco es casi una miniatura (no llega a los dos minutos de duración) pero el músico tiene tiempo de sobra para ofrecemos ahí su habitual guitarra, unos preciosos arreglos de cuerda y sus coros habituales consiguiendo esa complicada mezcla entre calidad y brevedad.




“Shit Talk” - Como para llevarnos la contraria, llegamos ahora al corte más largo de todo el trabajo, que cuenta con la participación de Dessner a la guitarra aunque su aportación no supone una gran diferencia con el resto de temas del disco. La ventaja que nos da el duración, en este caso, es que podemos disfrutar de absolutas maravillas corales, casi barrocas, con un desarrollo fantástico. La coda final, con guitarras etéreas, voces y sintetizadores desarrollando un pasaje claramente ambiental es una verdadera joya.




“There's a World” - Para cerrar el disco, Stevens realiza una curiosa elección haciendo una versión de una canción de Neil Young que apareció en su disco “Harvest” (1972). Tampoco es que sea un riesgo excesivo ya que el estilo folk de Young se adapta perfectamente al de Stevens hasta el punto de que pasaría perfectamente por una canción propia.



Antes de escuchar el disco habíamos leído algunas reseñas que incidían en el regreso de Stevens a su versión más folclórica y nosotros mismos hemos reiterado esa idea al comienzo de la entrada pero lo cierto es que, no siendo del todo equivocada esta afirmación, “Javelin” es un trabajo que va más allá. Es cierto que la mayoría de las canciones comienzan de ese modo pero la evolución de todas ellas está más en la línea de discos más recientes, con un sonido mucho más complejo y arreglos más potentes (casi épicos en algunos casos). No conocemos en detalle la extensa discografía de Stevens pero su último disco nos parece que podría contarse sin problemas entre los tres o cuatro mejores de su autor, lo cual es una gran noticia para el futuro. Hablando de eso, esperamos que las cosas evolucionen bien y el músico pueda recuperarse cuanto antes para continuar con su carrera, ya que es una de las voces más originales que han surgido en los últimos años. Cualquier novedad al respecto aparecerá por aquí en su momento.

lunes, 12 de agosto de 2024

Art Lande & Jan Garbarek - Red Lanta (1973)



Resulta verdaderamente sorprendente que un pianista relativamente desconocido como era el neoyorquino Art Lande en 1973, de quien apenas existía alguna rara grabación en directo llegase a llamar la atención de Manfred Eicher hasta el punto de ofrecerle grabar su disco de debut en un sello como ECM en el que la nómina de pianistas estaba más que cubierta con nombres como los de Paul Bley, Chick Corea o Keith Jarrett. Quizá por ese riesgo se tomó la decisión de que el trabajo fuera firmado en su portada como un dúo con otra de las estrellas del sello, el saxofonista Jan Garbarek, aunque todas las composiciones del disco estaban acreditadas a Lande. En todo caso, la participación de Garbarek se centra en improvisaciones sobre el piano de Art, principalmente a la flauta, aunque también toca los saxos.


El disco se grabó en un par de días, de acuerdo con la metodología habitual de ECM en la época, apenas un par de semanas antes del “Witchi-Tai-To” de Garbarek con el cuarteto que formó con Bobo Stetson. El título, “Red Lanta”, es un anagrama del nombre del propio Art Lande, aficionado a ese tipo de juego de palabras (un tiempo después firmaría algún disco como Earl Dant, otro anagrama).


“Quintenaissance” - El comienzo del trabajo es muy melódico con la flauta de Garbarek encargándose del tema principal en la primera mitad hasta que Lande toma el relevo pasando de un inicio más folk a un tema mucho más jazzístico que se extiende durante todo el resto de la composición confirmando, de algún modo, quién lleva el peso de la obra. Garbarek reaparece en el tramo final recuperando la melodía inicial a modo de cierre.




“Velvet” - La segunda pieza tira más hacia el blues con una lánguida cadencia de piano a la que se suma el saxo soprano de Garbarek realzando el tono reflexivo del tema. El entendimiento aquí entre los dos artistas es muy notable y nos permite disfrutar de una gran composición que anticiparía el sonido de sellos futuros como Windham Hill.


“Waltz for A” - Pese a lo que indica el título, la siguiente composición no se ajusta a lo que entendemos por un vals salvo en contados momentos. Tiene todo el aspecto de una improvisación a dúo llena de diálogos entre la flauta y el piano que solo en el último tramo se centra en una melodía, ahora sí, con aire de vals.


“Awakening / Midweek” - Con mucha diferencia, el tema más largo de todo el trabajo. Empieza lentamente con el piano lanzando al aire una serie de acordes parsimoniosos a partir de los cuales es la flauta la que desgrana una de las mejores melodías del disco. Tras este comienzo, empieza una animada conversación entre los dos instrumentistas con retornos continuos al motivo central y variaciones sobre el mismo. Una buena oportunidad para apreciar el estilo de Lande, cercano a veces al del propio Jarrett.




“Verdulac” - Cambio radical con la siguiente pieza que comienza con un intenso ritmo de piano al que se suma el saxo conformando una maravillosa composición aflamencada que se revela como uno de los momentos más espectaculares del disco con Lande y Grabarek ofreciendo su mejor versión. Imprescindible.


“Miss Fortune” - Ambos intérpretes regresan al formato de piano y flauta para ofrecernos otro dueto muy inspirado, de nuevo en un formato más clásico de jazz contemporáneo entendido a la manera del sello ECM. Todo ello en un nivel muy alto tanto en las interpretaciones como en la propia composición.


“Open Return / Canción del momento” - En el último tramo del disco nos encontramos este “medley” entre dos piezas diferentes, la primera, una improvisación de piano dentro de los estándares del jazz más clásico y la segunda, sin salirse de esos parámetros, algo más dinámica. Es la única pieza del trabajo sin participación de Garbarek.


“Meanwhile” - Quizá para compensar eso último, el saxo del noruego es el que nos introduce en el penúltimo tema con una breve intervención que da paso al piano que vuelve a ser protagonista casi absoluto hasta el final.


“Cherifen Dream of Renate” - Cerrando el disco, escuchamos una melodía que, pese a que la autoría de todas las piezas del disco está atribuida a Art Lande, tiene todo el estilo del Garbarek más folclórico. En todo caso, siempre puede ser una improvisación sobre la composición de piano de Lande. La cuestión es que nos ofrece un cierre perfecto para un gran disco.



Después de este “Red Lanta”, Art Lande formó el grupo Rubisa Patrol con Mark Isham, Bill Douglass y Glenn Cronkhite con quienes grabó un par de trabajos pero a partir de entonces, y sin abandonar la composición y la publicación de discos, se centró en su carrera como docente en Cornell, St.Gallen (Suiza) y en Boulder, en diferentes etapas. Un músico interesante de que no es nada facil seguir la pista. Entre los trabajos que sería posible encontrar hoy (aunque buscando mucho) están un par de discos que grabó para el sello Windham Hill con cuentos infantiles narrados por Holly Hunter y Meg Ryan, al estilo de los que hizo en su día el también pianista George Winston. La trayectoria de Garbarek, por su parte, es bien conocida y ha seguido brindándonos grandes trabajos durante décadas aunque hace ya unos años que no tenemos noticias suyas. Siempre es buen momento, en todo caso, para disfrutar de sus grabaciones clásicas como es este “Red Lanta” que os recomendamos hoy.